jueves, 17 de septiembre de 2015

Escuela de Cultura y Personalidad. Análisis teórico sobre el trabajo de Margaret Mead. (Cuidado, tochaco)



Resumen

El trabajo de Margaret Mead  forma parte de la escuela de Cultura y Personalidad y como tal, utiliza elementos del psicoanálisis para explicar el proceso en que la cultura influye en la formación de actitudes individuales que conforman a la persona. Su trabajo está inserto en la línea Norteamericana que se funda en oposición a las corrientes explicativas imperante en Reino Unido. En "Coming of age in Samoa" y "Macho y hembra" puede percibirse la influencia del psicoanálisis en un estudio comprensivo-interpretativo de la cultura, que servirá como influencia en tratados posteriores que utilizarán la acción individual como punto de partida para explicar lo social.

 

 Palabras clave

 Cultura, personalidad, psicoanálisis, enfoque individual, relativismo, empirismo, condicionamiento, sociedad



Sumario


Justificación

Introducción

 El Psicoanálisis aplicado en Antropología

Margaret Mead y el Particularismo boasiano

Cultura y Personalidad, enfoque funcional

Debate epistemológico y otras críticas

Conclusiones

Bibliografía


Introducción


   En teoría, la escuela de Cultura y Personalidad es el estudio de sistemas de relaciones entre individuos, sociedad y cultura; sin embargo, cuando vemos esta corriente llevada a la práctica y la comprendemos en su contexto relativista, nos damos cuenta que la observación y análisis del continuo dinámico de los procesos de desenvolvimiento del ser humano en su sociedad lleva a un sistema mucho más intrincado que lo que la mera referencia a estos tres conceptos pueda significar.

   A raíz de su nombre es fácil adivinar la línea de pensamiento e investigación que se propone, sin embargo es difícil afirmar que esta escuela haya estipulado un modelo específico de coerción entre la cultura y la personalidad (creo que al contrario, evitó ceñirse a soluciones de este tipo para librarse de los determinismos propuestos antes por Kroeber o Freud); diremos más bien que su investigación se sitúa ante los fenómenos mediante los cuales se transforma la personalidad individual en una interacción recíproca y complementaria con el entorno, asumiendo sí, que la primera está condicionada por el medio cultural pero sin especificar los términos de esta dependencia.

   La escuela emerge del historicismo en una especie de cruzada anti etnocentrista y anti racial en favor del relativismo. Es debido a esto que toma parte de la crítica a enfoques que suenen a deterministas, entre los que encontramos la teoría de la libido; en oposición, se propone que el grado de variabilidad será determinado por los patrones culturales expresados en cada sociedad a través de sus instituciones[1].

   La primera fase de Cultura y Personalidad no podía dejar fuera los postulados fundamentales de Freud ni su respectiva relación con el funcionalismo pero, aunque ilustra repetidamente ciertos mecanismos por medio del psicoanálisis del primero, llega a concebir, a partir del trabajo de campo, un sistema propio relativamente independiente de estos dos enfoques; nos referimos al el concepto de las pautas[2], que no son otra cosa que la tendencia de la cultura a su consistencia.

   Margaret Mead, Ruth Benedict, Abram Kardiner, Clyde Kluckhohn y Ralph Linton encabezaron el movimiento, también llamado culturalista, trabajando para encontrar un principio que explique simultáneamente cómo se construye una cultura con elementos dispares combinados y qué es lo que hace de ésta el principal elemento de configuración humana.
Mead con dos chicas de Samoa. 1926

   Uno de sus principales méritos del culturalismo es que, en lugar de conformarse con la visión organicista, en la que se la explica a la cultura como un sistema funcionalmente integrado y superior a sus partes, se propone contemplar la vida individual y el propio comportamiento, dificultándose así la tarea de recomponer el puzzle de elementos que operan en la interrelación social.

   Acabamos de explicar en líneas generales la relación de esta corriente con el funcionalismo, pero este documento tratará sobre todo de las raíces y fundamentos de la escuela. Hablaremos de la influencia de Boas, quien también se dedicó a comprobar la plasticidad psico-biológica en un intento de legitimar la idea de la igualdad racial, aportando a la Antropología Cultural un enfoque en el que el estudio del individuo tuviese cabida.

   Fue gracias al relativismo cultural que los procesos humanos comenzaron a analizarse como representaciones de las potencialidades biológicas puestas en acción de acuerdo a un sistema sociocultural de organización. Este matiz no es en absoluto anodino; desde nuestro punto de vista es uno de los pivotes de cambio para el paradigma científico norteamericano. De acuerdo con esta nueva perspectiva, los hechos sociales tienen que ser estudiados en una especie de reciprocidad "acudiendo a las fuentes emocionales e intelectuales del individuo en términos de la sociedad que las nutre" lo que hace que todo proceso cultural "deba ser puesto en relación con el fondo de las emociones, motivos y valores instituidos por la cultura". (Benedict, 1989: 75) Encontramos así que el culturalismo introduce al campo  de estudio el psicologismo, legitimando de alguna manera, la posición del individuo en la configuración de la sociedad.

   Tomaremos como punto de partida los estudios de Freud y las aportaciones que sus sucesores hicieron a las ciencias sociales. Por parte de Karen Horney, tenemos otra relativización, inserta ya no en el campo antropológico sino en el del psicoanálisis, la del concepto de neurótico. Con su afirmación, "lo normal no existe universalmente" (1984), da uno de los primeros pasos en la desestabilización de los métodos deterministas; con todo, lo interesante de su trabajo es que integró las aportaciones de la sociología y antropología, de las que Freud se había mostrado "profundamente ignorante".

   Entendemos que es en este inicio del siglo que el individuo se convierte en el punto de partida para la observación y comprensión de una sociedad. Se presta atención al cuerpo como medio de expresión de fenómenos psíquicos y se comprende un sistema de integración social fundado en necesidades y procesos de orden individual.

   Así, se percibe que el cuerpo orgánico es uno para todos los humanos (base biológica) pero las formas de adaptación enormemente plásticas (especificidad relacionada con la cultura) y que es la cosmovisión individualista aquella con mejores herramientas para establecer una relación entre estos dos polos. 

   Debido a lo anterior, la concepción de realidad propia del culturalismo tiene el potencial de elaborar percepciones nítidas que revelen o descubran la verdad, mientras que la otra, universalista (imperante hasta entonces), proponía la existencia "una verdad entera y externa a la mente cuya validez hace inútil cualquier comprobación".[3] La diferencia entre estas dos posturas, el hecho de descubrir en lugar de recibir la verdad, es el núcleo de la propuesta relativista que Mead defiende. A lo largo de este documento intentaré exponer parte de la trayectoria que siguen sus postulados en el contexto de teorías científicas que acabo de mencionar, también ofreceré mi punto de vista al respecto de dicha dicotomía en un apartado dedicado a las críticas y debate epistemológico que vivió Cultura y Personalidad.

   Espero lograr, por lo menos, una aproximación al ideario de esta escuela.


El Psicoanálisis aplicado en Antropología


FREUD EN LA ANTROPOLOGÍA

   No se puede hablar de la escuela de Cultura y Personalidad sin mencionar a Sigmund Freud, personaje mundialmente reconocido por haber inaugurado el nuevo siglo en Europa con un paradigma distinto al que se tenía con respecto a la razón. Su propuesta de una realidad existente y operante fuera de la conciencia vendría a incomodar al círculo de intelectuales y médicos de Viena que sostenían la doctrina de que "las enfermedades de la sociedad no tenían cura alguna." (Watson 2002: 24)

   Se puede decir que Freud llevó a la psiquiatría una nueva patología con la que lidiar, (o por lo menos como tal es que fue tomada su idea del inconsciente durante los primeros años), no quiero decir con esto que el inconsciente sea considerado patología dentro del psicoanálisis sino que la mera idea de que algo semejante pudiese existir (y que el concepto hubiese nacido en el seno de una sociedad tan racional como la vienesa) significaba un desequilibrio importantísimo tanto en la medicina como en la misma historia del estudio humano. Un efecto semejante, aunque con todas las atenuantes del pragmatismo norteamericano, lo tuvo el relativismo boasiano del que Margaret Mead se volvería protagonista a partir de los años 20.

   Sabemos que, a pesar de lo dicho, las ideas de Freud fueron finalmente aceptadas, sin embargo, su obra nunca dejó de recibir innumerables críticas, algunas en respuesta al carácter especulativo de la misma y en el caso antropológico, debido a la extensión universalista que tenía su teoría más tardía.

   La escuela historicista se oponía a toda propuesta de determinismo evolucionista o deductivista, defendiendo ante todo el empirismo y relativismo cultural. Si se tiene una idea de los planteamientos expuestos en Tótem y tabú[4], y si a éstos añadimos que prácticamente ningún punto de la teoría de Freud podía ser validada empíricamente, comprendemos que los historicistas tomaran dicha obra como uno de los principales focos de ataque a los determinismos europeos.

Uno de los libros más criticados de Freud.

   En el ámbito antropológico Freud fue desacreditado por conferir a la dimensión histórica de la investigación fines especulativos. Se considera que su fallo principal es la generalización de una estructura cultural en base a elementos sueltos y una falta de carácter científico de sus afirmaciones; la obra Tótem y tabú no sólo demuestra la falta de manejo de Freud de nuevos descubrimientos por parte de la Antropología (para escribirlo se basó primordialmente en La rama dorada) sino una desesperada respuesta a las teorías de Jung que estaban desafiándolo por esa época, en suma, una falta de formalidad científica. Sea como fuese, sus fuentes resultaron insuficientes y la mera idea de probar su teoría mediante "la observación de las sociedades de los primates como punto de partida de la evolución humana" no era sólo inviable sino anacrónico.

   Entre las críticas recibidas figuran las de Malinowski, quien puso en entredicho la construcción freudiana del la universalidad del complejo de Edipo con sus estudios descriptivos sobre la familia trobriand y las de Ralph Linton con respecto a la importancia que Freud da a la lactancia en el lazo entre madre e hijo[5], entre muchas otras[6].

   Así mismo, los primeros estudios de campo de Mead giraron en torno a esta crítica, asumiendo una postura anti freudiana en el debate natura-nutritura, donde los postulados freudianos sobre la libido y los complejos se pretendían como componentes determinantes biopsicológicos mientras que los boasianos "estaban dedicados a probar que la cultura tenía el poder de hacer a todos los seres humanos diferentes de lo que la naturaleza había decretado" (Harris, 1979: 369).[7]

   La escuela de Cultura y Personalidad se funda en oposición a las hipótesis ortogenéticas y a las propuestas deterministas que hacen pender acciones y reacciones de individuos de todo el globo del componente bio-psicológico de la libido; con todo, no deja por ello de valerse de ciertos principios que expliquen la estructura del comportamiento humano. Margaret Mead y Ruth Benedict sostienen que, si bien no se encuentran a través de la investigación empírica regularidades en el proceso de maduración, sí existe un proceso formal mediante el cual el niño adquiere su conducta a base de imitación de los padres; sin esta forma de aculturación el niño no dejaría de ser una especie de animalillo salvaje propicio a desatar sus instintos básicos de maneras diversas y burdas, como canalizar su impulso de morder atacando a otros (Mead, 1972: 132).

