Índice
Blotter alusivo al día de la bicicleta |
Introducción
El
presente trabajo parte de la idea de que la antropología tiene la capacidad de
desmontar, mediante el análisis y la relación de distintos enfoques de
significado, los conceptos generados socialmente.
Elegir una droga como objeto de estudio político
puede parecer ya una decisión anarquista o disidente, sin embargo consideramos
pertinente el estudio de los discursos en torno a ella porque, dada la reacción
social que implica, puede darnos pistas para localizar elementos determinantes
en la estructura ideológica del poder. Entendemos que las pautas de consumo reflejan
los valores de la sociedad y es a través de los discursos prohibitivos y
moralistas asociados al uso de drogas que queremos someter a análisis la
nuestra. De esta manera
intentaremos deconstruir esta edificación social a partir de los discursos
políticos, médicos, sociales, económicos y rituales a los que se ha visto
sometido el concepto centrándonos en el caso la dietilamida de ácido lisérgico.
Basándonos en el análisis del
filósofo francés Jacques Derrida entendemos que la palabra, concepto y consigna
droga supone una “definición
instituida, institucional [que] necesita una historia, una cultura, unas
convenciones, evaluaciones, normas, todo un retículo de discursos
entrecruzados, una retórica explícita y elíptica” (1990: 33) y es esto lo que
nos interesa comprender.
Jacques Derrida (1930) -se pronuncia acentuando la última sílaba. |
Entrando en nuestro campo de observación específico, intentaremos
explicar el papel que el LSD-25 ha jugado en su breve historia tanto en
movimientos ideológicos concretos como en la política, partiendo de los efectos
que produce y que hacen de ella una droga
visionaria, para después intentar interpretar los significados que conlleva
su uso.
Veremos que los
movimientos que surgen en torno al uso de esta sustancia están estrechamente
relacionados con la tendencia anti hegemónica vivida en Estados Unidos en el
transcurso de la Guerra Fría; cómo se instauran como alternativas a la crisis
ideológica que marcó dicha década y, finalmente cómo se somete su uso a la
legislación Norteamericana señalando algunos comentarios recientes de
psicólogos, médicos, sociólogos y políticos con respecto a la regulación
internacional.
Hemos elegido este objeto de estudio en particular porque,
desde su aparición en los años 40 ha sido bien documentado y nos parece un buen
ejemplo de lo prometedor que puede llegar a ser el análisis de Sustancias
Psicoactivas[1] a
nivel sociológico, filosófico y antropológico. Siguiendo esta línea nos
enfocaremos en la panorámica cultural asociada a la droga y cómo su consumo
estuvo y está inserto en la sociedad, sin olvidar que los debates en torno al
tema, antes de ser de orden penal son morales, lo que motiva aun más nuestro
interés, en tanto que percibimos el potencial que tiene este concepto de
revelar elementos profundamente estructurales.
Nuestra
idea es dar un panorama general de cómo se construye un tabú en torno a una
sustancia en nuestra sociedad, lo que podría revelar (con ayuda de trabajos
posteriores) aspectos esenciales de los patrones de orden y peligro que
constituyen nuestra cultura.
Por un conocimiento del concepto droga
Drogas en
las culturas
Desde
el Renacimiento, con Paracelso se distingue como drogas a aquellas sustancias
“que provocan una intensa reacción al no ser asimiladas inmediatamente por el
cuerpo". Esta ancha definición permite incluir a un amplia gama de
compuestos entre los que distinguiremos aquellos que afectan somáticamente al
usuario (como es el caso de anestésicos, antibióticos o sulfamidas, cortisona,
etc.) y los que afectan, además, sentimental y psíquicamente, donde
encontraremos sustancias diseñadas específicamente para crear estos efectos,
así como a sustancias que los provocan naturalmente (Escohotado 1995: 20).
En términos más específicos utilizaremos los
parámetros propuestos por Derrida: “un cuerpo extraño, cuando no un alimento,
que provoca un estado de receptividad productora” (1990:38) pare referirnos a
estas sustancias. La propuesta anterior incluye la propiedad de ser recibida
desde fuera y generar (producir) un efecto extra cotidiano, de lo que nos damos
cuenta que las drogas están más presentes en nuestra vida de lo que solemos
suponer; lo mismo sucede con su importancia en sociedades a todo lo largo de la
historia.
Un somero estudio de las culturas evidencia el empleo de distintos tipos
de drogas en fiestas tanto religiosas como paganas. A modo de ejemplo
mencionaremos los vinos y banquetes iniciáticos de los misterios eleusinos,
mitraicos y egipcios[2],
el codiciado soma de la India, las
veladas de los pueblos peyoteros, los rituales del yagé[3]
en la cuenca amazónica, los del kava en Oceanía o los de la iboga en África
central, etc. (Escohotado
1995: 26) La fiesta religiosa es, en fin, casi siempre ocasión de ebriedad.
Con los ejemplos anteriores queremos
demostrar que las Sustancias Psicoactivas han jugado en la mayor parte de
las culturas un papel tan importante
como el lenguaje y las herramientas de trabajo (Restrepo 2004: 187) puesto que
son dispositivos culturales de sociabilización[4],
religiosidad y ritualidad.
Dada su presencia generalizada en la cultura
queremos ofrecer un estudio libre de prejuicios que entienda a las drogas como
mediadores entre la química cerebral (individuo y subjetividad) y la producción
simbólica (contexto social, representación), lo que nos lleva necesariamente a
analizar el enfoque político, íntimamente relacionado con el aparato económico[5].
Las drogas han sido centro de la economía
internacional probablemente desde antes del Siglo XVII en el que el tabaco, el
té y el azúcar se integraron al mercado mundial y, como tales, son centro de
investigación de antropología económica (y política) desde entonces; el mismo
interés despierta ahora el tráfico de cocaína y heroína[6]. Nuestro estudio, no así de enfocado a
este sector (para lo que haría falta una descripción minuciosa de los procesos
de producción y el mercado) se centra en la distinción ideológica o filosófica
que despierta una sustancia, pero lo hace sin dejar de tomar en cuenta que el
estatus y posición de ésta estará siempre relacionado a la estructura política
global.
También dentro del marco de lo social nos
interesa la estrecha relación entre los procesos de producción y rituales de
consumo que se expresan cuando el deseo por consumir una sustancia genera una
solidaridad comunitaria, además de la función histórica que han tenido las
drogas para articular el entramado económico con los mecanismos de producción
simbólica[7],
lo que hace que su carácter político cobre dimensiones aún más complejas.
Finalmente, el enfoque simbólico nos parece
otro punto de interés. Escohotado (1998) nos habla de situaciones en las que
una SPA se convertía en lo que Turner podría llamar símbolo de condensación, la
hoja de coca era símbolo del Inca en ese imperio (usado por lo tanto como
premio o galardón); el vino, restringido a varones mayores de treinta años en
la Roma pre imperial era el centro de las festividades (y el germen de
nacimiento de un dios), el mate fue excusa para que la iglesia católica acusara
a los sudamericanos de prácticas satánicas… y la lista continúa.
Creemos firmemente que en torno a las drogas
se crean mitos y representaciones. Si queremos aplicar lo anterior a una
sociedad contemporánea
podemos pensar en Sara Montiel, construyendo en torno al cigarro una imagen de gran
porte y sensualidad cuando cantaba "Fumar es un placer, vano y sensual.
Fumando espero al hombre que yo quiero, tras los cristales de alegres
ventanales, pues mientras fumo mi vida yo consumo, porque aspirando el humo, me
siento enloquecer"; también podemos mencionar los elíxires de minorías,
como fue el hachís en los clubes parisinos del siglo pasado. En contraparte,
existen también pautas de comportamiento organizadas en torno a algunas
sustancias (que Restrepo llamará "adormecedores colectivos[8]")
como el alcohol, el azúcar y el tabaco[9].
Siguiendo esta línea, creemos que el consumo
de Sustancias Psicoactivas puede hablarnos de la dinámica social: al no poder
separarse de su contexto, ejercen une efecto mimético con las prácticas comunes.
El tipo efectos de las sustancias de uso común nos dará una idea de lo que es
efectivo y permitido por el sistema, de la clase de creencia religiosa del
grupo y probablemente de la clase de rituales que se llevan a cabo en éste; por
descarte, las sustancias prohibidas nos marcarán la línea de comportamientos no
adecuados para los marcos socialmente aceptados.
Para ejemplificar un poco lo anterior
tomemos de entre el abanico de sustancias consumidas en occidente un par de
ellas que son lícitas, digamos, el tabaco y el azúcar; es fácil adivinar de qué
manera se adecuan a la dinámica social dominante (o, en términos capitalistas,
a la dinámica laboral), ambas estimulantes, mantienen andando la locomotora, de
la misma manera que la masticación de hoja de coca ayudaba a los incas a andar
largas distancias en zonas de poca presión atmosférica.
Al investigar sobre el LSD nos hemos dado
cuenta que la sustancia encarna muchos de los valores declaradamente
contra-hegemónicos por lo que se convierte en una de las sustancias que en
lugar de servir como opio del pueblo, servirán como canalizador de otro tipo de
religiosidad la “de los poetas y ateos, y de algunos otros, más o menos ateos,
más o menos poetas” (Derrida, 1990:38).
