jueves, 17 de septiembre de 2015

Todos los textos de Desarrollo. (No, no todos)


La colonialidad: la cara oculta de la modernidad

Walter Mignolo

   Como su título lo indica, el autor defiende la idea de que la modernidad no puede estar disociada de la colonialidad, así mismo la explica como una narrativa europea que se ha extendido a escalas globales a partir de una historia que detalla.

   Se señala la globalización de un tipo de economía al mismo tiempo que se diversifican las políticas globales, al mismo tiempo que se multiplican y diversifican movimientos contrarios a la globalización, como son los casos de las tendencias de China, India,  Rusia, Irán, Venezuela y otras sociedades suramericanas, buscando su soberanía a pesar del dominio histórico, colonial sobre energía y fuerzas productivas de la economía capitalista.

   Comienza explicando la diversidad de régimen es políticos que existían en el siglo XVI: el huangdinato chino, regido por la dinastía Ming, el sultanato de Anatolia, el sultanato safávida, el mongol, el zarato ruso, los reinos africanos, las civilizaciones americanas, y evidentemente, el Sacro Imperio Germánico, mismos que terminarían por interconectarse a través de un tipo de economía (capitalista) a pesar de distinguirse por una diversidad de teorías y prácticas políticas.

   La investigadora Karen Armstrong señala que lo que caracteriza a occidente en su transición a la modernidad fue en esta época se realizó en dos campos: el económico y el epistemológico. La primera, basada en la reinversión de beneficios con el fin de incrementar la producción no sólo hizo posible el colonialismo, sino que lo incorporó al sistema de producción como un requisito para su funcionamiento; la segunda, relacionado con el Renacimiento[3] se llevó a cabo cuando la revolución científica le dio al hombre un mayor control sobre el entorno.

   Podemos inferir que estos dos campos se retroalimentan, mientras que el libre comercio da acceso a un mayor dominio sobre los nichos de mercado, las libertades de explotación, dominación y expansión colonial en las que se sustenta están contenidas en el discurso Renacentista de poderío del hombre sobre la naturaleza.

   El autor señala una línea sucesiva entre las potencias que asumieron la acumulación de capital y el centro de la modernidad; la primera es la cara Ibérica y católica con España y Portugal a la cabeza (1500-1750), la segunda es la cara del “corazón de Europa”, con Francia y Alemania (1750-1945), y por último la estadounidense (posterior a las grandes guerras) en la que puede observarse el desarrollo de una historia mundial policéntrica orientada por el mismo tipo de economía. Dentro de esta lógica podríamos añadir la idea del singapurense Kishore Mahbubani, quien propone la ascensión del hemisferio asiático y el desplazamiento del poder global, mismo que tendría la peculiaridad de confrontar el rcismo epistémico occidental asumiendo de manera insumisa la modernidad occidental.

   En una línea distinta a la de Mahbubani,  desde el bando descolonial, se propone el concepto de la transmodernidad, que es el rechazo de la modernidad y de la razón genocida defendiendo ideales emancipatorios, es decir, un cosmopolitismo descolonial caracterizado por la desoccidentalización.

   La propuesta anterior se hace asumiendo que la modernidad y la colonialidad pertenecen al mismo ámbito de sentido, la de la conquista a través de la razón del tiempo y el espacio; gracias a la primera se fundan las diversas tradiciones y  nacionalismos europeos inscribiéndose en el tiempo y gobernándolo, y por medio de la del espacio se inventa las tradiciones no europeas sobre las que se puede tener dominio (como sucede con las conquistas sobre América y África principalmente). Así también se genera una nueva tradición europea, la de la modernidad, la cual se expande y gana adeptos, una seria de aspirantes  la modernidad, y adeptos a esta epistemología particular.

   Esta lógica de la que hablamos (modernidad y colonialismo) reviste sus prácticas de las ideas de salvación por medio de la conversión, se inicia el proyecto económico global bajo el nombre de “desarrollo y modernización” como algo que tiene que ser incorporado por todos los países para el progreso de la humanidad entera; es curioso que esta retórica (salvación, progreso) apareciera junto con la colonialidad. 

   Existe otro elemento político que respalda el discurso modernista, que es el derecho internacional (más exactamente la teología jurídica). Éste sirve sobre todo para legitimarse con bajo una lógica de igualdad y legalidad. La manifestación máxima de este puede verse cuando en el siglo XVI los juristas españoles fundan el derecho de dominación sobre americanos sobre supuestos raciales; sin embargo los “indios” debían ser considerados, si humanos, no muy racionales, aunque dispuestos a ser convertidos. Otra es el argumento de Vitoria, el del ius gentium (derecho de las gentes), éste otorga tanta humanidad a españoles como a indios, sin embargo se concluye que los segundos eran infantiles y necesitaban la orientación y protección de los primeros. Vemos que este es un mecanismo de legitimación del sistema legal para deslindarse del religioso pero que mantiene la misma lógica de superioridad y que, aún cuando se les reconoce como iguales en virtud del derecho natural, los bárbaros no tuvieron ni voz ni voto en las decisiones políticas que a ellos concernían.

   Con todo, no todas las sociedades están dispuestas a asumir este discurso, y como hemos dicho existen argumentos a favor de la desoccidentalización. Un ejemplo es el debate de India y China sobre la modernidad, que Sanjib Baruah resume como una oposición a las ideas de desarrollo por parte de los intelectuales que siguen las enseñanzas de Gandhi, o el de Chatterjee que explica que el Tercer Mundo ha sido un consumidor de la erudición del Primer mundo, por lo que “hemos intentado apartar la mirada de esa quimera que es la modernidad universal y hemos tratado de hacernos un hueco en el que poder convertirnos en creadores de la nuestra propia. El autor cita como ejemplo los cientos de museos que se construyen en China con el fin de crear su propia identidad y una descolonización, digamos, ideológica.

   En conclusión podemos decir que la acumulación de dinero y de significados a afianzado la retórica de la modernidad como quien sustenta una narrativa. Entendemos que la colonialidad es inevitable consecuencia de este “proyecto inacabado”[4] que es la modernidad y que como tal, su lógica tiene que estructurarse para satisfacer estas necesidades, generándose la conjugación de la enunciación y el enunciado (no olvidemos que la generalización del modelo ideológico depende también de la transformación global de subjetividades) en cuatro niveles interconectados entre sí.

1)      En el ámbito social la gestión de subjetividades por medio de la educación.
2)      Políticamente la gestión y control de la autoridad (de los virreinatos a las determinaciones de la UE)
3)      Económicamente la gestión de beneficios, explotación e instituciones mundiales.
4)      Y en el ámbito simbólico, la gestión de la tecnología el derecho, el orden geopolítico del conocimiento, basado en los principios epistémicos y estéticos europeos que siguen legitimando la desautorización del conocimiento no europeo.



