“El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo”
por Gayle Rubin.
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Creo
que este texto condensa los patrones de dominación que hemos analizado hasta
ahora y los aplica para explicar no sólo la domesticación de la mujer sino la
de nuestra sexualidad. Rubin retoma las ideas de Engels y Marx, completándolas
con Levi-Strauss y con Freud, para dar una paleta más amplia de los mecanismos
que se articulan en la dominación (ideática) de la sexualidad a través del
sistema sexo género. Puede que sea conveniente comenzar por el significado de este
concepto.
“El
sistema de sexo género es el conjunto de disposiciones por el que una sociedad
transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y en el
cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas”, es decir, es un
sistema de organización y modulación de impulsos de acuerdo a acuerdos sociales para reproducir pautas
de vida y de supervivencia a nivel de lo económico; se caracteriza por ejercer
dominio sobre la actividad sexual de los humanos tomando los elementos
biológicos como determinantes de lo que debe ser la conducta del individuo.
Como acabo de decir, este sistema es la “sede de opresión de las mujeres” pero
no sólo eso sino de “las minorías sexuales y de algunos aspectos de la
personalidad humana en los individuos”.
Ahora
bien, mecanismos como estos habían sido descritos por Engels como sistema de
Parentesco ¿por qué no usamos ese término para referirnos al modelo regulador?
Si bien es cierto que no encontramos ninguna civilización que no domine y
regule la actividad sexual de sus miembros desde el Parentesco no debemos
cerrarnos a que esta es la única posibilidad de organización, el concepto
“sexo-género” deja abierta la posibilidad de gestar nuevos sistemas de
organización en los que haya cabida para una forma distinta de disposiciones en el que la materia prima
biológica del sexo y la procreación sean ordenadas.
Entendemos que el modelo sexo-genero como lo conocemos actualmente es
una construcción, producto de convenciones que analizaremos a continuación y
que pueden ser concebidas otras distintas para relacionar el factor biológico
de características sexuales y reproductivas con el papel y la interacción de
hombres y mujeres en sociedad.
El
primer paso para entender la dominación de clases lo dio Marx, y ninguno de
manera tan contundente y detallada. Su teoría de dominación expone la aparición
del capitalismo como principal elemento de subordinación; sin embargo, el papel
de la mujer en Marx está escasamente explicado, lo que él expone es el
contraste entre la plusvalía (la acumulación de ganancia del empresario a costa
del trabajador) y el coste de reposición (lo que el trabajador gana y usa para
restablecerse a sí mismo como mano de obra, dentro de éstas entran alimentos,
vestido y descanso, necesidades para reproducir su energía, dentro de este
sistema, la mujer esposa es uno más de los elementos utilitarios, necesaria
para facilitar las actividades del trabajador).
Marx no toma en cuenta el rol de la mujer en este sistema de Producción porque su trabajo
–doméstico- no representa ganancias económicas ni plusvalía ninguna, sin embargo se reconoce que su labor es crucial en la reproducción de capital (porque lavando los trastes y cocinando permite al obrero perpetuar su trabajo día con día). En otras palabras, la mujer sirve al sistema de Producción pero su trabajo no es considerado como productivo.
–doméstico- no representa ganancias económicas ni plusvalía ninguna, sin embargo se reconoce que su labor es crucial en la reproducción de capital (porque lavando los trastes y cocinando permite al obrero perpetuar su trabajo día con día). En otras palabras, la mujer sirve al sistema de Producción pero su trabajo no es considerado como productivo.
Los
huecos de este postulado para explicar la subordinación de género son claros.
En primer lugar, Marx está obviando el papel de la mujer desde la otra cara de
la producción: la reproducción (ya no de fuerzas; de hombres), y está dejando
fuera de la ecuación todos los factores económicos que no se ven reflejados en
ganancia monetaria[1];
por otra parte, el aspecto económico no es el único implicado en el sistema de
sexo-género y sí lo único tratado por él.
Engels
sí que incluye el factor de la reproducción.
En su Origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado, explica la guerra
por la apropiación de la riqueza del derecho materno en lo que se convertiría
en el patriarcado. Aunque el método de Engels sustenta explicaciones generales,
hay que remarcar que no todos los sistemas de estratificación pueden definirse
como patriarcado en términos estrictos (aunque en la práctica el resultado es
el mismo).