Ahondando un poco en esta relación y
llevándola a lo simbólico, no nos costó mucho llegar a una situación delicada,
señalada por Restrepo como la "gran tragedia de Occidente", que es el
antagonismo existente entre los valores propugnados por la sociedad: "se
defiende como máxima la libertad al mismo tiempo que mutila o elimina los
resortes emocionales que permiten vivenciar experiencias trascendentales" (2004:
147). No nos referimos con esto únicamente al consumo de sustancias (que
finalmente sigue cayendo en la autogestión del cuerpo tanto como la ropa que
alguien decide comprar y ponerse), sino a la conformación de la individualidad
y singularidad trasladada del ritual pagano o religioso a nuestros actuales
rituales de consumo en el Mercado, de manera que el aparato económico
institucional define lo que es un correcto frenesí dionisiaco, como un viernes
de rebaja o una borrachera en la feria dando por inadmisible el resto de
posibilidades.
Vemos que el uso de SPA está inserto en un
paradigma social ideático, por lo que en el presente ensayo intentaremos
considerar paralelamente los efectos fisiológicos de las drogas y el de las
influencias culturales, tomando en cuenta que éstas afectan también al cerebro
"como órgano social, cuyos neurotransmisores y sinapsis se modifican bajo
su influjo" (Restrepo 2004: 46).
Para dar comienzo al tratamiento de nuestro
tema, hablaremos de los efectos fisiológicos de la LSD-25 para posteriormente
centrarnos en los movimientos que la sustancia despertó al simbolizar:
"cierto paganismo preocupado por el retorno a la naturaleza” (Escohotado
1995: 24). Hablaremos de
la identificación de esta droga con un determinado grupo social o de la
subcultura en torno a su consumo y veremos que responde a un movimiento contra hegemónico
pero que a la vez carga con el estigma
de ser y estar en oposición al sistema.
Veremos cuán relacionada está la política
con las distintas posturas ideológicas y observaremos los procesos de
legalización y prohibición como un entramado complejo de circunstancias
económicas e ideáticas.
Dietilamida de ácido lisérgico
En este apartado intentaremos analizar qué es
y cómo funciona la LSD en nuestro organismo e intentaremos explicar (o
conjeturar) cómo se asocia su uso a distintas prácticas sociales; lo anterior
como un marco de referencia para la posterior explicación de los movimientos
ideológicos surgidos a partir del mismo.
MolécDE LA LSD-25 |
LSD-25
es el nombre que se conoce al compuesto Dietilamida de ácido lisérgico,
extraído del ergot (Claviceps purpurea),
un hongo que parasita el centeno. Los efectos de éste se conocen probablemente desde la edad
media, época en la que se registran casos de la "fiebre de San
Antonio", padecimiento que iba desde las alucinaciones hasta la necrosis
de tejidos, pasando por convulsiones y contracción arterial[10].
Dicha fiebre se daba al elaborar pan con centeno infectado o en el ganado
cuando se le alimentaba con el mismo.
El
compuesto como lo conocemos ahora fue sintetizado en 1938 por Albert Hofmann (aunque
su descubrimiento como sustancia psiquedélica no se dio sino hasta 1943) y se
incluye dentro del grupo de alucinógenos, al que también pertenecen el peyote,
los hongos alucinógenos, la ayahuasca, la dimetiltriptamina (DMT), la ketamina,
el dextrometorfano, la salvia divinorum, entre otros.
Entre los más importantes efectos de la LSD
hemos nombrado las alucinaciones, experiencias sensoriales que no son reales y
que el individuo percibe fuera de sí pero manteniendo conciencia de que son
producto de su mente; a éstas se le añaden sensaciones de comprensión, empatía,
sentimientos místicos, cambios en presión arterial, dilatación de pupilas,
sinestesia y distintas formas de distorsiones visuales similares a las
naturalmente producidas ante efectos luminosos que conocemos como fosfenos.
Cabe
señalar que aunque las propiedades de la LSD permiten incluirla entre
alucinógenos[11], no
usaremos dicho categorización porque
presenta connotaciones que tienden a la disociación o al casi delirio (la raíz,
alucinare refiere al "deambular
de la mente" o "a "hablar sin sentido") y veremos que el
uso que tuvo en sus años de mayor uso, difusión y estudio no iba en ese
sentido. Creemos ser capaces de demostrar que desde su descubrimiento la LSD se
asocia a otra clase de "viaje", uno relacionado con la expansión de
mente; es por esto que utilizaremos los términos psiquedélico[12] y
enteógeno[13]
para referirnos con mayor proximidad al uso deseado de esta sustancia por descubridores
y primeros consumidores.
Efectos
La LSD se consume oralmente y la
dosis requerida puede ir desde los 20 microgramos a los 80, aunque en la década
de los 60 solía consumirse de 100-200 (lo que la hace una de las sustancias más
concentradas o que requieren menor dosis en relación a otras drogas). Después de ingerida, el comienzo de
la experiencia puede tener lugar entre media y 1 hora y durar de 4-12
dependiendo de la dosis y de la metabolización que haga el hígado de ella,
excreción en orina, rapidez de adaptación del cerebro y tolerancia.
Lo que se experimenta suele
comenzar con nerviosismo al consumir las dosis (es de notar que la calidad del
viaje está condicionada de manera considerable por el entorno y la expectativas
al tomarlo) y continuar con la aparición de los mencionados fosfenos,
figuraciones geométricas, manchas de colores y posteriormente imágenes
complejas; así mismo se presenta sinestesia, o suma de sentidos, en los que se
puede percibir la textura o el color de los sonidos, por ejemplo. La distorsión del tiempo es otra de
las alteraciones más comunes. Por otra parte no hay riesgo de sufrir
convulsiones, coma, adicción ni dependencia física.
Los efectos de la
LSD, están asociados al estímulo de serotonina (también llamada 5-HT),
neurotransmisor que regula es sueño, comportamiento alimentario, la temperatura
e intercambio de hormonas. Se cree también que la concentración de ésta en los centros
superiores cerebrales, la corteza y el núcleo accumbens es la causa de la alteración de algunos procesos
cognitivos, la percepción y el estado de ánimo. El compuesto actúa tanto
bloqueando como estimulando los receptores de 5-HT, lo que deviene en la
actividad alucinógena y algunos otros efectos[14].
En
una apreciación de corte más místico, la experiencia suele presentarse como un
"profundo sentido de apertura mental y comprensión" (Kuhn 2011: 87). Esta última idea, si bien puede
resultar ambigua o inexacta, es la clave con la que intentaremos explicar la
enorme aceptación que recibió en Norteamérica en los años 50 y 60 y su
posterior difusión por el globo como droga
visionaria.
Finalmente, cuando la concentración
disminuye en la sangre que irriga el cerebro y la acumulación de LSD en los
receptores desciende y cae por debajo del nivel eficaz, la droga los abandona y
es retirada por la sangre (Goldstein 2003: 86), dejando una posterior sensación
de fatiga y paulatino reajuste al entorno.
Riesgos
Las
experiencias negativas pueden ser, sobre todo los malos viajes (experiencias de
ansiedad aguda, terror o accidentes debido a la falta de capacidad de pensar
con claridad respecto al entorno). Otro trastorno documentado es el "flashback" o
trastorno perceptivo postalucinógeno, en los que los trastornos visuales
regresan aunque la sustancia no esté más presente en el organismo[15] (Kuhn, 2011: 78).
Creemos,
por último que los mayores riesgos provienen del consumo no controlado, puesto
que en la mayoría de las ocasiones el usuario no tiene una manera de comprobar
lo que está consumiendo[16] y
una ingestión de otra sustancia puede provocar tanto daño corporal como efectos
psíquicos no deseados o esperados. Con la LSD en estado puro, el peligro no es
que el cuerpo deje de funcionar por catalepsia (como sucede con los relajantes)
o sobreexcitación (con los estimulantes) sino, a un nivel más psicológico, que
el individuo “se hunda en el entramado de suposiciones y juicios acerca de sí
mismo, y que al cesar la rutina anímica irrumpa de modo irresistible el temor a
la demencia" (ibíd.).
Además
hay que señalar que mientras cada sustancia documentada tiene en su registro
una dosis de tolerancia y otra de
letalidad (la dosis de ingesta máxima antes de producir daño riesgo de muerte)
no existe registro de un límite de ingesta de LSD puesto que nunca se han
producido intoxicaciones fatales (Escohotado, 1996: 173), la literatura
científica no conoce dosis letal así como nada semejante a la dependencia con
esta sustancia. En lo
que respecta a usos sociales, su nivel de riesgo es mínimo en relación a
crímenes o accidentes bajo el influjo de otras drogas.
En el siguiente apartado intentaremos enmarcar
el uso de la LSD desde una perspectiva política, tomando en cuenta las fases de
aceptación pública y la legislación a la que se sometió. Posteriormente
compararemos este aspecto con la representación y significaciones que los
usuarios daban a esta sustancia, intentando esbozar los complejos filosóficos e
ideológicos que se gestaron en torno a su descubrimiento.
Marco histórico y político del LSD
El
19 de Abril de 1943, mientras estudiaba los posibles usos de los alcaloides del
cornezuelo, Albert Hofmann experimentó accidentalmente con la Dietilámida de
Ácido Lisérgico. A este día se le conoció como el día de la bicicleta, siendo
Hofmann la primera persona en tener un "viaje" con LSD. Para
comprender las consecuencias de dicho descubrimiento vamos a comenzar dando una
breve introducción al contexto histórico-político que tuvo lugar en Estados
Unidos entre la década de los 40 y finales de los años 60.