   El autor, de procedencia americana está haciendo referencia a uno de los supuestos ontológicos que han movido a occidente durante los últimos dos siglos, que hay humanos inferiores explicando también  epistémicamente esta diferenciación (que estos son deficientes racional y estéticamente), así mismo nos da una breve semblanza del devenir de esta tutela y la conformación subjetiva que ha permitido que se instaure. Con todo, nos deja entrever los cuestionamientos desde el corazón de Europa cuando menciona que con Giddens se asume que la modernidad es un proyecto occidental que ha intentado imponerse al resto del mundo como propio, de lo que se asume que este no es un supuesto totalmente generalizado y que, al contrario, Europa tiene los fundamentos epistémicos para responsabilizarse de las consecuencias de la colonialidad. Al mismo tiempo insta a los colectivos colonizados a la formación de subjetividades y lógicas transmodernas y descoloniales.



"Poder, redes e ideología en el campo del desarrollo"
Gustav Lins Ribeiro


                En este documento se estudia al desarrollo según las capacidades de poder e intereses que articula a través de procesos históricos de estructuración de redes, también se menciona que es una ideología - utopía con pretensiones universalistas, lo que genera conflicto con otras estructuras.

                Partiendo del argumento de Durkheim según el cual "la religión es la sociedad adorándose a sí misma, el autor parte de la idea de que el "desarrollo es la expansión económica adorándose a sí misma, lo que da a entender que analiza dicho concepto como una ideación  a ser promulgada, defendida o impuesta.

                El valor del texto que integra la perspectiva del poder desde varias propuestas teóricas y explica cómo las relaciones burocráticas se articulan ellas mismas en torno a este discurso como forma de legitimación.

                Veamos las tres definiciones de poder.
Para Richard Adams, el poder es el control que un colectivo tiene sobre el ambiente de otro colectivo (control de acción o eventos). Para Weber es la capacidad de hacer que las personas hagan lo que no quieren (impedir  que las personas se tornen actores con poder). Y para Eric Wolf es la capacidad de crear y organizar escenarios que reducen las posibilidades de acción de las personas y  de especificar la dirección y distribución d flujos de energía. De donde vemos la triple influencia del poder en el medio, en el control de otros individuos y en la creación de leyes para permitir la continuidad de esta situación.

                El campo del desarrollo es un conjunto de relaciones e interrelaciones basadas en valores específicos y prácticas que operan en determinados contextos. Estos últimos elementos del campo es lo que lo hacen heterogéneo y lo que predetermina que existan oposiciones y conflictos en el mismo, sin embargo, hemos dicho antes que una de las funciones que ejerce el poder es articular a los segmentos diversos (poblaciones locales, movimientos sociales, empresarios, funcionarios y políticos) en un entramado dirigido por valores predeterminados. Lo que el autor se dedica a analizar es cómo el discurso desarrollista se instaura como uno de estos valores.

                Para dicho efecto señala la diferencia jerárquica entre los distintos agentes que intervienen en políticas locales. Barros señala la noción de agentes nucleares como aquellos que tienen más poder (Naciones Unidas, BM y ONGs más influyentes) y habla de la institucionalización de las mismas a través de la construcción de PGEs, proyectos de infraestructura en Gran Escala a partir de la revolución industrial. Aquí es donde vemos el discurso desarrollista en acción puesto que estos proyectos de desarrollo marcarán la pauta en la creación e instauración de estas organizaciones en el poder.

                Ahora bien, cuando se habla de herencia en el campo del desarrollo es debido al paso de estas creencias y prácticas de infraestructura de gran escala como el principal item de las carteras desarrollistas; el Banco Mundial, por ejemplo ("el Vaticano del desarrollo internacional" según Rich se convirtió en el heredero de la administración colonial de los llamados países del Tercer Mundo a través de las actividades proyectistas que surgieron después del Plan Marshall.

                Lo que conviene analizar (aunque quizás no queda suficientemente profundizado) son los mecanismos por los que las redes que se encuentran en el poder se han posicionado en los heterogéneos campos políticos y económicos. Se entiende que es producto de relaciones históricas y procesos en los que los proyectos desarrollistas cobran principal función, también que los actores tradicionales se ven envueltos como entidades externas que los califica como representantes de intereses externos y previamente delimitados, pero aunque se menciona que la burocracia es una forma de dominación y de ejercer poder no queda explícitamente demostrado cómo salvo por el hecho de mencionar que se van armando de jerarquías, reglas y capacidades para ejercerlo (ya había hablado Weber sobre la imposibilidad de una forma pura de dominación burocrática dada la intervención de relaciones personales, amistades instrumentales, etc).

                Haciendo eco de Herzfeld se menciona que la burocracia es una máquina de indiferencia, que invierte energía para evitar interferencia en su mecanismos por lo que el papel de las ONG es crucial para la protección de intereses poblacionales.

                El autor también apunta el proceso de consorciación como la entidad resultante de la creación de algunas redes que se ven reforzadas por relaciones capitalistas de modo piramidal donde los niveles elevados hegemonizan los niveles inferiores. Este proceso permite la integración de socios juniors en tareas mayores y facilita el acceso a corporaciones mayores a nuevos mercados. Aquí percibimos que el desarrollo regional es un argumento para legitimar esas negociaciones estratégicas de poder y las articulaciones de redes con capacidad productiva y técnica.

                De lo anterior vemos que la ideología desarrollista está relacionada con el poder como una interpretación del pasado o en forma de utopía del futuro en una lucha para instituir hegemonías estableciendo visiones retrospectivas o prospectivas como verdad y orden natural del mundo (Manheimm). Rist refuerza esta idea relacionando la expansión mundial de sistemas de mercados con el "slogan movilizador de un movimiento social creador de organizaciones y prácticas mesiánicas". Esto es algo que hemos visto en acción desde el fin de la Unión Soviética y los discursos que se vuelven hegemónicos, lo que nos hace considerar al desarrollo como una de las ideas básicas de la moderna cultura europea occidental.

                Otra de las características de este discurso es su constante transformación con el fin de cumplir promesas y suplir deficiencias a través de conceptos como capitalismo, comunitario, sustentable, humano, etc., lo que nos lleva a aceptar el concepto e integrarnos a una carrera por un mejor futuro y, más importante aún, a evitar la percepción de que el desarrollo es una "expresión simple de un pacto entre grupos internos y externos interesados en acelerar la acumulación" (Furtado).

                Los defectos de este modelo han sido señalados desde diversas disciplinas. Escobar y Wolf hablan de la creación de geografías y orden de poder mundiales así como de la simplificación e indiferencia a la heterogeneidad.

                En otro contexto el tiempo y espacio son otros elementos incompatibles con la idea de desarrollo. No puede esperarse sincronía y previsión tomado en cuenta las diferencias de relaciones capitalistas e industriales entre sociedades, además de que lo que para algunos son meros recursos, para otros pueden ser lugares y elementos sagrados. La lengua es otro factor, así como la elaboración de discursos, su credibilidad y legitimación.

