sábado, 19 de septiembre de 2015

De los tipos de opresión en torno al sexo-género.

“El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo”
por Gayle Rubin.
 


  Creo que este texto condensa los patrones de dominación que hemos analizado hasta ahora y los aplica para explicar no sólo la domesticación de la mujer sino la de nuestra sexualidad. Rubin retoma las ideas de Engels y Marx, completándolas con Levi-Strauss y con Freud, para dar una paleta más amplia de los mecanismos que se articulan en la dominación (ideática) de la sexualidad a través del sistema sexo género. Puede que sea conveniente comenzar por el significado de este concepto.

   “El sistema de sexo género es el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas”, es decir, es un sistema de organización y modulación de impulsos de acuerdo a acuerdos sociales para reproducir pautas de vida y de supervivencia a nivel de lo económico; se caracteriza por ejercer dominio sobre la actividad sexual de los humanos tomando los elementos biológicos como determinantes de lo que debe ser la conducta del individuo. Como acabo de decir, este sistema es la “sede de opresión de las mujeres” pero no sólo eso sino de “las minorías sexuales y de algunos aspectos de la personalidad humana en los individuos”.

   Ahora bien, mecanismos como estos habían sido descritos por Engels como sistema de Parentesco ¿por qué no usamos ese término para referirnos al modelo regulador? Si bien es cierto que no encontramos ninguna civilización que no domine y regule la actividad sexual de sus miembros desde el Parentesco no debemos cerrarnos a que esta es la única posibilidad de organización, el concepto “sexo-género” deja abierta la posibilidad de gestar nuevos sistemas de organización en los que haya cabida para una forma distinta de disposiciones en el que la materia prima biológica del sexo y la procreación sean ordenadas.

   Entendemos que el modelo sexo-genero como lo conocemos actualmente es una construcción, producto de convenciones que analizaremos a continuación y que pueden ser concebidas otras distintas para relacionar el factor biológico de características sexuales y reproductivas con el papel y la interacción de hombres y mujeres en sociedad.

   El primer paso para entender la dominación de clases lo dio Marx, y ninguno de manera tan contundente y detallada. Su teoría de dominación expone la aparición del capitalismo como principal elemento de subordinación; sin embargo, el papel de la mujer en Marx está escasamente explicado, lo que él expone es el contraste entre la plusvalía (la acumulación de ganancia del empresario a costa del trabajador) y el coste de reposición (lo que el trabajador gana y usa para restablecerse a sí mismo como mano de obra, dentro de éstas entran alimentos, vestido y descanso, necesidades para reproducir su energía, dentro de este sistema, la mujer esposa es uno más de los elementos utilitarios, necesaria para facilitar las actividades del trabajador).

   Marx no toma en cuenta el rol de la mujer en este sistema de Producción porque su trabajo
–doméstico- no representa ganancias económicas ni plusvalía ninguna, sin embargo se reconoce que su labor es crucial en la reproducción de capital (porque lavando los trastes y cocinando permite al obrero perpetuar su trabajo día con día).  En otras palabras, la mujer sirve al sistema de Producción pero su trabajo no es considerado como productivo.

   Los huecos de este postulado para explicar la subordinación de género son claros. En primer lugar, Marx está obviando el papel de la mujer desde la otra cara de la producción: la reproducción (ya no de fuerzas; de hombres), y está dejando fuera de la ecuación todos los factores económicos que no se ven reflejados en ganancia monetaria[1]; por otra parte, el aspecto económico no es el único implicado en el sistema de sexo-género y sí lo único tratado por él.

   Engels sí que incluye el factor de la reproducción. En su Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, explica la guerra por la apropiación de la riqueza del derecho materno en lo que se convertiría en el patriarcado. Aunque el método de Engels sustenta explicaciones generales, hay que remarcar que no todos los sistemas de estratificación pueden definirse como patriarcado en términos estrictos (aunque en la práctica el resultado es el mismo).