Tras la Segunda Guerra Mundial
comienzan a mejorar las condiciones económicas, tanto en Europa como en los
Estados Unidos. Nos referimos a una mejora de tipo pragmático, ya que estaban
únicamente orientadas a la reconstrucción material de Europa (Plan Marshall), y
de carácter individualista. Pero en plano social, el clima estaba cada vez más
agitado, se estaba sufriendo una fuerte crisis identitaria e ideológica dada la
falta de ideas colectivas y el temor a una posible guerra nuclear. Además, la
gente no entendía las razones de lo que había ocurrido durante las dos guerras y
en consecuencia, se fue perdiendo la confianza en el gobierno. La clase
política, en respuesta, trató de buscar nuevas fórmulas para recuperar la
estabilidad política, como fue la
creación de Estados paternalistas (siguiendo la política del Welfare State).
A causa de las tensiones producidas
en la posguerra, en 1945 comenzó la Guerra Fría, y se prolongó hasta el año 1991, acabando con
el Golpe de Agosto en la Unión Soviética. Los protagonistas del conflicto
fueron el bloque capitalista y el bloque soviético, en el cual, ninguno de los
dos llevó a cabo acciones directas
contra el otro. Las razones por las que tuvo lugar esta guerra fueron
económicas, políticas y sobre todo, ideológicas, ya que ambas potencias trataron
de expandir su modelo de pensamiento a escala mundial. Es importante tener en
cuenta la participación de un tercer bloque, el llamado Tercer Mundo, ya que
jugó un papel importante con el desenvolvimiento de la descolonización y los
movimientos independentistas. De hecho, muchas de las acciones indirectas a
través de las que se enfrentaron ambas ideologías, tuvieron como escenario
países como Vietnam, Laos o Camboya.
Guerra de Vietnam |
Estados Unidos desarrolla un tipo de
política intervencionista y de contención del expansionismo soviético a escala
mundial. En 1947 el presidente Harry S. Truman, creó una medida conocida como
Doctrina Truman, en la que proponía que los Estados Unidos de América tenían la
responsabilidad mundial de "respaldar a las naciones libres que resisten
contra los intentos de dominación de minorías armadas, o acciones
externas" (Paredes 2009: 303). A partir de dicha declaración expanden su
psicosis nacional de búsqueda y exterminio del comunismo lo que es conocido como macartismo:
intolerancia ideológica y temor irracional a la URSS. Por otro lado, se creó un
nuevo modelo de poder militar: la Agencia Central de Inteligencia (CIA), a
través de la cual se buscaba obtener
información y llevar a cabo actividades encubiertas en el extranjero.
Además, en este periodo destacan conflictos como la Guerra de Corea entre 1951
y 1953, la Crisis de los Misiles en Cuba en 1962 y la Guerra de Vietnam entre
1964 y 1975.
Nos interesa centrarnos en la Guerra
de Vietnam ya que fue uno de los
acontecimientos que causó más mella en la sociedad, teniendo un fuerte impacto
en la conciencia colectiva por haber sido el primer conflicto bélico televisado
de la historia. Todo comenzó en Vietnam tras una serie de conflictos entre
varios grupos comunistas armados y el gobierno. Más tarde, dichos grupos se
unificaron formando el Frente de Liberación Nacional (Viet Cong), que
rápidamente fue apoyado por la Unión Soviética. La guerra coincidió con el
mandato del presidente norteamericano Lyndon B. Johnson (de 1963 a 1968), el
cual financió de la guerra y bombardeo el país con "fines morales e
ideológicos", dando lugar a una guerra presidencial. La opinión pública
acabó con su mandato, y Richard Nixon comienza a gobernar en 1969; continúa
extendiendo la guerra y bombardea Camboya y Laos; llega a afirmar que no le
importaba perder las elecciones con tal de no ser el primer presidente en
perder una guerra (Paredes: 2009). Finalmente, con el Escándalo Watergate
(1972) se desvela que el presidente había estado realizando espionaje
electrónico en la Casa Blanca y es desacreditado, por lo que en 1974 dimite. En
1975 acaba la guerra.
Movimiento de contracultura antiguerra |
Como consecuencia de todo lo
ocurrido, la opinión pública se torna fuertemente crítica hacia la clase
política y hacia las viejas democracias. La gente no comprende lo que ha
ocurrido en Vietnam, se sienten defraudados con el gobierno y con el ejército,
y no se sienten identificados con quienes lo representan. En este contexto, las
nuevas generaciones de los años 60 de jóvenes pudientes e instruidos se
desligan de las generaciones anteriores y comienzan a reaccionar y a realizar manifestaciones y
protestas. Es en este periodo cuando tuvo lugar lo que Ronald Inglehart ha
denominado la Revolución Silenciosa:
"profundo cambio en los estilos de vida, hábitos culturales y referencias
morales acontecidos en el mundo occidental desde el final de la Segunda Guerra
Mundial" (citado en Paredes, 2009:
271).
Las protestas que se sucedieron
fueron ganando intensidad a medida que se seguían reclutando jóvenes para
luchar en Vietnam, ya que, llegados a este punto, el gobierno había perdido
toda legitimidad y la sociedad estaba desvinculada del discurso del gobierno.
Por otra parte, con el curso de la descolonización, surgieron nuevos
movimientos independentistas que se sumaron a las protestas. Cabe destacar,
grandes revueltas sociales como el Mayo francés y la Primavera de Praga en
1968. La generación de los 60 se caracterizó por desafiar los principios de
autoridad, cuestionar el orden tradicional vigente, y por rechazar los valores
establecidos. Las expectativas que tenían de los gobiernos no se
correspondieron con la realidad. Además, rechazaron el pragmatismo tecnocrático
y conservador de la época, y se crearon nuevas ideas, como el comunismo
democrático. Pero, pese a que fue una de las revoluciones más notables que han
sucedido hasta nuestro tiempo, no se consiguió desestabilizar el Estatus Quo.
Refiriéndose a lo sucedido en este
momento histórico, varios literatos comenzaron a plantear que se había
producido el "fin de las religiones". Para hacer frente a esta situación
de anomia, las nuevas generaciones recurrieron a nuevas ideologías y
alternativas al modelo tradicional, tratando de buscar otro tipo de
experiencias con las que poder superar su estado de alienación con el entorno.
Los individuos habían sido despojados de su relación con la transcendencia y de
alguna manera, tratan de buscar a Dios dentro de sí mismos. En este contexto es
donde cobra auge el consumo de ciertas drogas enteogénicas en occidente.
Grupos de interés en torno al LSD
Mientras tanto, en Suiza, tras el descubrimiento de la LSD-25, continúan
las investigaciones para conocer que otros usos podría tener, llegando a la
conclusión de que se trataba de una sustancia de gran potencial que podría ser
utilizada en diversos campos. A medida que fueron avanzando dichos estudios se
formaron varios grupos de interés alrededor de la dietilámida. Podríamos hablar
de tres bloques, los cuales utilizaron la sustancia con distinta finalidad, por
un lado estaba lo que A. Escohotado ha denominado el complot pagano (1998), dentro del cual podemos diferenciar dos
bloques, uno filosófico y otro psiquiátrico, y por otro lado, el bloque de
interés político.
El complot pagano tuvo lugar entre
los círculos más cultos de la sociedad, los cuales fueron gestionados y subvencionados
por las principales instituciones académicas (Escohotado 1998). Cierto grupo de filósofos comenzaron a
concebir el uso de LSD como un fenómeno a través del cual se podía alcanzar una
experiencia visionaria, con la que volverse a encontrar consigo mismos y su
entorno; para ellos no era solo una droga más, sino que era un vehículo para
poder alcanzar la transcendencia del ser. Estas ideas, fueron fácilmente
acogidas por una sociedad que se encontraba inmersa en un paradigma mecanicista
y materialista, y que solo llevaba a la explotación de recursos y de personas
(Escohotado: 1998).
Cabría
preguntarse si estas ideas surgieron en un buen momento para ser aceptadas o
si, más bien, surgieron a causa de lo que estaba sucediendo en esos momentos.
Varios intelectuales siguieron teorizando en sobre esta línea de pensamiento;
G. Bateson, pensaba que espíritu y cuerpo, e intelecto y emoción eran
indisolubles, y, como dichos elementos habían sido separados, la dietilámida
como el catalizador para que volvieran a reconciliarse. Por otro lado, A.
Huxley, sostenía que a través del (re)descubrimiento bioquímico se podría
alcanzar el "renacimiento religioso", lo cual nos llevaría a la
comprensión profunda de la naturaleza de las cosas (Escohotado: 1998). Es decir,
ante la idea de "Dios ha muerto", el consumo de LSD sería una forma
para "tener a Dios dentro de sí" (enteógeno). Otros intelectuales,
como el poeta H. Michaux, hablaron de drogas visionarias que funcionaban como
mecanismos de infinito.
El otro lado del complot se produce
de manera paralela. Son terapeutas y psiquiatras que utilizaron la droga como
método de rehabilitación de enfermos mentales. Este grupo, no tuvo demasiado en
cuenta las implicaciones éticas y políticas
que conllevaba el uso que hicieron de la LSD. Por un lado, los
pacientes, no estaban en posición de ser conscientes de qué tipo de terapia se
les estaba aplicando, y por otro, los propios psiquiatras tampoco eran
conscientes de que estaban preparando el terreno para el uso político de la
droga.
