Resumen
El trabajo de Margaret Mead forma
parte de la escuela de Cultura y Personalidad y como tal, utiliza elementos del
psicoanálisis para explicar el proceso en que la cultura influye en la
formación de actitudes individuales que conforman a la persona. Su trabajo está
inserto en la línea Norteamericana que se funda en oposición a las corrientes
explicativas imperante en Reino Unido. En "Coming of age in Samoa" y
"Macho y hembra" puede percibirse la influencia del psicoanálisis en
un estudio comprensivo-interpretativo de la cultura, que servirá como
influencia en tratados posteriores que utilizarán la acción individual como
punto de partida para explicar lo social.
Palabras clave
Cultura, personalidad, psicoanálisis, enfoque
individual, relativismo, empirismo, condicionamiento, sociedad
Sumario
Justificación
Introducción
El Psicoanálisis aplicado en
Antropología
Margaret Mead y el Particularismo
boasiano
Cultura y Personalidad, enfoque
funcional
Debate epistemológico y otras
críticas
Conclusiones
Bibliografía
Introducción
En teoría, la escuela de Cultura y
Personalidad es el estudio de sistemas de relaciones entre individuos, sociedad
y cultura; sin embargo, cuando vemos esta corriente llevada a la práctica y la
comprendemos en su contexto relativista, nos damos cuenta que la observación y
análisis del continuo dinámico de los procesos de desenvolvimiento del ser
humano en su sociedad lleva a un sistema mucho más intrincado que lo que la
mera referencia a estos tres conceptos pueda significar.
A raíz de su nombre es fácil adivinar la
línea de pensamiento e investigación que se propone, sin embargo es difícil
afirmar que esta escuela haya estipulado un modelo específico de coerción entre
la cultura y la personalidad (creo que al contrario, evitó ceñirse a soluciones
de este tipo para librarse de los determinismos propuestos antes por Kroeber o
Freud); diremos más bien que su investigación se sitúa ante los fenómenos mediante los cuales se transforma la
personalidad individual en una interacción recíproca y complementaria con el
entorno, asumiendo sí, que la primera está condicionada por el medio cultural
pero sin especificar los términos de esta dependencia.
La escuela emerge del historicismo en una
especie de cruzada anti etnocentrista
y anti racial en favor del relativismo. Es debido a esto que toma parte de la
crítica a enfoques que suenen a deterministas, entre los que encontramos la teoría
de la libido; en oposición, se propone que el grado de variabilidad será determinado por los patrones culturales
expresados en cada sociedad a través de sus instituciones[1].
La primera fase de Cultura y Personalidad no
podía dejar fuera los postulados fundamentales de Freud ni su respectiva
relación con el funcionalismo pero, aunque ilustra repetidamente ciertos
mecanismos por medio del psicoanálisis del primero, llega a concebir, a partir
del trabajo de campo, un sistema propio relativamente independiente de estos
dos enfoques; nos referimos al el concepto de las pautas[2], que no son otra cosa que
la tendencia de la cultura a su
consistencia.
Margaret Mead, Ruth Benedict, Abram
Kardiner, Clyde Kluckhohn y Ralph Linton encabezaron el movimiento, también
llamado culturalista, trabajando para encontrar un principio que explique
simultáneamente cómo se construye una cultura con elementos dispares combinados
y qué es lo que hace de ésta el principal elemento de configuración humana.
Mead con dos chicas de Samoa. 1926
Uno de sus principales méritos del culturalismo es que, en lugar de conformarse con la visión organicista, en la que se la explica a la cultura como un sistema funcionalmente integrado y superior a sus partes, se propone contemplar la vida individual y el propio comportamiento, dificultándose así la tarea de recomponer el puzzle de elementos que operan en la interrelación social.
Acabamos de explicar en líneas generales la
relación de esta corriente con el funcionalismo, pero este documento tratará
sobre todo de las raíces y fundamentos de la escuela. Hablaremos de la
influencia de Boas, quien también se dedicó a comprobar la plasticidad
psico-biológica en un intento de legitimar la idea de la igualdad racial,
aportando a la Antropología Cultural un enfoque en el que el estudio del
individuo tuviese cabida.
Fue gracias al relativismo cultural que los
procesos humanos comenzaron a analizarse como representaciones de las
potencialidades biológicas puestas en acción de acuerdo a un sistema
sociocultural de organización. Este matiz no es en absoluto anodino; desde
nuestro punto de vista es uno de los pivotes de cambio para el paradigma
científico norteamericano. De acuerdo con esta nueva perspectiva, los hechos
sociales tienen que ser estudiados en una especie de reciprocidad
"acudiendo a las fuentes emocionales e intelectuales del individuo en
términos de la sociedad que las nutre" lo que hace que todo proceso
cultural "deba ser puesto en relación con el fondo de las emociones,
motivos y valores instituidos por la cultura". (Benedict, 1989: 75) Encontramos
así que el culturalismo introduce al campo
de estudio el psicologismo, legitimando de alguna manera, la posición
del individuo en la configuración de la sociedad.
Tomaremos como punto de partida los estudios
de Freud y las aportaciones que sus sucesores hicieron a las ciencias sociales.
Por parte de Karen Horney, tenemos otra relativización, inserta ya no en el
campo antropológico sino en el del psicoanálisis, la del concepto de neurótico.
Con su afirmación, "lo normal no existe universalmente" (1984), da
uno de los primeros pasos en la desestabilización de los métodos deterministas;
con todo, lo interesante de su trabajo es que integró las aportaciones de la
sociología y antropología, de las que Freud se había mostrado
"profundamente ignorante".
Entendemos que es en este inicio del siglo
que el individuo se convierte en el punto de partida para la observación y
comprensión de una sociedad. Se presta atención al cuerpo como medio de
expresión de fenómenos psíquicos y se comprende un sistema de integración
social fundado en necesidades y procesos de orden individual.
Así, se percibe que el cuerpo orgánico es
uno para todos los humanos (base biológica) pero las formas de adaptación
enormemente plásticas (especificidad relacionada con la cultura) y que es la
cosmovisión individualista aquella
con mejores herramientas para establecer una relación entre estos dos
polos.
Debido a lo anterior, la concepción de
realidad propia del culturalismo tiene el potencial de elaborar percepciones
nítidas que revelen o descubran la
verdad, mientras que la otra, universalista
(imperante hasta entonces), proponía la existencia "una verdad entera y
externa a la mente cuya validez hace inútil cualquier comprobación".[3]
La diferencia entre estas dos posturas, el hecho de descubrir en lugar de recibir
la verdad, es el núcleo de la propuesta relativista que Mead defiende. A lo
largo de este documento intentaré exponer parte de la trayectoria que siguen
sus postulados en el contexto de teorías científicas que acabo de mencionar,
también ofreceré mi punto de vista al respecto de dicha dicotomía en un
apartado dedicado a las críticas y debate epistemológico que vivió Cultura y
Personalidad.
Espero lograr, por lo menos, una
aproximación al ideario de esta escuela.
El Psicoanálisis aplicado en Antropología
FREUD EN LA ANTROPOLOGÍA
No se puede hablar de la escuela de Cultura y Personalidad sin mencionar
a Sigmund Freud, personaje mundialmente reconocido por haber inaugurado el
nuevo siglo en Europa con un paradigma distinto al que se tenía con respecto a
la razón. Su propuesta de una realidad existente y operante fuera de la
conciencia vendría a incomodar al círculo de intelectuales y médicos de Viena
que sostenían la doctrina de que "las enfermedades de la sociedad no
tenían cura alguna." (Watson 2002: 24)
Se puede decir que Freud llevó a la psiquiatría una nueva patología con la que lidiar, (o por lo
menos como tal es que fue tomada su idea del inconsciente durante los primeros
años), no quiero decir con esto que el inconsciente sea considerado patología
dentro del psicoanálisis sino que la mera idea de que algo semejante pudiese
existir (y que el concepto hubiese nacido en el seno de una sociedad tan
racional como la vienesa) significaba un desequilibrio importantísimo tanto en
la medicina como en la misma historia del estudio humano. Un efecto semejante,
aunque con todas las atenuantes del pragmatismo norteamericano, lo tuvo el
relativismo boasiano del que Margaret Mead se volvería protagonista a partir de
los años 20.
Sabemos que, a pesar de lo dicho, las ideas de Freud fueron finalmente
aceptadas, sin embargo, su obra nunca dejó de recibir innumerables críticas,
algunas en respuesta al carácter especulativo de la misma y en el caso
antropológico, debido a la extensión universalista que tenía su teoría más
tardía.
La escuela historicista se oponía a toda propuesta de determinismo
evolucionista o deductivista, defendiendo ante todo el empirismo y relativismo
cultural. Si se tiene una idea de los planteamientos expuestos en Tótem y tabú[4],
y si a éstos añadimos que prácticamente ningún punto de la teoría de Freud
podía ser validada empíricamente, comprendemos que los historicistas tomaran
dicha obra como uno de los principales focos de ataque a los determinismos
europeos.
En el ámbito antropológico Freud fue desacreditado por conferir a la
dimensión histórica de la investigación fines especulativos. Se considera que su fallo principal es la
generalización de una estructura cultural en base a elementos sueltos y una
falta de carácter científico de sus afirmaciones; la obra Tótem y tabú no sólo demuestra la falta de manejo de Freud de
nuevos descubrimientos por parte de la Antropología (para escribirlo se basó
primordialmente en La rama dorada)
sino una desesperada respuesta a las teorías de Jung que estaban desafiándolo
por esa época, en suma, una falta de formalidad científica. Sea como fuese, sus
fuentes resultaron insuficientes y la mera idea de probar su teoría mediante
"la observación de las sociedades de los primates como punto de partida de
la evolución humana" no era sólo inviable sino anacrónico.