Los
sistemas patriarcales son aquellos que tienen un Patriarca, un individuo con
poder absoluto sobre un grupo de esposas, hijos, rebaños y en general la
institución de paternidad (el ejemplo prototípico son las sociedades pastorales
hebreas), en otras sociedades la opresión no proviene de la figura del padre o
patriarca sino de la institución de la masculinidad adulta colectiva que se
encarna en cultos secretos, casas de hombres, redes de intercambio, de
prestigio, de conocimiento ritual, etc. La diferencia es, en suma, la posesión
de un grupo familiar contra el acuerdo generalizado de la dominación de ellos
sobre ellas (un ejemplo podrían ser familias musulmanas en las que si bien una
mujer puede dominar la casa y ser una tirana con su nuera, la dominación
simbólica de la mujer está presente en actos simbólicos como su falta de acceso
a mezquitas junto con ellos).
Textos
antes se ha criticado que Engels no explica la adquisición del poder, es decir,
no incorpora el papel práctico de la mujer en la estructura política. Corresponderá
a Lévi-Strauss y a Freud integrarla en la explicación de la dominación.
En estudios
previos a Las estructuras elementales del
parentesco de Lévi-Strauss, Marcel Mauss nos había enseñado que los regalos
eran los hilos del discurso de dominación, no pocas veces se demuestra la
riqueza y por lo tanto el prestigio de un individuo o un grupo, otorgando
regalos, ya sea para constatar que el donatario no puede competir con él, o
para manejar un sistema de deudas que mantiene el control entre grupos. Es
entonces, el código de recibir y devolver regalos lo que regula relaciones
tanto individuales como grupales.
Lévi-Strauss explica que el papel de la mujer es ser objeto
del intercambio y para asegurarnos de esto tenemos a la máxima
institución de orden social primitivo: el tabú
de incesto (presente en todas las civilizaciones). Éste tendrá la función
de asignarle a ella un destino según las necesidades sociales, de modo que un
padre puede ofrecer a su hija como esposa, pero una mujer no se puede ofrecer a
sí misma, su papel es ser esposa. Vemos
en esto la cosificación de la mujer en un elemento de intercambio. El título
del texto de Rubin es muy significativo en este sentido: “El tráfico de
mujeres” es su circulación en un sistema que termina siendo ajeno a ella.
Hasta
este punto Levi-Strauss nos ha llevado a una conclusión fundamental, la
dominación del sexo corresponde a disposiciones sociales, no biológicas. Él no
explica la subordinación en términos de
funcionalidad del cerebro o de fuerza, sino como producto de la
organización social, Strauss demuestra que para que esta funcione la mujer (la
más cara mercancía) tiene que ser puesta en el tráfico de acuerdos y servicios.
Pero cuidado, la mujer, como mujer: un hombre puede ser traficado igualmente,
como esclavo, de la misma manera que una mujer puede entrar en circulación como
prostituta, pero lo que resalta el título del texto es que el tráfico que se
hace con las mujeres en este sistema de intercambio se hace basado en el sexo[2],
y no es poco decir que la mitad de la población esté sometida en este
mecanismo, vamos a ver a continuación hasta qué punto se somete también al otro
género.
Strauss nos ha hablado de los sistemas de parentesco como un lenguaje o
código de intercambio en el que al intercambiarse mujeres se ponen las pautas
para el acceso sexual, la situación genealógica, los nombres, el linaje, los derechos sobre la prole, etc.,
está demostrando así que el parentesco es el primer elemento civilizatorio (y
así solían estudiarlo los antropólogos: como el primer código a descifrar), y
por tanto todos los miembros del grupo quedarían afectados por esta lógica.
Es
verdad que en este sistema ello son sujetos y ellas objetos y que ellas no
reciben los beneficios de su circulación pero también entendemos que esta
disposición implica un “estado de dependencia recíproca entre los dos sexos”.
El tabú del incesto (que dice con quien sí puedes unirte en matrimonio) marca
también un tabú contra la igualdad de hombres y mujeres, uno que divide los sexos
en dos categorías mutuamente exclusivas, uno que exacerba las diferencias
biológicas… y así se inventa el género.
El género es el conjunto de normas socialmente
instauradas que toman como referencia el componente biológico. La organización
social del sexo (determinar qué puede hacer una mujer y qué debe hacer un
hombre) se basa en el género (se instalan las determinaciones en funciones,
actitudes y conductas).