En primera instancia, H. Abramson
demostró que la Dietilámida de Ácido Lisérgico era una sustancia
farmacológicamente segura. Además, Sandoz creó el Delysid, un preparado que
hacia la LSD apta para el uso terapéutico. A causa de estos dos factores, se
aprobó que fuera utilizada en psiquiatría como tratamiento para la salud
mental. Entonces, un importante sector médico y psiquiátrico comienza a
utilizar la LSD como vehículo de conocimiento neurológico, como psicoterapia y
para el diagnóstico.
En otro ámbito, Huxley, desde una
óptica multidisciplinaria y entusiasta, hace experimentos con ciegos, artistas
y agonizantes, a partir de los cuales escribe una "Guía para
Psiconautas" para realizar un registro objetivo de los datos que recoge.
H. Osmond hace referencia a la
naturaleza espiritual; en 1952 empieza a realizar psicoterapia con LSD con el
fin de buscar una cura a la esquizofrenia y al alcoholismo. En este momento, se
empieza a difundir la idea de drogas psicotomiméticas, esto es, drogas que producían
estados temporales de locura, con las que se podía romper el equilibrio y los
mecanismos de defensa de ciertos sujetos. Basándose en ello, Osmond, propuso la
idea de que los propios médicos y enfermeros podrían experimentar sobre ellos
mismos, para ser capaces de ver a través de los ojos de sus pacientes,
entenderlos mejor, y así mejorar su tratamiento. A partir de esto comenzaron a
darse cuenta de que un mal uso de la LSD supondría un grave peligro, por lo que
continuaron procediendo con más sigilosamente.
Sentadas todas estas bases, la clase
política también comenzó a interesarse por la LSD. Aunque, ya desde antes de la
Segunda Guerra Mundial, en Norteamérica comenzó la búsqueda de una droga que
anulase el entendimiento y la voluntad de las personas. En 1977, un subcomité
del congreso presidido por Edward Kennedy, realizó una investigación sobre las
actividades secretas de distintos organismos relacionados con la LSD. Así, se
demostró que la CIA la había estado utilizando como arma secreta en pos de sus
intereses. Por otro lado, también se destapó información sobre el programa de
seguridad del gobierno de Johnson (1963-1968), que estuvo investigando los
antecedentes ideológicos de los miembros del gobierno (Macartismo), y sobre
otras actividades atentatorias contra las libertades civiles durante el
gobierno de Nixon (Escándalo Watergate en 1972).
La CIA, con el conocimiento de los
estudios científicos y de la psiquiatría, y el conocimiento sobre las torturas
que hicieron los nazis campos de concentración a los prisioneros, utilizó la
LSD para sus proyectos. Así, se formó un consejo secreto para experimentar con
"agentes de guerra no convencionales". Entonces adquirieron todos los
suministros de LSD en Sandoz y pidieron información a Hofmann sobre futuras
compras y sobre cómo trasportar la droga a otros países. Cabe destacar
proyectos como el MK-ULTRA en 1953, un programa de investigación ilegal y
secreto para torturar e interrogar prisioneros utilizando la sustancia. También,
la Operación Clímax de Medianoche, la cual consistió en la existencia de
un burdel subvencionado y controlado por el gobierno, en el que las prostitutas
se encargaban de poner la droga en las copas de sus clientes para así obtener
información. Además, se organizaron "ataques sorpresa" a socialistas
y a posibles comunistas infiltrados en el gobierno.
Otro caso paradigmático, fue la
muerte de F. Olson. La CIA se había encargado de diversificar sus
investigaciones y canalizarlas a través de otras instituciones, como
universidades y psiquiátricos, las cuales fueron subvencionadas. F. Olson, fue
un bioquímico del ejército experto en armas biológicas. En determinado momento,
se le administró LSD sin que él lo supiera y más tarde murió en extrañas
circunstancias. En principio, se difundió
la noticia de que Olson se había suicidado, pero finalmente, tras encontrar
otro tipo de lesiones en su cuerpo, se demostró que había sido asesinado. Meses
antes había sufrido una fuerte crisis de conciencia y se cree que su muerte fue
producida ante el miedo a que desvelara cierta información sobre varios
programas secretos del la CIA en los que había participado personalmente.
A. Escohotado, dice que no se
produjo un complot, sino dos. Por un lado, los servicios de inteligencia
legalmente, y por otro, los filósofos y
los psiquiatras ilegalmente. Cierto es que la utilizaron con medios diferentes,
unos mediante el engaño, y otros dejando brotar las conciencias, pero ambos
buscaban una droga de la verdad (Escohotado: 1998). Además, un grupo sirvió
como base para que se desarrollara el otro, retroalimentándose. Ambos
obtuvieron grandes subvenciones, pero, finalmente, el gobierno tuvo que pagar
nueve millones de dólares en indemnizaciones por la muerte de decenas de miles
de norteamericanos, y de un número indeterminado de laosianos, camboyanos y
vietnamitas. Vemos así como la LSD fue utilizada como instrumento político para
la manipulación y el control de la población.
Queda claro que existió un conflicto político en torno a esta sustancia,
basado en las diferencias “entre quienes querían pensar conceptualmente el
fenómeno, quienes se aprestaban a vivir del complejo industrial terapeutista y
el grupo de quienes atendían las consignas de los protectores” y que el juego de intereses entre estos es lo que despierta
“el primer brote histórico de resistencia activa al prohibicionismo” (Escohotado
1998: 10). Pasaremos ahora a tratar la con mayor cuidado la dimensión
ideológica de este enfrentamiento.
Representaciones y discursos
Aldous Huxley, así de místico y atractivo. |
El debate en torno al estatus legal del LSD se despertará en Occidente
durante las décadas de los 50 y 60 girará en torno al marco normativo que
regula el uso/ consumo de dicha sustancia, apareciendo discursos que muestran
un fuerte rechazo a su prohibición por considerarlas vehículos de conocimiento
y, por tanto, beneficiosas para el transcurrir de la vida social, sensitiva,
creativa y espiritual de los sujetos y de gran interés para el conocimiento
científico - destacan las figuras de Walter Benjamin, Aldous Huxley, A. Hofmann-
frente a otra percepción, que ve en las experiencias con esas sustancias
visionarias un elevado riesgo de transgresión, cuestionamiento y ruptura del
orden social imperante por su uso extra-medicinal; esta postura esta principalmente
secundada por el gobierno Norte americano y la Unión Europea.
En el ámbito de lo social, el consumo de LSD se popularizó por la aparición
de un movimiento de “contracultura”, cuya filosofía se fundamentaba en las
experiencias de los sujetos con la sustancia, orientada hacia lo recreativo y
lo espiritual. Será el hilo conductor por el cual surgirán eventos, movimientos
artísticos, nuevos espacios de sociabilización y la reaparición de valores
relacionados con posicionamientos políticos en respuesta a la situación de la
guerra de Vietnam y al ideario del "American way of life".
Representaciones públicas de sustancias alucinógenas
El interés por estas sustancias
puede mostrarse en el amplio abanico de representantes de distintas disciplinas
que dedicaron parte de su creación literaria o investigaciones filosóficas y
científicas a dar a conocer sus efectos en la conciencia del individuo.
En la segunda mitad del Siglo
XIX destacan las obras experimentales engendradas en el Club de Hachischiens parisino,
formado por escritores reconocidos de la literatura universal como Charles
Baudelaire, Víctor Hugo, Alexander Dumas y Honoré de Balzac. El
motivo de las reuniones era la experimentación con una gran variedad de drogas,
que les permitían experimentar una alteración del estado de conciencia y
ampliar sus límites sensitivos y creativos. Podemos destacar la obra Paraísos artificiales,
publicado en 1860 por Charles Baudelaire, caracterizada por la riqueza
descriptiva con la que aborda sus experiencias en dicho club.
A la hora de abordar su interés
en el Siglo XX hemos considerado preciso diferenciar entre dos etapas que se
caracterizan por las actitudes de los sujetos ante estos objetos. Para ello
hemos distinguido la primera mitad del Siglo XX, predominando una atención
mayoritaria sobre los aspectos más simbólicos de las sustancias y experimentos
aislados en el ámbito científico, y la segunda mitad, donde se abordará el tema
desde la óptica científica y filosófica, respaldadas por la autoridad simbólica
que gozan estas escuelas en las sociedades occidentales
"secularizadas".
La primera mitad del Siglo XX
se caracteriza por los testimonios del poeta Yeats y el dramaturgo O`Neill con
peyote; investigaciones y experimentos aislados con Mescalina; Hofmann y la
investigación con los alcaloides del cornezuelo, de la cual se descubrirá la
LSD; el poeta E. Jüng y su interés por la modificación química de la
conciencia; y A. Huxley y su obra Se
busca un nuevo placer, publicada en 1932.
La segunda etapa presentará
discursos elaborados desde el ámbito científico y filosófico, con una cierta
carga de militancia y de oposición a su prohibición al valorar el potencial
creativo, sensitivo, lúdico, místico, espiritual y de conocimiento de estas
sustancias visionarias, en concreto la LSD.
El primer autor a destacar en
esta etapa es Walter Benjamin, filósofo integrante de la escuela de Frankfurt,
pero cuya obra en torno a esta temática está inconclusa, que recibe el nombre
de On Haschisch. Narralas experiencias con Haschisch y Mescalina
argumentando que las sustancias visionarias, como la segunda mencionada,
consiguen potenciar el plano interno del sujeto por medio de vivencias
personales que permiten sobrepasar los límites de lo mundano y de lo
convencional.