   Los sistemas patriarcales son aquellos que tienen un Patriarca, un individuo con poder absoluto sobre un grupo de esposas, hijos, rebaños y en general la institución de paternidad (el ejemplo prototípico son las sociedades pastorales hebreas), en otras sociedades la opresión no proviene de la figura del padre o patriarca sino de la institución de la masculinidad adulta colectiva que se encarna en cultos secretos, casas de hombres, redes de intercambio, de prestigio, de conocimiento ritual, etc. La diferencia es, en suma, la posesión de un grupo familiar contra el acuerdo generalizado de la dominación de ellos sobre ellas (un ejemplo podrían ser familias musulmanas en las que si bien una mujer puede dominar la casa y ser una tirana con su nuera, la dominación simbólica de la mujer está presente en actos simbólicos como su falta de acceso a mezquitas junto con ellos).

   Textos antes se ha criticado que Engels no explica la adquisición del poder, es decir, no incorpora el papel práctico de la mujer en la estructura política. Corresponderá a Lévi-Strauss y a Freud integrarla en la explicación de la dominación.

   En estudios previos a Las estructuras elementales del parentesco de Lévi-Strauss, Marcel Mauss nos había enseñado que los regalos eran los hilos del discurso de dominación, no pocas veces se demuestra la riqueza y por lo tanto el prestigio de un individuo o un grupo, otorgando regalos, ya sea para constatar que el donatario no puede competir con él, o para manejar un sistema de deudas que mantiene el control entre grupos. Es entonces, el código de recibir y devolver regalos lo que regula relaciones tanto individuales como grupales.

   Lévi-Strauss explica que el papel de la mujer es ser objeto del intercambio y para asegurarnos de esto tenemos a la máxima institución de orden social primitivo: el tabú de incesto (presente en todas las civilizaciones). Éste tendrá la función de asignarle a ella un destino según las necesidades sociales, de modo que un padre puede ofrecer a su hija como esposa, pero una mujer no se puede ofrecer a sí misma, su papel es ser esposa. Vemos en esto la cosificación de la mujer en un elemento de intercambio. El título del texto de Rubin es muy significativo en este sentido: “El tráfico de mujeres” es su circulación en un sistema que termina siendo ajeno a ella.

   Hasta este punto Levi-Strauss nos ha llevado a una conclusión fundamental, la dominación del sexo corresponde a disposiciones sociales, no biológicas. Él no explica la subordinación en términos de  funcionalidad del cerebro o de fuerza, sino como producto de la organización social, Strauss demuestra que para que esta funcione la mujer (la más cara mercancía) tiene que ser puesta en el tráfico de acuerdos y servicios. Pero cuidado, la mujer, como mujer: un hombre puede ser traficado igualmente, como esclavo, de la misma manera que una mujer puede entrar en circulación como prostituta, pero lo que resalta el título del texto es que el tráfico que se hace con las mujeres en este sistema de intercambio se hace basado en el sexo[2], y no es poco decir que la mitad de la población esté sometida en este mecanismo, vamos a ver a continuación hasta qué punto se somete también al otro género.

   Strauss nos ha hablado de los sistemas de parentesco como un lenguaje o código de intercambio en el que al intercambiarse mujeres se ponen las pautas para el acceso sexual, la situación genealógica, los nombres, el  linaje, los derechos sobre la prole, etc., está demostrando así que el parentesco es el primer elemento civilizatorio (y así solían estudiarlo los antropólogos: como el primer código a descifrar), y por tanto todos los miembros del grupo quedarían afectados por esta lógica.

  Es verdad que en este sistema ello son sujetos y ellas objetos y que ellas no reciben los beneficios de su circulación pero también entendemos que esta disposición implica un “estado de dependencia recíproca entre los dos sexos”. El tabú del incesto (que dice con quien sí puedes unirte en matrimonio) marca también un tabú contra la igualdad de hombres y mujeres, uno que divide los sexos en dos categorías mutuamente exclusivas, uno que exacerba las diferencias biológicas… y así se inventa el género.

   El género es el conjunto de normas socialmente instauradas que toman como referencia el componente biológico. La organización social del sexo (determinar qué puede hacer una mujer y qué debe hacer un hombre) se basa en el género (se instalan las determinaciones en funciones, actitudes y conductas).