                La transformación capitalista es ansiada por muchos pueblos debido a que el discurso ha sabido adecuarse a ellos sin embargo el sujeto pasivo a ser modificado por un outsider que pretende planificar el futuro de una comunidad se convierte en un imperativo desarrollista, en un elemento a transformar a imagen y semejanza del discurso establecido.

                La cultura se transforma en una noción instrumental al ser considerada la tecnología general de intervención de la realidad, según este concepto, el cambio cultural siempre se relaciona con el poder como herramienta o capacidad de ajustarse al plan proyectado.

                La sugerencia final del autor es una mayor intervención ciudadana en pos de política consciente que mantenga vivos los intereses colectivos, es decir, poner en conflicto al desarrollo hegemónico ante la heterogeneidad, lo que se comprende dada la línea de pensamiento que ha seguido (hablo del sistema de poder situado de arriba hacia abajo como dominación), sin embargo, la propuesta es contradictoria o desesperanzadora en tanto que se ha hablado previamente de los mecanismos institucionales para afianzarse en el poder, de lo que se echa en falta un estudio a profundidad del valor de las ONG's con menor relevancia pero con capacidad de impacto en los agentes nucleares así como un estudio histórico de cómo han reaccionado o se han visto afectadas comunidades locales ante el impacto de las políticas de desarrollo, un estudio a nivel político de los marcos de poder que refuerzan estas  situaciones en el plano legislativo y por último, a nivel antropológico una evaluación de las redes existentes y de las ideologías considerando su potencial de oposición.



“Un viaje a través del tiempo: 30 años de pensamiento económico feminista en torno al desarrollo”

De Idoye Zabala Erratzi

                El propósito de la autora al escribir este texto es explicar las aportaciones de las economistas feministas en un contexto histórico y en relación al discurso dominante sobre desarrollo. Se analizarán dos periodos, uno relacionado con el feminismo liberal (segunda ola feminista), marcado por el surgimiento del MED (“Mujeres en el Desarrollo”) y de un punto de vista primordialmente microeconómico y el otro (dirigido desde el punto de vista macroeconómico, que situaremos como consecuencia de la tercera ola feminista en la que se consideran las aportaciones de otros colectivos y su relación con el modelo de desarrollo.

El MED, como se conoce al programa, se ha diseñado expresamente para mujeres que desempeñan
puestos directivos o que quieren crear sus propias empresas.

                Se toman en cuenta en el documento tanto las repercusiones del discurso económico con sus conceptos claves como la centralidad del mercado, la eficiencia, productividad como las economías de países periféricos desde el punto de vista antropológico, sociológico y político incluyendo actividades de subsistencia que existen a la par que el mercado.

                Comenzando por el primer período, podemos decir que gira en torno al surgimiento y consolidación del MED (1970-1985), donde encontramos el marco del primer feminismo liberal con visión internacional. Aquí confluyen militantes feministas, investigadores y mujeres que trabajan en instancias de desarrollo.

                El feminismo liberal está relacionado con la nueva izquierda Norteamericana (podemos apuntar, por ejemplo la Organización Nacional de Mujeres NOW que funda Betty Friedan en 1966            ), movimiento que también se declaran en contra del colonialismo, el racismo y a favor de los derechos de la mujeres. Aquí comienza a ponerse en duda el modelo de desarrollo propugnado en los años 50 y 60 sobre todo por el impacto que tiene sobre las mujeres, puesto que se hace manifiesto que éste no ha aportado ninguna ventaja o desarrollo al estatus de ésta.

                En un primer momento MED critica la marginación de las mujeres dirigiendo los recursos y atención a los hombres. Ester Boserup describe en “Woman’s role in economic developement” (1970[1]) el papel de la mujer en distintos sectores productivos de África, Asia y Latinoamérica partiendo del hecho que las mujeres de todo el mundo son responsables del trabajo reproductivo y, puesto que el público cuenta con prestigio la mujer se centrará en el trabajo productivo, dejando de lado el reproductivo y debilitando aún más las relaciones entre ambos ámbitos.

                 En el libro se mencionan sociedades en las que las mujeres son responsables de la mayoría de las tareas agrícolas, por lo que su participación económica en el mundo rural implica una mejor posición social (África sub-sahariana, sudeste asiático) y otras en las que el sistema agrícola masculino es dominante (Asia, norte de África y América Latina) y la menor participación de la mujer se refleja en un estatus inferior. La autora señala la influencia de la colonización y administración europea en el fomento de la agricultura mayoritariamente masculina, el desplazamiento de las mujeres de sus tierras y la ampliación de la brecha de productividad entre hombres y mujeres.

                El MED comparte la idead de que el desarrollo no ha favorecido a las mujeres por la expansión de los valores occidentales respecto a lo que es apropiado para hombres y mujeres sin tener en cuenta actividades productivas que realizan mujeres y reforzar la idea que su lugar es el hogar,  por lo que lucha por una legislación que trasvase recursos hacia ellas para compensar dicha marginación. Dicha redistribución implicaría mayor educación, capacitación y recursos para un fomento en el empleo femenino) sin embargo no llega a realizarse en países del Tercer Mundo donde los gobiernos están preocupados por la falta de comida, agua y casa.

                En la década posterior se pasa de la marginación de las mujeres a la consideración de que su presencia es imprescindible para  el desarrollo (en otras palabras para aumentar la productividad y eficiencia). Se les toma en cuenta como empresarias y se reconoce su faceta productiva. Por fin los objetivos del MED comienzan a tener lugar, las mujeres están siendo tomadas en cuenta en el desarrollo.

                Sin embargo esto se ve reflejado en una mayor carga del trabajo total femenino; dada la crisis económica y la reducción del gasto público, las mujeres tienen que sumar a sus tareas reproductivas el trabajo de producción, de modo que la posición liberal del movimiento MED resulta contraproducente y se necesita investigar la situación de las mujeres para reconocer sus contribuciones femeninas. Con todo el argumento de que las mujeres son necesarias para el planteamiento del desarrollo.

                Asociado con la tercera ola feminista o el feminismo poscolonial, surgen en los 80 críticas al enfoque del MED. Recordemos que estos feminismos defienden diferentes modelos de mujer y de organización social de acuerdo a etnias, religión y clase social; así mismo están las corrientes feministas marxistas y socialistas, hablando del tema de la opresión de clase de las mujeres.

                Ante la premisa básica del MED “el desarrollo ha marginado a las mujeres y es necesarias integrarlas a él”, se consideran otros factores que vuelven más compleja la situación, dejando el reduccionismo de plantear que la subordinación se explique exclusivamente por función en la reproducción en las relaciones capitalistas de producción.
                La primera crítica proviene de Elson y Pearson: las mujeres están integradas en los procesos de desarrollo pero es la forma de integración la que ha de ser cuestionada. Las mujeres del Tercer Mundo, por ejemplo, están bien integradas, pero en escalas inferiores, su papel está condicionado por su papel en la esfera reproductiva; lo que demuestra que no incorpora información sobre las estructuras y relaciones de poder.

                Otra crítica proviene de la falta de cuestionamiento del modelo dominante de desarrollo. El movimiento no se pregunta si el modelo permite el desarrollo. A este respecto el Grupo DAWN (Development Alternatives with Women for a New Era) es el primero en cuestionar el modelo de desarrollo como generador de pobreza y racismo en el primer mundo. Se puede decir incluso que no todos los hombres se han beneficiado del desarrollo y que la pobreza no permite mejoras para las mujeres.

                Ann Whitehead plantea otro problema estructural: las relaciones socialmente construidas entre hombres y mujeres que son conflictivas por lo que no se puede hablar de roles complementarios ni de un modelo cooperativo entre hombres y mujeres. Y finalmente, la desigualdad entre las actividades productivas y reproductivas, que refuerzan la identidad superior del hombre. Rosaldo también hablaría de la diferenciación del trabajo público y privado como elemento principal de la segregación femenina.

                En lo que concierne al segundo período (1986- 1999) veremos las políticas de ajuste y subordinación y las teorías sobre el papel de las personas y el desarrollo humanos. En el primer punto se analiza cómo afectan las políticas a la situación femenina y, a la inversa, cómo repercuten las relaciones de dominación de género en las políticas de ajuste.
                La UNICEF se preocupó por las consecuencias prácticas en la vida de las mujeres en su libro “Ajuste con rostro humano”, donde se trata el tema de los trabajos mal remunerados, el deterioro de vida y la reducción del gasto del sector público. Con todo, este deterioro se traduce en mayor participación de mujeres en el ámbito comunitario, a través de programas como comedores populares, cooperativas, guarderías vecinales, etc.

                Puede decirse que el error en las políticas de ajuste es el sesgo masculino, lo que implica la necesidad de un análisis macroeconómico con perspectiva de género que tenga en cuenta responsabilidades y acceso a recursos de hombres y mujeres, es decir, el análisis feminista neoclásico pretende convencer a las instituciones de incluir las relaciones de género. Si la mujer no tiene posibilidad de contribuir a los objetivos macroeconómicos estos no podrán lograrse.

                Las distorsiones económicas son las siguientes
1)      Discriminación de género en acceso a recursos.
2)      Las tareas adicionales de reproducción.
3)      Hay varias líneas de producción en el hogar pero el funcionamiento interno refleja el menor poder de negociación de la mujer.
4)      La disposición final respecto al ingreso dentro del hogar. Si las mujeres no controlan los beneficios no podrán responder a los incentivos para aumentar la producción. Esta distribución interna es de las más difíciles de corregir.

                Cambiarlas requeriría programas de educación, formación y crédito, así como cambio en instituciones para no bloquear la entrada a mujeres y la reducción en el impuesto reproductivo, de modo que se disminuya el monto de trabajo no pagado transfiriéndolo al sector público (2), es decir, trasladar ese gasto al sector público, en el mercado asignándole un coste, lo que podría realizarse a través de un impuesto a las empresas. Cuando se han tomado estas medidas normalmente se relacionan con necesidades básicas y o como algo que puede tener beneficios en la sociedad, olvidándose que esta sería la base para un crecimiento eficiente y sostenible.

                Es en esta revisión que se aprecian los límites del mercado, por lo que se propone buscar un lugar especial a la actividad reproductiva. Se entiende que una política verdaderamente integradora no es la comercialización del trabajo de la mujer sino el reparto de este con los hombres mediante una reestructuración del poder en todos los ámbitos.

                Surgen así las nuevas teorías del crecimiento económico. En los años 90 se pide al Estado (mediante políticas de integración) crear un ambiente para una producción eficiente que potencie algo más que las capacidades productivas.

                El Banco Mundial también subraya el poder productivo de la mujer en aspectos extra económicos, señala que su trabajo es capaz de reducir pobreza y aumentar la productividad por medio de la mejor administración de recursos y mayor supervivencia debido al cuidado de menores.

                En suma, este análisis de tres décadas se centra en cómo las mujeres buscan un sistema con mayores oportunidades y cómo, por medio de estudios posteriores “descubren” necesidades en el orden inmaterial además de las materiales, sin olvidar la complejidad de crear un nuevo tejido puesto que el poder, sabemos, está vehiculado por relaciones de género.




El “postdesarrollo” como concepto y práctica social.

Si otro mundo es posible, entonces 
otro desarrollo debería ser posible.

Arturo Escobar

   Antes de entrar en el tema del postdesarrollo hay que aclarar que este concepto es parte de una época particular y un paradigma epistemológico específico que surge como el resultado de las deficiencias que experimentó el desarrollo.

   El término surge en un coloquio internacional en Ginebra en 1991, al mismo tiempo que algunos autores ya están hablando de la defunción de desarrollo.

Veamos la evolución de la conceptualización de este concepto y los paradigmas asociados a cada definición para entender cómo llegamos a vislumbrar el postdesarrollo.

El primer paradigma originario del desarrollo es el de la teoría liberal, en la que la orientación principal es la de la modernización y crecimiento (50-60)La teoría liberal se pregunta cómo combinar el capital con tecnología y acciones estatales e individuales, determinando que el progreso lleva al crecimiento con una correcta distribución, lo que desemboca en una política de intervención.

En los años 60 – 70 surge la teoría de la dependencia que explica una de las principales deficiencias del sistema desarrollista que es la dependencia externa y la explotación interna a través del estudio de la teoría marxista que se preocupa de evaluar la ideología dominante (capitalismo) y la lucha de clases, así como la conciencia de estas y el desarrollo de fuerzas productivas.

En tercer lugar se encuentran las aproximaciones críticas al desarrollo como discurso cultural (80-90). Se define el concepto como un discurso occidental y las teorías postestructuralistas se preocupan entonces por comprender como los países desarrollados son representados como tales y buscan desde un marco constructivista cambiar las prácticas de saber y hacer, generando nuevos discursos y representaciones. En otras palabras, no se preocupan por corregir el desarrollo sino que, a través de deconstruir su discurso poder generar otros nuevos.

Es así como explican la institucionalización del concepto como un proceso
a)      Histórico. Después de la Segunda Guerra mundial el concepto aterriza en Asia, África y Latinoamérica gracias al discurso de expertos, que dotan de legitimidad a este fenómeno que ocurre fuera y que, por contraste, define a estos continentes como “Tercer Mundo”
b)      Social. El desarrollo se vuelve una realidad efectiva a gracias a un aparato institucional (como ejemplo paradigmático el BM y el FMI).
Así mismo se profesionalizan los problemas relacionados con el desarrollo especializando su estudio y permitiendo un despliegue de proyectos y estrategias (“desarrollo rural”) que lo refuerzan.
c)       De exclusión. Los análisis postestructuralistas destacan la diversificación o segregación de aquellos quienes paradójicamente deberían beneficiarse del desarrollo, en una acumulación de poder y capital.
Cabe señalar que esta revisión es posible gracias a diversos estudios culturales, étnicos de medio ambiente, es decir, de un análisis a posteriori del funcionamiento de desarrollo.