   En base a la premisa anterior se estudian las formas en que la cultura, a través de mecanismos y comportamientos sociales, se implanta en el ser humano, eliminando por medio de explicaciones socio-funcionales el cariz que de psíquico compulsivo tenía la teoría freudiana y explicando la relación cuerpo-comportamiento mediante procesos observados empíricamente. En cierta forma, Mead sustituye la idea de la libido como motor del subconsciente por el sistema de patrones en los que la cultura moldea la personalidad.

MEAD APLICANDO A FREUD

   Recordemos que el trabajo de Freud corresponde a la tradición europea de buscar explicaciones universales que, como hemos visto, no encajaba del todo con la mentalidad de la pragmática y empírica norteamericana. El ambiente de trabajo y progreso que se vivió en la posguerra se refleja en la producción de ideas de carácter práctico y limitado, de fácil comprobación. Dentro de este contexto entendemos la aplicabilidad antropológica que Mead encuentra para el psicoanálisis.

   En el momento en que se da la serie de conferencias "Psicología del sexo"[8], las propuestas de Freud gozan ya de reconocimiento internacional. Cuatro décadas habían pasado desde la publicación de La interpretación de los sueños, igual que dos guerras que cobraron (además de decenas de miles de muertos) un elevado índice de afectados psicológicos, para quienes la psiquiatría se convirtió en una opción; así mismo, la elevada tasa de neurosis en la sociedad norteamericana le otorgó a su trabajo la legitimidad y reconocimiento suficientes para que el psicoanálisis se expandiera enérgicamente.

   Freud elabora una teoría sobre la sexualidad con respecto a la represión que vivía la sociedad en este contexto del que hablamos y es en esta vertiente donde se hallan los elementos fundamentales en los que la escuela de Cultura y Personalidad converge con el psicoanálisis. Veremos cuales de esos postulados psicoanalíticos, relacionados "con la naturaleza que afecta a todo ser humano", fueron aplicados en la investigación empírica de una de las mayores autoridades[9] antropológicas de la época.

   Desde su primera obra, La interpretación de los sueños, Freud ya había establecido los cuatro pilares que sustentarían toda su teoría, a saber, la existencia del inconsciente, la represión, la sexualidad infantil (que desemboca en el complejo de Edipo) y la división tripartita de la mente (Watson, 2002:25).

     Si bien Mead no le da mayor relevancia a la primera noción[10], sí habla de una "imaginería del cuerpo, que en el niño todo lo invade" (Mead, 1972:59), una especie de preconsciente que tiene que ser transformado en una conducta social aceptable[11]. Con todo, los conceptos más utilizados por ella hacen referencia a la sexualidad infantil[12]; es en base a éstos que Mead escribe Macho y Hembra, comparando siete diferentes pueblos del Pacífico (los samoanos, los manús de las islas de Almirantazgo, los arapesh de la montaña, los mundugumores del río Yuat, los lacustre Tchambuli, los iatmules, del río Sepik y los balineses) en un estudio sobre los elementos culturales que establecen la diferenciación de género y la formación de la civilización a través de experiencias corporales de la infancia; así como de las experiencias que rigen posteriormente el carácter y simbolismo de la edad adulta (Mead, 1972:59).

Mead en trabajo de campo

   Encontramos la primera explicación en relación a los samoanos. Mead explica "el peregrinaje hacia la madurez" de estos individuos como un proceso lento que se da de la mano de adultos que no exigen mucho de los niños.

"El niño aprende: Tienes un cuerpo y una serie de impulsos que pueden hacer cosas inapropiadas, pero eso se debe a que eres desasido chico. Nadie se disgusta contigo por eso, pero se disgustarán con tus pequeños guardianes si éstos te permiten a ti, que eres inocente, portarte mal" (Mead, 1972:108).

   En este pasaje se ven aplicados los principios con que se pretende establecer un orden psicológico en la realidad cultural. En primer lugar, los niños son demasiado jóvenes para saber cómo comportarse; en la infancia, la conexión entre el cuerpo y el instinto es muy clara y la transición a la domesticación del inconsciente se da debido a la prolongada dependencia del niño a los padres y las exigencias de éstos respecto al control de los impulsos mediante determinados mecanismos de condicionamiento o de coerción (en este caso el convencimiento de que hay guardianes que no permiten que el niño se porte mal).

   El siguiente mecanismo es la ruptura simbólica que se da al rededor de los 8 años entre niños y niñas samoanos. En este punto encontramos -además de la diferenciación macho hembra que es partícipe fundamental en la estructuración lógica de un mundo consciente- el nacimiento del tabú entre hermanos.

"La relación hermano-y-hermana es el foco de la ruptura del macho con una infancia temprana llena de emociones libres, en la que tenía a su hermana mayor dispuesta a servirlo para pasar a una infancia tardía como macho muy pequeño, poco importante y muy torpe en el grupo de los niños mayores." (Mead, 1972:109)

   Aquí Mead está sentando las bases para determinar lo que denomina "Regularidades básicas en el desarrollo sexual humano"; patrones de comportamiento o enculturación que tienen directa relación con el cuerpo humano y que marcan el salto hacia la conciencia (Freud) o hacia la vida adulta (Mead se convirtió en especialista en ese tema, tratándolo desde su primera obra, Coming of age in Samoa y utilizándolo después para explicar la sociedad norteamericana).

   La primera de estas regularidades será la clasificación de género en torno al cuerpo.    En psicoanálisis, el primer paso hacia la diferenciación del consciente individual se da en el periodo de destete, donde se gesta uno de los conflictos más conocidos en el terreno de la psiquiatría, el complejo de Edipo. Ante dicho concepto Mead se encargará, sobre todo, de subrayar la capacidad de ajuste que tienen diferentes culturas a las relaciones de tipo sexual o de género. Reiterando en el relativismo, da varios ejemplos de sociedades donde las pasiones están canalizadas de distintas maneras, pero lo importante en este caso es que explica específicamente los mecanismos de aceptación que utiliza el individuo para acoplarse a su grupo. En un enfoque que casi se antoja llamar funcionalista, Mead explica que el individuo se adecua a las necesidades y condiciones de su sociedad mediante un condicionamiento impuesto en el día a día a través de la necesidad de reconocimiento, cuidado y cariño que confiere al individuo de una posición y rol determinados en su estructura social. Pero siempre recalca que este proceso implica una serie de adaptaciones que se dan en base al dominio del cuerpo,

"Sea cual fuere lo que los adultos digan, sientan o repriman, el niño sigue teniendo un cuerpo; que las bocas maman primero y luego muerden, y son capaces de escupir [...] que el niño no es sólo una tabula rasa sino un organismo vigoroso en proceso de maduración" (Mead 1972:132-133)

   y es en base a las experiencias corporales que el niño construye su percepción del mundo.

"De todas sus experiencias con machos y hembras de todas las edades, combinadas con las claves que haya podido extraer de su propio cuerpo, el niñito ha elaborado entonces, y sólo entonces, sus propias fantasías" (ibidem).

   Por último, cabe añadir que en torno a esto Mead hace la mención de una propuesta científica sobre cómo regular el comportamiento de los miembros de su propia sociedad, señalando que en tanto más se oscurezcan las relaciones con el cuerpo humano recargándolo de tapujos, misterios y vergüenzas más difícil será el proceso en el que el niño se haga de una comprensión del ciclo de vida y, por ende, del estado de madurez de su propio cuerpo.

   La segunda regularidad que observa es la existencia de fases de receptividad y actividad en el crecimiento del niño.

   La fase de receptividad está caracterizada por los diversos estímulos que toman parte en la configuración de la personalidad individual. Frases como "el niño experimenta la sensación de morder algo con sus dientes recién salidos", "el cuerpo del niño introduce en su conciencia algún órgano o estado de alma que los adultos de su contorno están tratando de negar totalmente" nos remiten al concepto de la fase oral propuesta por Freud. La aportación de Mead a una teoría ya puesta en marcha es la introducción del sistema impulsos-cuerpo-personalidad, en el complejo cultural.

   Decíamos que el principal mecanismo de aprendizaje en esta etapa es el alimento, claro determinante desde el punto de vista no solo nutricional, sino social, probablemente también simbólico y, desde un enfoque psicoanalítico, condicionante. A partir del acto de lactancia surge una serie de comportamientos derivados dotados de diversos estímulos, decisivos en la vida del niño.

"...el sentido de la boca se desarrolla como un órgano afirmativo, exigente, tomando cuanto puede de un mundo [frente al que] el niño aprende a asumir una actitud. [...] Los niños de cada sexo se forman imágenes que más tarde informarán sus sensaciones sobre la cópula: la niña, una imagen más activa de su propio papel, y el niño, una imagen más activa el papel de la hembra" (Mead, 1972:68).

   Tenemos aquí un ejemplo de cómo las acciones psíquicamente significativas (las relacionadas con la boca en esta etapa) ejercen influencia tanto en el comportamiento y carácter del niño como en su comprensión del mundo (en este caso, la diferenciación sexual).

Mead, probablemente preguntándose sobre su propia fijación oral.

   El patrón regular es la alimentación, lo irregular será el significado de ésta en cada sexo. Mead apunta que para la niña, la  lactancia es un proceso sin complicaciones, más aún, un proceso de identificación consigo misma, mientras que para el niño implica un esfuerzo de diferenciación.

"El sentido de introducción no es el mismo para el macho que para la hembra. Transmudado a términos adultos, ésta es una revisión de los papeles masculino y femenino, según la cual 'Yo introduzco el pezón, y él lo recibe. Antes de ser un hombre, habrá tenido que lograr un cambio de esa introducción pasiva' [...]  La niña aprende: 'Yo soy'. El niño pequeño, sin embargo aprende que debe empezar a diferenciarse de esa persona tan cercana a él; que amenos que lo haga, nunca llegará a ser un hombre; que debe descubrir que es macho, no hembra"[13] (Mead, 1972:135).

   La siguiente fase, la búsqueda activa del pecho, puede tener implicaciones inversas. La madre puede reforzar el comportamiento masculino mediante la búsqueda de su seno, como ejemplifica con el caso de los Iatmul

"tan pronto como el bebé Iatmul tiene algunas semanas de nacido, la madre ya no lo lleva consigo a todas partes, ni se sienta con él en su regazo, sino que lo coloca en cambio a cierta distancia en un banco alto, debe llorar a todo pulmón antes de ser alimentado" (Mead, 1972:67)

o a la inversa considerar rapaz esta búsqueda. Lo mismo sucede con la niña, su ansiedad puede ser mal o bien tratada. Este es el periodo, apunta Mead, donde "se hace posible una confusión con respecto a las relaciones básicas entre la boca en desarrollo y el seno ofrecido", dejando claro que existe un grado relativo de influencia sobre el carácter del niño de acuerdo a la reacción tomada.

   Mead no especifica si las reacciones de los niños ante la privación siempre serán las mismas ni qué papel juegan en la futura personalidad del individuo; en algunas ocasiones comenta la falta de datos y en otras nos percatamos de que su intención está más enfocada a llamar la atención de su sociedad hacia elementos que pueden ser cruciales en el desarrollo del niño adolescente, en lugar de explicar causas y efectos generales. Considero esta actitud propia de la escuela relativista.