   Podemos decir que el parentesco se impone en el hombre en forma de determinar su género. Sabemos que todos estamos insertos en esta trama de valores sociales y que a unos les es más provechoso que a otros (pongamos por ejemplo la clase social, que todos aceptamos aunque no todos estén de acuerdo), lo que nos interesa aquí es ver de qué manera el sistema se organiza para preservar sus limitaciones y pautas.

   El sistema de parentesco, además de decirle a la mujer que tiene que irse a la tribu vecina y casarse con el hijo de la hermana del padre, impone vínculos de matrimonio heterosexual. Los machos de la tribu se convierten en “hombres” y las hembras en “mujeres”[3] con actividades previamente designadas (por eso nos dice Rubin que “la división de los sexos tiene el efecto de reprimir algunas de las características de personalidad de prácticamente todos los hombres y mujeres, es una división rígida de la personalidad”), imponiendo un orden social lógico de diferenciación que, de ser violado, implicaría un estigma social[4].

   La antropología, en un intento de encontrar los patrones naturales de conducta de los hombres ha estudiado tanto la dominación femenina como las pautas de conducta sexual y médicamente no ha encontrado ningún elemento (fuera de lo social) fijo e inamovible que caracterice la diferencia de géneros, no hay algo generalizado en todas las culturas que nos indique lo que hace  a un hombre diferente de una mujer (salvo si queremos asumir como dogmática su imposición sobre ella), incluso las estadísticas médicas prueban que la diferencia de gametos o la presencia de caracteres sexuales físicos  puede no corresponder con la asignación sexual dada[5].

   ¿Puede ser explicada entonces la división sexo / género explicada a través de la economía política? Creemos que, como toda situación social, esta es una suma de factores ideológicos e históricos, aunque hasta ahora nos ha bastado este enfoque para dar con tres elementos reguladores de la sexualidad:
-El tabú de incesto
-La heterosexualidad
-La división sexual del trabajo

   Freud habría corroborado nuestra idea social en que la adjudicación de un rol de género es producto de procesos no biológicos. Nosotros decimos que son procesos sociales él insistía que procesos psíquicos. Nos describe, en una teoría de la sexualidad, los mecanismos por los cuales los sexos son divididos y deformados, y de cómo los niños andróginos y bisexuales son transformados en niños y niñas. Veamos lo que su teoría tiene que decirnos sobre la reproducción del sistema de parentesco.

  Hemos visto que el parentesco requiere la división de sexos (requiere determinar qué función es a cada individuo y cómo se va a manejar el entramado de intercambios; en fin, las reglas de dominación) y que esta no se da inmediatamente a partir de la diferenciación fisiológica. Freud nos explica que “en la fase preedípica los niños de ambos sexos son psíquicamente imposibles de distinguir, lo que significa que su diferenciación no se podía suponer sino que había que explicarla.” Se nos expone que los niños preedípicos serían bisexuales porque ambos seos exhibirían toda la gama de actitudes libidinales y que para ambos el objeto de deseo sería la madre. En este esquema, la crisis edípica corresponde al shock del niño de asumir una posición en la estructura dicotómica de sexos, privándose de toda una gama de derechos de personalidad y acceso sexual al otro sexo.
   El trabajo de Freud nos es valioso porque su psicoanálisis “no trata de describir lo que es una mujer…sino que indaga cómo llega a ser, cómo de una criatura con una disposición bisexual se desarrolla una mujer”.

   Quizá no logra explicar del todo este mecanismo puesto que sus ideas de la envidia del pene o su reconocimiento de castración quedan faltas de aportaciones más completas, sin embargo nos adelanta mucho cuando dice

   “Sería una solución de simplicidad ideal si pudiéramos suponer que desde determinada edad en adelante la influencia elemental de la atracción mutua entre los sexos se hace sentir e impulsa a la mujercita hacia los hombres… Pero las cosas no serán tan fáciles; escasamente sabemos si podemos creer en serio en esa fuerza que de tanto y con tanto entusiasmo hablan los poetas pero que no se puede disecar analíticamente” (Freud, “Feminity”, 1965).

   Como vemos, entrar en la definición de lo que son las causas de la dominación femenina en la humanidad es probablemente una empresa que escape a nuestras manos, sin embargo los estudios hechos al respecto revelan elementos esenciales para entender esta misma dominación en nuestra sociedad. La propuesta de Rubin es reorganizar el sistema sexo-género en uno menos destructivo.