El psicoanalista alemán, Erich
Fromm, también integrante de la escuela de Frankfurt, planteaba en El arte
de amar que el ser humano tiene como necesidad existencial la superación
del estado de separatidad, de trascender la propia vida individual y encontrar
unión. Según este autor, cada sociedad tiene distintas estrategias para superar
esa necesidad existencial, ese estado de soledad. Para ello emplea los
conceptos de "sociedades orgiásticas" y "estados
orgiásticos".
Yeah, baby! |
Las sociedades orgiásticas serían aquellas cuyas características se
asemejan a lo que él mal denominó "sociedades primitivas", en ellas,
los lazos de parentesco y de comunidad son férreos y conforman la columna
vertebral de la organización social. La unión del individuo con
el colectivo es sólida, puesto que estas relaciones operan de una manera
rígida, y lo que se persigue mediante las prácticas rituales es una
reafirmación de la cohesión del grupo, del sentimiento de colectividad, y la
fusión, en clanes con religiones totémicas, con la naturaleza. Esto garantiza un "estado orgiástico"
caracterizado por la superación de la separación permanente en el sujeto.
En la sociedad industrial ("sociedad
no orgiástica"), la irrupción del individualismo supuso la ruptura de
lazos de parentesco y comunitarios y, por tanto, la necesidad de encontrar
nuevas formas de superar ese estado de separatidad se vuelve más intensa. Entre
las distintas formas de alcanzar dicho objetivo se encuentra el consumo de
drogas y sustancias alucinógenas que provocan un estado orgiástico, caracterizado por un trance auto inducido que le
permite superar su estado de separatidad al menos por un intervalo de tiempo
reducido o vincularlo simbólicamente a una generación o movimiento.
Aldous Huxley es una figura
clave dentro de los intelectuales que abogaban por el consumo de sustancias
psiquedélicas. Existe un giro en su trayectoria académica
en torno al posicionamiento sobre las drogas, quedando reflejada su etapa
inicial en la obra Un mundo feliz,
donde las concebía como una herramienta de dominación por parte del poder, que
le permitía someter a la población, para posteriormente, durante su segunda
etapa, abordar su estudio como una herramienta de cuestionamiento, de
transgresión social y de resignificación de dimensiones de la vida cotidiana de
los sujetos sociales.
En una obra posterior, Cielo
e infierno, Huxley emplea los conceptos de "misticismo
cotidiano" y "auto trascendencia" cuando hace referencia al
consumo de mescalina y LSD y los estados de conciencia que derivan de éste.
"Sospecho que están
destinadas a desempeñar en la vida humana un papel al menos tan importante como
hasta ahora el alcohol, e incomparablemente más beneficioso [...] Uno puede
saber realmente, por experiencia, lo que significa << Dios es
amor>>, sintiendo que - a pesar de la muerte y el sufrimiento- todo está,
de algún modo y en última instancia, perfectamente en orden." (citado
en Escohotado,1996: 148)
Habla, en términos claros, de
la superación de dualismo platónico - cristiano (cielo/ infierno,
sujeto/objeto, alma/cuerpo), de la superación de un mundo dividido en
dicotomías, que genera un desorden en la realidad social, a uno en perfecto
orden y equilibrio donde dichas oposiciones se fusionan y conforman una misma
realidad.
El estado alterado de
conciencia que experimenta el sujeto, que le permite una ampliación de los
límites sensitivos y creativos, le conduce a un acto de <<auto trascendencia>>
y de << misticismo cotidiano>>, de concebir a Dios, como algo
sensitivo, de una manera constante en el "aquí y ahora", sin precisar
de mediadores e intermediarios espirituales que monopolicen el medio de
contacto con éste y suponiendo una re significación de lo religioso en la vida
cotidiana de los sujetos sociales.
Huxley también acuña el término
de <<modas médicas>>, denunciando que en el régimen farmacológico
los fármacos "lícitos" son más tóxicos y adictivos que las
principales drogas ilícitas, y que estas primeras promueven, además, el
embrutecimiento y conformismo. A través del uso de dicho concepto
denuncia que la ilegalización de ciertas sustancias no se hace atendiendo al
grado de toxicidad y de salud, sino a cuestiones ideológicas relacionadas con
el monopolio del juicio y el orden social.
En su texto La Cultura y
el Individuo propone la utilización de LSD y psilocibina como
herramienta para superar la inercia social y psicológica de los sujetos, unida
a una formación intelectual rigurosa, mediante la cual "tal vez podrán pasar de la aceptación selectiva de su cultura al
cambio y la reforma selectiva" (citado en Escohotado, 1996:149).
Timothy Leary destaca por su
posición en la psicología. Leary desarrolló proyectos de investigación en la Universidad
de Harvard, en la cual ejercía como profesor. Su objetivo fue registrar las
experiencias de sujetos de diversos perfiles con psilocibina y, posteriormente
LSD. El
cambio de sustancia produjo cambios en las experiencias de los individuos,
marcando distintos niveles de profundidad a la hora de abordar temas
existenciales como la muerte y la resurrección. En 1964 Leary publicó su La política del éxtasis
planteando que el consumo de LSD podría ser la solución definitiva al problema
del ocio, rechazando actividades artificiales como ver la televisión o recurrir
al consumo debido a las exploraciones internas que experimenta el sujeto y a las
comprensiones que de ésta extrae, permitiéndole alcanzar un mayor grado de
conocimiento de sí mismo.
Su posicionamiento en torno a
las sustancias psicodélicas quedó reflejado en su afirmación "Dios es una
sustancia" y la actitud que mostró de cara a los individuos, alentándolos
a un consumo casi indiscriminado.
El discurso de Timothy Leary
coincidió con la obra El hombre unidimensional (1967) de Herbert
Marcuse, los cuales calaron con fuerza en lo que se ha conocido como la nueva
izquierda norteamericana, que plasmaron las ideas de estos referentes en sus
reivindicaciones.
Marcuse, en su obra, resaltó la
tendencia destructiva de las sociedades que se autoproclamaban
"civilizadas", denunciando la alienación brutal de los individuos, la
dominación patriarcal, la destrucción ambiental, entre un amplio abanico. Por
ello, Marcuse consideraba imprescindible un cambio social cualitativo, que
actuase sobre la base de la sociedad occidental, que atacase a la esencia del
"tener" y se construyese sobre pilares fundamentados en la idea de
"ser".
Los movimientos estudiantiles
de la década de los 60 abrazaron estas ideas y concibieron la LSD como una
herramienta de lucha política que les otorgaba la capacidad de cuestionar el
pensamiento y discurso hegemónico mediante el descubrimiento de nuevas
fronteras.
"La experiencia con LSD
marca una frontera en la vida, comparable al paso que representa adherirse a
una postura de radicalismo político. Entendemos el cambio como supervivencia,
como estrategia de la salud.” (citado en Escohotado, 1996: 153).
Este discurso de 1965 pertenece
a C. Oglesby, líder de la principal organización estudiantil de EE.UU. En esta declaración
podemos apreciar como la LSD supuso una (re)significación de la izquierda norte
americana, adhiriéndose a una postura de radicalismo político, al cuestionar la
lógica social sacralizada y construyendo una nueva identidad como movimiento
organizativo político, inspirada en el cambio social cualitativo de Marcuse.
Movimiento de Contracultura
Del cuerpo teórico que
constituyó los discursos en pro del consumo de las sustancias visionarias
(enteógenos) vamos a proceder a esbozar algunas manifestaciones y expresiones
simbólicas presentes en nuevos grupos sociales gracias a la capacidad creativa
y reflexiva de éstos.
La praxis de las múltiples
experiencias con sustancias visionarias, principalmente LSD, se manifestaron en
lo que Theodore Rostak llamó <<el movimiento contracultura>>, haciendo referencia a la actividad rebelde de
la juventud de los años 60.
Este movimiento podía
concebirse como una metáfora del cambio social, como una condensación de
valores y formas de vida diferentes al promovido por el American way of life. Su
seña de identidad fue la capacidad de repensar los valores y de crear formas
alternativas de vivir, producir y consumir.
Los mentores ideológicos se
hallan en las huellas de la Generación Beat,
un grupo de escritores norteamericanos integrado, en su primera etapa, por Jack
Kerouac, Neal Cassady, Allen Ginsberg y William Burroughs. Destaca
On the road (1951), el poema Aullidos (1956) y El
almuerzo desnudo (1959) como obras representativas respectivamente.
A las manifestaciones literarias se añaden estos pedazos de eventos. |
En sus obras se tratan temas
como la promiscuidad, el interés por filosofías y religiones orientales, la
oposición al materialismo económico, la liberación sexual, las drogas, la vida
espiritual, a la vez que se presentan mediante una técnica de escritura que
rompe con los modelos convencionales, dando especial atención al momento de la
escritura, lo que Kerouac llamó "prosa espontánea", o Burroughs y su
técnica cut - up, que influyó en cantantes como Kurt Cobain, Ian Curtis y David
Bowie.
Serán Ken Kesey, Alan Watts y
Norman O. Brown quienes dotarán de contenido teórico el movimiento de Contracultura,
que unido a las expectativas y valores que se iniciaron con los beats,
sirvieron de impulso para la aparición de nuevos grupos y valores en la vida
social.