Ante estas críticas a lo largo de cuatro décadas se postula “una era en la que el desarrollo ya no sería el principio organizador central de la vida social” (Escobar, 1991), y se propone la re-valoración de culturas vernáculas construyendo un sistema sostenido en la gente común.
Así pues, el desarrollo se caracteriza por esta pluralidad de discursos no mediados por el desarrollo, buscando cambiar las prácticas del saber tanto como las del hacer utilizando múltiples centros y agentes de producción en lugar del sistema hegemónico de una sola propuesta. Escobar postula que para llegar a esto se tienen que “destacar las estrategias alternas producidas por movimientos sociales” porque estas parten de las adaptaciones locales.

Hay que decir que este concepto también generó críticas.
1)      Pasa por alto la realidad de la pobreza y el capitalismo --sin embargo los postestructualistas están estudiando el discurso.
2)      Se presenta una versión generalizada del desarrollo cuando hay vastas diferencias de desarrollo e instituciones. El desarrollo es heterogéneo. --La respuesta a las dos anteriores es que el análisis observa el discurso como un todo, no busca una representación “más precisa de la verdad” ni un intento de lograrla sino una interpretación de la construcción de este discurso en la política y en la academia.
3)      Se romantizan tradiciones locales obviando que estas también están sometidas a relaciones de poder. –Se responde que las estrategias “de hablar en nombre de la gente” (referentes a las ONG) no han sabido responder de manera eficiente a las necesidades de la gente, reificándolas como si supieran a priori lo que la gente necesita y desea. Mi crítica a este respecto sería que la respuesta pone en evidencia un error de origen del desarrollo pero no está proponiendo un sistema en el que las necesidades de la gente se vean reflejadas y respondidas; puede ponerse en cuestión que los sistemas locales sean capaces de lograrlo independientemente. Sé que mi argumento puede defenderse con el planteamiento de objetivos no materialistas (la reivindicación de derechos culturales, identidades, economías alternas, es decir, generar movimiento social) y de la postura epistemológica de la construcción con elementos de diversas tendencias y paradigmas, pero esta ideación no garantiza la viabilidad de las propuestas emergentes. –La conclusión final no deja de hacerse ver por Escobar: nos corresponde articularnos con tendencias emergentes repensando nuestras propias perspectivas.

Mediante el debate anterior entendemos el desarrollo (desde los postestructuralistas) como una posición epistemológica, parte de la creencia eurocéntrica[2] y que una revisión de éste nos exige una forma de pensar de evaluación el movimiento actual de la historia, de modo que nos referiremos a las reflexiones de Boaventrua de Sousa santos: somos incapaces de pensar más allá de soluciones modernas a problemas modernos.

Es muy complicado hablar de un nuevo paradigma, sin embargo la tendencia de la modernidad implica ya un cambio de este a nivel ideológico (el dominio de la ciencia disminuye y vemos constantemente una pluralidad de formas de conocimiento) y social (se aprecia una transición entre el capitalismo global y formas emergentes), lo que podría darnos la pista de una emancipación social.

Nuestra regulación social (el conjunto de normas, instituciones y prácticas por medio de las cuales se estabilizan expectativas, basada en los principios del Estado, mercado y comunidad), esta viéndose enfrentada una regulación diferente, sin embargo, las condiciones que han producido este cambio aún no han producido formas de sobreponernos a la modernidad (“no existen soluciones modernas para problemas modernos”), de modo que efectivamente nos encontramos en una etapa posdesarrollista, en una búsqueda de solución posmoderna.

Es verdad, como plantea Joxe, que “el mundo actual está unido por una nueva forma de caos” (refiriéndose al caos imperial gobernado por EEUU) pero si es verdad que los conceptos del desarrollo y Tercer mundo están quedando obsoletos deberíamos ser capaces de encontrar entre la mutiplicidad de trayectorias, formas viables de enfrentarnos a esta nueva situación.



El desarrollo sustentable: crítica del discurso y de las prácticas
Pierre Beaucage


   El texto es una crítica a las formas que ha adquirido el discurso de desarrollo sustentable, definiéndose este como un oxímoron, que lleva una contradicción como premisa básica; se estudia este fenómeno desde la economía política y a partir de ésta se desarrollan propuestas alternativas.

   Partiendo del término, desarrollo sustentable, acuñado por la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo se determina que este “satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas”, definición que recibe por parte del autor el calificativo de antropocéntrica, opuesta a otras posturas como pueden ser la “ecología profunda” o la biocéntrica que priorizan un equilibrio ambiental al que tendrían que someterse las necesidades humanas.

   El concepto, sin embargo sire de parapeto para las agencias internacionales como el FMI, BM y la FAO para plantear nuevas directivas para un desarrollo compatible con la sustentabilidad, a pesar de las cuales los resultados siguen siendo poco halagüeños: más de un sexto de la población con malnutrición, generalización de enfermedades como tuberculosis y paludismo, amén del incremento (al doble) de las emisiones de CO2.

   Dichas contradicciones han sido estudiadas por Gilbert Rist quien apunta que el desarrollo es una legitimación de la historia de occidente, no aplicable a todo el globo. Ese mito surge en el siglo XVIII, sustituyendo al de la religión cristiana con el nombre de progreso, asumiendo que la humanidad estaba destinada a alcanzar niveles de perfección material y espiritual, en el siglo XIX se transforma por Civilización (muy ad hoc) para justificar el colonialismo) y tras la Segunda Guerra Mundial adopta el nombre de Desarrollo; todo y siempre para justificar el crecimiento económico occidental y centrado en este apartado. El discurso cobra tal influencia y legitimidad que aunque se ha permitido prevalecer al sistema de la Guerra Fría ante los problemas emergentes posteriores.

   La sustentabilidad implica la conservación de recursos no renovables y la renovación continua de recursos bióticos, lo que demandaría un replanteamiento de las formas de subsistencia y consumo. En materia de política global Rist apunta tres alternativas.

1.       Una especie de keynesianismo a escala planetaria (que traducido a términos de Unceta sería como ampliar el concepto desarrollista manteniendo su dinámica metodológica). Sin embargo se apunta “que los que tienen el poder no tienen interés en el cambio y los que quieren el cambio no tienen los medios para imponerlo”.

2.       Construir una alternativa a los múltiples programas de desarrollo desde los movimientos sociales del Sur (que sería la reorientación propuesta por Unceta), tomando como base la diversidad y las necesidades y propuestas endógenas.

3.       Por último una crítica al “paradigma agotado” (como también propone Unceta en la negación de éste como concepto universal).