Entre las críticas recibidas figuran las de Malinowski, quien puso en
entredicho la construcción freudiana del la universalidad del complejo de Edipo
con sus estudios descriptivos sobre la familia trobriand y las de Ralph Linton
con respecto a la importancia que Freud da a la lactancia en el lazo entre
madre e hijo[5],
entre muchas otras[6].
Así mismo, los primeros estudios de campo de Mead
giraron en torno a esta crítica, asumiendo una postura anti freudiana en el
debate natura-nutritura, donde los
postulados freudianos sobre la libido y los complejos se pretendían como
componentes determinantes biopsicológicos mientras que los boasianos "estaban
dedicados a probar que la cultura tenía el poder de hacer a todos los seres
humanos diferentes de lo que la naturaleza había decretado" (Harris, 1979:
369).[7]
La escuela de Cultura y Personalidad se funda
en oposición a las hipótesis ortogenéticas y a las propuestas deterministas que
hacen pender acciones y reacciones de individuos de todo el globo del componente
bio-psicológico de la libido; con todo, no deja por ello de valerse de ciertos
principios que expliquen la estructura del comportamiento humano. Margaret Mead
y Ruth Benedict sostienen que, si bien no se encuentran a través de la
investigación empírica regularidades en el proceso de maduración, sí existe un
proceso formal mediante el cual el niño adquiere su conducta a base de
imitación de los padres; sin esta forma de aculturación el niño no dejaría de
ser una especie de animalillo salvaje propicio a desatar sus instintos básicos
de maneras diversas y burdas, como canalizar su impulso de morder atacando a
otros (Mead, 1972: 132).
En base a la premisa anterior se estudian
las formas en que la cultura, a través de mecanismos y comportamientos
sociales, se implanta en el ser
humano, eliminando por medio de explicaciones socio-funcionales el cariz que de
psíquico compulsivo tenía la teoría freudiana y explicando la relación
cuerpo-comportamiento mediante procesos observados empíricamente. En cierta
forma, Mead sustituye la idea de la libido como motor del subconsciente por el
sistema de patrones en los que la cultura moldea la personalidad.
MEAD
APLICANDO A FREUD
Recordemos que el trabajo de Freud
corresponde a la tradición europea de buscar explicaciones universales que,
como hemos visto, no encajaba del todo con la mentalidad de la pragmática y
empírica norteamericana. El ambiente de trabajo y progreso que se vivió en la
posguerra se refleja en la producción de ideas de carácter práctico y limitado,
de fácil comprobación. Dentro de este contexto entendemos la aplicabilidad
antropológica que Mead encuentra para el psicoanálisis.
En el momento en que se da la serie de
conferencias "Psicología del sexo"[8], las propuestas de Freud
gozan ya de reconocimiento internacional. Cuatro décadas habían pasado desde la
publicación de La interpretación de los
sueños, igual que dos guerras que cobraron (además de decenas de miles de
muertos) un elevado índice de afectados psicológicos, para quienes la
psiquiatría se convirtió en una opción; así mismo, la elevada tasa de neurosis
en la sociedad norteamericana le otorgó a su trabajo la legitimidad y reconocimiento
suficientes para que el psicoanálisis se expandiera enérgicamente.
Freud elabora una teoría sobre la sexualidad
con respecto a la represión que vivía la sociedad en este contexto del que
hablamos y es en esta vertiente donde se hallan los elementos fundamentales en
los que la escuela de Cultura y Personalidad converge con el psicoanálisis.
Veremos cuales de esos postulados psicoanalíticos, relacionados "con la
naturaleza que afecta a todo ser humano", fueron aplicados en la investigación
empírica de una de las mayores autoridades[9] antropológicas de la
época.
Desde su primera obra, La interpretación de los sueños, Freud ya había establecido los
cuatro pilares que sustentarían toda su teoría, a saber, la existencia del
inconsciente, la represión, la sexualidad infantil (que desemboca en el
complejo de Edipo) y la división tripartita de la mente (Watson, 2002:25).
Si bien Mead no le da mayor relevancia a
la primera noción[10], sí habla de una
"imaginería del cuerpo, que en el niño todo lo invade" (Mead,
1972:59), una especie de preconsciente que
tiene que ser transformado en una conducta social aceptable[11].
Con todo, los conceptos más utilizados por ella hacen referencia a la
sexualidad infantil[12]; es en base a éstos que
Mead escribe Macho y Hembra, comparando
siete diferentes pueblos del Pacífico (los samoanos, los manús de las islas de
Almirantazgo, los arapesh de la montaña, los mundugumores del río Yuat, los
lacustre Tchambuli, los iatmules, del río Sepik y los balineses) en un estudio
sobre los elementos culturales que establecen la diferenciación de género y la
formación de la civilización a través de experiencias corporales de la
infancia; así como de las experiencias que rigen posteriormente el carácter y
simbolismo de la edad adulta (Mead, 1972:59).
Encontramos la primera explicación en
relación a los samoanos. Mead explica "el peregrinaje hacia la
madurez" de estos individuos como un proceso lento que se da de la mano de
adultos que no exigen mucho de los niños.
"El niño
aprende: Tienes un cuerpo y una serie de impulsos que pueden hacer cosas
inapropiadas, pero eso se debe a que eres desasido chico. Nadie se disgusta
contigo por eso, pero se disgustarán con tus pequeños guardianes si éstos te
permiten a ti, que eres inocente, portarte mal" (Mead, 1972:108).
En este pasaje se ven aplicados los
principios con que se pretende establecer un orden psicológico en la realidad
cultural. En primer lugar, los niños son demasiado jóvenes para saber cómo
comportarse; en la infancia, la conexión entre el cuerpo y el instinto es muy
clara y la transición a la domesticación del
inconsciente se da debido a la prolongada dependencia del niño a los padres y
las exigencias de éstos respecto al control de los impulsos mediante
determinados mecanismos de condicionamiento o de coerción (en este caso el
convencimiento de que hay guardianes que no permiten que el niño se porte mal).
El siguiente mecanismo es la ruptura
simbólica que se da al rededor de los 8 años entre niños y niñas samoanos. En este
punto encontramos -además de la diferenciación macho hembra que es partícipe
fundamental en la estructuración lógica de un mundo consciente- el nacimiento
del tabú entre hermanos.
"La relación
hermano-y-hermana es el foco de la ruptura del macho con una infancia temprana
llena de emociones libres, en la que tenía a su hermana mayor dispuesta a
servirlo para pasar a una infancia tardía como macho muy pequeño, poco
importante y muy torpe en el grupo de los niños mayores." (Mead, 1972:109)
Aquí Mead está sentando las bases para
determinar lo que denomina "Regularidades básicas en el desarrollo sexual
humano"; patrones de comportamiento o enculturación que tienen directa
relación con el cuerpo humano y que marcan el salto hacia la conciencia (Freud)
o hacia la vida adulta (Mead se convirtió en especialista en ese tema,
tratándolo desde su primera obra, Coming
of age in Samoa y utilizándolo después para explicar la sociedad
norteamericana).
La primera de estas regularidades será la
clasificación de género en torno al cuerpo.
En psicoanálisis, el primer paso hacia la diferenciación del consciente
individual se da en el periodo de destete, donde se gesta uno de los conflictos
más conocidos en el terreno de la psiquiatría, el complejo de Edipo. Ante dicho
concepto Mead se encargará, sobre todo, de subrayar la capacidad de ajuste que
tienen diferentes culturas a las relaciones de tipo sexual o de género.
Reiterando en el relativismo, da varios ejemplos de sociedades donde las
pasiones están canalizadas de distintas maneras, pero lo importante en este
caso es que explica específicamente los mecanismos de aceptación que utiliza el
individuo para acoplarse a su grupo. En un enfoque que casi se antoja llamar
funcionalista, Mead explica que el individuo se adecua a las necesidades y
condiciones de su sociedad mediante un condicionamiento impuesto en el día a
día a través de la necesidad de reconocimiento, cuidado y cariño que confiere
al individuo de una posición y rol determinados en su estructura social. Pero
siempre recalca que este proceso implica una serie de adaptaciones que se dan
en base al dominio del cuerpo,
"Sea cual
fuere lo que los adultos digan, sientan o repriman, el niño sigue teniendo un
cuerpo; que las bocas maman primero y luego muerden, y son capaces de escupir
[...] que el niño no es sólo una tabula
rasa sino un organismo vigoroso en proceso de maduración" (Mead
1972:132-133)
y es en base a las experiencias corporales
que el niño construye su percepción del mundo.
"De todas
sus experiencias con machos y hembras de todas las edades, combinadas con las
claves que haya podido extraer de su propio cuerpo, el niñito ha elaborado
entonces, y sólo entonces, sus propias fantasías" (ibidem).
Por último, cabe añadir que en torno a esto
Mead hace la mención de una propuesta científica sobre cómo regular el
comportamiento de los miembros de su propia sociedad, señalando que en tanto
más se oscurezcan las relaciones con el cuerpo humano recargándolo de tapujos,
misterios y vergüenzas más difícil será el proceso en el que el niño se haga de
una comprensión del ciclo de vida y, por ende, del estado de madurez de su
propio cuerpo.
La segunda regularidad que observa es la
existencia de fases de receptividad y actividad en el crecimiento del niño.