¿Qué de lo que aprendió en el Pacífico habrá aplicado Mead con su hijita Mary?

   En suma, existe en torno a la alimentación una serie de actividades que refuerzan la individualización y separación del niño y la madre en esta segunda fase, una especie de confusión oral traducida en un inicio en angustia por la búsqueda de la boca al seno que luego se transforma en el individuo en la realización de su personalidad propia.

   La parte del destete puede ser más catastrófica... o no. Para la niña es el abandono de una relación que luego retomará con su progenie, mientras que para el varón es una sensación que no podrá revivirse, salvo en el coito (cuya asociación con la vuelta al útero está relacionada con esta carencia).

   Se plantea seguidamente la función del control de esfínteres como otra actividad cuyo oscurecimiento o aceptación juega un papel en el desarrollo del individuo y que de la misma manera tiene influencia en la división categórica hombre-mujer. Nos lleva de vuelta a Freud la alusión que Mead hace entre los modos de comportamiento del ano y los aprendidos por la boca y la manera en que el reconocimiento del proceso de digestión en el sentido completo "puede afectar profundamente el concepto que se tenga de la concepción, la gestación y el nacimiento", aludiendo problemas de tipo psíquico a diferentes tabúes excretores[14].

"Pero si una gazmoñería general insiste en desaprobar los productos del a ingestión, entonces el énfasis sobre la manera como el alimento es destruido o transformado en algo inaceptable puede ser tan grande que sólo la naturaleza destructiva de la ingestión permanece, y machos y hembras, por igual, invisten a todos los órganos de ingestión, tanto vulvas como bocas, de propiedades peligrosas destructivas" (Mead, 1972: 138).

   Todavía dentro del tema de la eliminación Mead aborda la cuestión de la diferenciación de sexos. En este aspecto es fascinante ver cómo la observación científica que se pretende empírica encuentra sus raíces en la más grande especulación del siglo.

   Freud habla de la fase fálica de la libido y asegura que en la niña, la prohibición del juego con sus órganos sexuales acrecienta la sensación de apartamento de la madre, más aún tomando el cuenta es ha sido ella quien la ha introducido a dichos placeres a través de cuidados de higiene. En este punto es donde Freud dice que se establece la "primera relación amorosa" del individuo -destinada al fracaso, claro está- y donde instituye el complejo de castración femenino, acompañado del respectivo sentimiento de inferioridad por no tener pene y la culpabilidad que le corresponde a la madre por tal carencia[15]. Para los niños también adjudica una relación de condicionamiento psíquica, ésta es, el miedo a la castración (ver Freud, 1986: 528-530).

   En una lógica análoga Mead inscribe su postulado de que "las actitudes hacia la eliminación moldean las actitudes hacia el sexo". La diferencia entre ambos residirán en que, en tanto que el primero determina a la libido como el "motor más importante en su desarrollo ulterior", Mead adopta un carácter más funcionalista, estableciendo una relación de "contribución importante" entre la formación de la sensación de masculinidad o feminidad y la configuración de personalidad durante esta etapa del niño -aunque no deja de declarar la salvedad de que no hay forma de determinarlo.

"El carácter dual del trecho eliminativo provee también una base para ponerles o quitarles énfasis a las diferencias sexuales. Si a toda eliminación se la trata de la misma forma, lo cual ocurre cuando hay una vergüenza tan extrema sobre la exhibición o la eliminación que el acto de orinar debe ser tan privado y rodeado de tabúes como la defecación, las diferencias sexuales en lo relativo a la cópula son asordinadas, aunque las diferencias sexuales en lo relativo a dar a luz pueden ser exageradas. Aquí aumenta la probabilidad de igualar a los niños con las heces." (Mead, 1972:138-139).

   Con todo, mantiene la línea mencionada de la envidia entre sexos, que si bien no es tomada en cuenta en un sentido tan determinante como el de Freud, sí sirve para  explicar (o comprobar) el postulado original de éste.

"Allí donde existe una actitud más casual frente al acto de orinar, es probable que la diferencia estructural entre machos y hembras sea mucho mas notoria. Aunque bajo tales circunstancias las mujeres usualmente orinan de pie, faltando así a la esperada expresión de la envidia femenina que se halla en el Occidente[16] [...] Este es, indudablemente, uno de los puntos en que el simple orgullo masculino por la posesión de un órgano masculino puede desarrollarse o dañarse permanentemente, y en que alguna amargura o desesperación, una sensación que no vale la pena experimentar, puede engendrarse en la hembra" (ibidem).

   Hemos llegado, pues, a la conclusión de la importancia hacia las actitudes con respecto a la eliminación, quizá incluso más relevantes de las que se tienen en la lactancia (aunque se ha mencionado que la relación nunca deja de ser ambivalente dada la relación entre actividades similares: ingestión - penetración, preñez; excreción - vómito).

   Cabría añadir que dentro de las actividades de tipo represivo que estudia Mead, se encuentra también la educación sobre la erección[17] y otras, pero creemos que con lo dicho basta para clarificar la puesta en escena que hace de Freud a través del trabajo de campo. Su intención era mostrar empíricamente la determinación que tienen estas actividades en el desarrollo individual, como supone haber comprobado en sociedades simples donde los efectos pueden ser más claramente visibles[18].

   Vamos a terminar esta parte remarcando en el hecho de que uno de los factores que dotó a Mead de tanta fama fue la dirección social que le dio a su trabajo comparativo[19]. En Macho y Hembra utiliza los conocimientos de patrones adquiridos para explicar diferentes desajustes o patologías de la sociedad norteamericana.

   "En un gran número de sociedades humanas la seguridad que los hombres tienen de su papel sexual está conectado con su derecho, o habilidad, de practicar alguna actividad no permitida a las mujeres. Su masculinidad, en efecto tiene que ser garantizada impidiéndoles a las mujeres penetrar en algún campo o realizar una hazaña. Aquí puede hallarse relación entre masculinidad y orgullo; esto es, una necesidad de prestigio que superará el prestigio acordado a cualquier mujer. [...] El problema recurrente de la civilización es definir el papel masculino de manera suficientemente satisfactoria de modo que el macho puede, en el curso de su vida, obtener un sólido e irreversible sentido del logro. " (Mead, 1972: 144-145)[20]

   Un ejemplo de cómo propone una reforma social que hunda sus principios y justificación en los complejos adquiridos en la infancia así como en la etapa de paternidad relacionada con esta lo encontramos en la siguiente cita.

"Si los hombres han de sentirse alguna vez tranquilos, alguna vez seguros de que sus vidas han sido vividas como debían serlo, deben tener, además de la paternidad, formas de expresión culturalmente elaboradas permanentes y seguras." (Mead, 1972:134).


   Sin embargo ella era consciente, a través de la observación comparativa, que "aun en sociedades donde son escasas las condiciones de oscurecimiento" a cada generación se establecen patrones que al mismo tiempo que moldean el carácter generan una "sistemática distorsión del mismo", resumiendo en estas frases la ideología de su escuela: la imagen que el individuo se hace de sí mismo así como su personalidad está construida en función de  las condiciones sociales y culturales particulares en las que éste se desenvuelva.

   En el siguiente apartado se analizará el contexto norteamericano en el que tienen lugar estos estudios, los que nos dará una visión más completa tanto del enfoque que adopta Margaret Mead como del contexto histórico y teórico de su estudio. Además, debido al papel que su ideología tuvo en materia de teorías de personalidad (así como en la evolución intelectual del Siglo XX), dedicaremos algunas menciones más al trabajo de Freud, refiriéndonos a las consecuencias que trajo esta nueva concepción de la mente, la de su configuración tripartita, y de cómo se abrió con ella la puerta a un campo completamente nuevo de investigación, el de la psique no reconocida.


Margaret Mead y el Particularismo boasiano

 

   Al partir para Samoa, Margaret Mead tenía una misión no poco relevante para la incipiente pero vigorosa escuela de Franz Boas: demostrar que no existe una naturaleza fija pan humana y hereditaria. Fue a raíz de éste, su estudio en campo, que la joven antropóloga alcanzó un impacto colosal dentro y fuera de la disciplina. Sus libros se vendían tanto en librerías como en centros de abastecimiento y gasolineras; con tan solo veinticinco años, Mead fue acogida por la sociedad norteamericana como la representante de una visión alternativa a los modos de vivir dominantes y se convirtió en una institución en materia de psicología, antropología y educación.

   En Coming of age in Samoa, se describen pautas de comportamiento completamente distintas a las conocidas en América, creando con ello un efecto de alto contraste que entusiasmaba a la audiencia. Sus estudios posteriores en islas diferentes también demostraban que no existen regularidades en el proceso de maduración. Dentro del ámbito intelectual norteamericano, este trabajo se conjugaba con una acumulación sistemática de elementos empíricos que permitía manejar de un modo cada vez más complejo el relativismo que había nacido con Boas un par de décadas antes.

   Este apartado describirá los elementos más representativos del particularismo histórico contenidos en la obra de Mead (ver Harris, 1979: 351), mismos que desarrollaremos después de dar una ligera perspectiva de la escuela boasiana, cuna de Cultura y Personalidad.

   Los postulados boasianos toman como base las "ideas elementales" o ideas de carácter universal que proponía Bastián, entre las cuales podrían encontrarse "la común experiencia de los fenómenos naturales recurrentes, tales como los sueños, la muerte o el reflejo especular" (Harris 1979:379). Estas ideas servirían no sólo como fundamento de la defensa de igualdad entre culturas sino como el punto de partida de un estudio del hombre a partir de aquello que le es común en toda manifestación cultural, por más diversa que sea: la psique.

   Entrados los años 20, la Antropología particularista ya había acuñado cierto prestigio, sin embargo, seguían siendo la Historia y la Filosofía las grandes creadoras de teorías explicativas generalizantes. En esta época también la psiquiatría reclama derechos sobre su capacidad de establecer teorías convincentes y abarcadoras.

La amante/hija simbólica de Boas se convirtió en una de las más reputadas antropólogas de E.E.U.U.

   Hemos hablado antes de Freud, de su intento de determinar la conducta humana por medio del componente fisiológico que llamó libido y de las limitaciones de este postulado. Dentro del marco de las ideas elementales (o podríamos decir, universales)  se suman a estos postulados (y más tarde se oponen) las propuestas de Carl Gustav Jung en 1912.

   Para Jung, el aspecto primordial humano no era de naturaleza fisiológica, sino psíquica. En su teoría, "el sexo no era fundamental, sino que consistía más bien en una transformación de lo religioso. Estaba persuadido de que [el inconsciente] era un aspecto del impulso religioso, pero no el único" (Watson, 2002:156). Jung había trasladado el concepto de la libido individual a la noción de una energía psíquica colectiva, proponiendo que a los instintos fisiológicos -que ya correspondían a una fase subterránea o escondida de la psique humana- habría que añadir una mucho más extensa y profunda  que vendría a ser su renombrado Inconsciente Racial o Colectivo.