   Para Unceta, la viabilidad de la propuesta reside en la combinación del marco teórico con el práctico puesto en la escena social y asumiendo las diferentes variantes de estas: creo que es verdad que existen discursos dominantes que determinan la lógica de la realidad pero que intentar someter las múltiples realidades a uno es impracticable; así mismo que las prácticas sociales tienen capacidad de influenciar en el discurso y que aquí es donde las distintas alternativas han de hacerse presentes para permitir la evolución (o eliminación) del concepto de desarrollo sustentable.

  Partiendo de estas prácticas, Bryant y Bailey estudian los intereses, características y acciones de distintos actores implicados. Asumiendo que la complejidad de la organización social está articulada en distintos niveles, desde los Estados, las instituciones multilaterales, las empresas transnacionales y locales, las ONG y los actores de base (grassroots), movimientos sociales de campesinos, mujeres, indígenas, ambientalistas, etc.

   Un estudio a estas escalas es imprescindible si se intenta estudiar la dinámica económica. De aquí podemos descubrir que el ultraliberalismo ambiental es el discurso dominante entre quienes toman las decisiones clave, convirtiéndose en el hegemónico a través de la deuda internacional como mecanismo de control y de la promesa de “satisfacer las necesidades de los países pobres” como justificación (un ejemplo de las resultantes de éste es la guerra del agua en Chochabamba, Bolivia o los mega proyectos hidroeléctricos contra los que han estado los movimientos indígenas y campesinos).

   Esta tendencia se traduce en la privatización de los recursos naturales y en la fe en el progreso científico y tecnológico para solucionar los problemas ambientales, sustituyendo recursos naturales por industriales y pretendiendo evacuar de forma segura los desperdicios. Otra de sus estrategias es la fiscalización en dos vertientes.

        -Eco-swap, el cambio de deuda por mejora ambiental. Se propone a un país endeudado anular parte de su deuda externa si acepta el gasto de una cantidad equivalente en mejoras al medio ambiente, se crean empleos y pueden mejorarse las condiciones de estos países (como el caso de los parques nacionales de Costa Rica).

        -La otra, un poco más siniestra es el pago por “derechos de contaminación”; sistema mediante el cual países como Canadá que aumentan sus índices de contaminación otorgan fondos a organizaciones del sur (en ese ejemplo fue Bolivia la beneficiada) para crear un pozo de carbono plantando árboles.

   El autor plantea las deficiencias de esta lógica remarcando en que una verdadera restauración es posible mediante un cambio estructural, esta propuesta está expresada por ejemplo en Brand con “la cultura verde”, una cultura de la especie humana como componente de la naturaleza, donde se pone énfasis a la reducción de consumo de recursos (metales, carne, hidrocarburos), ajustándolo a la tasa real de renovación y la de emisión de desperdicios y desechos tóxicos. Esto demanda un modo de vida radicalmente diferente al establecido durante este siglo y requiere una reeducación del público.
   Al mismo tiempo que se busca conservar la naturaleza, esta postura defiende la justicia social, mediante medias como el Comercio Justo y la creación de canales alternativos de comercialización para productos campesinos.

   Encontramos estas acciones similares a las del ecologismo radical, una línea biocéntrica (o deep ecology) defendida por Arne Naess argumentando que “el florecimiento de la vida humana y no humana en la Tierra tiene valor en sí mismo, independiente de la utilidad del mundo no humano para objetivos humanos”.

   Naess alude a la historia del expansionismo y destrucción como una degeneración, y acusa la necesidad de remplazar la dominación humana por la simbiosis y la igualdad biosférica, así como concienciación individual de las prácticas individuales de reproducción y consumo.
“El florecimiento de la vida y cultura es compatible con un descenso sustancial de la población humana. El florecimiento de la vida no humana requiere este descenso”. (Castells)
   Por último este autor estudia estos planteamientos desde un enfoque integrador de Ecología Política (o economía política), procurando el análisis de las relaciones que una sociedad mantiene con su ambiente al mismo tiempo que las relaciones que los humanos mantienen entre sí tanto en el plano económico, político y simbólico. Este enfoque se sitúa en el ámbito global tomando en cuenta antecedentes históricos y la función de los actores sociales.

   Desde esta perspectiva cobran especial importancia los movimientos sociales que intentan imponer sus representaciones en el escenario social, buscando su afianzamiento e institucionalización, lo que añade el gradiente de complejidad propio de  nuestro tiempo en tanto que integra al sistema financiero transnacional de las clases dominantes con la diversidad de otras perspectivas.

   Entendemos que cuando el sistema hegemónico no logra aplastar o marginar los objetivos de os actores va cediendo cuotas de poder, como los sindicatos lograron del capitalismo o los movimientos feministas y ecologistas. De aquí que Castells les otorgue importancia: “Si hemos de evaluar los movimientos sociales por su productividad histórica, por su repercusión en los valores culturales y las instituciones de la sociedad, en el último cuarto de siglo se han ganado un lugar destacado en la aventura humana”, reconociendo el papel que juegan estos colectivos moldeando nuestras formas de concebir la economía, la ecología y la política.

   Si estudiamos la problemática del desarrollo sustentable mediante esta perspectiva encontramos las tres etapas:
a)      División internacional del trabajo, heredada del capitalismo como un sistema abierto en la que se explota la materia prima del Sur, sistema del que nos interesa estudiar los modos de articulación al capitalismo y sus fallos al garantizar la sustentabilidad.
b)      Reducción de la capacidad reguladora de los Estados nacionales a favor de las empresas transnacionales, se observa así otra variante a la regulación económica, acompasada por la regulación política militar global de Estados Unidos como Estado hegemónico.
c)       La política de ciencia y tecnología promoviendo el aumento de la producción de la producción y productividad.

Nos damos cuenta el sufijo de conservacionismo, así como el término de conservacionismo no es, como dice Ferry el contrario al utilitarismo capitalista, sino su complemento histórico necesario para su legitimidad y que es necesario tener la capacidad de replantearse un nuevo esquema. Escobar propone considerar la naturaleza como producto de un determinado estado de las relaciones sociales

a)      Regímenes orgánicos Tecnologías simples, contacto entre productor y objeto de trabajo. Dominio del valor de uso.
b)      Régimen capitalista. Valor de cambio dominante, naturaleza enmarcada como algo a utilizar según nuestros deseos, adminsitrable y uniforme.
c)       Régimen tecnocapitalista. La biología está bajo el control, recombinación del ADN, combinación de lo orgánico con lo artificial, algo como una era de la post-naturaleza en la que ésta ya se habría dominado.