Podemos decir que el parentesco se impone en el hombre en forma de
determinar su género. Sabemos que todos estamos insertos en esta trama de
valores sociales y que a unos les es más provechoso que a otros (pongamos por
ejemplo la clase social, que todos aceptamos aunque no todos estén de acuerdo),
lo que nos interesa aquí es ver de qué manera el sistema se organiza para
preservar sus limitaciones y pautas.
El
sistema de parentesco, además de decirle a la mujer que tiene que irse a la
tribu vecina y casarse con el hijo de la hermana del padre, impone vínculos de
matrimonio heterosexual. Los machos de la tribu se convierten en “hombres” y
las hembras en “mujeres”[3]
con actividades previamente designadas (por eso nos dice Rubin que “la división
de los sexos tiene el efecto de reprimir algunas de las características de
personalidad de prácticamente todos los hombres y mujeres, es una división
rígida de la personalidad”), imponiendo un orden social lógico de
diferenciación que, de ser violado, implicaría un estigma social[4].
La
antropología, en un intento de encontrar los patrones naturales de conducta de
los hombres ha estudiado tanto la dominación femenina como las pautas de
conducta sexual y médicamente no ha encontrado ningún elemento (fuera de lo
social) fijo e inamovible que caracterice la diferencia de géneros, no hay algo
generalizado en todas las culturas que nos indique lo que hace a un hombre diferente de una mujer (salvo si
queremos asumir como dogmática su imposición sobre ella), incluso las
estadísticas médicas prueban que la diferencia de gametos o la presencia de
caracteres sexuales físicos puede no
corresponder con la asignación sexual dada[5].
¿Puede ser explicada entonces la división
sexo / género explicada a través de la economía política? Creemos que, como
toda situación social, esta es una suma de factores ideológicos e históricos,
aunque hasta ahora nos ha bastado este enfoque para dar con tres elementos
reguladores de la sexualidad:
-El tabú de
incesto
-La heterosexualidad
-La división sexual del trabajo
-La heterosexualidad
-La división sexual del trabajo
Freud
habría corroborado nuestra idea social en que la adjudicación de un rol de
género es producto de procesos no
biológicos. Nosotros decimos que son procesos sociales él insistía que procesos
psíquicos. Nos describe, en una teoría de la sexualidad, los mecanismos por los
cuales los sexos son divididos y deformados, y de cómo los niños andróginos y
bisexuales son transformados en niños y niñas. Veamos lo que su teoría tiene
que decirnos sobre la reproducción del sistema de parentesco.
Hemos
visto que el parentesco requiere la división de sexos (requiere determinar qué
función es a cada individuo y cómo se va a manejar el entramado de
intercambios; en fin, las reglas de dominación) y que esta no se da
inmediatamente a partir de la diferenciación fisiológica. Freud nos explica que
“en la fase preedípica los niños de ambos sexos son psíquicamente imposibles de
distinguir, lo que significa que su diferenciación no se podía suponer sino que había que explicarla.” Se nos expone
que los niños preedípicos serían bisexuales porque ambos seos exhibirían toda
la gama de actitudes libidinales y que para ambos el objeto de deseo sería la
madre. En este esquema, la crisis edípica corresponde al shock del niño de
asumir una posición en la estructura dicotómica de sexos, privándose de toda
una gama de derechos de personalidad y acceso sexual al otro sexo.
El
trabajo de Freud nos es valioso porque su psicoanálisis “no trata de describir
lo que es una mujer…sino que indaga cómo llega a ser, cómo de una criatura con
una disposición bisexual se desarrolla una mujer”.
Quizá
no logra explicar del todo este mecanismo puesto que sus ideas de la envidia
del pene o su reconocimiento de castración quedan faltas de aportaciones más
completas, sin embargo nos adelanta mucho cuando dice
“Sería
una solución de simplicidad ideal si pudiéramos suponer que desde determinada
edad en adelante la influencia elemental de la atracción mutua entre los sexos
se hace sentir e impulsa a la mujercita hacia los hombres… Pero las cosas no
serán tan fáciles; escasamente sabemos si podemos creer en serio en esa fuerza
que de tanto y con tanto entusiasmo hablan los poetas pero que no se puede disecar analíticamente”
(Freud, “Feminity”, 1965).