 Lo anterior vendría a convertirse en la idea de que la mitología, tanto como la religión son "representaciones del inconsciente en lugares y tiempos diferentes" (ibidem) y tiene que ver con Boas debido al principio de la unicidad psíquica[21]. Sin embargo, mientras que para Boas lo anterior resultaba una defensa para la igualdad racial, en Jung iba dirigido hacia el principio de una "memoria racial" que estudiaría durante toda su vida a través del psicoanálisis, la religión, mitología y filosofía, utilizando incluso el enfoque religioso como terapia[22]. La propuesta de Jung ponía en común, a través de diferentes mitologías, a las formas más diversas de culturas dentro de un sistema universal compartido.

   Aquí cabe mencionar que, a pesar de la "purga" del determinismo freudiano, los conceptos de coerción individual pueden ser integrados en un continuum de explicaciones hacia un orden estructural compartido colectivamente. De la fisiología a la psique y de la psique hacia concepciones tan diversas como las necesidades universales en el funcionalismo como el concepto de lo superorgánico de Kroeber o del estructuralismo para los enfoques más sociales. Por su parte, la escuela de Cultura y Personalidad, relativista como lo era, reconoce los aspectos bio-psicológicos que articulan la personalidad a la cultura y los insertan en un sistema de patrones de conducta, lo que no implica, sin embargo, que haya estipulado un orden o disposición generales entre los elementos estructura, biología y coerción a través de la psique.

   Queremos insistir en que esta falta de determinismo marca la brecha sustancial entre el psicoanálisis y Cultura y Personalidad. Hay que explicar que dicha diferencia de enfoque corresponde a las distintas vertientes de cada uno: la psiquiatría pretende explicar los elementos que hacen funcionar (o, específicamente, generar trastornos en) la psique, mientras que la antropología busca comprender al humano a través de diferentes representaciones culturales en las que este elemento sería tan solo la base fundamental en un estudio más extendido de los sistemas de interrelación individual.

   Por otro lado, mientras que a Jung se le consideró como un místico porque su concepto implicaba la idea escasamente probable sobre la herencia de rasgos adquiridos, desafiando las leyes de la genética, Boas pudo sostener su teoría -en cierta medida análoga- por el hecho de desmarcarse de la tendencia científica de elaborar leyes explicativas.

   Pasemos, pues a ver los principios de la escuela Particularista aplicados en la de Cultura y Personalidad.



CONFIGURACIONISMO

   El primer principio (entre los tres mencionados por Harris) es que la personalidad se conforma o se configura de acuerdo a proyecciones psicológicas que resultan de los mecanismos culturales de adaptación. El postulado se opone a la creencia de que la raza es determinante y las sociedades generalizables en cuanto a los aspectos psicológicos.

   Es así, por ejemplo que Margaret Mead refuta las ideas de Lévi-Bruhl sobre el animismo primitivo mediante su trabajo con niños de Nueva Guinea. Al demostrar que los niños manus eran menos imaginativos que sus padres o que los niños americanos el paradigma de la determinación psíquica o evolutiva queda desarmado, abriendo paso a una postura inversa. Ahora es la cultura la que determina la personalidad, no la fisiología o una estructura mental previa.

"Todos los seres humanos normales, cualquiera que sea su raza, poseen un equipo psíquico filogenéticamente semejante, lo cual hace que su organización psicológica o estructura de personalidad dependa del patrón de cultura dominante. En este sentido, las formas de socialización con las que se relacionan los miembros de una sociedad determinada no tienen que ver con los caracteres raciales del grupo social específico, ya que, en todo caso, lo que consideramos son fenómenos relativos a los componentes tiempo-espacio-cultura. Conforme a eso, las diferencias raciales en sí no determinan los tipos de personalidad." (Esteva-Fabregat, 1973:14)

   Vemos, en palabras de este autor, que todos los humanos somos imaginativos, pero Mead concluye que se necesita "algo sobre lo cual ejercer imaginación" y esto vendrá siendo el patrón cultural específico donde el individuo desarrolle sus capacidades.

   Ahora que tenemos claro cuáles son los elementos en que los hombres son semejantes y que la cultura es la gran determinante, conviene aclarar de qué modo ésta, en combinación con otros factores marcan las diferencias de personalidad.
   Claudio Esteva-Fabregat explica que las tres variables son, 1) la existencia de grupos sociales heterogéneos; 2) la constitución individual y 3) las influencias específicas de sus relaciones con el medio externo[23]. De aquí, que también el método de la comprensión del individuo cambie.

   La conducta está dominada por la institución a través de "autoridades psíquicamente interiorizadas" (Esteva-Fabregat, 1973:18), debido a lo cual la comprensión de los actos tiene que ser entendida en base a la observación de las fuentes emocionales e intelectualidades que actúan en las personas en relación a su sociedad. Vemos aquí la importancia que se le da al individuo en un estudio en el que no se puede disociar el contexto del pragmatismo aplicado.

   Está claro que tal cambio en la visión antropológica no habría podido darse sin la previa intervención de Boas en el campo, fue él quien inició la idea del relativismo llevando las previas ideas de una estructura exterior hacia un enfoque que tomase al hombre como parte fundamental. Es así que, con la legitimación del estudio del individuo en el campo de la Antropología Cultural norteamericana y la "inclusión de los procesos-socioculturales en la descripción de la conducta de los miembros de una sociedad" (ver Mead, 1975) nace la escuela de Cultura y Personalidad.

   Mead forma parte de la primera generación de antropólogos enfocados en la estructura cognitiva y de la importancia de esta en la relación del individuo con su medio. En Coming of age in Samoa menciona que "en la práctica no existe clara separación entre cultura y personalidad y etnografía tradicional"(1949:162), lo que sugiere que el propio trabajo de campo revela por sí mismo que lo que el individuo hace es producto de la interacción constante con su cultura -esto es lo que ella intentaría explicar a través de condicionamientos sexuales tomando la psiquiatría como mediador.

   Hemos visto que la idea de herencia física de un instinto fisiológico determinantes es sustituida por la relación cuerpo - sociedad, lo que continúa en el estudio es distinguir qué aspectos de la cultura condicionan o articulan esta relación.



IDENTIFICACION DE CARATERÍSTICAS CULTURALES MÁS RELEVANTES

   Antes ha quedado claro que conceptos freudianos como el complejo de Edipo gozan de cierta relevancia en el trabajo antropológico de la época; no hay que olvidar, sin embargo que el objetivo en primera instancia era rebatir los postulados generalizadores de éste último así como se hizo con Lévy-Bruhl.

   Explicando las diferentes soluciones halladas entre diversos pueblos, Mead llega a la conclusión de que "La solución trágica o fácil de la Situación de Edipo depende de interrelaciones entre padre e hijos y no es creada por impulsos biológicos del niño." (Mead, 1972:111).

   Aun así, reconoce más adelante que "ninguna sociedad conocida ha podido ignorar completamente este aspecto tan conspicuo de nuestra humanidad, este prematuro florecimiento doble de sentimiento sexual en el niño, tan mal preparado para la procreación. Cada adulto lleva dentro de sí, listos para revivirlo o incluso en la punta de la lengua, sus propios recuerdos de infancia, y éstos, en cooperación con los impulsos del niño, suministran la dinámica para el drama a través de la cual cada nueva generación debe vivir. La naturaleza del drama es distintiva para cada cultura" (ibidem, p.117). Admite pues, una cualidad compartida (que no se especifica si es de orden fisiológico, psíquico o una mezcla de ambos) pero insiste en la diversidad de uso, mismo que podía probar gracias a de su trabajo de campo.

   Explica, por ejemplo que entre los samoanos "no hay sitio para gran pasión", el padre no teme por su sexualidad ni por sus dotes sexuales ni ve a la mujer como exigente o un bien inestable. El precio pagado por esta tranquilidad individual era la configuración de un sistema en el que el individuo no genera "dotes especiales, inteligencia especial o especial intensidad", más bien al contrario, la personalidad adulta "es lo bastante estable para resistir presiones extraordinarias desde el mundo exterior y mantener su serenidad y seguridad", pero, hasta lo que a Mead concierne, éste configura uno de los ajustes sexuales más perfectos del mundo (1972:110).

   Otra soluciones a la situación de Edipo las encuentra entre los iatmules y balineses mediante "el sistema de tres hijos". En estas sociedades "cada hijo de cada sexo es primero el favorito, luego el desposeído, y, finalmente, el que permanece en el grupo familiar para ver el sitio del usurpador usurpado a su turno. Este sistema de crianza de los hijos concentra la atención del niño, quien finalmente debe salir de la situación de Edipo y tomar un sitio de espera en el mundo de la infancia, sobre un drama complejo en el que tanto los padres como los pequeños desempeñan un determinado papel" así, "el niño destetado permanece cerca de la madre, encerrado en un cuarteto formado por la madre y tres hijos y en el que el siguiente hijo mayor desempeña el papel de nodriza para el más pequeño" (Mead, 1972:116).

   Hemos mencionado antes que en cada estudio cultural utilizaba diferentes elementos estratégicos en la conformación cultural, lo que no dio pie a establecer ninguna propuesta general de relación. Sea como fuere, queda constatado por medio de los mencionados ejemplos, la tendencia de la escuela a interpretar o esbozar una cultura en base a un eje configuracionista determinado, identificado en alguna característica típica de la personalidad de los individuos de cada sociedad.




REPRESENTACIÓN DE CARACTERÍSTICAS CULTURALES EN UN IDIOMA PSICOLÓGICO FAMILIAR

   Antes de seguir cabe recalcar que otro elemento que pone en común a Mead y Freud es la orientación humanista que compartieron; los particularistas desde su defensa de la igualdad racial y Freud desde el enfoque médico. Ambas corrientes, cada una a su manera, ponían en tela de juicio el dominio hegemónico de la sociedad capitalista (Watson, 2002:298), Freud, culpándola de inducir a la neurosis y Boas y compañía cuestionando la legitimidad del colonialismo (e indirectamente del imperialismo).

   En El malestar de la Cultura, Freud orienta el pensamiento psicoanalítico al servicio, por ponerlo de alguna manera, de la ética[24]. Propone que el conocimiento de las distintas fases de personalidad puede mejorar la concepción de un comportamiento adecuado y contribuir a la formación de seres humanos conscientes y éticos, búsqueda que encontró distintos nichos con los sucesores de Freud.

   Mientras que E. Fromm y Stack Sullivan siguieron trabajando y aportando en el enfoque médico, la Dra. Karen Horney lanza ataques políticos (marxistas y feministas) a la Alemania de Weimar en calidad de defensora de la salud psíquica, así mismo emprende una campaña que atacaba la forma de vida norteamericana, resaltando las contradicciones de este país entre valores incompatibles, como las ambiciones de consumo y la incapacidad del individuo para satisfacer dichas necesidades, o el credo del individualismo puesto ante las preocupaciones medioambientales (Watson: 2002, 298-299).

Karen Horney (el apellido y la cara le dan la pinta
 de una viejecita dulce pero no eso engañéis).

   Traemos esto a colación porque la escuela boasiana corresponde también a esta crisis de valores eurocéntricos proponiendo el relativismo cultural como la opción científicamente más válida.[25]

   Uno de los elementos que otorgó a Coming of age in Samoa tanta fama (así como prestigio a la antropología) fue justamente este contraste que traía consigo una visión -demostrada científicamente- alternativa de desarrollo. Esta obra es un compendio (notoriamente idealizado[26]) sobre la vida de juventud samoana, que conllevó a toda una revolución sexual en la clase media norteamericana además de servir para poner en duda el sistema educativo institucional. Estas contenidas en uno de los capítulos finales del libro revelan el espíritu crítico de la autora y de su escuela.