La fase de receptividad está caracterizada
por los diversos estímulos que toman parte en la configuración de la
personalidad individual. Frases como "el niño experimenta la sensación de
morder algo con sus dientes recién salidos", "el cuerpo del niño
introduce en su conciencia algún órgano o estado de alma que los adultos de su
contorno están tratando de negar totalmente" nos remiten al concepto de la
fase oral propuesta por Freud. La aportación de Mead a una teoría ya puesta en
marcha es la introducción del sistema impulsos-cuerpo-personalidad, en el
complejo cultural.
Decíamos que el principal mecanismo de
aprendizaje en esta etapa es el alimento, claro determinante desde el punto de
vista no solo nutricional, sino social, probablemente también simbólico y,
desde un enfoque psicoanalítico, condicionante. A partir del acto de lactancia
surge una serie de comportamientos derivados dotados de diversos estímulos,
decisivos en la vida del niño.
"...el
sentido de la boca se desarrolla como un órgano afirmativo, exigente, tomando
cuanto puede de un mundo [frente al que] el niño aprende a asumir una actitud.
[...] Los niños de cada sexo se forman imágenes que más tarde informarán sus
sensaciones sobre la cópula: la niña, una imagen más activa de su propio papel,
y el niño, una imagen más activa el papel de la hembra" (Mead, 1972:68).
Tenemos aquí un ejemplo de cómo las acciones
psíquicamente significativas (las relacionadas con la boca en esta etapa)
ejercen influencia tanto en el comportamiento y carácter del niño como en su
comprensión del mundo (en este caso, la diferenciación sexual).
El patrón regular es la alimentación, lo
irregular será el significado de ésta en cada sexo. Mead apunta que para la
niña, la lactancia es un proceso sin
complicaciones, más aún, un proceso de identificación consigo misma, mientras
que para el niño implica un esfuerzo de diferenciación.
"El sentido
de introducción no es el mismo para el macho que para la hembra. Transmudado a
términos adultos, ésta es una revisión de los papeles masculino y femenino,
según la cual 'Yo introduzco el pezón, y él lo recibe. Antes de ser un hombre,
habrá tenido que lograr un cambio de esa introducción pasiva' [...] La niña aprende: 'Yo soy'. El niño pequeño,
sin embargo aprende que debe empezar a diferenciarse de esa persona tan cercana
a él; que amenos que lo haga, nunca llegará a ser un hombre; que debe descubrir
que es macho, no hembra"[13] (Mead, 1972:135).
La siguiente fase, la búsqueda activa del
pecho, puede tener implicaciones inversas. La madre puede reforzar el
comportamiento masculino mediante la búsqueda de su seno, como ejemplifica con
el caso de los Iatmul
"tan pronto
como el bebé Iatmul tiene algunas semanas de nacido, la madre ya no lo lleva
consigo a todas partes, ni se sienta con él en su regazo, sino que lo coloca en
cambio a cierta distancia en un banco alto, debe llorar a todo pulmón antes de
ser alimentado" (Mead, 1972:67)
o
a la inversa considerar rapaz esta búsqueda. Lo mismo sucede con la niña, su
ansiedad puede ser mal o bien tratada. Este es el periodo, apunta Mead, donde
"se hace posible una confusión con respecto a las relaciones básicas entre
la boca en desarrollo y el seno ofrecido", dejando claro que existe un
grado relativo de influencia sobre el carácter del niño de acuerdo a la
reacción tomada.
Mead no especifica si las reacciones de los
niños ante la privación siempre serán las mismas ni qué papel juegan en la
futura personalidad del individuo; en algunas ocasiones comenta la falta de
datos y en otras nos percatamos de que su intención está más enfocada a llamar
la atención de su sociedad hacia elementos que pueden ser cruciales en el
desarrollo del niño adolescente, en lugar de explicar causas y efectos
generales. Considero esta actitud propia de la escuela relativista.
En suma, existe en torno a la alimentación una serie de actividades que refuerzan la individualización y separación del niño y la madre en esta segunda fase, una especie de confusión oral traducida en un inicio en angustia por la búsqueda de la boca al seno que luego se transforma en el individuo en la realización de su personalidad propia.
¿Qué de lo que aprendió en el Pacífico habrá aplicado Mead con su hijita Mary?
En suma, existe en torno a la alimentación una serie de actividades que refuerzan la individualización y separación del niño y la madre en esta segunda fase, una especie de confusión oral traducida en un inicio en angustia por la búsqueda de la boca al seno que luego se transforma en el individuo en la realización de su personalidad propia.
La parte del destete puede ser más
catastrófica... o no. Para la niña es el abandono de una relación que luego
retomará con su progenie, mientras que para el varón es una sensación que no
podrá revivirse, salvo en el coito (cuya asociación con la vuelta al útero está
relacionada con esta carencia).
Se plantea seguidamente la función del
control de esfínteres como otra actividad cuyo oscurecimiento o aceptación
juega un papel en el desarrollo del individuo y que de la misma manera tiene
influencia en la división categórica hombre-mujer. Nos lleva de vuelta a Freud
la alusión que Mead hace entre los modos de comportamiento del ano y los
aprendidos por la boca y la manera en que el reconocimiento del proceso de
digestión en el sentido completo "puede afectar profundamente el concepto
que se tenga de la concepción, la gestación y el nacimiento", aludiendo
problemas de tipo psíquico a diferentes tabúes excretores[14].
"Pero si una
gazmoñería general insiste en desaprobar los productos del a ingestión,
entonces el énfasis sobre la manera como el alimento es destruido o
transformado en algo inaceptable puede ser tan grande que sólo la naturaleza
destructiva de la ingestión permanece, y machos y hembras, por igual, invisten
a todos los órganos de ingestión, tanto vulvas como bocas, de propiedades
peligrosas destructivas" (Mead, 1972: 138).
Todavía dentro del tema de la eliminación
Mead aborda la cuestión de la diferenciación de sexos. En este aspecto es
fascinante ver cómo la observación científica que se pretende empírica
encuentra sus raíces en la más grande especulación del siglo.
Freud habla de la fase fálica de la libido y
asegura que en la niña, la prohibición del juego con sus órganos sexuales
acrecienta la sensación de apartamento de la madre, más aún tomando el cuenta
es ha sido ella quien la ha introducido a dichos placeres a través de cuidados
de higiene. En este punto es donde Freud dice que se establece la "primera
relación amorosa" del individuo -destinada al fracaso, claro está- y donde
instituye el complejo de castración femenino, acompañado del respectivo
sentimiento de inferioridad por no tener pene y la culpabilidad que le
corresponde a la madre por tal carencia[15]. Para los niños también
adjudica una relación de condicionamiento psíquica, ésta es, el miedo a la
castración (ver Freud, 1986: 528-530).
En una lógica análoga Mead inscribe su
postulado de que "las actitudes hacia la eliminación moldean las actitudes
hacia el sexo". La diferencia entre ambos residirán en que, en tanto que
el primero determina a la libido como el "motor más importante en su
desarrollo ulterior", Mead adopta un carácter más funcionalista, estableciendo
una relación de "contribución importante" entre la formación de la
sensación de masculinidad o feminidad y la configuración de personalidad
durante esta etapa del niño -aunque no deja de declarar la salvedad de que no
hay forma de determinarlo.
"El carácter
dual del trecho eliminativo provee también una base para ponerles o quitarles
énfasis a las diferencias sexuales. Si a toda eliminación se la trata de la
misma forma, lo cual ocurre cuando hay una vergüenza tan extrema sobre la
exhibición o la eliminación que el acto de orinar debe ser tan privado y
rodeado de tabúes como la defecación, las diferencias sexuales en lo relativo a
la cópula son asordinadas, aunque las diferencias sexuales en lo relativo a dar
a luz pueden ser exageradas. Aquí aumenta la probabilidad de igualar a los
niños con las heces." (Mead, 1972:138-139).
Con todo, mantiene
la línea mencionada de la envidia entre sexos, que si bien no es tomada en
cuenta en un sentido tan determinante como el de Freud, sí sirve para explicar (o comprobar) el postulado original de
éste.
"Allí donde
existe una actitud más casual frente al acto de orinar, es probable que la
diferencia estructural entre machos y hembras sea mucho mas notoria. Aunque
bajo tales circunstancias las mujeres usualmente orinan de pie, faltando así a
la esperada expresión de la envidia femenina que se halla en el Occidente[16] [...] Este es,
indudablemente, uno de los puntos en que el simple orgullo masculino por la
posesión de un órgano masculino puede desarrollarse o dañarse permanentemente,
y en que alguna amargura o desesperación, una sensación que no vale la pena
experimentar, puede engendrarse en la hembra" (ibidem).
Hemos llegado, pues, a la conclusión de la
importancia hacia las actitudes con respecto a la eliminación, quizá incluso
más relevantes de las que se tienen en la lactancia (aunque se ha mencionado
que la relación nunca deja de ser ambivalente dada la relación entre
actividades similares: ingestión - penetración, preñez; excreción - vómito).
Cabría añadir que dentro de las actividades
de tipo represivo que estudia Mead, se encuentra también la educación sobre la
erección[17]
y otras, pero creemos que con lo dicho basta para clarificar la puesta en
escena que hace de Freud a través del trabajo de campo. Su intención era
mostrar empíricamente la determinación que tienen estas actividades en el
desarrollo individual, como supone haber comprobado en sociedades simples donde
los efectos pueden ser más claramente visibles[18].
Vamos a terminar esta parte remarcando en el
hecho de que uno de los factores que dotó a Mead de tanta fama fue la dirección
social que le dio a su trabajo comparativo[19]. En Macho y Hembra utiliza los conocimientos de patrones adquiridos
para explicar diferentes desajustes o patologías de la sociedad norteamericana.