Como
vemos, entrar en la definición de lo que son las causas de la dominación
femenina en la humanidad es probablemente una empresa que escape a nuestras
manos, sin embargo los estudios hechos al respecto revelan elementos esenciales
para entender esta misma dominación en nuestra
sociedad. La propuesta de Rubin es reorganizar el sistema sexo-género en uno
menos destructivo.
Conviene decir que tenemos suerte de encontrarnos a estas alturas de
semejante tarea, en un punto de la historia en que se han tratado diferentes
sistemas de división del trabajo, en que el capitalismo nos ha permitido ver
como con lupa de aumento dónde radican los elementos de control a nivel
económico y en los que la especialización del trabajo ha traído a nuestro
alcance información de tantos diferentes ramos. Así mismo, mientras que en
otras sociedades el sistema sexo-género era crucial para el funcionamiento de
la economía en un sistema de división sexual del trabajo (pensemos en la
estructura familiar de la España agrícola de hace 50 años), en el transcurso de
la historia se ha venido despojando de sus funciones.
Políticamente se ha conseguido disipar la diferenciación de derechos y
acceso a recursos de hombres y mujeres, económicamente tenemos un sistema en el
que la mujer no se ver confinada a la
recolección de tubérculos y puede ampliar su gama de posibilidades, educativa y
organizativamente, el sexo ya tampoco juega un papel diferenciador como lo
hiciera en tiempos en que sólo la mujer podía hablar de ciertas cosas o sólo
era dado al hombre comprender filosofía, de este modo vemos que en la
actualidad el sistema sexo-género ha caído en la avalancha de relativización.
Si a esto añadimos la medicalización del cuerpo que permite desde cambios de
sexo a fertilización in vitro entendemos por qué este sistema ya no se sostiene
más que en sí mismo y sólo en un uso tradicional[6].
La
propuesta de Rubin va dirigida a una sociedad que tiene mucho ganado en materia
de organización política del trabajo, sugiriendo que “si la división sexual del
trabajo distribuyera el cuidado de los niños entre adultos de ambos sexos por igual
y la heterosexualidad no fuera obligatoria, no se sobrevaloraría el pene”, por
lo que, dice, debemos “intentar una revolución en el parentesco que libere las
formas de expresión sexual y libere a la personalidad humana del chaleco de
fuerza del género”.
Por último,
queremos hacer una consideración especial a los autores utilizados en el texto
de Rubin (todos hombres), por haberse preocupado por aislar los elementos de
funcionamiento del sexo-género y permitir una mejor comprensión del mismo. Así
como a la propia autora que, defendiendo su sueño de una “sociedad andrógina”[7],
nos ha permitido ensanchar nuestra comprensión del sistema organizativo del
sexo y preguntarnos hasta qué grado estamos conformes con lo que el contrato
social estipula de nosotras en tanto que mujeres.
[1] Recordemos que lo económico
es aquello dedicado a satisfacer necesidades de subsistencia, por lo que los
procesos de preparación de alimentos y manutención de la prole son tan
importantes como la adquisición de éstos. Es únicamente en el sistema
capitalista que lo económico se reduce a la acumulación del capital (traducido
en dinero), en otros, los procesos de provisión se estudian de maneras más
completas e integradas a la sociedad.
[2] El padre entrega a la novia como un hombre que
posee a una mujer, no a un útil.
[3] La antropología nos enseña
que esta asignación no siempre está determinada por los rasgos físicos, hay
ritos entre los mohave que permiten a una persona cambiar de género, las
mujeres nuer pueden contraer un esposo mujer si ella asume durante todo lo
largo de la relación su papel como él. Esto por citar brevemente algunos
ejemplos.
[4] “La mujer no usará lo que
pertenece a un hombre, ni el hombre se pondrá ropa de mujer: porque todos los
que lo hagan son abominación a los ojos del Señor tu Dios” (Deutoronomio, 22:5).
[5] Casos como el travestismo, la
intersexualidad (personas que nacen con ambos sexos), o la homosexualidad, han
sido estudiados. Ahí donde la psiquiatría marcaba antes una anormalidad de tipo
mental, la medicina reconoce ahora una manifestación más de la pluralidad
humana.
[6] Lo que queremos decir es que si bien este
binomio habría sido crucial antes para la organización de la sociedad, la
tecnología, ciencia e ideología actuales se encuentran en un punto de
“independentización” de estas estructuras y que pueden fácilmente prescindir de
él.
[7] En la que el individuo no
esté obligado a comportarse o a limitarse según rasgos sexuales fisiológicos.
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