   "Vivimos en un periodo de transición. Tenemos muchos estándares pero seguimos creyendo que solo uno es el correcto. Le presentamos a nuestros niños la imagen de un campo de batalla donde cada grupo está completamente armado en la convicción de la rectitud de su causa y cada uno de esos grupo lo transmite a la siguiente generación" (Mead, 1949:179).

   A continuación estudiaremos la corriente de Cultura y Personalidad desde un enfoque más europeo, veremos la interacción que tuvieron estas tesis relativistas con la ortodoxia inglesa a través del funcionalismo.



Cultura y Personalidad, enfoque funcional

   Este apartado tiene como objetivo mostrar la aplicabilidad del funcionalismo sincrónico en la escuela de Cultura y Personalidad durante una etapa posterior a Mead, en un contexto donde la teoría de Freud sigue teniendo influencia.

   Desde sus comienzos, Cultura y Personalidad tenía en cuenta los enfoques neofreudianos de psiquiatras como Karen Horney, Eric Fromm y Harry Stack Sullivan y subrayaba en las experiencias de la primera infancia para explicar la enculturación. Poco a poco, a las fases oral, anal y genital de la conducta sexual se añadían otras variables de condicionamiento, como los conceptos de represión, formación de complejo de culpa, frustración, agresión, etc., siendo todos considerados conformadores de personalidad.

   Como hemos dicho antes, Mead se dedicó a buscar los mecanismos mediante los cuales las instituciones de cada sociedad generan patrones estructurales para la regulación de impulsos, pero no se preocupó de encontrar una explicación "en términos de variación homeostática o de transformación diacrónica" (Harris, 1979:376). Recordemos que ella no elabora ninguna teoría que postulase relaciones causales entre un patrón psíquico y la conducta individual, sino que se limitaba a observar el acoplamiento de estos elementos en términos de "resonancia" o "relación". Para vista de algunos, el enfoque anterior la priva de una visión comparativa[27].

   Aunque ya en Mead puede percibirse una influencia acusada de los psiquiatras que continuaron la línea de Freud por la vía sociocultural (Horney y Fromm, principalmente), haría falta la colaboración de otros antropólogos para la articulación de explicaciones funcionales viables desde dicha disciplina puesto que Mead se desvinculó explícitamente de cualquier intento de establecer conexiones causales directas entre una experiencia infantil dada y las formas culturales desarrolladas (Harris, 1979: 375-376).

   Para justificar la idea anterior, hay que remarcar ante todo que la escuela particularista se caracteriza en primera instancia por el estudio histórico, lo que nos lleva a pensar que Cultura y Personalidad partiría de aquélla, conformándose como una de las ramas o disciplinas explicativas que más tarde debería integrarse en el estudio holístico propuesto por Boas. De esta manera, es más bien el carácter particular de cada pueblo lo que se defiende mediante la demostración de que determinado tipo de instituciones conforma cierto tipo de individuos y por lo tanto, de sociedades. 

   Nos encontramos entonces, frente a una corriente que sigue siendo antideterminista y antievolucionista[28]. Con todo, es importante señalar a partir de este punto dos distintos enfoques que adopta la escuela. Uno es la postura de observación y explicación comparativa principalmente usada por Mead y la posterior serán las explicaciones de carácter funcional que se preocupan por encontrar los mecanismos y pautas del orden sociocultural en las acciones individuales; en última instancia, podríamos hablar cierta discrepancia entre estos dos enfoques. Para explicar dicha divergencia utilizaremos al mejor exponente de la segunda postura, Abram Kardiner.

   El mencionado psiquiatra llevó a cabo un intento de teoría psicocultural que sí ofrecía explicaciones causales e incluso evolucionistas, su principal aportación fue aplicar la técnica del psicoanálisis a los datos empíricos aportados por los antropólogos (entre quienes rara vez se usaban rigurosamente por falta de conocimiento de la técnica profunda), lo que significó un paso más adelante en la correlación de datos de vida emotiva y afectiva con las fuentes socio-culturales; así mismo impartió seminarios en los que participaban diversos miembros de Cultura y Personalidad (Harris 1979:376, Esteva-Fabregat, 1973:25).

   Harris considera que Kardiner estableció la perspectiva neofreudiana "que más cerca estuvo de convertirse en una teoría del análisis psicocultural" ideando "un método para identificar la reacción de los hombres a las realidades de la vida" (1973:376) y efectivamente, su teoría fue la más completa de la época. Integra a ella otros condicionantes diferentes a los procesos de gratificación, frustración y disciplina ya utilizados para establecer el origen de las diferencias de personalidad. Basándose en el material etnográfico que le facilitaban desde Benedict hasta Linton, reconoció otras variedades de impulsos que producían personalidades tan diversas como distintas pueden ser las culturas; con esta información buscaba una teoría que explicara "la relación entre la matriz institucional y la personalidad" (Harris, 1979: 377).

   Realiza, además, la importante distinción entre los subsistemas que existen dentro de la cultura. Mientras que unos ejercen influencia en el individuo, los otros son la proyección de este mismo en la sociedad[29], se trata de las instituciones de primer y segundo orden. Las primeras tienen que ver con la organización familiar y son "la síntesis misma" de la personalidad básica porque ésta se postula en base a aquéllas (Esteva-Fabregat, 1973:30); por su parte, las instituciones de segundo orden constituyen el sistema proyectivo del individuo en el inconsciente, son las que "satisfacen necesidades y mitigan las tensiones creadas por las instituciones primarias o fijas". Entre ambas, el concepto fundamental y articulador será la ancha pantalla proyectiva en la que podemos incluir todas las creencias y doctrinas religiosas (Kardiner, 1968:391).

   Nosotros encontramos el salto hacia el funcionalismo justamente en esta condición proyectiva que permite "estructurar el mundo exterior y la relación de uno mismo con él"[30].
Abram Kardiner, otra figura clave en la escuela de Cultura y Personalidad.

   Tenemos un sistema en el que las instituciones primarias producen las constelaciones básicas del individuo, es decir, la personalidad básica; ésta da lugar a su vez, a un sistema proyectivo que toma la forma de instituciones secundarias. Es a partir de este último que se entiende la interrelación entre ego y su sociedad y el que explica tanto las semejanzas que exhiben los miembros como los diferentes tipos de personalidad dentro de una determinada sociedad en base a sus instituciones (Esteva-Fabregat, 1973:30-31).

   Este tipo de explicación de causalidad ya estaba rompiendo con la tradición de los particularistas que consideraban irrealizables definiciones de tal orden para fenómenos y prácticas diversas y fortuitas, considerando imposible reconstruir la cadena hacia el pasado de todos los elementos involucrados en la difusión[31]. Sin embargo, es justamente el enfoque etiológico de Kardiner lo que permite encontrar explicaciones a las creencias y prácticas (de carácter mágico-religioso en su caso) que antes hubieran sido inabordables debido a su irracionalidad (Harris, 1979: 379), dándole a la escuela de Cultura y Personalidad los cimientos para establecer un camino de investigación de la subjetividad en relación con lo sobrenatural.



MECANISMOS

   En tanto que se entiendan los procesos de homeóstasis cultural dentro de los términos de relaciones individuales, el sistema cultural va a ser relativo al conjunto de elementos que dentro de él se encuentren. De este modo se entiende que, si bien las instituciones primarias conforman la estructura estable de la personalidad, no bastan para reconstruirla debido a los sistemas secundarios que operan impredeciblemente en diferentes "constelaciones de resultados".

   Nos percatamos que en esta postura el individuo es un ser dinámico y adaptable a su cultura pero en absoluto el único determinante; forma parte de un proceso complejo compuesto a la vez por instituciones y por variables de carácter más azaroso. Dentro de este paradigma, la antropología tuvo que buscar mecanismos más especializados para explicar la adecuación entre la cultura y la personalidad.

"La psicodinámica no describe la personalidad básica  [...] el individuo es considerado más que un mero receptor pasivo de cultura, puesto que más bien es visto como una persona que se comporta emotivamente sobre su experiencia. De este modo, cualquier cambio introducido en las prácticas de una sociedad y en sus sistemas de relaciones humanas, hará que cambien también los sistemas proyectivos de la misma, aunque el cambio en estos tarda siempre más en manifestarse" (Esteva-Fabregat, 1973: 28-29).

Esteva-Fabregat continúa explicando la lógica funcionalista de Cultura y Personalidad a través de las siguientes premisas (1973:22)

1) La conducta de todos los organismos es funcional.
2) Toda conducta implica conflictos y ambivalencias.
3) La conducta sólo puede comprenderse en relación con el campo en el que ocurre.
4) Todos los organismos vivos tienden a conservar un estado de integración máxima o búsqueda de consistencia interna.

   Dentro de este marco encontramos un funcionalismo de tipo dinámico en el que la consistencia interna resultante es la cultura. Aun cuando los fenómenos culturales no son estáticos, el estatus general de la estructura social será determinante en la personalidad individual de modo sincrónico (punto 3) y, de forma inversa, las relaciones individuales que están en constante cambio (punto 2) también significan cambios estructurales y funcionales.



UN POCO MÁS DE SOCIOLOGÍA

   Este sistema de adaptabilidad y variación será posteriormente utilizado por Mead para explicar el comportamiento de sociedades urbanas, pero se entiende que es sobre todo la sociología quien echa mano de él.

   Igualmente, en antropología encontramos referencias a las variables de rol o los estatus permanentes o adscritos aunque son sobre todo sociólogos, en unión con psiquiatras, quienes desarrollan teorías de personalidad derivadas de estas visiones generales.

   Dentro de las concepciones generales de personalidad podemos situar el trabajo de Ruth Benedict, pero para comprenderla utilizaremos los postulados de otro psiquiatra:  Eric Fromm. Es él quien funda y estudia el concepto de carácter social, éste "se refiere a la idea funcional de la situación que el individuo y su grupo tienen en su sociedad", en otras palabras, tiene relación con la realidad psicológica individual pero sólo existe gracias a la identificación de ésta en la expresión sociocultural (Esteva-Fabregat, 1973:50).

   Con todo, el carácter social no sólo existe en términos psíquicos sino que "se forma mediante la acción de condiciones objetivas, tales como los mecanismos de producción y distribución, factores políticos, tradiciones, cultura, recursos naturales y clima, entre otras" (Esteva-Fabregat, 1973:50).

   Este sistema refuerza en cierto sentido la postura de los relativistas, afirmando que "no puede hablarse de una sociedad en general" y por lo tanto, tampoco puede hablarse de una cultura en términos deterministas "sino más bien debemos referirnos a estructuras sociales que cambian históricamente, y con ellas el carácter social" (ibidem).