"En un gran número de
sociedades humanas la seguridad que los hombres tienen de su papel sexual está
conectado con su derecho, o habilidad, de practicar alguna actividad no
permitida a las mujeres. Su masculinidad, en efecto tiene que ser garantizada
impidiéndoles a las mujeres penetrar en algún campo o realizar una hazaña. Aquí
puede hallarse relación entre masculinidad y orgullo; esto es, una necesidad de
prestigio que superará el prestigio acordado a cualquier mujer. [...] El
problema recurrente de la civilización es definir el papel masculino de manera
suficientemente satisfactoria de modo que el macho puede, en el curso de su
vida, obtener un sólido e irreversible sentido del logro. " (Mead, 1972:
144-145)[20]
Un ejemplo de cómo propone una reforma
social que hunda sus principios y justificación en los complejos adquiridos en
la infancia así como en la etapa de paternidad relacionada con esta lo
encontramos en la siguiente cita.
"Si los
hombres han de sentirse alguna vez tranquilos, alguna vez seguros de que sus
vidas han sido vividas como debían serlo, deben tener, además de la paternidad,
formas de expresión culturalmente elaboradas permanentes y seguras." (Mead,
1972:134).
Sin embargo ella era consciente, a través de
la observación comparativa, que "aun en sociedades donde son escasas las
condiciones de oscurecimiento" a cada generación se establecen patrones
que al mismo tiempo que moldean el carácter generan una "sistemática
distorsión del mismo", resumiendo en estas frases la ideología de su
escuela: la imagen que el individuo se hace de sí mismo así como su
personalidad está construida en función de
las condiciones sociales y culturales particulares en las que éste se
desenvuelva.
En el siguiente apartado se analizará el
contexto norteamericano en el que tienen lugar estos estudios, los que nos dará
una visión más completa tanto del enfoque que adopta Margaret Mead como del
contexto histórico y teórico de su estudio. Además, debido al papel que su
ideología tuvo en materia de teorías de personalidad (así como en la evolución
intelectual del Siglo XX), dedicaremos algunas menciones más al trabajo de
Freud, refiriéndonos a las consecuencias que trajo esta nueva concepción de la
mente, la de su configuración tripartita, y de cómo se abrió con ella la puerta
a un campo completamente nuevo de investigación, el de la psique no reconocida.
Margaret Mead y el Particularismo boasiano
Al partir para Samoa, Margaret
Mead tenía una misión
no poco relevante para la incipiente pero vigorosa escuela de Franz Boas: demostrar que no existe una naturaleza fija pan humana y hereditaria.
Fue a raíz de éste, su estudio en campo, que la joven antropóloga alcanzó un
impacto colosal dentro y fuera de la disciplina. Sus libros se vendían tanto en
librerías como en centros de abastecimiento y gasolineras; con tan solo
veinticinco años, Mead fue acogida por la sociedad norteamericana como la
representante de una visión alternativa a los modos de vivir dominantes y se
convirtió en una institución en materia de psicología, antropología y
educación.
En Coming
of age in Samoa, se describen pautas de comportamiento completamente
distintas a las conocidas en América, creando con ello un efecto de alto
contraste que entusiasmaba a la audiencia. Sus estudios posteriores en islas
diferentes también demostraban que no existen regularidades en el proceso de
maduración. Dentro del ámbito intelectual norteamericano, este trabajo se
conjugaba con una acumulación sistemática de elementos empíricos que permitía
manejar de un modo cada vez más complejo el relativismo que había nacido con
Boas un par de décadas antes.
Este apartado describirá los elementos más
representativos del particularismo histórico contenidos en la obra de Mead (ver
Harris, 1979: 351), mismos que desarrollaremos después de dar una ligera
perspectiva de la escuela boasiana, cuna de Cultura y Personalidad.
Los postulados boasianos toman como base las
"ideas elementales" o ideas de carácter universal que proponía Bastián,
entre las cuales podrían encontrarse "la común experiencia de los
fenómenos naturales recurrentes, tales como los sueños, la muerte o el reflejo
especular" (Harris 1979:379). Estas ideas servirían no sólo como
fundamento de la defensa de igualdad entre culturas sino como el punto de
partida de un estudio del hombre a partir de aquello que le es común en toda
manifestación cultural, por más diversa que sea: la psique.
Entrados los años 20, la Antropología
particularista ya había acuñado cierto prestigio, sin embargo, seguían siendo
la Historia y la Filosofía las grandes creadoras de teorías explicativas
generalizantes. En esta época también la psiquiatría reclama derechos sobre su
capacidad de establecer teorías convincentes y abarcadoras.
La amante/hija simbólica de Boas se convirtió en una de las más reputadas antropólogas de E.E.U.U.
Para Jung, el aspecto primordial humano no
era de naturaleza fisiológica, sino psíquica. En su teoría, "el sexo no
era fundamental, sino que consistía más bien en una transformación de lo
religioso. Estaba persuadido de que [el inconsciente] era un aspecto del
impulso religioso, pero no el único" (Watson, 2002:156). Jung había
trasladado el concepto de la libido individual a la noción de una energía
psíquica colectiva, proponiendo que a los instintos fisiológicos -que ya
correspondían a una fase subterránea o escondida de la psique humana- habría
que añadir una mucho más extensa y profunda
que vendría a ser su renombrado Inconsciente Racial o Colectivo.
Lo anterior vendría a convertirse en la idea
de que la mitología, tanto como la religión son "representaciones del
inconsciente en lugares y tiempos diferentes" (ibidem) y tiene que ver con Boas debido al principio de la unicidad
psíquica[21].
Sin embargo, mientras que para Boas lo anterior resultaba una defensa para la
igualdad racial, en Jung iba dirigido hacia el principio de una "memoria
racial" que estudiaría durante toda su vida a través del psicoanálisis, la
religión, mitología y filosofía, utilizando incluso el enfoque religioso como
terapia[22]. La propuesta de Jung
ponía en común, a través de diferentes mitologías, a las formas más diversas de
culturas dentro de un sistema universal compartido.
Aquí cabe mencionar que, a pesar de la
"purga" del determinismo freudiano, los conceptos de coerción
individual pueden ser integrados en un continuum de explicaciones hacia un
orden estructural compartido colectivamente. De la fisiología a la psique y de
la psique hacia concepciones tan diversas como las necesidades universales en
el funcionalismo como el concepto de lo superorgánico de Kroeber o del
estructuralismo para los enfoques más sociales. Por su parte, la escuela de
Cultura y Personalidad, relativista como lo era, reconoce los aspectos
bio-psicológicos que articulan la personalidad a la cultura y los insertan en
un sistema de patrones de conducta, lo que no implica, sin embargo, que haya
estipulado un orden o disposición generales entre los elementos estructura,
biología y coerción a través de la psique.
Queremos insistir en que esta falta de determinismo marca la brecha sustancial entre el psicoanálisis y Cultura y Personalidad. Hay que explicar que dicha diferencia de enfoque corresponde a las distintas vertientes de cada uno: la psiquiatría pretende explicar los elementos que hacen funcionar (o, específicamente, generar trastornos en) la psique, mientras que la antropología busca comprender al humano a través de diferentes representaciones culturales en las que este elemento sería tan solo la base fundamental en un estudio más extendido de los sistemas de interrelación individual.
Por otro lado, mientras que a Jung se le
consideró como un místico porque su concepto implicaba la idea escasamente
probable sobre la herencia de rasgos adquiridos, desafiando las leyes de la
genética, Boas pudo sostener su teoría -en cierta medida análoga- por el hecho
de desmarcarse de la tendencia científica de elaborar leyes explicativas.
Pasemos, pues a ver los principios de la
escuela Particularista aplicados en la de Cultura y Personalidad.
CONFIGURACIONISMO
El primer principio (entre los tres
mencionados por Harris) es que la personalidad se conforma o se configura de
acuerdo a proyecciones psicológicas que resultan de los mecanismos culturales
de adaptación. El postulado se opone a la creencia de que la raza es
determinante y las sociedades generalizables en cuanto a los aspectos
psicológicos.
Es así, por ejemplo que Margaret Mead refuta
las ideas de Lévi-Bruhl sobre el animismo primitivo mediante su trabajo con niños
de Nueva Guinea. Al demostrar que los niños manus eran menos imaginativos que
sus padres o que los niños americanos el paradigma de la determinación psíquica
o evolutiva queda desarmado, abriendo paso a una postura inversa. Ahora es la
cultura la que determina la personalidad, no la fisiología o una estructura
mental previa.
"Todos los
seres humanos normales, cualquiera que sea su raza, poseen un equipo psíquico
filogenéticamente semejante, lo cual hace que su organización psicológica o
estructura de personalidad dependa del patrón de cultura dominante. En este
sentido, las formas de socialización con las que se relacionan los miembros de
una sociedad determinada no tienen que ver con los caracteres raciales del
grupo social específico, ya que, en todo caso, lo que consideramos son
fenómenos relativos a los componentes tiempo-espacio-cultura. Conforme a eso,
las diferencias raciales en sí no determinan los tipos de personalidad." (Esteva-Fabregat,
1973:14)
Vemos, en palabras de este autor, que todos
los humanos somos imaginativos, pero Mead concluye que se necesita "algo sobre lo cual ejercer
imaginación" y esto vendrá siendo el patrón cultural específico donde el
individuo desarrolle sus capacidades.
Ahora que tenemos claro cuáles son los
elementos en que los hombres son semejantes y que la cultura es la gran
determinante, conviene aclarar de qué modo ésta, en combinación con otros
factores marcan las diferencias de personalidad.
Claudio Esteva-Fabregat explica que las tres
variables son, 1) la existencia de grupos sociales heterogéneos; 2) la
constitución individual y 3) las influencias específicas de sus relaciones con
el medio externo[23].