El ejemplo más representativo
podría ser el movimiento Hippie, que retomaron valores como el antimilitarismo,
con una creencia férrea en el valor de la paz y una oposición tajante a la
guerra como estrategia autoritaria. Se opusieron al modelo de
vida Norteamericano, criticando el materialismo económico y la tradición
autoritaria en algunas dimensiones de la organización social, como la familia
nuclear, monógama y patriarcal.
A escala más amplia - en
occidente para ser exactos- se produjeron, en el año 1968, una serie de
acontecimientos caracterizados por un elevado grado de contestación social,
donde entraban en juego nuevas cosmovisiones y lecturas de la vida social.
Claros ejemplos son la primavera de Praga, donde tuvo que intervenir el
ejército soviético para frenar esa contestación, y el Mayo francés, cuyo
eslogan más representativo fue " la imaginación al poder", donde se
refleja explícitamente las dos dimensiones que se pretendían enfatizar para
proceder a ese "cambio social cualitativo", la creatividad y el
intento de encontrarse a uno mismo, del viaje interior. En este contexto, los
grupos contestatarios promovían nuevas formas de conocer a través de la
experimentación, el goce, la contemplación o la meditación, arremetiendo de una
manera tenaz contra el monopolio del discurso racional, sustentado en el modelo
científico, a través de poner énfasis en la parte dionisiaca de los sujetos, relacionada
con el arte, la música, lo irracional y lo fantasioso.
Aparecen en escena nuevos
espacios de convivencia y de sociabilidad: las comunas hippies, donde se
practica la reciprocidad como modo de intercambio y otras fórmulas orientadas a
establecer relaciones caracterizadas por la horizontalidad, como la libertad
sexual, el amor libre, sistema de uso de bicicletas, y la cooperación; y
aparecen nuevas referencias en el campo musical, como las figuras de Jim
Morrinson, Jimi Hendrix, Janis Joplin, The Beatles - los cuales sacarán una
canción titulada " Lucy in the sky with diamonds"- y el espectacular
festival de Woodstock que se celebrará en 1969, que marcará uno de los
festivales de rock y de congregación de hippies más famoso e importante de la
historia.
Prohibición del LSD
La guerra contra
la psiquedelia por parte de los gobiernos alcanza su punto más álgido en el
convenio sobre sustancias psicotrópicas firmado en Viena en 1971, donde se les
otorga a los Estados la potestad y la obligación de velar por <<los
juicios, la percepción y el estado de ánimo>> (Escohotado, 1996),
incrementando la intervención del Estado, en las diversas dimensiones de la
vida de los sujetos, desde lo firmado en la conferencia de la Haya entre 1912 y
1914, en la que el compromiso de los Estados era evitar el uso de drogas
estupefacientes o adictivas.
Los conceptos de
estupefaciente y adicción fueron desechados por la Organización Mundial de la
Salud, y las nuevas drogas a prohibir (LSD y sucedáneos) carecían de capacidad
adictiva, por ello se precisaba la formulación de una nueva norma que regulase
a los psicótropos, agrupados en cuatro listas (Escohotado; 1996: 161).
Lista número I:
sustancias sin ningún uso médico ni científico. Disponer de dichos fármacos
conllevaba un rígido proceso de tramitación.
Lista número II:
sustancias con algunos usos científicos. También quedaban sujetas a
fiscalización internacional, controlándose su volumen de producción.
Lista número III:
fármacos con bastantes usos científicos. Compartían las mismas restricciones
que la lista anterior.
Lista número IV:
sustancias con muchos usos científicos y médicos.
En la lista
número I se agruparon a muchas sustancias que compartían su carácter
visionario, de ampliación de la mente y estaban relacionadas con la rebeldía
social e individual. Las listas número II, III y IV incluían narcóticos,
sedantes y estimulantes, con grados de toxicidad y adicción más elevados pero
sin una vinculación directa con la subversión social o individual.
La aprobación del
convenio firmado en 1971 propició la aparición en la escena pública de las
denominadas "viejas drogas" (cafeína, alcohol y tabaco) normalizadas
y naturalizadas en las sociedades occidentales. Para cuantificar este
resurgimiento podemos traer a colación el anuario estadístico de la ONU de
1970, año en el que la producción y el consumo alcanza su cifra histórica, en
el que aparecen datos como este:
"El Anuario
Estadístico de la ONU cifra la producción mundial de vino embotellado en
30.000.000.000 de litros, la de cerveza en 70.000.000.000 y la de licores en
20.000.000.000; unos 35 litros anuales de bebida alcohólica por individuo -
incluyendo lactantes, ancianos y abstemios-, complementados por mil cigarrillos
y diez kilos de café". (Escohotado, 1996: 162).
Estos datos ya nos dan
una idea sobre la legislación actual de drogas, mismos que analizaremos en el
siguiente apartado.
Legalidad y control
Desde su descubrimiento en 1943 hasta 1953 se había escrito más de mil
artículos sobre usos, efectos y aplicaciones del LSD. No podemos explicar con
certeza las causas políticas que hicieron que en 1966 fuera considerada como
una "droga sin uso médico o científico" cuando hemos visto que poco
antes había sido el foco de atención de numerosos estudios científicos,
políticos, médicos y psiquiátricos; tampoco si su prohibición tiene que ver,
como se ha llegado a decir, a una reacción gubernamental contra el movimiento
social hippie en una defensa al sistema hegemónico y al avance de la guerra de
Vietnam.
Algo
qué sí podemos mencionar con seguridad
es el que la prohibición trajo como consecuencia inmediata la creación
de un notable número de drogas de diseño que surgieron (también) fuera del
marco legal; ésta alcanzó una fuerte aceptación dada la búsqueda de sucedáneos
surgida a raíz del encarecimiento y la dificultad de conseguir la LSD después
de su ilegalización. Hay que mencionar que el producto final, aunque reducido
en costos, solía ser más potente o tóxico; se presenta incluso el fenómeno de
la sucedaneomanía, la búsqueda de
efectos similares en otras sustancias (aquellas que presentan un anillo
bencénico similar al de la LSD provocan reacciones afines por ser de tipos
mescalínicos, algunas son el MDA, DOM, TNT y el MDMA[17]).
Queremos
resaltar que, si bien los alcances de esta prohibición afectan directamente
solo a un sector de la población, las consecuencias se extienden a todo el
complejo social. En una conferencia en Baleares en torno al debate político
sobre drogas, Lau Laursen menciona:
"Aunque el consumo de drogas afecta
directamente a una minoría, la gente considera que los efectos y la presencia
de las drogas son un asunto social; la obtención de información al respecto
surge de los medios masivos de comunicación y por tanto el problema es
percibido como una construcción social que se activa en un proceso interactivo
donde los actores son los principales creadores de la opinión pero no los
únicos." (1998: 46)
Tomemos
como base que los estudios, datos y campañas forman parte de una actitud social
"anti-drogas" y que ésta involucra tanto a la gente que trabaja
directamente con ella hasta juristas, médicos, pedagogos y políticos.
Consideramos lo anterior una agravante a la hora de hacer valer la opinión del
usuario puesto que tiende a ir en contra de un discurso profundamente
institucionalizado y difundido. Discurso que se justifica, como menciona Karen
Ellen Spannow[18]
(1998), por combatir a algo maligno desde un sistema patriarcal de protección y
con aire de "conocimiento superior" de aquellos que toman las
decisiones.
Otro
dato a considerar es que desde que Nixon declaró a las drogas como el enemigo
número uno de la nación y se inició todo una campaña contra ellas no se
registra ningún resultado evidente en su erradicación de la superficie del
globo, al contrario, se han multiplicado la cantidad de drogas producidas y
distribuidas[19].
Además de esto ha resultado ser altamente contraproducente[20]
porque inhibe el consumo responsable al propiciar un medio de poca información
y bastante manipulación.
Por
otra parte, consideramos junto con Spannow (1998: 57) que "renunciar al
sueño de erradicar las drogas liberaría muchos recursos, humanos como
económicos, y daría lugar a un bien establecido conocimiento de la complejidad
de la adicción para ser adaptado y utilizado"[21],
así mismo creemos que la situación legal actual genera un marco que promueve la
estigmatización de los usuarios.
En
definitiva concordamos con Restrepo cuando dice que hablar de drogas es hablar
del "combate cultural sobre el control del cuerpo" (2004:56). De la
misma manera en que la religión católica cobró dominio sobre el derecho a la
masturbación o la fe musulmana hace lo propio con los rituales de higiene o
ayuno, el Estado, aséptico en lo que a la razón concierne, enfrenta al
individuo a la lucha contra aquello que no participe, por lo menos
indirectamente en el consumo de bienes, digamos, socialmente aceptados (Derrida
1990:37).
Los
compuestos químicos que producen estados alterados de conciencia han estado
constantemente presentes en las culturas sea de forma religiosa o pagana y como
tales, ni los gobiernos ni las religiones habían hablado de jurisdicción en
torno a la adicción o al daño que estas pudiesen representar para las personas,
como expresa Escohotado (1995: 56):
“Salvo en años recientes, la medicina
científica nunca ha admitido que un compuesto químico pueda producir esclavitud
moral. En contraste con magos y sacerdotes de distintos cultos, la
tradición hipocrática mantuvo siempre la neutralidad ética de cualquier
fármaco... O bien el sujeto resultaba por constitución propenso a un hábito o
bien no, con lo cual soportaría los síntomas de abstinencia como coste orgánico
de la analgesia disfrutada y tramo final de tratamiento”.