   En el régimen orgánico lo más importante que la naturaleza y la sociedad no está separada por fronteras ontológicas y es lo que se defiende durante el texto, la reconversión de la sociedad a un paradigma que prevalecía antes del capitalismo. El autor señala que se necesita una serie de herramientas teóricas y prácticas para explorar este camino; el otro ya ha sido estudiado demostrando que la articulación económica hasta ahora no ha sido capaz de satisfacer necesidades básicas tradicionales o nuevas; se reconoce, en fin, entre la pluralidad, la función de la integración de diferentes grupos sociales, pero aunque se señalan los elementos de orden simbólico que han permitido un desarrollo económico orgánico no se menciona cómo pueden estos integrarse a una sociedad actual. Se presenta como principal problema el hecho de nuestro sistema de vida ha sido instaurado durante el último siglo, como si se asumiera que la formas de vida del resto del tiempo no son recuperables, lo que podría ser reparado mediante la intervención de propuestas creativas que partieran de la observación sociológica y antropológica del funcionamiento social, ya que hemos visto que las prácticas son capaces de incidir en el discurso y éste de asimilar otras propuestas en su complejidad.



“Desarrollo, Subdesarrollo, Maldesarrollo y Postdesarrollo”.Una mirada transdisciplinar del debate y sus implicaciones. 

De Koldo Unceta Satrústegui

   El texto mencionado es una revisión de la noción de desarrollo y sus vertientes en donde se analizan los problemas teóricos y metodológicos del mismo y su ajuste con la problemática que enfrenta. El autor expone las deficiencias que tiene el concepto llegando a demostrar que “la idea de desarrollo permanece todavía en pie, como una especie de ruina, en el paisaje intelectual” (Sachs), contrastando su discurso con otras propuestas que han surgido proponiendo además una integración interdisciplinar que abarque un mayor número de indicadores sociales para acercarse a su propósito final: “generar las condiciones capaces de favorecer el progreso y bienestar humanos”.

   El ideal de desarrollo es un proceso que atraviesa diferentes realidades particulares, sin embargo, su historia se ha mostrado como un reduccionismo conceptual, incapaz de enfrentar los retos planteados en el siglo XXI en tanto que ha usado las mismas herramientas metodológicas del siglo XIX, lo que puede apreciarse como la “vuelta a la monoeconomía” que habría apuntado Hirschman y que demostraremos a continuación.

   El término como concepto económico surge en el siglo XVIII y XIX, en un contexto asociado a la modernidad, el cambio del sistema productivo de la revolución industrial y el triunfo del conocimiento científico. En este universo de progreso universal, de emancipación de la religión y superación de las visiones particularistas, pensadores como Smith y Marx realizan propuestas de alcanzar la “opulencia generalizadas”. Estas propuestas están caracterizadas por la generalización de la riqueza a través de la expansión de la producción mercantil, veremos que la primera consecuencia de esta visión de dominación de la naturaleza es la creación de un sistema económico por encima de las contingencias de naturales (Naredo).

   Desde esta época algunos filósofos cuestionan las posibilidades reales del desarrollo como ideal. Smith, Ricardo, Malthus, John Stuart Mill, incluso Marx se preguntan si se puede generalizar el beneficio generado por el capitalismo industrial o si éste es un mecanismo que necesita de la sumisión o incluso sacrificio de otros.

   Además de estos críticos y de la mencionada revisión con el ecologismo de Naredo, tenemos a inicios del siglo XX a Pigou apuntando que los economistas no estaban distinguiendo entre el bienestar total y el bienestar económico, este último circunscrito a lo monetizable; crítica que se hará aún más patente después del boom del desarrollo en el período de entreguerras.

   En esta época La Economía del desarrollo es considerada una subdisciplina de la Economía, destacando Rostow, Nurske y Rosenstein-Rodan como pioneros del desarrollo. Al estar asociada a la economía, los marcadores serán de esta índole: el crecimiento económico es expresado como PIB/hab y no existe otra estadística con autoridad más convincente.

   El crecimiento es la dinámica del capitalismo y de la era de la modernidad. Entendemos pues que esta idea está inscrita en la mentalidad y valores de toda esa época, volviéndose también la vara de medir de los países, de modo que ahora se crearán dos cateogrías distintas: desarrollados y subdesarrolados. Esteva apuntaría décadas adelante que “El subdesarrollo comenzó el 20 de enero de 1949”, el día del discurso de Truman. En este momento, la diversidad cultural, económica y social entra en el juego monocromático de una economía universal.

   Si el desarrollo está marcado por el crecimiento económico, el subdesarrollo es la expresión de una escasa capacidad productiva, comparada a las tasas de crecimiento de otros países. Como hemos visto en el texto anterior, corresponde a los teóricos estructuralistas y dependentistas criticar a este sistema señalando que demandaba un cambio radical de la infraestructura de todos los países hacia una forma de producción globalizada: aprovechamiento intensivo de recursos y uso de nuevas tecnologías.

  Es en esta época (final de los 60) que se pone en duda la naturaleza misma de los procesos de desarrollo anotando las siguientes.
-          Generación de pobreza y desigualdad. No es posible demostrar un aumento del desarrollo tomando en cuenta la pobreza real, a pesar de los resultados de incremento del PIB/ hab y de los planteamientos de Distribución del Crecimiento del Banco Mundial.
-          Deterioro del medio ambiente que recibió como justificación la superpoblación, en concreto el crecimiento demográfico de los países en desarrollo y propuestas como el ecodesarrollo que demostraron seguir la misma dinámica sin solucionar el problema de fondo, por lo que en 1992 más de cien premios Nobel alertaban sobre las consecuencias del modelo de desarrollo, dado su enfoque productivista y metodología.
-          Incapacidad de incorporar a la mujer hacia una mayor equidad de género (Esther Boserup, 1970), se acrecientan las brechas entre hombres y mueres.
El crecimiento económico no corresponde con el respeto de libertad y derechos humanos, lo que defendían Smith y Marx no se ha visto reflejado ni en países socialistas ni en regímenes dictatoriales, o lo que es peor, la restricción de libertades se había justificado en nombre del desarrollo. Destacaría en este punto, no como defensa sino como observación que en sociedades previas a las desarrollistas también ha existido restricción de libertades, desigualdad de género y, frecuentemente sobre explotación de los recursos (no son pocas las culturas que habrían desaparecido por esta causa) sin necesidad de un discurso desarrollista. Creo que la dificultad de distribuir adecuadamente los igualitariamente los recursos ha estado presente en muchos otros sistemas, por lo que podría criticarse que el desarrollo no haya cumplido su propuesta pero no que, por sí mismo, sea el único responsable de problemas sociales o ecológicos. Desde mi punto de vista, éstos han sido potencializados por el manejo de formas cada vez más eficaces, rápidas y directas de producción, siendo el desarrollo la cristalización de un pensamiento económico y la idealización de éste, no necesariamente el discurso generador de un sistema fallido. Haciendo una deconstrucción del término, Rist plantea que el desarrollo es un producto de la historia (de la modernidad y la industrialización), un discurso donde se conglomera un tipo de pensamiento y por tanto “una idea capaz de producir historia” pero no el germen de esta. Lo que sí reconocemos junto con él es que es que ha sido una de las formas más eficaces de legitimar la historia de occidente.