De aquí, que también el método de la comprensión del individuo cambie.
La conducta está dominada por la institución
a través de "autoridades psíquicamente interiorizadas" (Esteva-Fabregat,
1973:18), debido a lo cual la comprensión de los actos tiene que ser entendida
en base a la observación de las fuentes emocionales e intelectualidades que
actúan en las personas en relación a su sociedad. Vemos aquí la importancia que
se le da al individuo en un estudio en el que no se puede disociar el contexto
del pragmatismo aplicado.
Está claro que tal cambio en la visión
antropológica no habría podido darse sin la previa intervención de Boas en el
campo, fue él quien inició la idea del relativismo llevando las previas ideas
de una estructura exterior hacia un enfoque que tomase al hombre como parte
fundamental. Es así que, con la legitimación del estudio del individuo en el
campo de la Antropología Cultural norteamericana y la "inclusión de los
procesos-socioculturales en la descripción de la conducta de los miembros de
una sociedad" (ver Mead, 1975) nace la escuela de Cultura y Personalidad.
Mead forma parte de la primera generación de
antropólogos enfocados en la estructura cognitiva y de la importancia de esta
en la relación del individuo con su medio. En Coming of age in Samoa menciona que "en la práctica no existe
clara separación entre cultura y personalidad y etnografía
tradicional"(1949:162), lo que sugiere que el propio trabajo de campo
revela por sí mismo que lo que el individuo hace es producto de la interacción
constante con su cultura -esto es lo que ella intentaría explicar a través de
condicionamientos sexuales tomando la psiquiatría como mediador.
Hemos visto que la idea de herencia física
de un instinto fisiológico determinantes es sustituida por la relación cuerpo -
sociedad, lo que continúa en el estudio es distinguir qué aspectos de la cultura
condicionan o articulan esta relación.
IDENTIFICACION
DE CARATERÍSTICAS CULTURALES MÁS RELEVANTES
Antes ha quedado claro que conceptos
freudianos como el complejo de Edipo gozan de cierta relevancia en el trabajo
antropológico de la época; no hay que olvidar, sin embargo que el objetivo en
primera instancia era rebatir los postulados generalizadores de éste último así
como se hizo con Lévy-Bruhl.
Explicando las diferentes soluciones
halladas entre diversos pueblos, Mead llega a la conclusión de que "La
solución trágica o fácil de la Situación de Edipo depende de interrelaciones
entre padre e hijos y no es creada por impulsos biológicos del niño."
(Mead, 1972:111).
Aun así, reconoce más adelante que
"ninguna sociedad conocida ha podido ignorar completamente este aspecto
tan conspicuo de nuestra humanidad, este prematuro florecimiento doble de
sentimiento sexual en el niño, tan mal preparado para la procreación. Cada
adulto lleva dentro de sí, listos para revivirlo o incluso en la punta de la
lengua, sus propios recuerdos de infancia, y éstos, en cooperación con los
impulsos del niño, suministran la dinámica para el drama a través de la cual
cada nueva generación debe vivir. La naturaleza del drama es distintiva para
cada cultura" (ibidem, p.117).
Admite pues, una cualidad compartida (que no se especifica si es de orden
fisiológico, psíquico o una mezcla de ambos) pero insiste en la diversidad de
uso, mismo que podía probar gracias a de su trabajo de campo.
Explica, por ejemplo que entre los samoanos
"no hay sitio para gran pasión", el padre no teme por su sexualidad
ni por sus dotes sexuales ni ve a la mujer como exigente o un bien inestable.
El precio pagado por esta tranquilidad individual era la configuración de un
sistema en el que el individuo no genera "dotes especiales, inteligencia
especial o especial intensidad", más bien al contrario, la personalidad
adulta "es lo bastante estable para resistir presiones extraordinarias
desde el mundo exterior y mantener su serenidad y seguridad", pero, hasta
lo que a Mead concierne, éste configura uno de los ajustes sexuales más
perfectos del mundo (1972:110).
Otra soluciones a la situación de Edipo las
encuentra entre los iatmules y balineses mediante "el sistema de tres
hijos". En estas sociedades "cada hijo de cada sexo es primero el
favorito, luego el desposeído, y, finalmente, el que permanece en el grupo
familiar para ver el sitio del usurpador usurpado a su turno. Este sistema de
crianza de los hijos concentra la atención del niño, quien finalmente debe
salir de la situación de Edipo y tomar un sitio de espera en el mundo de la
infancia, sobre un drama complejo en el que tanto los padres como los pequeños
desempeñan un determinado papel" así, "el niño destetado permanece
cerca de la madre, encerrado en un cuarteto formado por la madre y tres hijos y
en el que el siguiente hijo mayor desempeña el papel de nodriza para el más
pequeño" (Mead, 1972:116).
Hemos mencionado antes que en cada estudio
cultural utilizaba diferentes elementos estratégicos en la conformación
cultural, lo que no dio pie a establecer ninguna propuesta general de relación.
Sea como fuere, queda constatado por medio de los mencionados ejemplos, la
tendencia de la escuela a interpretar o esbozar una cultura en base a un eje
configuracionista determinado, identificado en alguna característica típica de
la personalidad de los individuos de cada sociedad.
REPRESENTACIÓN
DE CARACTERÍSTICAS CULTURALES EN UN IDIOMA PSICOLÓGICO FAMILIAR
Antes de seguir cabe recalcar que otro
elemento que pone en común a Mead y Freud es la orientación humanista que
compartieron; los particularistas desde su defensa de la igualdad racial y
Freud desde el enfoque médico. Ambas corrientes, cada una a su manera, ponían
en tela de juicio el dominio hegemónico de la sociedad capitalista (Watson,
2002:298), Freud, culpándola de inducir a la neurosis y Boas y compañía
cuestionando la legitimidad del colonialismo (e indirectamente del
imperialismo).
En El
malestar de la Cultura, Freud orienta el pensamiento psicoanalítico al
servicio, por ponerlo de alguna manera, de la ética[24].
Propone que el conocimiento de las distintas fases de personalidad puede
mejorar la concepción de un comportamiento adecuado y contribuir a la formación
de seres humanos conscientes y éticos, búsqueda que encontró distintos nichos
con los sucesores de Freud.
Mientras que E. Fromm y Stack Sullivan
siguieron trabajando y aportando en el enfoque médico, la Dra. Karen Horney
lanza ataques políticos (marxistas y feministas) a la Alemania de Weimar en
calidad de defensora de la salud psíquica, así mismo emprende una campaña que
atacaba la forma de vida norteamericana, resaltando las contradicciones de este
país entre valores incompatibles, como las ambiciones de consumo y la
incapacidad del individuo para satisfacer dichas necesidades, o el credo del
individualismo puesto ante las preocupaciones medioambientales (Watson: 2002,
298-299).
Traemos esto a colación porque la escuela
boasiana corresponde también a esta crisis de valores eurocéntricos proponiendo
el relativismo cultural como la opción científicamente más válida.[25]
Uno de los elementos que otorgó a Coming of age in Samoa tanta fama (así
como prestigio a la antropología) fue justamente este contraste que traía consigo
una visión -demostrada científicamente- alternativa de desarrollo. Esta obra es
un compendio (notoriamente idealizado[26]) sobre la vida de
juventud samoana, que conllevó a toda una revolución sexual en la clase media
norteamericana además de servir para poner en duda el sistema educativo
institucional. Estas contenidas en uno de los capítulos finales del libro revelan
el espíritu crítico de la autora y de su escuela.
"Vivimos en un periodo
de transición. Tenemos muchos estándares pero seguimos creyendo que solo uno es
el correcto. Le presentamos a nuestros niños la imagen de un campo de batalla
donde cada grupo está completamente armado en la convicción de la rectitud de
su causa y cada uno de esos grupo lo transmite a la siguiente generación" (Mead,
1949:179).
A continuación estudiaremos la corriente de
Cultura y Personalidad desde un enfoque más europeo, veremos la interacción que
tuvieron estas tesis relativistas con la ortodoxia inglesa a través del
funcionalismo.
Cultura y Personalidad, enfoque funcional
Este apartado tiene como objetivo mostrar la aplicabilidad del
funcionalismo sincrónico en la escuela de Cultura y Personalidad durante una
etapa posterior a Mead, en un contexto donde la teoría de Freud sigue teniendo
influencia.
Desde sus comienzos, Cultura y Personalidad tenía en cuenta los enfoques
neofreudianos de psiquiatras como Karen Horney, Eric Fromm y Harry Stack
Sullivan y subrayaba en las experiencias de la primera infancia para explicar
la enculturación. Poco a poco, a las fases oral, anal y genital de la conducta
sexual se añadían otras variables de condicionamiento, como los conceptos de
represión, formación de complejo de culpa, frustración, agresión, etc., siendo
todos considerados conformadores de personalidad.
Como hemos dicho antes, Mead se
dedicó a buscar los mecanismos mediante los cuales las instituciones de cada
sociedad generan patrones estructurales para la regulación de impulsos, pero no
se preocupó de encontrar una explicación "en términos de variación
homeostática o de transformación diacrónica" (Harris, 1979:376).
Recordemos que ella no elabora ninguna teoría que postulase relaciones causales
entre un patrón psíquico y la conducta individual, sino que se limitaba a
observar el acoplamiento de estos elementos en términos de
"resonancia" o "relación". Para vista de algunos, el
enfoque anterior la priva de una visión comparativa[27].