Nos daremos cuenta, sin
embargo, que la ciencia y política modernas sí velan por la jurisdicción sobre
el cuerpo y estados anímicos, valiéndose de parámetros arbitrarios para definir
si una sustancia puede ser lícita o no y legitimándolos por medio del aparato
estatal y de la instauración de leyes.
Estado, control y peligro en la prohibición
En 1961 se inicia la llamada "lucha contra las drogas", que
pretendía:
1)
Mantener y endurecer el castigo, la punitividad.
2) Adoptar
medidas y soluciones acordes a los principios del Estado asistencial,
paternalista (Welfare state).
3)
Atender a las exigencias de las corporaciones relacionadas con el Derecho y la
Medicina.
4) Moderar la intoxicación de los
ciudadanos con sustancias sin estigmas de "drogas" pero
farmacológicamente indiscernible de las estigmatizadas. (Escohotado: 1998).
El régimen farmacológico vigente en aquel momento hacía una distinción
entre sustancias que eran <<legales>> y otras eran
<<indecorosas>>. Aprovechando la categoría de sustancia
<<indecorosa>>, que incluye el régimen farmacológico, hemos creído
conveniente aplicar los conceptos de pureza y peligro, procedentes de la
Antropología de la religión, de la antropóloga Mary Douglas para profundizar en
el discurso en relación con la estructura, el orden y la lógica social
sacralizada.
Entenderemos la "pureza" como atributo que se aplica a los
elementos sagrados de un sistema cultural, y que es susceptible de ser
contaminado por lo profano; la "impureza" se relaciona con:
condiciones materiales anti - higiénicas y perniciosas o con un conjunto abstracto
de elementos restrictivos que orientan la practica social a la convivencia
alimentando la dinámica concreta de una comunidad; y, por último, como
"peligro" aquello que es potencialmente contaminante.
En las sociedades
"secularizadas" occidentales la verdad científica y filosófica se
presenta como la verdad absoluta. La sacralización de la ciencia (razón) y del
discurso biomédico derivan en el régimen farmacológico, puesto que este último se
nutre de disciplinas como la química o la toxicología para formular
clasificaciones que distingan entre aquellas sustancias "aptas" y "nocivas" para los individuos,
por lo que adquieren el monopolio de la explicación/ interpretación de la vida
y la dinámica social. La razón se
presenta como eje vertebral de la sociedad, la única capaz de articular y
actuar sobre la realidad, de elaborar discursos catalogados como
"rigurosos", y reflejado en la autoridad simbólica que ostenta la
ciencia en occidente. (Verdad central: lo absoluto, lo higiénico, lo
incuestionable, la garantía del orden social).
Desde esta
perspectiva, la LSD se presentaría como lo peligroso, como lo altamente
contaminante, puesto que posibilita la ampliación de horizontes y nuevas
experiencias destinadas a la ruptura y la desintegración de la estructura y del
orden social, materializadas en nuevas formas de organización social (libertad
sexual, pacifismo, exaltación del goce, la experimentación, las comunas, etc). Esto se catalogaría desde el núcleo de lo sagrado
como lo anti-higiénico, lo impuro en relación a la lógica sacralizada expuesta
en el anterior párrafo.
La necesidad de
preservar de manera impoluta dicha lógica conllevó la activación de ciertos
mecanismos para la producción de una alarma social en torno a dicha sustancia a
través de la difusión, por diversas vías, de noticias escandalosas, de
vinculación del LSD con actos delictivos, criminales e, incluso, demenciales -a
pesar de que durante los quince años de empleo por parte de médicos y
psicólogos no se conoció ninguna reseñable (Escohotado, 1998). También
resulta interesante resaltar que “las
cifras de personas iniciadas en la LSD en Europa y Estados Unidos, diez años
después de su prohibición, podía alcanzar los 20 millones, y el número de
crímenes o accidentes atribuidas a su consumo en esa década apenas igualaba los
producidos por el alcohol en un solo día" (Ibíd.)
Hemos dicho que la
salida del LSD incluso del ámbito de la investigación científica y médica
propició un auge del mercado negro donde circulaban sustancias adulteradas y
existía un descontrol en torno a los perfiles de los sujetos, que por su
temperamento, por ejemplo, no eran aptos para su consumo, lo que incrementa
esta imagen negativa generada en torno a la misma.
Una de las agravantes en lo que a
psicodélicos se refiere es que tienen "motivaciones de carácter
espiritual" y conllevan comúnmente un comportamiento ceremonial, (Szasz, 1990:59),
por lo que podemos decir que las consecuencias de la prohibición suelen ser el
fortalecimiento del acto de consumo que adquiere de esta manera un carácter más
provocativo.
Hay muchas sustancias que alteran de una u
otra medida la normalidad psíquica y fisiológica, algunas son estigmatizadas,
otras imperios internacionales[22];
todas son parte de los hilos con los que se manejan las interacciones sociales
a nivel recreativo, económico, ritual, simbólico... lo único que hay que tener
siempre en mente es que el papel que juegan es coyuntural, efecto de la
diversas situaciones de poder y dominio.
Conclusiones
El uso de cualquier elemento,
sean sustancias psicoactivas, alimentos, vestidos u objetos de lujo, nunca deja
de estar ligado al marco social lo que nos da un enorme campo de análisis de
diferentes elementos a partir de su consumo y la representación que de estos se
hace.
En lo que refiere a drogas y al control de actividades de orden
privado, descubrimos en la historia una recurrente tendencia del control
político a través de discursos moralistas y categóricos entre los que se antoja
deducir que la sacralidad de una sociedad moderna y (diría Weber) desencantada
o desacralizada está reducida a la distinción de lo que es o no permitido[23],
lo que es puro y lo que debe ser aborrecido. La representación de lo prohibido
está vinculada a toda una serie de representaciones mentales; las palabras
tabú, por ejemplo, expresan aquellas partes o zonas de nuestro universo mental
que no deben ser traídas a la presencia pública o que deben ser evadidos.
Mary Douglas nos menciona que
la eliminación de la suciedad no es un movimiento negativo, pero un esfuerzo
positivo para organizar el ambiente y que es por lo tanto un esfuerzo creativo
para relacionar la forma con la función (1979:2), de lo que deducimos que las
pautas de regulación y prohibición y son importantes en tanto que generan cierta
noción del orden; la legalidad en este sentido pueden ser incluso un mecanismo
para generar lo que ella llama unidad en
la experiencia.
Sabemos que estos mecanismos
de diferenciación estaban centralizados en un inicio como el proyecto central
de la religión y se llevaban a cabo mediante patrones simbólicos de
categorización. Durante este proceso, la idea de la contaminación traba en dos
niveles a la vez, en primera instancia para influenciar sobre el comportamiento
del otro y, por otro lado, con una carga simbólica para expresar el orden
social (Ibíd.). La palabra droga opera dentro de esta dinámica como
un marcador de “maldad”, no por la nocividad efectiva sino porque participa en
contra del discurso público.
Hemos anotado en este estudio
algunas de las consecuencias de la legislación en torno las SPA citando como la
principal el carácter contestatario emergente de las prohibiciones, revestido
de hostilidad con efectos contraproducentes.[24]
Entendemos bajo estos términos que el consumo de sustancias ilícitas se presenta
entonces como un "terrorismo pasional" o, si queremos darle tintes
más políticos, como "anarquismo comunista"; en otras palabras, estas
reacciones son una defensa (quizá reaccionaria) a la dominación de
comportamiento personal, lo que no obsta, por otra parte, para adjudicar una
carga simbólica negativa (estigma) a los individuos vinculados a la nocividad de este concepto.
Por otra parte, es complicado intentar relacionar los rituales de otras
culturas con el consumo de enteógenos en la nuestra, sobre todo por el hecho de
que, desde la antropología aún no hemos concretado un vocabulario común a los
sacramentos, la magia, los tabús, etc. (Douglas 1978:27), además de que nuestra
sociedad adolece (o goza) de una falta de adhesión a símbolos comunes y un
rechazo general y explícito del ritual en sí mismo. La situación en occidente
es de lo más contradictoria y paradójica: vivimos en un mundo en el que los
rituales extáticos están canalizados en fiestas de consumo colectivo; se
impulsa por un lado el valor de las vivencias heterónomas ("distínguete",
"eres diferente", "singularidad") y sin embargo estas actividades
giran en torno a un eje común de intercambio y consumo, primordialmente en
torno a la moda y el mercado (Restrepo 2004: 70).
Ejemplos de usos generalizados de algunas drogas. |
Creemos
que es una responsabilidad como antropólogos que estudian estas subculturas
(culturas al fin) realizar una interpretación de la ideología relacionada al consumo
de enteógenos así como el desvelamiento de todos los significados de la guerra
contra psicodelia; Nixon nos la vendió como un enfrentamiento contra el mal
(¿Qué es el mal?) so pena de locura autodestructiva, a lo que podríamos
preguntarnos qué es lo que significó esta forma de pensamiento para ameritar
ser repelida de tal modo.
Los debates en torno a las drogas son comúnmente caracterizados por
opiniones simplistas, dominadas por prejuicios y mitos relacionados con el
abuso de éstas (Laursen, 1998: 46); así, lejos de evaluarse sus efectos reales
o virtuales de cara a la producción de leyes, lo que destaca es el grado de
popularidad y aceptación en el ámbito público, de modo que la agenda política
sobre la regulación está fijada desde antes, y en base a parámetros ajenos a
las consecuencias inmediatas del consumo. Estos terminan siempre siendo una
constante oposición entre la defensa y el ataque que resulta yermo en materia
de proporcionar nueva información pero sí muy determinante en la creación de un
estigma social de las personas que se ven involucradas con las sustancias en
juego.