   Es dentro de este marco que, especialmente con Ruth Benedict, la escuela de Cultura y Personalidad se inclinaría por la búsqueda de patrones del carácter nacional[32], el cual se pretendería determinante de la conducta. Este concepto es, en palabras de Esteva-Fabregat la "síntesis del configuracionismo" puesto que constituye el núcleo de metas y valores que orientan, rigen y motivan a los miembros de la sociedad nacional en relación con su mundo externo, es pues "la composición misma de los ideales de acción de una sociedad en términos de sus resultados sobre la estructura intra-psíquica de sus miembros individuales" (1973:38-40).



LA FUNCIÓN DE LA PERSONALIDAD EN LA CULTURA

   No hay que perder de vista que las aportaciones que Fromm hizo en la sociología fueron debidas a su formación en psiquiatría, fue así como pudo comprender los mecanismos de carácter psíquico que orientan al individuo. Explica por ejemplo, que "a cambio de la adaptación al carácter social requerido, el individuo recibe el premio de la aprobación y aceptación sociales" y por lo tanto éste "tiende a querer comportarse tal como quiere su grupo social que se comporte" (Esteva-Fabregat, 1973: 52).

   De este modo el concepto de carácter en Fromm trasciende los postulados de Mead en tanto que no habla solo de la personalidad en términos de conformación durante la infancia sino que integra mecanismos de transmisión de las necesidades sociales. Encontramos en este aspecto no únicamente gérmenes del funcionalismo dinámico...

"The structure of society and the task of the individual in the social structure may be considered to be the cause of the social character.  The family on the other hand may be considered to be the psychic agency of society, the institution which has the function of transmitting the requirements of society to the growing child." (Fromm, 1944: 4).

   sino un intento de integrar en un sistema coherente el carácter, las instituciones y las necesidades sociales objetivas, vinculando de esta manera al funcionalismo con nuestra escuela. Es por esto que afirma Esteva-Fabregat que fue Fromm quien colocó "los cimientos teóricos para el desarrollo del método estructural-funcionalista en la investigación de los colectivos de personalidad, método mediante el cual el estudio de Cultura y Personalidad ha obtenido mayor precisión, y especialmente ha ganado más posibilidades de aplicación" (Esteva-Fabregat, 1973:55).



ROL Y DINÁMICA SOCIAL

   Hemos visto cómo, con Fromm se añade al enfoque funcionalista de Malinowski la teoría dinámica de la personalidad explicando los cambios en la estructura y la función a través de relaciones de las personas con su sociedad, lo que condujo a teorías más complejas sobre la organización social y sobre los mecanismos de la cultura, mismas que están sostenidas tanto en la función que el actor desempeña como en la proyección que él mismo se hace de ésta.

   El término personalidad de estatus está relacionado lo anterior y se refiere a la funciones sociales que desempeña el sujeto y que lo sitúan en el entramado social ya sea de manera permanente o adscrita. En ambos casos, el rol es una forma a la vez clasificatoria; de especialización (producto de las funciones de hecho o acción que ejerce el actor) y de expresión de dependencia social (lo que se entiende fácilmente al comprender la configuración del individuo en función de su entramado social: el yo es la proyección que la persona tiene de sí a partir de los papeles que desempeña).

 Es por lo anterior que estas posturas sociológicas estudian al individuo a partir de la relación entre el rol que desempeña y su motivación particular para llevarlo a cabo, cargada de una respectiva predisposición de valores, actitudes y sentimientos; de este modo se comprende la personalidad asociada a diversos roles integrados dentro de  un sistema social específico.

    Entendemos así que la personalidad se encuentra potencialmente contenida en los roles que el individuo tiene que desempeñar y que también su carácter responderá a la suma de estos. As así mismo, que en sociedades complejas "habrá tantos tipos de personalidad como funciones de estatus encontremos en ella" (Esteva-Fabregat, 1973:67).[33]

   El sociológico propone, pues, un sistema en el que la personalidad se explica en función de la posición individual dentro de una estructura pero "este estudio debe establecer la jerarquía de la actividad, la división funcional de la misma y su estatus visto dinámicamente [...] en relación con los miembros de la sociedad" (Esteva-Fabregat, 1973:75). La anterior será una de las más importantes condiciones implícitas en toda investigación de Cultura y Personalidad y el principal vínculo con la escuela funcionalista, como puede verse en el siguiente fragmento.

   "The real contribution of psychoanalysis is its insistence on the formation of mental, that is, also sociological, attitudes during early childhood; within the context of he domestic institution; due to such cultural influences as education, the use of parental authority, and certain primary drives associated with sex, nutrition, and defecation [...]The approval of psychoanalysis does not in any way detract from the great importance which behaviourism promises to acquire as the basic psychology for the study of social and cultural processes. By behaviourism I mean the new developments of stimulus-and-response psychology [...] (Malinowski, 1969: 22-23)

      En este texto se aprecia la influencia que el psicoanálisis ha ejercido ya no solo en el funcionalismo si no en los estudios antropológicos y sociológicos de la época.

   Podemos concluir, en resumen, que la segunda etapa de la escuela culturalista observa las jerarquías de influencia que tiene la actividad social realizando una división funcional entre el rol desempeñado (de carácter fáctico) y el estatus del individuo (idealización proyectiva), lo que significa que el papel del individuo en sociedad está siendo abordado tanto pragmáticamente, en términos de configuración de una estructura social, como ideal o psicológicamente. Así mismo, se toma en cuenta la manera dinámica y completaría en la que el vínculo por donde adquieren significado los objetos y las personas radica en la posición social.

"La culturación adquirida por procesos de socialización es el sistema mismo de la personalidad, mientras que el rol social que cumple el individuo en sociedad es el elemento dinámico o funcional de la personalidad" (Esteva-Fabregat, 1975:85).




EL SALTO AL CUERPO

   Una de las aportaciones de Cultura y Personalidad que tendría mayor repercusión en la diversidad de corrientes antropológicas de hoy en día fue, sin duda, la valoración del cuerpo en relación a la psique. Éste es el enfoque que da Mead a sus estudios y es básicamente esa decisión de trabajar "seriamente con las zonas del cuerpo" (Mead, 1972: 350) lo que ofrece un nuevo espectro de investigación para las ciencias sociales de la época.

   El enfoque funcionalista de Mead es visible en la explicación que ofrece Linton con respecto a las necesidades psíquicas reguladas por la cultura (1945:21). Para él, la cultura es el conjunto de reacciones organizadas que tienen los individuos de una sociedad a sus necesidades de tipo físico y psicológico (ofrece el ejemplo del vestido, que cumple la función física de cubrir pero también otras de orden subjetivo como el ornamento o el efecto de seguridad de no permanecer expuesto).

   Linton describe cómo ciertas respuestas al medio y relaciones entre individuos derivan de necesidades de orden psicológico (necesidad de relacionarse, de sentirse protegido y querido, entre otras); dichas respuestas se organizan y regulan en función de la experiencia y el éxito adquirido, así mismo, las perennidad de estas necesidades propicia la creación de fórmulas que garanticen seguridad a largo plazo (es así, por ejemplo, como se pone en marcha la tecnología en respuesta a las actitudes resultantes de necesidades psicológicas de seguridad cristalizadas en instituciones que se ha demostrado eficaces o exitosas, tanto en sus objetivos explícitos como en su carácter de interventor social).

   Puede inferirse, entonces, que la escuela de Cultura y Personalidad marca (si no es que uno de los puntos de partida), un antecedente fundamental para el estudio teórico sobre el cuerpo dentro de las ciencias sociales. Por otra parte, creo que un análisis específicamente centrado en él no iba de acuerdo con el contexto de los años 20 o 30 (cuando las pautas de observación tendían marcadamente al psicoanálisis) por lo que no se desarrolló con mayor profundidad. Podemos contrastar esta etapa de las ciencias sociales con algunas posteriores, como la de la decisiva influencia de la sociología norteamericana en los 50 o el auge del estudio del cuerpo en antropología durante la década de los 70. [34]

   En resumen, aun cuando la primera generación de Cultura y Personalidad no genera una propuesta teórica delimitada o contundente, su trabajo sí compone un bastión para futuras investigaciones en materia de individuo, cuerpo, subjetividad y psique.

   Antes de abordar otras conclusiones, daremos un repaso a las críticas que recibió Margaret Mead.
   

Debate epistemológico y otras críticas


La historia nos enseña
que los hechos de los hombres nunca son definitivos;
la perfección estática no existe,
ni un insuperable saber último.

Bertrand Russell

  
   En este espacio nos dedicaremos a revisar algunas de las objeciones hechas al trabajo de Mead y de Cultura y Personalidad, basándonos principalmente en las críticas de Marvin Harris y Derek Freeman. Dividimos éstas en las que tienen que ver con supuestos epistemológicos y otras de carácter metodológico; en el primer caso, analizaremos la función del relativismo en el desarrollo de la teoría antropológica y en el segundo veremos el alcance y uso de los principios boasianos en una supuesta revisión ortodoxa.


RELATIVISMO

   Harris acusa a la primera generación de Cultura y Personalidad (Benedict y Mead) por haber transmitido los principios de Freud sin tomar en debida cuenta las relaciones de causalidad de su posición. El carácter anti-evolucionista, menciona, eliminó los intentos para reformular las regularidades diacrónicas (Harris, 1979:374). Hemos visto que esta primera "deficiencia" quedó subsanada por futuras aportaciones antropológicas, sociológicas y psiquiátricas que significaron un uso más minucioso y descriptivo de la teoría de Freud.

   Con todo, en esta observación, Harris está remarcando uno de los puntos en los que fundamentalmente convergen el particularismo con Cultura y Personalidad, a saber, el relativismo cultural. Éste concepto tiene acepciones curiosas dependiendo de dónde se le mire, por una parte señala con claridad que el elemento que tiene mayor peso en la configuración del humano es la cultura, ofreciendo así una línea para la comprensión, sin embargo esta pista es tan ambigua como complejos y diversos pueden ser los componentes culturales, lo que nos expone a perdernos en la indeterminación.

   Recordemos que la obra de Mead no está caracterizada por una selección específica de los elementos en la cultura que son determinantes, insinuando que cada una elige aquéllos necesarios para su configuración.

   Durante toda su trayectoria, Mead insistirá en esta posición relativista, argumentando tanto la carencia de teorías e información como la defensa de su propia línea de trabajo, en ésta se afirma que la función principal de Cultura y Personalidad es más bien ilustrar tesis en lugar de demostrarlas.

   Un ejemplo muy claro de esta postura está en el caso de los rusos fajados de Geoffrey Gorer. Este antropólogo propuso en 1949 que el carácter maníaco-depresivo de la población rusa estaba asociado a la experiencia alterna entre represión y libertad que vivían sus miembros durante el fajado en la temprana infancia. Mediante dicha relación, Gorer (quizá demasiado precipitadamente) intenta demostrar que el carácter ruso es una de las bases psicológicas nacionales que pueden explicar fenómenos como la revolución bolchevique o las purgas de Stalin. Este estudio psicológico fue criticado y rebatido desde diversas disciplinas, incluyendo la psiquiatría. Cuando Mead escribe en su defensa se refiere al relativismo y al valor heurístico de la aportación, arguyendo que la esperada explicación de causalidad podía ser excusada en vista de las nociones de la conducta que ya ofrecía el estudio. Veamos lo que proponen ambos.