Aunque ya en Mead puede percibirse una influencia acusada de los
psiquiatras que continuaron la línea de Freud por la vía sociocultural (Horney
y Fromm, principalmente), haría falta la colaboración de otros antropólogos
para la articulación de explicaciones funcionales viables desde dicha
disciplina puesto que Mead se desvinculó explícitamente de cualquier intento de
establecer conexiones causales directas entre una experiencia infantil dada y
las formas culturales desarrolladas (Harris, 1979: 375-376).
Para justificar la idea anterior, hay que remarcar ante todo que la
escuela particularista se caracteriza en primera instancia por el estudio
histórico, lo que nos lleva a pensar que Cultura y Personalidad partiría de
aquélla, conformándose como una de las ramas o disciplinas explicativas que más
tarde debería integrarse en el estudio holístico propuesto por Boas. De esta manera,
es más bien el carácter particular de cada pueblo lo que se defiende mediante
la demostración de que determinado tipo de instituciones conforma cierto tipo
de individuos y por lo tanto, de sociedades.
Nos encontramos entonces, frente a una corriente que sigue siendo
antideterminista y antievolucionista[28]. Con todo, es importante
señalar a partir de este punto dos distintos enfoques que adopta la escuela.
Uno es la postura de observación y explicación comparativa principalmente usada
por Mead y la posterior serán las explicaciones de carácter funcional que se
preocupan por encontrar los mecanismos y pautas del orden sociocultural en las
acciones individuales; en última instancia, podríamos hablar cierta
discrepancia entre estos dos enfoques. Para explicar dicha divergencia
utilizaremos al mejor exponente de la segunda postura, Abram Kardiner.
El mencionado psiquiatra llevó a cabo un intento de teoría psicocultural
que sí ofrecía explicaciones causales e incluso evolucionistas, su principal
aportación fue aplicar la técnica del psicoanálisis a los datos empíricos
aportados por los antropólogos (entre quienes rara vez se usaban rigurosamente
por falta de conocimiento de la técnica profunda), lo que significó un paso más
adelante en la correlación de datos de vida emotiva y afectiva con las fuentes
socio-culturales; así mismo impartió seminarios en los que participaban
diversos miembros de Cultura y Personalidad (Harris 1979:376, Esteva-Fabregat,
1973:25).
Harris considera que Kardiner estableció la perspectiva neofreudiana
"que más cerca estuvo de convertirse en una teoría del análisis
psicocultural" ideando "un método para identificar la reacción de los
hombres a las realidades de la vida" (1973:376) y efectivamente, su teoría
fue la más completa de la época. Integra a ella otros condicionantes diferentes
a los procesos de gratificación, frustración y disciplina ya utilizados para
establecer el origen de las diferencias de personalidad. Basándose en el
material etnográfico que le facilitaban desde Benedict hasta Linton, reconoció
otras variedades de impulsos que producían personalidades tan diversas como
distintas pueden ser las culturas; con esta información buscaba una teoría que
explicara "la relación entre la matriz institucional y la personalidad"
(Harris, 1979: 377).
Realiza, además, la importante distinción entre los subsistemas que
existen dentro de la cultura. Mientras que unos ejercen influencia en el
individuo, los otros son la proyección de este mismo en la sociedad[29], se trata de las
instituciones de primer y segundo orden. Las primeras tienen que ver con la
organización familiar y son "la síntesis misma" de la personalidad
básica porque ésta se postula en base a aquéllas (Esteva-Fabregat, 1973:30); por
su parte, las instituciones de segundo orden constituyen el sistema proyectivo
del individuo en el inconsciente, son las que "satisfacen necesidades y
mitigan las tensiones creadas por las instituciones primarias o fijas".
Entre ambas, el concepto fundamental y articulador será la ancha pantalla proyectiva en la que podemos incluir todas las
creencias y doctrinas religiosas (Kardiner, 1968:391).
Nosotros encontramos el salto hacia el
funcionalismo justamente en esta condición proyectiva que permite
"estructurar el mundo exterior y la relación de uno mismo con él"[30].
Tenemos un sistema en el que las instituciones primarias producen las
constelaciones básicas del individuo, es decir, la personalidad básica; ésta da
lugar a su vez, a un sistema proyectivo que toma la forma de instituciones
secundarias. Es a partir de este último que se entiende la interrelación entre
ego y su sociedad y el que explica tanto las semejanzas que exhiben los
miembros como los diferentes tipos de personalidad dentro de una determinada
sociedad en base a sus instituciones (Esteva-Fabregat, 1973:30-31).
Este tipo de explicación de causalidad ya estaba rompiendo con la
tradición de los particularistas que consideraban irrealizables definiciones de
tal orden para fenómenos y prácticas diversas y fortuitas, considerando
imposible reconstruir la cadena hacia el pasado de todos los elementos
involucrados en la difusión[31]. Sin embargo, es
justamente el enfoque etiológico de Kardiner lo que permite encontrar
explicaciones a las creencias y prácticas (de carácter mágico-religioso en su
caso) que antes hubieran sido inabordables debido a su irracionalidad (Harris,
1979: 379), dándole a la escuela de Cultura y Personalidad los cimientos para
establecer un camino de investigación de la subjetividad en relación con lo
sobrenatural.
MECANISMOS
En tanto que se entiendan los procesos de homeóstasis cultural dentro de
los términos de relaciones individuales, el sistema cultural va a ser relativo
al conjunto de elementos que dentro de él se encuentren. De este modo se
entiende que, si bien las instituciones primarias conforman la estructura
estable de la personalidad, no bastan para reconstruirla debido a los sistemas
secundarios que operan impredeciblemente
en diferentes "constelaciones de resultados".
Nos percatamos que en esta postura el individuo es un ser dinámico y
adaptable a su cultura pero en absoluto el único determinante; forma parte de
un proceso complejo compuesto a la vez por instituciones y por variables de
carácter más azaroso. Dentro de este paradigma, la antropología tuvo que buscar
mecanismos más especializados para explicar la adecuación entre la cultura y la
personalidad.
"La psicodinámica no describe la personalidad básica [...] el individuo es considerado más que un
mero receptor pasivo de cultura, puesto que más bien es visto como una persona
que se comporta emotivamente sobre su experiencia. De este modo, cualquier
cambio introducido en las prácticas de una sociedad y en sus sistemas de
relaciones humanas, hará que cambien también los sistemas proyectivos de la
misma, aunque el cambio en estos tarda siempre más en manifestarse" (Esteva-Fabregat,
1973: 28-29).
Esteva-Fabregat continúa explicando
la lógica funcionalista de Cultura y Personalidad a través de las siguientes
premisas (1973:22)
1) La conducta de todos los
organismos es funcional.
2) Toda conducta implica conflictos
y ambivalencias.
3) La conducta sólo puede
comprenderse en relación con el campo en el que ocurre.
4) Todos los organismos vivos
tienden a conservar un estado de integración máxima o búsqueda de consistencia
interna.
Dentro de este marco encontramos un funcionalismo de tipo dinámico en el
que la consistencia interna resultante es la cultura. Aun cuando los fenómenos
culturales no son estáticos, el estatus general de la estructura social será
determinante en la personalidad individual de modo sincrónico (punto 3) y, de
forma inversa, las relaciones individuales que están en constante cambio (punto
2) también significan cambios estructurales y funcionales.
UN POCO MÁS DE SOCIOLOGÍA
Este sistema de adaptabilidad y variación será
posteriormente utilizado por Mead para explicar el comportamiento de sociedades
urbanas, pero se entiende que es sobre todo la sociología quien echa mano de
él.
Igualmente, en antropología encontramos
referencias a las variables de rol o los estatus permanentes o adscritos aunque
son sobre todo sociólogos, en unión con psiquiatras, quienes desarrollan
teorías de personalidad derivadas de estas visiones generales.
Dentro de las concepciones generales de
personalidad podemos situar el trabajo de Ruth Benedict, pero para comprenderla
utilizaremos los postulados de otro psiquiatra: Eric Fromm. Es él quien funda y estudia el
concepto de carácter social, éste
"se refiere a la idea funcional de la situación que el individuo y su
grupo tienen en su sociedad", en otras palabras, tiene relación con la
realidad psicológica individual pero sólo existe gracias a la identificación de
ésta en la expresión sociocultural (Esteva-Fabregat, 1973:50).
Con todo, el carácter social no sólo existe
en términos psíquicos sino que "se forma mediante la acción de condiciones
objetivas, tales como los mecanismos de producción y distribución, factores
políticos, tradiciones, cultura, recursos naturales y clima, entre otras"
(Esteva-Fabregat, 1973:50).
Este sistema refuerza en cierto sentido la
postura de los relativistas, afirmando que "no puede hablarse de una
sociedad en general" y por lo tanto, tampoco puede hablarse de una cultura
en términos deterministas "sino más bien debemos referirnos a estructuras
sociales que cambian históricamente, y con ellas el carácter social" (ibidem).
Es dentro de este marco que, especialmente
con Ruth Benedict, la escuela de Cultura y Personalidad se inclinaría por la
búsqueda de patrones del carácter nacional[32],
el cual se pretendería determinante de la conducta. Este concepto es, en
palabras de Esteva-Fabregat la "síntesis del configuracionismo"
puesto que constituye el núcleo de metas y valores que orientan, rigen y
motivan a los miembros de la sociedad nacional en relación con su mundo
externo, es pues "la composición misma de los ideales de acción de una
sociedad en términos de sus resultados sobre la estructura intra-psíquica de
sus miembros individuales" (1973:38-40).
LA
FUNCIÓN DE LA PERSONALIDAD EN LA CULTURA
No hay que perder de vista que las
aportaciones que Fromm hizo en la sociología fueron debidas a su formación en
psiquiatría, fue así como pudo comprender los mecanismos de carácter psíquico
que orientan al individuo. Explica por ejemplo, que "a cambio de la
adaptación al carácter social requerido, el individuo recibe el premio de la
aprobación y aceptación sociales" y por lo tanto éste "tiende a querer comportarse tal como quiere su grupo
social que se comporte" (Esteva-Fabregat, 1973: 52).
