Sobre “Los cinco sexos” de Anne Fausto-Sterling
No
sé si el tiempo que llevo hasta ahora en la carrera me ha acercado a responder
la pregunta de qué es un hombre pero sí que me está ayudando a comprender diferentes
manifestaciones de él.
El
hombre como concepto no me ha revelado su esencialidad en este estudio de las
sociedades, quizá porque parte de ésta sea la mutabilidad y adaptación a las
circunstancias impuestas. Dada la dificultad para hablar del Hombre como
concepto la Antropología vuelca su estudio en la cultura (las manifestaciones
de un pensamiento heredado y heredable); sobre estas huellas hemos estudiado ya
los sistemas de empoderamiento y dominación.
Si
algo me ha quedado claro es que estos mecanismos, que sirven tanto para
organizar la sociedad como para dirigir a los individuos necesitan una cosa
vital para existir: categorías. La categorización es necesaria para comprender
el mundo (dentro-fuera; día- noche; malo-bueno) y también para gobernarlo
(hombre-mujer; rico-pobre; nobleza-pueblo llano; nativo-extranjero; legítimo,
espurio, etc.
Partiendo
de esta premisa, me atreveré a considerar como humano a aquel ser que vive
inserto en un mundo de categorías y representaciones y que, de alguna manera,
rige su vida en función de estas.
En
este sentido, la Antropología estudia los diferentes entramados de creencias y
verdades habiendo adelantado considerablemente al enseñarnos que éstas
cambiantes en el tiempo y entre las sociedades. Un estudio para comprendernos a
nosotros mismo tiene que tratar, por tanto, nuestras categorías y significados;
a propósito de las categorías de identidad sexual nos habla Fausto-Sterling en
este texto.
Su
argumento es conciso: el fenómeno de la intersexualidad está lo suficientemente
presente en la historia de la medicina como para dejar de considerarse una
malformación o aberración[1].
Su denuncia es a los tratamientos de “normalización” que se impone a los bebés
(cirugía antes de las 72hrs de nacido y tratamiento de planificación hormonal)
para adjudicarlos a uno de los dos sexos estipulados y ahorrar sufrimientos
psicológicos (para ellos y para los padres, así como para la salubridad del
entorno social). Su propuesta, la reconfiguración de la categorización social del
sexo para incluir una realidad evidente, que es la existencia de, por lo menos,
tres sexos más.
Suele
generalizarse en hermafroditismo a todos aquellos humanos que presentan
características de ambos sexos, pero los verdaderos serían sólo aquellos que,
como dice la leyenda griega[2],
tuviesen n testículo y un ovario. Ellos serían los herms.
Existirán,
por supuesto, los merms
(hermafroditas masculinos) con testículos cromosomas XY y algunos genitales
femeninos –pero no ovarios- y los ferms,
que a la inversa tienen ovarios, cromosomas XX, a veces útero y aspectos
sexuales masculinos –pero no testículos. Hay que añadir que, entre estos
grupos, hay decenas de posibles variaciones, por lo que la autora sugiere que
el sexo es un continuum vasto e infinitamente maleable que sobrepasa
restricciones (como sabemos, las que se han impuesto hasta ahora son de orden
cultural).
¿Cómo
clasifica nuestra cultura estos casos?
Para demostrar la complejidad de querer ajustar
la naturaleza en modelos ideales, veamos el caso de EEUU (tomemos en cuenta que
Estado determina su propia legislación). En Illinois se permite a los adultos
cambiar de sexo siempre que se realice la intervención quirúrgica
correspondiente (los hermafroditas, entonces, se asignan según sus órganos
externos), mientras que en NY el sexo no se puede desvincular de los
cromosomas. En otras culturas, durante la Edad Media el herm elegía su categoría bajo condición de no salir más de ella y
en el Talmud judío se les aplicaban a estas personas prohibiciones tanto de las
mujeres como de los hombres. Si consideramos todas las particularidades pueda
que resulte casi tan complicado responder a qué es ser hombre como a qué es ser
un varón.
Durante
el último siglo y con la medicalización del cuerpo, los conceptos hombre, mujer
y salud han sido definidos por la institución en turno, la medicina, pero un
estudio más a fondo de la humanidad nos deja claro que hay otros factores que
nos determinan.
La
sociedad occidental (desde la que estudiamos al hombre), parece estar más o
menos consciente de los límites del poder de la institución; por lo visto
Europa está adquirido el hábito democrático de redefinir sus categorizaciones y
ordenanzas; desde el ámbito de las Ciencias Sociales, se han modificado algunas
pautas de división sexual del trabajo y parece que desde la medicina se
reconfigura y supera la división sexual (así, a secas).
Como
en todo proceso existe una fase de adaptación; para el caso de un cambio de
paradigma como el que propone esta autora, sería necesario que la sociedad
asumiera la realidad de la multiplicidad sexual para dejar de insertar a la
diversidad natural a patrones ideales preconcebidos.
[1] Si el dato porcentual es
correcto y la población intersexual es del 4%, habría en la Universidad de
Sevilla 2,600 intersexuales, los suficientes para conformar una organización
minoritaria con tanta legitimidad legal como cualquier otra.
[2] En la que el hijo del Hermes
y Afrodita fundió su cuerpo en mitad con el de una ninfa del que se había
enamorado.
* Fotografía de Randy Johnson
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