"El argumento de este estudio es que la situación delineada [...] es uno de los principales determinantes del carácter de los grandes rusos adultos. No es, en cambio, argumento de que la manera rusa de fajar a los niños produzca el carácter ruso ni tampoco pretende implicar que si se adoptara alguna otra técnica alternativa de crianza éste tuviera que resultar cambiado o modificado" (Gorer, 1955:92).

"The statement is not swaddling makes Russians. It is: From an analysis of the way Russians swaddle infants, it is possible to build a model of Russian character formation which enables us to relate what we know about human behaviour and what we know about Russian culture in such a way that Russian behaviour becomes more understandable" (Mead, 2009:401).

  Subrayo en el último término porque estos dos párrafos expresan enormemente la intención de las investigaciones de Cultura y Personalidad; poniéndolo en palabras de Gorer, las asociaciones y explicaciones resultantes de este movimiento funcionan como un hilo que nos guía por el laberinto de las aparentes contradicciones de la conducta. (1955:98)

Shankman recoge la crítica de Derek Freeman 
que puso en tela de juicio la credibilidad de Mead.

   Concluimos así que la escuela estaba más enfocada en señalar la función activa del individuo que en marcar una pauta estricta para la interpretación, como se puede percibir en el siguiente fragmento de Ruth Benedict

"In reality, society and the individual are not antagonists. His culture provides the raw material of which the individual makes his life. [...] No anthropologist with a background of experience of other cultures has ever believed that individuals were automatons, mechanically carrying out the decrees of their civilization. No culture yet observed has been able to eradicate the differences in the temperaments of he persons who compose it. It is always a give-and-take" (1961:182).

   La postura siempre defendida por Cultura y Personalidad fue, como vemos, un cambio de enfoque dirigido a la reciprocidad que existe en la interacción individuo-medio.




CARÁCTER GENERAL

   En la oposición directa a esta línea relativista, encontramos el concepto de Carácter General. Entrando ya en materia del método particularista, sabemos que una de las premisas de la tradición boasiana es la recopilación de datos que lleven a postulados empíricamente comprobados, sin embargo veremos a través de este concepto que diversos patrones culturales y tipos de carácter individual terminaron siendo encerrados en estereotipos generales.

   En las afirmaciones de corte romántico de Coming of age in Samoa podemos encontrar algunos ejemplos de la inclinación de Mead a idealizar algunas nociones de pacifismo, amor libre y despreocupación de este pueblo. En esta obra expone con una notable carga de embellecimiento a una sociedad potencialmente sexual a través de la observación de algunas jóvenes de al rededor de 14 años, exponiendo esta etapa de la vida samoana en términos del corte: "todos sus intereses son invertidos en aventuras sexuales clandestinas" (Mead, 1949:31) o "de entre las formas sexuales que pueden recibir reconocimiento por la comunidad, los asuntos amorosos entre una pareja de jóvenes que tienen una edad muy similar, pueden conducir tanto al matrimonio como ser una diversión pasajera o adulterio" (Mead, 1949:65). Se reconoce que estos comentarios están fundamentados empíricamente pero lo que ponemos en cuestión en esta formulación es la tendencia a ofrecer una panorámica global, a partir de visiones tan específicas, dentro de un contexto que se supone científico y aclaratorio.

   Así mismo, en las descripciones que da de distintos pueblos en Macho y Hembra se hallan afirmaciones categóricas que insinúan un carácter generalizado entre los individuos tales como "[Los arapesh de la montaña] han desarrollado una sociedad en la que, si bien nunca hay bastante con que comer, cada hombre pasa la mayor parte del tiempo ayudando a su vecino y se siente comprometido con los objetivos de éste" ,o el caso opuesto de los mundugumores que "pasan su vida peleando y cazando cabezas, y han desarrollado una forma de organización social en la que cada mano de hombre está en contra de todo hombre" (Mead, 1972:55).

   Hay que aclarar que nuestra observación a estas declaraciones parciales no está enfocada al uso específico de determinados aspectos del carácter general sino en la falta de precisión que conlleva el planteamiento. Se entiende que, para explicar determinadas pautas a través de ciertos comportamientos, es necesario extraer algunas características de la personalidad del resto de los elementos que conforman el contexto total, el hecho es que al abordar el estudio por esta vía se obstaculiza la visión del lector, quien tiende a hacerse una idea distorsionada de lo que la sociedad es en conjunto.

    De ningún modo pretendemos, como hizo Harris, poner los criterios de esta clase de investigación en entredicho, pero sí consideramos en ellos una desviación o negación de las premisas particularistas concernientes a la observación empírica exhaustiva.

   También tomamos en cuenta que en toda cultura, la variabilidad de personalidad en los integrantes de una población es destacable y que debido a ello sería imposible realizar ningún tipo de estudio de no ser por ciertas generalizaciones. Se reconoce que a pesar de la variabilidad, la influencia cultural puede ser demostrable pero, por lo menos en los casos señalados, consideramos en la autora una tendencia a oscurecer la información en favor de una visión simplista y explicativa de sus propios supuestos.

   Podemos suponer que el germen de este problema nace en la necesidad de demostrar que el humano responde a su entorno cultural en casos empíricos inequívocos, sin embargo, lo en un inicio pareció tratarse de una colección de pruebas contundentes se convertiría después en un serio debate sobre la manipulación de los datos en la observación de campo.

   Esta quizá sea la debilidad más acusada en el trabajo de Mead (ver Freeman, 1985) debido justamente a la doctrina boasiana particularista empirista que profesaba a todo lo largo de su trayectoria.

  En Macho y Hembra dedica un capítulo a explicar las reglas del método empírico y habla de la comprensión de la cultura a partir de la observación minuciosa del comportamiento, recopilación de información y el posterior establecimiento de categorías sólo a través de ese material (Mead, 1972: 43, 47) y sin embargo en décadas posteriores Freeman dejó demostrado el mal uso de dicho material, llegando incluso a invalidar la conclusión central de Mead, como puede verse en el siguiente fragmento.

"Samoa ceases to be a negative instance and Mead's central conclusion that culture, or nurture, is all-important in the determination of adolescent and other aspects of human behaviour is revealed as ungrounded and invalid." (Freeman, 1983: 83) [35]

   Con todo, en el presente trabajo no nos interesa tanto verificar la veracidad de un estudio que ya no tiene mayor vigencia, sino considerar la aplicación práctica que uno de los personajes principales de Cultura y Personalidad dio a sus propios postulados.

   Desde este punto de vista nos parecen contradictorias las supuestas intenciones científicas de Mead de, por ejemplo, "esperar hasta que se hayan elaborado teorías y métodos apropiados para encajar nuestros materiales excesivamente complejos en un sistema de desarrollo" (Mead, 1972:40) con el posterior sistema de desarrollo de hizo de sus propias teorías. ¿No partió ella misma de las premisa de Freud, una vez haber desechado lo que no le servía? ¿no buscó aplicar esas teorías en los casos particulares que ella observaba?

   Podemos aducir esta interpretación de los hechos en favor de teorías pre-formuladas a intereses enteramente científicos, insistiendo en que es la búsqueda de interpretar y comprender una cultura lo que puede hacer tender al investigador a decantarse por ciertos postulados[36].

   Creemos que, en mayor o menor medida, todo observador está sometido a estas influencias; Freud ya advertía la necesidad de moderación para establecer teorías científicas "cuánta prudencia es necesaria para establecer el diagnóstico de degeneración y qué escasa importancia posee" (Freud, 1986: 352), pero así como la muchos otros científicos, terminó por adecuar sus normas ideales a las demandas prácticas del razonamiento[37]. Más adelante en este mismo texto tira por la borda la prudencia y refuerza las concepciones evolucionistas previas: "Hasta en los pueblos civilizados europeos ejercen máxima influencia sobre la difusión y el concepto de inversión las condiciones climatológicas y raciales" (ibidem, p. 353).

   No cerraremos sin advertir que Mead se manifestó consciente de las debilidades de su escuela señalando que los fundamentos para establecer regularidades debían ser completados desde una teoría científica adecuada, así como de verificaciones matemática y estadísticas[38] (ver Mead 1975: 80-82), concluyendo en que el método de Cultura y Personalidad estaba todavía "en pañales".

   A este respecto queremos comentar que, si bien la obra de Mead demostró limitaciones y contradicciones, es innegable que su trabajo, pionero en la asociación de conceptos casi completamente ignorados en la época, marca una pauta importante para posteriores perfeccionamientos de esa línea investigativa y es un referente de abanderamiento del relativismo, postura no del todo fácil de llevar ante la hegemonía teórica europea.



Conclusiones

 DESDETERMINANDO EL DETERMINISMO

   Que sus postulados hayan estado más o menos incompletos, que sus pruebas distorsionadas o sus explicaciones apresuradas, nos parecen discusiones ya innecesarias; lo incuestionable es que el impacto que tuvo el culturalismo ayudó a cambiar la percepción racional del mundo. Si bien la propuesta de dar un giro reflexivo[39] hacia la psique se atribuye a Freud, considero que en lo que respecta a la aplicación de esta noción a las ciencia sociales, no hubo corriente más relevante.

   Durante la primera mitad del siglo XX, la Antropología tendía en Europa a explicaciones rígidas que probablemente habrían seguido siendo dominantes y hegemónicas de no ser por el proceso histórico que atravesaba EE.UU. Al igual que su población y economía, la producción de ideas norteamericanas se fortalecía y crecía prolíficamente. También el logos de esta nación comienza a tener un peso más contundente; la clase media norteamericana tiene interés de formarse e informarse en la nueva actividad generalizada, la del saber empírico descriptivo. En este contexto Margaret Mead le ofrece a la sociedad americana en general la posibilidad de observarse a sí misma en el reflejo de la ciencia aplicada.

   Quitando lo que de determinismo no convenía a los valores individuales y de crecimiento individual de la próspera nación, Boas introduce el relativismo y Mead lo comprueba científicamente, dejando sobre la mesa todos los argumentos necesarios para decir que el determinante real está en la cultura.

   Las propuestas de Mead resultan por tanto, liberadoras. Queda demostrado ante los ojos de la ciencia un escenario muy acorde al que estaba presente en la mentalidad americana: que la civilización (esa realidad pragmática en la que vivimos) "depende de la ordenada transformación de las experiencias elementales de la infancia en el disciplinado simbolismo de la vida adulta" (Mead, 1972: 59), es decir, que lo que cada sociedad vive, depende de las actividades que ella misma haga y de las actitudes que ella misma tome... lo que la sociedad sea, es, en suma, producto de los actos de los individuos.

   Coincido con Esteva-Fabregat cuando afirma que Cultura y Personalidad es producto los procesos de psicologización de la sociedad así como de la necesidad de explicar el proceso social de una manera más profunda (1973:6), y que lo anterior responde a un pujante deseo de los investigadores de conocerse a sí mismos a través de sus diferentes disciplinas.

   Así mismo creo que a partir de Boas, "la Antropología permitió liberar a la civilización de sus propios prejuicios" (Watson, 2002: 300) y que con Mead esta afirmación logró un alcance mayor y más pragmático; que su trabajo de reconstrucción del amplio espectro de posibilidades de enculturación contribuyó, como se lo había propuesto en conjunto con Benedict, a nuestro propio proceso de cambio social.