De este modo el concepto de carácter en Fromm trasciende los
postulados de Mead en tanto que no habla solo de la personalidad en términos de
conformación durante la infancia sino que integra mecanismos de transmisión de
las necesidades sociales. Encontramos en este aspecto no únicamente gérmenes
del funcionalismo dinámico...
"The structure of society and the task of the individual in the
social structure may be considered to be the cause of the social character. The family on the other hand may be considered
to be the psychic agency of society, the institution which has the function of
transmitting the requirements of society to the growing child." (Fromm, 1944: 4).
sino un intento de integrar en un sistema
coherente el carácter, las instituciones y las necesidades sociales objetivas,
vinculando de esta manera al funcionalismo con nuestra escuela. Es por esto que
afirma Esteva-Fabregat que fue Fromm quien colocó "los cimientos teóricos
para el desarrollo del método estructural-funcionalista en la investigación de
los colectivos de personalidad, método mediante el cual el estudio de Cultura y
Personalidad ha obtenido mayor precisión, y especialmente ha ganado más
posibilidades de aplicación" (Esteva-Fabregat, 1973:55).
ROL
Y DINÁMICA SOCIAL
Hemos visto cómo, con Fromm se añade al enfoque funcionalista de
Malinowski la teoría dinámica de la personalidad explicando los cambios en la
estructura y la función a través de relaciones de las personas con su sociedad,
lo que condujo a teorías más complejas sobre la organización social y sobre los
mecanismos de la cultura, mismas que están sostenidas tanto en la función que
el actor desempeña como en la proyección que él mismo se hace de ésta.
El término personalidad de estatus
está relacionado lo anterior y se refiere a la funciones sociales que desempeña
el sujeto y que lo sitúan en el entramado social ya sea de manera permanente o
adscrita. En ambos casos, el rol es una forma a la vez clasificatoria; de
especialización (producto de las funciones de
hecho o acción que ejerce el actor) y de expresión de dependencia social
(lo que se entiende fácilmente al comprender la configuración del individuo en función de su entramado social: el
yo es la proyección que la persona tiene de sí a partir de los papeles que
desempeña).
Es por lo anterior que estas posturas
sociológicas estudian al individuo a partir de la relación entre el rol que
desempeña y su motivación particular para llevarlo a cabo, cargada de una
respectiva predisposición de valores, actitudes y sentimientos; de este modo se
comprende la personalidad asociada a diversos roles integrados dentro de un sistema social específico.
Entendemos así que la personalidad se encuentra potencialmente contenida
en los roles que el individuo tiene que desempeñar y que también su carácter
responderá a la suma de estos. As así mismo, que en sociedades complejas
"habrá tantos tipos de personalidad como funciones de estatus encontremos
en ella" (Esteva-Fabregat, 1973:67).[33]
El sociológico propone, pues, un sistema en el que la personalidad se
explica en función de la posición individual dentro de una estructura pero
"este estudio debe establecer la jerarquía de la actividad, la división
funcional de la misma y su estatus visto dinámicamente [...] en relación con
los miembros de la sociedad" (Esteva-Fabregat, 1973:75). La anterior será
una de las más importantes condiciones implícitas en toda investigación de Cultura
y Personalidad y el principal vínculo con la escuela funcionalista, como puede
verse en el siguiente fragmento.
"The real contribution of
psychoanalysis is its insistence on the formation of mental, that is, also
sociological, attitudes during early childhood; within the context of he
domestic institution; due to such cultural influences as education, the use of
parental authority, and certain primary drives associated with sex, nutrition,
and defecation [...]The approval of psychoanalysis does not in any way detract
from the great importance which behaviourism promises to acquire as the basic
psychology for the study of social and cultural processes. By behaviourism I
mean the new developments of stimulus-and-response psychology [...] (Malinowski,
1969: 22-23)
En este texto se aprecia la influencia
que el psicoanálisis ha ejercido ya no solo en el funcionalismo si no en los
estudios antropológicos y sociológicos de la época.
Podemos concluir, en resumen, que la segunda etapa de la escuela culturalista
observa las jerarquías de influencia que tiene la actividad social realizando
una división funcional entre el rol desempeñado (de carácter fáctico) y el
estatus del individuo (idealización proyectiva), lo que significa que el papel
del individuo en sociedad está siendo abordado tanto pragmáticamente, en
términos de configuración de una estructura social, como ideal o
psicológicamente. Así mismo, se toma en cuenta la manera dinámica y completaría
en la que el vínculo por donde adquieren significado los objetos y las personas
radica en la posición social.
"La culturación adquirida por procesos de socialización es el
sistema mismo de la personalidad, mientras que el rol social que cumple el
individuo en sociedad es el elemento dinámico o funcional de la
personalidad" (Esteva-Fabregat, 1975:85).
EL SALTO AL CUERPO
Una de las aportaciones de Cultura y Personalidad que tendría mayor
repercusión en la diversidad de corrientes antropológicas de hoy en día fue,
sin duda, la valoración del cuerpo en relación a la psique. Éste es el enfoque
que da Mead a sus estudios y es básicamente esa decisión de trabajar
"seriamente con las zonas del cuerpo" (Mead, 1972: 350) lo que ofrece
un nuevo espectro de investigación para las ciencias sociales de la época.
El enfoque funcionalista de Mead es visible
en la explicación que ofrece Linton con respecto a las necesidades psíquicas
reguladas por la cultura (1945:21). Para él, la cultura es el conjunto de
reacciones organizadas que tienen los individuos de una sociedad a sus
necesidades de tipo físico y psicológico (ofrece el ejemplo del vestido, que
cumple la función física de cubrir pero también otras de orden subjetivo como
el ornamento o el efecto de seguridad de no permanecer expuesto).
Linton describe cómo ciertas respuestas al
medio y relaciones entre individuos derivan de necesidades de orden psicológico
(necesidad de relacionarse, de sentirse protegido y querido, entre otras);
dichas respuestas se organizan y regulan en función de la experiencia y el
éxito adquirido, así mismo, las perennidad de estas necesidades propicia la
creación de fórmulas que garanticen seguridad a largo plazo (es así, por
ejemplo, como se pone en marcha la tecnología en respuesta a las actitudes
resultantes de necesidades psicológicas de seguridad cristalizadas en instituciones
que se ha demostrado eficaces o exitosas, tanto en sus objetivos explícitos
como en su carácter de interventor social).
Puede inferirse, entonces, que la escuela de
Cultura y Personalidad marca (si no es que uno de los puntos de partida), un
antecedente fundamental para el estudio teórico sobre el cuerpo dentro de las
ciencias sociales. Por otra parte, creo que un análisis específicamente
centrado en él no iba de acuerdo con el contexto de los años 20 o 30 (cuando
las pautas de observación tendían marcadamente al psicoanálisis) por lo que no
se desarrolló con mayor profundidad. Podemos contrastar esta etapa de las
ciencias sociales con algunas posteriores, como la de la decisiva influencia de
la sociología norteamericana en los 50 o el auge del estudio del cuerpo en
antropología durante la década de los 70. [34]
En resumen, aun cuando la primera generación
de Cultura y Personalidad no genera una propuesta teórica delimitada o
contundente, su trabajo sí compone un bastión para futuras investigaciones en
materia de individuo, cuerpo, subjetividad y psique.
Antes de abordar otras conclusiones, daremos
un repaso a las críticas que recibió Margaret Mead.
Debate epistemológico y otras críticas
La
historia nos enseña
que
los hechos de los hombres nunca son definitivos;
la
perfección estática no existe,
ni un
insuperable saber último.
Bertrand
Russell
En este espacio nos dedicaremos a revisar algunas de las objeciones
hechas al trabajo de Mead y de Cultura y Personalidad, basándonos principalmente
en las críticas de Marvin Harris y Derek Freeman. Dividimos éstas en las que
tienen que ver con supuestos epistemológicos y otras de carácter metodológico;
en el primer caso, analizaremos la función del relativismo en el desarrollo de
la teoría antropológica y en el segundo veremos el alcance y uso de los
principios boasianos en una supuesta revisión ortodoxa.
RELATIVISMO
Harris acusa a la primera generación de
Cultura y Personalidad (Benedict y Mead) por haber transmitido los principios
de Freud sin tomar en debida cuenta las relaciones de causalidad de su
posición. El carácter anti-evolucionista, menciona, eliminó los intentos para
reformular las regularidades diacrónicas (Harris, 1979:374). Hemos visto que
esta primera "deficiencia" quedó subsanada por futuras aportaciones
antropológicas, sociológicas y psiquiátricas que significaron un uso más
minucioso y descriptivo de la teoría de Freud.
Con todo, en esta observación, Harris está
remarcando uno de los puntos en los que fundamentalmente convergen el
particularismo con Cultura y Personalidad, a saber, el relativismo cultural.
Éste concepto tiene acepciones curiosas dependiendo de dónde se le mire, por
una parte señala con claridad que el elemento que tiene mayor peso en la configuración
del humano es la cultura, ofreciendo así una línea para la comprensión, sin
embargo esta pista es tan ambigua como complejos y diversos pueden ser los
componentes culturales, lo que nos expone a perdernos en la indeterminación.
Recordemos que la obra de Mead no está
caracterizada por una selección específica de los elementos en la cultura que
son determinantes, insinuando que cada una elige
aquéllos necesarios para su configuración.