La heroína se usaba como jarabe para la tos y la cocaína era prescrita por algunos psiquiatras, Freud entre ellos. |
Cabe
recordar que el cambio de estatus que
hemos descrito en el caso de la LSD se ha presentado en la historia de las SPA
innumerables veces; la heroína era vendida por Bayer para tratar desde la tos
de los niños hasta la tuberculosis, la cocaína era prescrita y consumida constantemente
por Freud hasta que él mismo comprobó que no era útil para todos sus casos
médicos, la administración intravenosa de morfina solía ser signo de un alto
prestigio social, etc. Volviendo a Douglas, asentimos en que muchas veces
existe una maravillosa correspondencia entre el ritual y la actividad para
evitar enfermedad pero “una cosa es señalar por un lado los beneficios de la
acción ritual y otras con conformarse con usarlos como explicación suficiente”
(1979: 29).
Weil nos argumenta que "el
deseo de alterar periódicamente la conciencia es un impulso innato normal,
análogo al hambre o al impulso sexual" (en Furst 1980:25) y que el consumo
de sustancias intoxicantes es casi universal, de modo que no podemos tomar como
válidas razones médicas ni de falta de tradición o peso cultural en tanto que
hemos visto también los movimientos sociales en torno a esta sustancia.
Llegamos
fácilmente a la conclusión de que la ley sobre consumo de drogas poco tiene que
ver con verdadera evidencia médica y más con la influencia simbólica e
ideológica qué estas implican para la sociedad. El siguiente paso en el
razonamiento sería el de detectar los ejes o palancas políticas que se mueven
con cada sustancia, analizándolas en función de su papel social; los clubes de
hachís fueron en su tiempo lugares de distinción entre las élites parisinas,
mientras que en otros casos el consumo de cáñamo sirve como pretexto de
segregación social (como sucedió hace pocos años con el consumo de marihuana y
hachís entre inmigrantes mexicanos en Estados Unidos).
Con
todo lo dicho, sabemos que la realidad social es compleja y que no hay forma
justa de simplificar los hechos que se mueven en torno al uso de sustancias
ilegales; además, que actos como estos
-transgresores- son capaces de señalar una multiplicidad de dimensiones de
significados difícilmente abarcable.
No
nos queda más que creer que la lucha contra las drogas es manifestación de un
enfrentamiento cultural, el choque entre ideologías (sacralidades, digamos), los
ejes o los dioses puestos en conflicto: por un lado el orden normal y moral
caracterizado por el dominio del cuerpo (desde la ingesta hasta la apariencia)
y por otro, el de la alteridad, de la expansión de conciencia, de búsqueda de
la revelación del alma, búsqueda pagana e individual.
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[1] Utilizaremos las siglas SPA adoptando terminología de Restrepo (2004)
para referirnos a aquellas que son una forma de mediación química entre el
cerebro y la cultura.
[2] Los cultos en diferentes civilizaciones
mediterráneas estaban asociadas a hongos alucinógenos.
[3] Ayahuasca.
[4] Schultes apunta que un 80% de
las culturas conocidas las han usado como elemento sociabilizador esencial
(utilizándose en el resto de los casos otras técnicas de alteración de la
conciencia).
[5] No hace falta más que una referencia al acceso de dinero que permite el
tráfico de SPA legales e ilegales para demostrar lo anterior.
[6] Y probablemente con mayor razón dado el alcance del mercado
internacional en la actualidad. Para
ilustrar cómo la producción de drogas está inserta en el circuito industrial
pensemos en que las SPA producidas en Colombia o Marruecos tienen como
principal foco de consumo ciudades como Los Ángeles y Roma mientras que las
ganancias que representan van directo a la Bolsa de Londres o Nueva York.
[7] En caso de dudar sobre la
presencia de las drogas en el universo simbólico social baste con revisar los distintos
rituales religiosos y profanos y pensar en los tipos de sustancias a los que
pueden asociarse, desde el vino de la Santa Cena hasta el té como parte de la
tradición británica, sin dejar olvidar toda la cuantiosa producción artística
que va de la mano de estados alterados de conciencia (sobran ejemplos: la presencia de la heroína en el
mundo del jazz, la absenta en el periodo expresionista de la pintura, incluso
se presume que la pintura rupestre era realizada bajo el efecto de
alucinógenos).
[8] No en vano utilizaba Marx la
expresión "opio del pueblo", aludiendo a las características
específicas del opio para referirse a aquello que, manteniéndolo adormecido,
permitía la continuidad del estatus quo.
[9] Los dos últimos se
distribuían, no por casualidad, en las plantaciones caribeñas para aumentar el
rendimiento de los esclavos como se hizo con la cocaína a los negros sureños.
Estos hábitos ya anticipan una posterior segregación de minorías étnicas
asociadas al consumo de ciertas drogas.
[10] Al parecer, la influencia del
ácido lisérgico de este hongo sobre el sistema circulatorio o sobre la sangre es
considerable puesto al ser utilizado de otras maneras solía servir para
controlar hemorragias, de donde Hofmann recomendaría su uso en obstetricia y
medicina interna (Der Marderosian 1964; Hofmann 1964).
[11]
Aunque el LSD no presenta ningún riesgo a nivel fisiológico, existen alucinógenos
como la fenciclidina (PCP) u otras del grupo de la belladona lo suficientemente
estimulantes a nivel cardiaco y de regulación térmica que pueden resultar muy
peligrosas, incluso letales.
[12] Término acuñado por el
psiquiatra Humphry Osmond, a partir de ψυχή - psyque y δηλοῦν - delón (poner
de manifiesto), para referirse a aquello que pone
de manifiesto o revela la mente o el alma.
[13] Éste propuesto por Puck y
Wasson a partir de ἔνθεος - éntheos (dios dentro)
y γένος – génos (nacimiento)
relativo al nacimiento u origen del dios interior.
[14] El efecto suele explicarse de
la siguiente manera “se bloquean los receptores serotonina-1 y estimulan los de
serotonina-2” (Kuhn 2011), sin embargo el proceso es más complejo. En el
estudio de esta clase de receptores (5-HT2A) se han identificado más de 14 subtipos,
cabe añadir que el interés de la medicina en éstos es debido a los efectos
relacionados con el deseo o inhibición de vómito, de convulsiones, o de control
de ingesta de alimentos, habiendo sido propuesto el uso de LSD como ayuda en
tratamientos anti vomitivos, por ejemplo.
[15] Es a partir de este efecto se
había inferido que la sustancia permanecía en el sistema nervioso, almacenado
en el líquido cefalorraquídeo, sin embargo hasta hora no se ha documentado nada
que lo confirme.
[16] En respuesta a este problema
(que presenta riesgos serios y reales) se han creado asociaciones como Energy
Control que supervisan y verifican el contenido de distintas drogas.
[17] En el caso de Europa,
Escohotado (1996) explica que la persecución de los psiquedélicos creó las
condiciones para el incremento del tráfico organizado, lo que trajo como
consecuencia un aumento de la criminalidad relacionada con drogas, así mismo,
el comercio negro de MDMA ocasionó el incremento por mil en el numero de
intoxicaciones mortales involuntarias.
[18] El análisis de esta etnógrafa holandesa demuestra también la influencia
de la política de drogas sobre la opinión general de las SPA y sus usuarios,
señalando especialmente que el gasto de recursos es una fuerte arma
propagandística que contribuye a representarlas como
daño
-quizá como chivo expiatorio- ante la sociedad
(Spannow 1998: 52).
[19] Es importante tomaren cuenta que "esta actitud de guerra en muchos
países lleva a la violación de derechos humanos de cientos de personas que son
puestas en prisión por pequeñas ofensas en relación al uso de drogas"
(Spannow 1998: 54).
20 Para
quien dude de esto y quiera contrastarlo con una droga de fácil acceso,
Escohotado nos ofrece el ejemplo del consumo masivo de café, potencializado en
Rusia durante la prohibición. La consideración fundamental para esta
legislación era que el café era una droga que “creaba un ansia irreprimible” (1995:
24); ahora podemos constatar que parte de ese efecto era causado como reacción
a la represión del consumo.
[21] Nos es importante aclarar que el contexto de estas referencias no es de
apología al uso de drogas, las citas aquí recopiladas pertenecen a una serie de
conferencias en torno a problemas de adicción y tratamiento de ésta.
[22] Coca-Cola, Marlboro,
Corona.
[23] Notemos que, en un contexto en el que los dioses ya no prohíben como
solían hacerlo, el individuo tiene hipotéticamente mayor soberanía sobre sus
acciones y la calidad de permitido y prohibido tiene acepciones más pragmáticas;
podemos ver lo anterior aplicado recurrentemente en expresiones como
"puedo permitírmelo" o "precios prohibitivos" que hacen
referencia a circunstancias del mercado, agente importante de control y poder.
[24] Así sucedió con el consumo
de opio en India y China donde nunca fue mayor al abuso de este narcótico que
mientras estuvo castigado con pena de muerte; la misma circunstancia se repite
con otras muchas drogas que fueron utilizadas con más intensidad en los períodos
de su más cruda prohibición (Escohotado 1995: 24).
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