Bibliografía


BENEDICT, Ruth (1961). Patterns of Culture. London. Routledge & Kegan Paul.
ESTEVA-FABREGAT, Claudio (1973). Cultura y personalidad. Barcelona. A. Redondo editor.
FREEMAN, Derek (1983). Margaret Mead and Samoa: The Making and Unmaking of an Anthropological Myth. USA. Harvard University Press.
FREUD, Sigmund (1986). Los textos fundamentales del psicoanálisis. Barcelona. Ediciones Atalaya.
FROMM, Eric (1944). "Psychoanalytic Characterology and its Application to the Understanding of Culture." American Sociological Review. Russia*.
GORER, Geoffrey, (1955). "The psychology of great Russians". The study of Contemporary Western Cultures. The people of Great Russia. pp. 71-134. New York. Berghahn Books.
HARRIS, Marvin (1979). El Desarrollo de la Teoría Antropológica. España. Siglo Veintiuno.
KARDINER, Abram (1968). El individuo y su sociedad: la psicodinámica de la organización social primitiva. México. Fondo de Cultura Económica.
LINTON, Ralph  (1945). Cultura y personalidad. México. Fondo de Cultura Económica.
MALINOWSKI, Bronislaw (1969). A scientific theory of culture and other essays. London. Oxford University Press.
MEAD, Margaret (1949). Coming of age in Samoa. USA. New American Library.
MEAD, Margaret (1972). Macho y hembra. Argentina. Editorial Tiempo Nuevo.
MEAD, Margaret (1975). Antropología, la ciencia del hombre. Buenos Aires. Siglo veinte.
MEAD, Margaret (2009). "The Swaddling Hypothesis: Its Reception". American Antrhopologist. Volume 56. Issue 3.**
WATSON, Peter (2002). Historia intelectual del siglo XX. Barcelona. Crítica.








"En 1939 la gente se hace preguntas más profundas y agudas acerca de las ciencias sociales que en 1925... Nos hallamos en una encrucijada y debemos decidir si queremos continuar hacia una sociedad heterogénea más ordenada o retraernos asustados a una norma única que hará que se desperdicien nueve décimos de las posibilidades de la raza humana."

                                              Margaret Mead
                                              From the South Seas






[1] Una nota de Linton, miembro de esta la escuela, puede ilustrarnos al respecto "Hasta maestros de la talla de Freud con frecuencia invocaron instintos para explicar reacciones que según lo que sabemos hoy están directamente condicionadas por la cultura." (1945: 130)
[2] Utilizado reiteradamente por Kroeber, difundido por Benedict y peleado en derechos de autoría por Mead (ver Harris, 1979: 352).
[3] Utilizamos la distinción propuesta por el filósofo Karl Pribram, en materia de elaboración de teorías científicas. (Watson, 2002: 40)
[4] Publicado en 1913, sostiene una propuesta sobre el inicio de la civilización aplicando postulados del psicoanálisis en el esquema evolucionista.
[5] Linton refiere que las mujeres de dicha región "raras veces amamantan a sus hijos debido a la importancia que cobran los pechos en su cultura [...] no obstante, los niños de estas islas crecen sin ningún problema fuera de lo común y sin que la relación con sus madres parezca alterada" (en Watson, 2002: 531).
[6] Kroeber y Boas también emitieron sus críticas, a pesar de las cuales fue Sapir "el primero en darse cuenta que la influencia de Freud sobreviviría a las llamadas de la cruzada antropológica" (Harris, 1979:373). Y efectivamente, Sapir formó parte junto con Mead y Benedict en la generación que comenzó a tomar en cuenta las ideas relacionales de transferencia de emociones y canalización de impulsos para la observación del comportamiento humano en su trabajo de campo.
[7] En el debate comentado, existe una tercera propuesta: en tanto que Freud sostiene la existencia de una base fisiológica de carácter psíquico, la libido (sobre la cual las diferencias culturales eran superficiales) y los particularistas que es la cultura la que tiene el poder de hacer a los humanos diferentes a lo que la naturaleza había decretado, la Psicología confiere el control del individuo al instinto.
[8] Conferencias "Jacob Gimbel" en California, 1946, contenidas en Macho y hembra y sobre las que hablaremos en este apartado.
[9] Ver Mead, 1972: 39, donde ella misma corrobora esta posición.
[10] Luego de tres décadas y tras haber sido recibido con tanta hostilidad en Viena, la idea del inconsciente ya ha sido ampliamente aceptada en la psiquiatría de la época y no dejaría de continuar generalizándose.
[11] Una de las principales diferencias que encuentro entre Freud y Mead está en que mientras que el primero explica la personalidad a través de la relación entre el inconsciente y la represión, el enfoque antropológico, de carácter más empírico, se limita a hablar de hechos y relaciones que pueden ser demostrados. El concepto que asocia a ambos investigadores es la formación del yo. Para el estudio antropológico, equivale al proceso de enculturación de esa parte irracional que Freud describe como "lo latente, que sólo es inconsciente en un sentido descriptivo y no en un sentido dinámico" (1986:550). Esta transición deviene para Freud en "una parte remodelada, separada del ello y adaptada al mundo exterior"; antropológicamente, el individuo adaptado a las formas culturales de su sociedad.
[12] La noción de complejo de Edipo ya había sido difundido intercontinentalmente y servía en diversos tipos de investigación.
[13] Habría que preguntarse y analizar si de verdad un pensamiento de esa naturaleza tiene cabida en la mente -consciente o inconscientemente- del niño que es alimentado.
[14] Para dicho efecto toma como ejemplo el caso de los trobriand quienes niegan el papel biológico de la procreación así como a la utilidad del alimento; también el de las fantasías de adolescentes americanas que temen embarazarse a raíz de comer.
[15] Resulta excesiva la determinación con la que Freud determina la relación de este descubrimiento con un fin patógeno en la mujeres cuando señala que del descubrimiento de castración penden diferentes vías de evolución para la niña: la inhibición sexual o la neurosis; la transformación del carácter en el sentido de un complejo de masculinidad, y el otro, al fin, la feminidad normal.
[16] No menciona si existen estudios antropológicos o sociológicos fuera del psicoanálisis que demuestren tal afirmación.
[17] Para información al Respecto ver Mead, 1972: 137.
[18] Aun así, no parece haber un estudio en donde la antropóloga haya vuelto a comprobar los efectos del trato sexual con los mismo individuos a quienes observó como niños.
[19] Además del padrinazgo de Boas y el hecho de que, en una época de en la que no existía la difusión que conocemos hoy ni el turismo de masas, la antropología era una ventana atractiva para que los ciudadanos americanos conocieran el mundo exterior.
[20] Hay también bastante que decir al respecto de una sociedad cuya división social del trabajo potencia la falta de seguridad sobre paternidad, elemento que juega también un papel importante en el psicoanálisis, pero no hablaremos de ello aquí.
[21] Ambos obtienen de Wundt esta influencia decisiva.
[22] Se reconoce que éste es uno de los aspectos más confusos de su teoría (Watson, 2002: 157).
[23] En el apartado sobre funcionalismo veremos estos elementos en acción.
[24] Tomemos en cuenta que la obra se publica en 1929 en un contexto caótico y en cierta manera neurótico. Estamos en un periodo álgido, plena crisis financiera en una Europa aún convaleciente de los efectos de la agresión física y psíquica de la guerra, este sentimiento de inestabilidad y vulnerabilidad del que hablamos tiene fundamento también en la inflación debida a los pagos de guerra que se vive en países germanoparlates, donde vive Freud.
[25] América también vive un periodo de cambios, pero muy distinto. La economía boyante previa al crack conllevó a la formación de una mentalidad progresista y autónoma que permitió que fuesen ellos quienes se rebelasen contra el canon antropológico europeo.
[26] Véanse críticas posteriores.
[27] Se hablará más adelante de esta ambigüedad propia del relativismo y su enfoque crítico.
[28] Es curioso que a este respecto se relacionen Durkheim y Koreber, autores que si bien tienen en común la anulación del concepto de individuo (mientras que Mead explica la cultura a través del mismo), difieren en un matiz: mientras que para Durkheim el funcionamiento social es rígido y mecánico, en Kroeber (aunque igual de determinista) los mecanismos culturales se expresan en la propia cultura; la concepción del primero lo aparta de todo enfoque subjetivo mientras que, para llegar a explicar de un modo más minucioso la determinación cultural, Kroeber utilizará conceptos del psicoanálisis compartidos con Cultura y Personalidad como condicionamiento, proyección social y actitud individual.
[29] Este sistema es fundamental para comprender el principio de reflexividad que después vendría a utilizarse en sociología y antropología.
[30] El propio Malinowski trabajaba en esta época teniendo en mente la relación entre las represiones y su manifestación en la vida social.
[31] En este sentido, Harris, reconoce del trabajo de Kardiner la potencialidad para hacer avanzar "hacia su perfección" al programa determinismo histórico (1973:378).
[32] Cabría analizar los alcances de este término. No tengo información suficiente para hablar del alcance histórico que Benedict pretendió dar a sus estudios sobre el carácter nacional, aunque entiendo que en ellos refiere premisas que serían susceptibles a generalizaciones diversas. Si la cultura se construye y transforma en función de interrelaciones dadas entre individuos y con el medio ¿puede hablarse de en términos de carácter nacional aun en una perspectiva diacrónica?
[33] A este respecto habría comentado Kroeber, y no sin razón, que la especialización en las sociedades complejas revelaría tipos de personalidad distintas (Esteva-Fabregat, 1973: 66.), yo me preguntaría si no es más bien que el conjunto social tiene la capacidad de generar  tipos de personalidad adecuados a sus sistemas reproducción.
[34] Con los trabajos de Mary Douglas, John Blacking, Judith Hanna, entre otros.
[35] Se relaciona esta crítica con la que Jeffrey Masson hizo de Freud en dos aspectos. El primero es el cuestionamiento de su teoría remitiéndose al mismo campo del autor (en este caso, Masson revisó el caso de su primera paciente, Dora y descubrió que Freud ignoraba o daba ventaja a la información obtenida en beneficio de sus necesidades) y en segundo lugar por el revuelo que traen consigo estos  argumentos contradictorios respecto a postulados que ya gozaban de reconocimiento internacional.
[36] No haremos más que mención de la intención -llevada a cabo- de usar ese cientificismo en favor de intereses más pragmáticos, como quedo demostrado durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Cultura y Personalidad intensificó sus investigaciones en pos de obtener ventaja y control sobre los países enemigos.
[37] Lo que nos lleva a la reflexión de cuánto puede distorsionarse una observación de acuerdo al contexto y bagaje del observador.
[38] También hay que decir que propone los métodos de documentación fotográfica y cinematográfica para superar las limitaciones que tiene el recavado de información utilizado hasta entonces.
[39] Utilizo este término a falta de otro que exprese la noción de la psique estudiándose a sí misma por medio de la ciencia.
*Publicado en línea. http://uchebalegko.ru/docs/7/6799/conv_1/file1.pdf
[Visitado última vez 04 diciembre, 2014, 15:30]
** Publicado en línea. http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1525/aa.1954.56.3.02a00090/pdf
[Visitado última vez 28 diciembre, 2014, 19:30]


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