   Conviene decir que tenemos suerte de encontrarnos a estas alturas de semejante tarea, en un punto de la historia en que se han tratado diferentes sistemas de división del trabajo, en que el capitalismo nos ha permitido ver como con lupa de aumento dónde radican los elementos de control a nivel económico y en los que la especialización del trabajo ha traído a nuestro alcance información de tantos diferentes ramos. Así mismo, mientras que en otras sociedades el sistema sexo-género era crucial para el funcionamiento de la economía en un sistema de división sexual del trabajo (pensemos en la estructura familiar de la España agrícola de hace 50 años), en el transcurso de la historia se ha venido despojando de sus funciones.

   Políticamente se ha conseguido disipar la diferenciación de derechos y acceso a recursos de hombres y mujeres, económicamente tenemos un sistema en el que la mujer no se ver confinada  a la recolección de tubérculos y puede ampliar su gama de posibilidades, educativa y organizativamente, el sexo ya tampoco juega un papel diferenciador como lo hiciera en tiempos en que sólo la mujer podía hablar de ciertas cosas o sólo era dado al hombre comprender filosofía, de este modo vemos que en la actualidad el sistema sexo-género ha caído en la avalancha de relativización. Si a esto añadimos la medicalización del cuerpo que permite desde cambios de sexo a fertilización in vitro entendemos por qué este sistema ya no se sostiene más que en sí mismo y sólo en un uso tradicional[6].

   La propuesta de Rubin va dirigida a una sociedad que tiene mucho ganado en materia de organización política del trabajo, sugiriendo que “si la división sexual del trabajo distribuyera el cuidado de los niños entre adultos de ambos sexos por igual y la heterosexualidad no fuera obligatoria, no se sobrevaloraría el pene”, por lo que, dice, debemos “intentar una revolución en el parentesco que libere las formas de expresión sexual y libere a la personalidad humana del chaleco de fuerza del género”.

   Por último, queremos hacer una consideración especial a los autores utilizados en el texto de Rubin (todos hombres), por haberse preocupado por aislar los elementos de funcionamiento del sexo-género y permitir una mejor comprensión del mismo. Así como a la propia autora que, defendiendo su sueño de una “sociedad andrógina”[7], nos ha permitido ensanchar nuestra comprensión del sistema organizativo del sexo y preguntarnos hasta qué grado estamos conformes con lo que el contrato social estipula de nosotras en tanto que mujeres.
  




[1] Recordemos que lo económico es aquello dedicado a satisfacer necesidades de subsistencia, por lo que los procesos de preparación de alimentos y manutención de la prole son tan importantes como la adquisición de éstos. Es únicamente en el sistema capitalista que lo económico se reduce a la acumulación del capital (traducido en dinero), en otros, los procesos de provisión se estudian de maneras más completas e integradas a la sociedad.
[2]  El padre entrega a la novia como un hombre que posee a una mujer, no a un útil.
[3] La antropología nos enseña que esta asignación no siempre está determinada por los rasgos físicos, hay ritos entre los mohave que permiten a una persona cambiar de género, las mujeres nuer pueden contraer un esposo mujer si ella asume durante todo lo largo de la relación su papel como él. Esto por citar brevemente algunos ejemplos.
[4] “La mujer no usará lo que pertenece a un hombre, ni el hombre se pondrá ropa de mujer: porque todos los que lo hagan son abominación a los ojos del Señor tu Dios” (Deutoronomio, 22:5).
[5] Casos como el travestismo, la intersexualidad (personas que nacen con ambos sexos), o la homosexualidad, han sido estudiados. Ahí donde la psiquiatría marcaba antes una anormalidad de tipo mental, la medicina reconoce ahora una manifestación más de la pluralidad humana.
[6] Lo  que queremos decir es que si bien este binomio habría sido crucial antes para la organización de la sociedad, la tecnología, ciencia e ideología actuales se encuentran en un punto de “independentización” de estas estructuras y que pueden fácilmente prescindir de él.
[7] En la que el individuo no esté obligado a comportarse o a limitarse según rasgos sexuales fisiológicos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario