sábado, 19 de septiembre de 2015

La Antropología: viéndonos a nosotros mismos

Sobre “La mujer recolectora: sesgos machistas en la antropología” de Sally Linton


            Hemos comentado antes que lo más lindo de la Antropología es que se ocupa de estudiar las formas que tenemos de pensar y representarnos lo que concebimos como realidad a través de los símbolos y los discursos. En este sentido la Antropología de Género ha estudiado los sistemas de jerarquización del trabajo que colocan en una posición de mayor prestigio al hombre, pensando en que eso dará herramientas para un sistema social igualitario para la mujer.

                No hay que perder de vista, con todo, que realizamos este trabajo desde y en el mundo de las ideas (aunque nos preocupamos sobre cómo las ideas se materializan, son éstas el principal foco de atención) de modo que nuestro estudio también puede servirnos para hacer una revisión crítica de nosotros mismo en tanto que civilización productora de ideas. Esto es lo que llamaremos el cuestionamiento epistemológico, cómo es que llegamos a comprender lo que comprendemos.

                Durante los años 70, Sally Linton tomó este trabajo de investigar cómo se construye el corpus científico. Demostró de una manera sencilla y con argumentos simples que nuestra idea de familia, caza y evolución han sido producto de una idealización (que ella llama especulación por parte de científicos evolucionistas) con severos cortes androcéntricos.

                Entendemos que el concepto familia rige mucha de nuestra división de género –el hombre como jefe de familia, por ejemplo; dicho núcleo es una manifestación condensada de lo que es nuestra estructura política. También sabemos que nuestro modelo de familia está construido de acuerdo a una idea primigenia asociada al “Hombre Cazador”.              Este concepto puede resumirse en que los cambios fisiológicos como el bipedalismo erecto, el prolongado periodo de gestación y la inmadurez del humano al nacer están asociados a un modelo de familia que se sustenta gracias al aprovisionamiento del macho.

                Este modelo coloca al hombre como eje central de los mecanismos de supervivencia se encuentra presente en la ciencia desde el Siglo XIX y fundamenta la idea del modelo de familia que se tenía entonces. Eso es lo que nos hace notar Sally Linton; esgrimiendo la espada de la antropología del conocimiento apunta la forma de pensar decimonónica que motiva a esta idea y se dedica a rebatirla.

                La primera debilidad que tiene esta teoría es que explica la caza a partir de sí misma, es decir, que se sugiere que las habilidades necesarias para la caza surgen en… la caza, a través de las interacciones entre los machos cazadores y que así se explican patrones de conducta posteriores como la mayor presencia y dominio en los negocios, mayor empuje y sentido de competitividad; sin embargo Linton encuentra que no hay evidencia médica de que estas habilidades sean preferente masculinas ni de que existan signos de las mismas en el cromosoma. Lo que es más es que los estudios psicosociales señalan que es más probable que este desarrollo intelectual hacia la empatía, comprensión, coordinación e incluso el lenguaje naciera de la interacción de madres e hijos. Nos parece más lógico que una sociedad con cierta organización social y facultades comunicativas sea más propensa a tener grupos de individuos que se fueran a emprender una actividad que requiere estas habilidades a que las adquieran en la práctica.

                En lo que respecta a la nutrición y la idea de que la carne es la base de la provisión proteica Linton menciona que existe evidencia de que la base alimentaria de los grupos estudiados estaba siempre en hortalizas y legumbres. Otro Antropólogo, Philipe Descola, en un estudio reciente sobre indios de la Amazonía demostró que el consumo de proteína vegetal entre estos individuos sustituía al la animal y que aquella era preferida más fácil de producir, aunque contaban con recursos para obtener ambas.

                Así, resulta más probable que las conocidas herramientas aqueulianas[1] no hayan sido las primeras ni las cruciales sino los instrumentos de recolección como entramados de cuera para llevar frutos o transportar niños. Todavía más importante es resaltar que estas actividades y conductas definen nuestros mecanismos de adaptación de una forma más importante que la caza.

                Los razonamientos anteriores nos llevan a cuestionar si el hombre ha sido siempre el núcleo familiar y aquel que seleccionaba a su pareja; entendemos que otra propuesta es (como se verá más adelante con algunos ejemplos en primates) que las hembras de ofrecieran a la cópula en época de celo.

                Sea como sea, la perspectiva de Sally Linton pone especial énfasis en que la teoría del Hombre Cazador no puede llegar a explicar nuestra especie porque, al dejar fuera a la mitad de la población deja fuera de consideración elementos importantes.  Así mismo, podemos observar a posteriori lo que esta idea conlleva, el considerar a la mujer una rémora de la especie, como tirada a remolque por la fuerza masculina y, desde este enfoque darnos cuenta de la inviabilidad de una perspectiva tan limitada.

                Aunque la propuesta de Linton puede ser de las más simples que veremos, es la que más me impacta porque tiene la facultad de poner a prueba lo que sabemos. Su revisión de la teoría del Hombre Cazador desmantela las bases de la racionalidad científica, nuestra idea de familia y los patrones de conducta desarrollados en ella.

                Desde la Antropología se nos plantea a la familia como una situación en la que cada individuo tiene responsabilidades y obligaciones definidas hacia un conjunto específico de los miembros de ambos sexos y diversas edades (Linton 1974), es decir que la familia es una unidad social que vale más por lo que hace funcionar que por las relaciones biológicas entre sus miembros.

                Con esto no se deslegitima en absoluto la biología y la evolución, pero se les inserta en una visión más compleja y completa en la que lo social (las habilidades de comunicación, coordinación, etc.) es un elemento crucial en el desarrollo evolutivo, de modo que el desarrollo evolutivo humano tiene que tomar en cuenta este factor tanto como el biológico en la construcción de la especie.

                Por último, queremos añadir que Linton menciona la posibilidad de que las primeras familias hayan sido únicamente de madres e hijos e intenta demostrarlo con dos evidencias. 1) El tabú de incesto más difundido que hay es el que existe entre madre e hijos 2) Que en diversas culturas de familias no nucleares el abastecimiento principal se hace dando prioridad a la madre  a los hermanos antes que a la mujer y a los hijos.

                En definitiva, este documento nos plantea una nueva postura para abordar el concepto de evolución, de familia y sobre todo, para considerar que las teorías científicas están construidas sobre las ideas de la sociedad de la que proceden.






[1] La industria prehistorica aqueuliana se caracteriza por herramientas ovaladas, puntigaudas y simétricas.
* Ilustración de Jennifer Linton

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