Algo definitivo es que estos puntos demuestran definitivamente el fracaso del discurso desarrollista, resumido en el término de Danecki (también usado por Dumont): maldesarrollo, la configuración del sistema mundial que lleva consigo la realidad de países llamados subdesarrollados y la falta del ideal de progreso humano. Con todo, durante los años 80 el desarrollo parece adaptar nuevas formas para mantenerse en el pensamiento oficial, se defiende la intervención el mercado y una defensa del “la intervención pública” en la promoción del mismo, tras el fin de la expansión económica entre 1945 y 1970 resurgen los postulados más ortodoxos que claramente demuestran sus limitaciones, inquietud que ser ve reflejada en los años 80 por organismos como la UNICEF (Ajuste con rostro humano) o la CEPAL (Transformación productiva con equidad) que proponen enfoques más amplios para encarar el reto del bienestar humano. Desde entonces, las propuestas emanadas del Banco Mundial sufren de la presión de integrar los problemas que demandan respuesta junto con la infinitud de variables macroeconómicas, dando lugar a una polifacética evolución del concepto de desarrollo con el afán de adaptare a esta complejidad.

Hasta ahora hemos analizado los problemas de orden metodológico y los problemas de orden práctico a los que se ha enfrentado el desarrollo. Ahora nos enfocaremos en el análisis de la modernidad y las propuestas teóricas que se ofrecen ante ésta. Cabe distinguir dos grandes aproximaciones.

-Las dirigidas a reorientar el análisis, replantear la noción de desarrollo, mismas que hemos mencionado más arriba. El error en esta postura estriba en asumir una relación automática entre crecimiento y bienestar, dejando en segundo plano las necesidades vitales de la gente.
-Por otro lado están las ideas que consideran relación entre fines y medios como algo consustancial a la noción de desarrollo, derivado en una manera de analizar la realidad de forma técnica, científica y ajena a las personas. Dentro de este esquema no hay espacio para reconducir el desarrollo porque este se presenta al servicio del productivismo y el dominio sobre la naturaleza.

Los principales críticos de este problema fundamental son Sachs, Escobar y Latouche, proponiendo términos y paradigmas distintos, postdesarrollo, antidesarrollo.

Desde el punto de vista de estos teóricos la destrucción masiva es causada por la expansión del capitalismo y es una parte intrínseca de la noción de desarrollo, sin embargo quisiera apuntar que existe una brecha entre la concepción ideal del término y su posterior aplicabilidad en la realidad económica y social.  Si bien es cierto que desde términos económicos, el desarrollo no es otra cosa que una construcción intelectual destinada a justificar y promover la expansión de un sistema de producción y consumo, los orígenes de este concepto, si bien, instalados en la economía, no dejan de estar anclados en un ideal de superación de la raza humana. En estos términos, si, como propone el autor nos replanteáramos la propuesta teórica y fuésemos capaces de relacionar los fines y los medios (el bienestar humano, la incorporación de otros indicadores de bienestar y la abolición de categorías que definan a un grupo como subdesarrollado) estaríamos encaminándonos al ideal primigenio.

A este respecto surgen tres opciones
1)      Ampliar el concepto sin alterar marco metodológico (que es lo que ha venido haciéndose durante las últimas décadas, sin ocultar la persistencia de la pobreza y desigualdad).
2)      Negación del desarrollo como noción universal y conveniencia en abandonar la empresa, esta descansaría sobre las distintas visiones locales asumiendo una diferencia entre ellas, rechazando al mismo tiempo al desarrollo como a la etiqueta de subdesarrollo.
3)      Reorientación profunda del concepto y estrategias.

   La postura del autor (del texto y de esta revisión), coincide con la tercera aludiendo de alguna manera a los fundamentos ideales del desarrollo en su propuesta original, una reevaluación del término y la idea total de desarrollo que tampoco, únicamente añadiría que esto no es posible sin tomar en cuenta las realidades locales, para las que tiene que trabajarse el rechazo a ciertos estereotipos, etiquetas y mal concepciones (postulados en la segunda).

   El autor hace también referencia a la preocupación fundamental, a la idea kantiana sobre el ser humano como fin en sí mismo, lo que veo reflejado tanto en la necesidad de desarrollo (o bienestar si abominamos ya del término) como en la preocupación natural por el mismo, lo que representaría un anclaje para la noción de mejora de la calidad de la vida como consideración principal a otros fines abstractos como los que se han hecho -de manera abusiva- durante el uso del desarrollo como ideal.

   Una nueva noción de desarrollo tiene como requisitos ineludibles la generación de medios de vida (económico), equidad (social), sostenibilidad (ecológico) y empoderamiento en el sentido de reivindicar la postura y derechos de aquellos pueblos llamados sin historia (político), por lo que vemos que el cambio de enfoque requiere de la interacción de diferentes ámbitos, escalas y dinámicas… en suma, la complejidad propia de una civilización no subsumida únicamente al orden económico.

   El autor está proponiendo, entonces, un enfoque que abarque distintas aproximaciones, mencionando además el la capacidad del Estado nación para condicionar aspectos relevantes en el proceso, sin embargo, desde mi punto de vista esta propuesta no está finalizada en el sentido de tomar en cuenta los poderes que juegan en una realidad política actual.

   En definitiva, lo que se cuestiona en este texto es el modelo de globalización y crecimiento experimentado por la economía: una alocada huída hacia delante, cuya fragilidad ha acabado por demostrarse de forma dramática, un fracaso global, sistémico como expresaría Danechi en los años 90, llevándose por delante la idea del bien común, la existencia de lugares colectivos y sostenibilidad a nivel ecológico.
   Se plantea la realidad actual como una crisis económica que no puede ser superada en la línea que sigue, por lo que es necesario un cambio estructural de la forma de organizar producción, distribución al servicio de las personas y acordes con la preservación de los recursos.




[1] Otra autora que considera el papel de la participación de la mujer en actividades económicas es Michelle Z. Rosaldo haciendo la distinción entre el trabajo público que y el privado, a la mujer le corresponde lo doméstico al estar asociado a la reproducción mientras que el ámbito público es el que dota al hombre de estatus en sociedad.
[2] Este enfoque puede relacionarse con las posturas de “anti-fundacionalismo” o “anti-escencialismo” como refiriera Erenesto Lacau.
[3] Aunque Partha Chatterjee, tratando el problema de “la modernidad en dos idiomas” (A Possible India, 1998), señala que la modernidad significa Ilustración y no Renacimiento, aludiendo a la definición de Kant (que el Hombre llegara a la mayoría de edad, dejando atrás su inmadurez y alcanzando la libertad), remarcando en que esta libertad está asociada a la idea europea de humanidad, es a los europeos quienes les corresponde ser modernos y libres.
[4] Habermas

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