miércoles, 16 de septiembre de 2015

"Ideología Político-económica dominante y claves para un nuevo paradigma"

A través de un planteamiento bastante completo en el que, veremos, se tratan las distintas esferas de complejo social como un todo, José Manuel Naredo propone un replanteamiento de la estructura dominante. El presente análisis observa la interacción de la estructura económica con el sistema ideológico vigente y enfatiza en el papel de la producción propia de ideas y formas de asumir las circunstancias sociales.



   En primer lugar, Naredo habla, desde un enfoque historicista del devenir del estudio y desarrollo económico en el que, como hemos visto en clase, se presenta en una transición entre la producción de riqueza de los fisiócratas (quienes buscan el crecimiento productivo sin menoscabo del fondo de bienes[1]) hacia la adquisición de estos mismos (explotación/ apropiación) amparada por la idea de mayor productividad para "el abastecimiento de todo el mundo". Observamos que este tránsito comienza dándose principalmente con la ideología defendida por los economistas clásicos; una vez que desprendemos el quehacer económico de su fase práctica terrenal y lo dejamos a una mano invisible (que, encima, trabaja en pos del bien común), es fácil dejar de considerar el mundo operativo físico como algo consistente y reducirlo, como menciona Naredo, a una mera metáfora.

A partir de este desarrollo me gustaría hablar sobre las tres esferas que comenta el autor puesto que creo que contempla de manera muy comprensiva diferentes aspectos de la cultura.

En primer lugar está el aspecto ideológico. Dentro de este se trata la cuestión de la metáfora absoluta; en el caso de las economías de mercado vemos que el estímulo económico (léase dinero/lucro/crecimiento) ha pasado desde hace tiempo a ser el centro del discurso ideológico. Si lo vemos simbólicamente, el afán de crecimiento se ha convertido en una especie de meta relato en el que creemos incuestionablemente, este es un mecanismo interesante si tomamos en cuenta que nos encontramos en una de las sociedades más vanguardistas y críticas ideológicamente hablando[2]; más anormal aún resulta la consideración de que esta misma ideología -altamente individualista- sea la que somete a sus miembros a una continua insatisfacción, a la opresión de una fuerza externa (necesaria para imponer un régimen de autoridad que pierde su legitimidad) y a la alienación de su medio, que es, paradójicamente lo que podría devolverle el sentido de equilibrio (creemos que una sensación más sólida de pertenencia al grupo social y una conciencia con respecto a su entorno otorgaría al individuo una mejor solidez personal).

Sin embargo, vemos que desde los estudios de Durkheim se somete a juicio la desintegración social dada a raíz de una división cada vez más específica del trabajo (Morrison, 2010).  Si hay algo que se pierde en este tránsito es la identidad con el grupo, de manera que a partir de ahora la actividad individual se vuelve cada vez más delimitada con el fin de que los integrantes puedan "dedicarse de lleno" a ésta.

Una última mención a lo anterior es que nuevamente encontramos al Estado como el gran mecanismo de facilitador de esta transición ¿y cómo? a través del control sobre el contrato matrimonial. Al colocar el eje vertebrador de la sociedad en la familia nuclear, este vínculo contractual es controlable a través de esta institución, dejando un poco de lado los lazos de amistad e integración en un grupo mayor[3]. Aquí nos encontramos ante una verdad abrumadora: hemos dejado nuestras relaciones personales en manos de las instituciones.

En fin, mucho se ha hablado de las consecuencias de esta parcelación de la racionalidad (o división cada vez más definida del trabajo y las relaciones), la insatisfacción personal y el individualismo vacío pueden constatarse en el día a día. Con todo, esta reflexión debe verse también en correspondencia con el influjo social de la economía de mercado. Es al abstraer nuestras relaciones al contrato que otorgamos poder (a la par que sometimiento y obediencia) a una autoridad basada en el pago, esto sin mencionar otros abusos que permitimos al aceptar (y reforzar) este sistema, como la generación de dinero que es una estrategia injusta por estar sujeta al arbitrio de empresas privadas, mismas que, como dice Naredo (2013) pueden darse el lujo de "comprar al mundo" a partir de sus políticas y, claro, reforzando su posición políticamente mediante la financiación del Estado[4].

Hemos hablado desde el aspecto social, ideológico y económico sobre la desarticulación de nuestra sustentabilidad sociológica y económica[5], esto es circunstancialmente tan cierto como que vivimos en una sociedad de mercado y para comenzar a realizar cualquier propuesta de mejora hemos de reconocer esta situación del mayor número posible de ángulos.
A modo de resumen diremos que, a pesar de que no se puede reducir la estructuración de una cultura ni a la esfera política ni económica, el autor sí ha dado pistas para una nueva conformación estructural. Una de las principales es la individualización autónoma, concepto propuesto por Naredo para referirse a la conciencia individual de la dependencia que tiene el individuo con respecto a su medio; ésta le da la posibilidad de sostener una conducta más integrada y por tanto más armónica ecológicamente.

Para dichos efectos consideramos que la demanda de la participación social en la vida política (en otras palabras, la generalización de ciudadanía en los hombres) es primordial. Intuimos que esta es una empresa de alta envergadura que implica la modificaciones de instituciones tanto sociales como individuales, sin embargo que en un sistema que ha sido colonizado en todos sus niveles es necesaria una reacción también apuntada en múltiples direcciones. Tan solo esperamos que. por lo menos en el plano de la conciencia, nos tornemos un poco más responsables.















Bibliografía

Naredo, J. M. "Ideología político-económica dominante y claves para un nuevo paradigma" Universidad Politécnica de Madrid, España. 2013

Morrison, K. "Marx, Durkheim, Weber: Las bases del pensamiento social moderno" Editorial Popular, España. 2010




[1] Quesnay
[2] Me refiero con esto al positivismo reinante, que pregona al objetivismo como valor máximo. Dentro de este contexto no es fácil comprender cómo es que podemos estar sumergidos en una de las formas ideológicas más inviables tanto ecológica como personalmente, pero eso es algo que desarrollaré a continuación.
[3] De modo que al comprar nuestra libertad mediante un contrato de acuerdo mutuo estoy en realidad generando una personalidad de sumisión moral ante el organismo que controla los términos de este documento / relación.
[4] A este respecto Naredo realiza una observación: Tanto el sistema de mercado reinante (liberalismo) como la organización política (democracia) ven traicionados los ideales que propugnaron originalmente, en el caso del liberalismo, el libre comercio se ve traducido al intervencionismo y el despotismo que se ha instaurado como forma política. Consideramos que uno de los más potentes mecanismos de control de la ideología popular es sustentar la organización social en estas formas ideales puesto que, al haber sido legitimadas a través del conflicto dialéctico a lo largo de la historia, se vuelven menos cuestionables. Al final nos damos cuenta que, lejos de encontrarnos en los paradigmas ideales de organización, estamos sumergidos en la forma más eficaz de dominio debido a la mitificación de estos dos conceptos.
[5] Recordemos que hemos no solo hemos abandonado la economía fisiocrática, sino que nos hemos creado un paradigma de apropiación de los recursos en los que en ningún momento se contempla dentro de la ecuación los costes de reposición, lo que genera un aceleramiento aún más dramático en el deterioro ambiental.

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