sábado, 19 de septiembre de 2015

Ser mujer (como es natural)

Sobre “¿Es la mujer con respecto al hombre lo que la naturaleza 
con respecto a la cultura?” De Sherry Ortner

            Hemos visto antes que la antropología estudia la subordinación de la mujer como fenómeno social y no natural que tiene que ver con la estructura las clases; también hemos dicho que a este respecto la teoría de Marx y Engels es la más usada para hablar de dominación. En esta lectura consideraremos un aspecto que consideramos esencial y que sólo la antropología estudia como tal: la cultura. En otras palabras hablaremos de la representación simbólica subyacente a este sistema, es decir, cómo es que asumimos como lógico y natural esta estratificación.

            Ortner nos explicará por qué se asocia a la mujer con lo natural y, por lo tanto con lo menos culturizado, lo que nos interesa porque es la base de la posterior desligitimación del ámbito privado (el hogar) y las actividades que se desarrollan ahí.

            Existe una triple relación en todo esto, explicaremos 1) el cuerpo y sus funciones fisiológicas (menstruación, parto, el carácter receptor y no activo del sexo) 2) las funciones y rol femenino (maternidad y crianza) 3) la caracterización psicológica hecha por estas funciones.
            Volviendo con la diferenciación de la cultura y la naturaleza podemos considerar a la mujer más próxima a esta última mientras que el hombre, a través del uso de la razón y el dominio de los medios se asocia a habría entronado en la cultura; de otra manera podríamos decir también que la mujer (la parte natural de la humanidad) está esclavizada por la cultura (el dominio de la razón y el progreso, para los que la mujer se vuelve una herramienta de procreación) o bien afirmar que es un elemento de mediación entre una y la otra: la mujer es crucial en el proceso de enculturación puesto que es ella a través de las relaciones con los niños quien los convierte en adultos y en hombres.
            La mujer, a través de la crianza, forma las habilidades de comunicación e interrelación de las personas al permitirles adquirir hábitos y valores sociales. En este contexto puede considerarse a la madre en proceso de crianza como una guardiana de la cultura; es más, lo anterior indicaría que, en lugar de estar más alejadas que el hombre de la cultura (como se representa y cree) participa en la construcción social. Es importante resaltar que el hecho de que no tenga legitimidad como creadora es otra construcción.
             Podemos decir que ésta idea (como todas) es construida a partir de símbolos y ritos. Tenemos ejemplos de algunas sociedades en las que no se le permite tocar objetos de poder o participar en ritos o decisiones públicas y sabemos que todas las culturas hacen esta valoración de la mujer, por lo que intentaremos indagar en razones y patrones más profundos. Cuidado porque esto atañe también a las ideas preconcebidas que tenemos sobre nosotras mismas.
            Hemos dicho antes que esta valoración se explica primeramente mediante el cuerpo; pareciera que el cuerpo de la mujer la condenara, no sólo a las incomodidades de la menstruación, al consumo energético del embarazo y a los riesgos del parto (antes de nuestros actuales adelantos en la medicina) sino también a realizar una actividad repetitiva.
            Desde el inicio, la caracterización del cuerpo y sus funciones se impone como una forma de categorización de los sexos. Es notable que autoras tan prestigiosas como Simone de Beauvoir[1] mencionen en su trabajo consideraciones similares señalando que en la mujer existe una “mayor manifestación de la animalidad” y, en lo concerniente a su rol, la maternidad está naturalizada. Naturalizada en un doble sentido, en que se da por hecho y en que se asocia con lo no culturizado.


            De Beauvoir nos dice “No es el hecho de dar vida sino de arriesgarla lo que eleva al hombre por encima del animal; esa es la razón de que la humanidad no haya concedido la superioridad al sexo que pare sino al que mata”, explicando que lo que nuestro sexo hace (procrear) coloca a nuestro rol en una posición inferior.

            La crianza de los niños también ayuda a nuestra categorización social -con Sacks hablábamos de la calidad de adulto que tienen los hombres para darse autoridad sobre ellas en lo público-, Ortner propone que este periodo prolongado de proximidad con los niños también refuerza su estatus de no adulta, de hecho, hay culturas en las que el paso a la adultez en los varones está caracterizado por la separación de la madre o ritos sexuales exclusivamente masculinos.

            Entendemos que la mujer está ligada al núcleo doméstico mientras que el hombre tiene movilidad interfamiliar para generar relaciones en lo público y lo privado y que esta polaridad también permite pre concepciones en lo psicológico (“la mujer es más emocional e irracional”). Ortner argumenta que estas cualidades, así como la de la identificación y empatía son propias de su rol pero no innatas como suele creerse.

            Siguiendo esta hipótesis entiende mejor la distinción entre las formas individualistas de ver el mundo del hombre y las interpersonales de la mujer. Ambas posturas se forman en un contexto de actividades y ambas reafirman su posición en la familia, reafirmándose mediante la propiedad lo la forma de estatus social de “jefe de familia”.
           
            Esta hipótesis, finalmente, explica que en sí la mujer no está ni más ni menos separada de la naturaleza que el hombre (él, como ella, es mortal y ella, como él, genera proyectos y difunde cultura) y que la representación que se hace de lo contrario es una concepción cultural. Que esta distinción se ha universalizado porque la distribución del trabajo es constante dado que todas las mujeres del mundo procrean pero no es un ordenamiento biológico (como apuntó antes la socióloga Nancy Chodorow).

            En conclusión “la mujer como es natural” no es más que una convención adaptada a la forma más pragmática y directa de división del trabajo, que viene siendo la crianza y asociación de una mujer a sus hijos y que es esto lo que ha determinado algunas relaciones pero en no significa que sea el orden biológico. Por otra parte, el rol que desempeña debe contar con reconocimiento social porque consiste en la estabilidad de la unidad doméstica tanto como la mediación de la naturaleza en bruto hacia la cultura.





[1]    Conocida por su obra “El segundo sexo” donde expone características de la diferenciación.

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