Durante toda su trayectoria, Mead insistirá en esta posición
relativista, argumentando tanto la carencia de teorías e información como la
defensa de su propia línea de trabajo, en ésta se afirma que la función
principal de Cultura y Personalidad es más bien ilustrar tesis en lugar de
demostrarlas.
Un ejemplo muy claro de esta postura está en el caso de los rusos
fajados de Geoffrey Gorer. Este antropólogo propuso en 1949 que el carácter maníaco-depresivo de la población rusa
estaba asociado a la experiencia alterna entre represión y libertad que vivían
sus miembros durante el fajado en la temprana infancia. Mediante dicha
relación, Gorer (quizá demasiado precipitadamente) intenta demostrar que el
carácter ruso es una de las bases psicológicas nacionales que pueden explicar
fenómenos como la revolución bolchevique o las purgas de Stalin. Este estudio
psicológico fue criticado y rebatido desde diversas disciplinas, incluyendo la
psiquiatría. Cuando Mead escribe en su defensa se refiere al relativismo y al
valor heurístico de la aportación, arguyendo que la esperada explicación de
causalidad podía ser excusada en vista de las nociones de la conducta que ya
ofrecía el estudio. Veamos lo que proponen ambos.
"El argumento de este estudio es que la situación delineada [...]
es uno de los principales
determinantes del carácter de los grandes rusos adultos. No es, en cambio,
argumento de que la manera rusa de fajar a los niños produzca el carácter ruso
ni tampoco pretende implicar que si se adoptara alguna otra técnica alternativa
de crianza éste tuviera que resultar cambiado o modificado" (Gorer, 1955:92).
"The statement is not swaddling
makes Russians. It is: From an
analysis of the way Russians swaddle infants, it is possible to build a model
of Russian character formation which enables us to relate what we know about human
behaviour and what we know about Russian culture in such a way that Russian
behaviour becomes more understandable"
(Mead, 2009:401).
Subrayo en el
último término porque estos dos párrafos expresan enormemente la intención de
las investigaciones de Cultura y Personalidad; poniéndolo en palabras de Gorer,
las asociaciones y explicaciones resultantes de este movimiento funcionan como un hilo que nos guía por el laberinto de las
aparentes contradicciones de la conducta. (1955:98)
Shankman recoge la crítica de Derek Freeman
que puso en tela de juicio la credibilidad de Mead.
"In reality, society and the individual are not antagonists. His
culture provides the raw material of which the individual makes his life. [...]
No anthropologist with a background of experience of other cultures has ever
believed that individuals were automatons, mechanically carrying out the
decrees of their civilization. No culture yet observed has been able to
eradicate the differences in the temperaments of he persons who compose it. It
is always a give-and-take" (1961:182).
La postura siempre defendida por Cultura y
Personalidad fue, como vemos, un cambio de enfoque dirigido a la reciprocidad
que existe en la interacción individuo-medio.
CARÁCTER GENERAL
En la oposición directa a esta línea relativista, encontramos el
concepto de Carácter General. Entrando ya en materia del método particularista,
sabemos que una de las premisas de la tradición boasiana es la recopilación de
datos que lleven a postulados empíricamente comprobados, sin
embargo veremos a través de este concepto que diversos patrones culturales y
tipos de carácter individual terminaron siendo encerrados en estereotipos
generales.
En las afirmaciones de corte romántico de Coming of age in Samoa podemos encontrar
algunos ejemplos de la inclinación de Mead a idealizar algunas nociones de
pacifismo, amor libre y despreocupación de este pueblo. En esta obra expone con
una notable carga de embellecimiento a una sociedad potencialmente sexual a
través de la observación de algunas jóvenes de al rededor de 14 años,
exponiendo esta etapa de la vida samoana en términos del corte: "todos sus
intereses son invertidos en aventuras
sexuales clandestinas" (Mead, 1949:31) o "de entre las formas
sexuales que pueden recibir reconocimiento por la comunidad, los asuntos
amorosos entre una pareja de jóvenes que tienen una edad muy similar, pueden
conducir tanto al matrimonio como ser una diversión pasajera o adulterio"
(Mead, 1949:65). Se reconoce que estos comentarios están fundamentados
empíricamente pero lo que ponemos en cuestión en esta formulación es la
tendencia a ofrecer una panorámica global, a partir de visiones tan
específicas, dentro de un contexto que se supone científico y aclaratorio.
Así mismo, en las descripciones que da de
distintos pueblos en Macho y Hembra se
hallan afirmaciones categóricas que insinúan un carácter generalizado entre los individuos tales como "[Los arapesh de
la montaña] han desarrollado una sociedad en la que, si bien nunca hay bastante
con que comer, cada hombre pasa la mayor parte del tiempo ayudando a su vecino
y se siente comprometido con los objetivos de éste" ,o el caso opuesto de
los mundugumores que "pasan su vida peleando y cazando cabezas, y han
desarrollado una forma de organización social en la que cada mano de hombre
está en contra de todo hombre" (Mead, 1972:55).
Hay que aclarar que nuestra observación a
estas declaraciones parciales no está enfocada al uso específico de
determinados aspectos del carácter general sino en la falta de precisión que
conlleva el planteamiento. Se entiende que, para explicar determinadas pautas a
través de ciertos comportamientos, es necesario extraer algunas características
de la personalidad del resto de los elementos que conforman el contexto total,
el hecho es que al abordar el estudio por esta vía se obstaculiza la visión del
lector, quien tiende a hacerse una idea distorsionada de lo que la sociedad es
en conjunto.
De ningún modo pretendemos, como hizo
Harris, poner los criterios de esta clase de investigación en entredicho, pero
sí consideramos en ellos una desviación o negación de las premisas
particularistas concernientes a la observación empírica exhaustiva.
También tomamos en cuenta que en toda
cultura, la variabilidad de personalidad en los integrantes de una población es
destacable y que debido a ello sería imposible realizar ningún tipo de estudio
de no ser por ciertas generalizaciones. Se reconoce que a pesar de la
variabilidad, la influencia cultural puede ser demostrable pero, por lo menos
en los casos señalados, consideramos en la autora una tendencia a oscurecer la
información en favor de una visión simplista y explicativa de sus propios
supuestos.
Podemos suponer que el germen de este
problema nace en la necesidad de demostrar que el humano responde a su entorno cultural
en casos empíricos inequívocos, sin embargo, lo en un inicio pareció tratarse
de una colección de pruebas contundentes se convertiría después en un serio
debate sobre la manipulación de los datos en la observación de campo.
Esta quizá sea la debilidad más acusada en
el trabajo de Mead (ver Freeman, 1985) debido
justamente a la doctrina boasiana particularista empirista que profesaba a todo
lo largo de su trayectoria.
En Macho
y Hembra dedica un capítulo a explicar las reglas del método empírico y
habla de la comprensión de la cultura a
partir de la observación minuciosa del comportamiento, recopilación de
información y el posterior
establecimiento de categorías sólo a través de ese material (Mead,
1972: 43, 47) y sin embargo en décadas posteriores Freeman dejó demostrado el
mal uso de dicho material, llegando incluso a invalidar la conclusión central
de Mead, como puede verse en el siguiente fragmento.
"Samoa ceases to
be a negative instance and Mead's central conclusion that culture, or
nurture, is all-important in the determination of adolescent and other
aspects of human behaviour is revealed as ungrounded and invalid."
(Freeman, 1983: 83) [35]
Con todo, en el presente trabajo no nos interesa
tanto verificar la veracidad de un estudio que ya no tiene mayor vigencia, sino
considerar la aplicación práctica que uno de los personajes principales de
Cultura y Personalidad dio a sus propios postulados.
Desde este punto de vista nos parecen
contradictorias las supuestas intenciones científicas de Mead de, por ejemplo, "esperar hasta que se hayan
elaborado teorías y métodos apropiados para encajar nuestros materiales
excesivamente complejos en un sistema de desarrollo" (Mead, 1972:40) con
el posterior sistema de desarrollo de
hizo de sus propias teorías. ¿No partió ella misma de las premisa de Freud,
una vez haber desechado lo que no le servía? ¿no buscó
aplicar esas teorías en los casos particulares que ella observaba?
Podemos aducir
esta interpretación de los hechos en
favor de teorías pre-formuladas a intereses enteramente científicos,
insistiendo en que es la búsqueda de interpretar y comprender una cultura lo
que puede hacer tender al investigador a decantarse por ciertos postulados[36].
Creemos que, en
mayor o menor medida, todo observador está sometido a estas influencias; Freud
ya advertía la necesidad de moderación para establecer teorías científicas "cuánta prudencia es necesaria para establecer el diagnóstico de
degeneración y qué escasa importancia posee" (Freud, 1986: 352), pero así
como la muchos otros científicos, terminó por adecuar sus normas ideales a las demandas
prácticas del razonamiento[37]. Más adelante en este
mismo texto tira por la borda la prudencia y refuerza las concepciones
evolucionistas previas: "Hasta en los pueblos civilizados europeos ejercen
máxima influencia sobre la difusión y el concepto de inversión las condiciones
climatológicas y raciales" (ibidem, p. 353).
No cerraremos sin advertir que Mead se
manifestó consciente de las debilidades de su escuela señalando que los
fundamentos para establecer regularidades debían ser completados desde una
teoría científica adecuada, así como de verificaciones matemática y
estadísticas[38]
(ver Mead 1975: 80-82), concluyendo en que el método de Cultura y Personalidad
estaba todavía "en pañales".
A este respecto queremos comentar que, si
bien la obra de Mead demostró limitaciones y contradicciones, es innegable que
su trabajo, pionero en la asociación de conceptos casi completamente ignorados
en la época, marca una pauta importante para posteriores perfeccionamientos de
esa línea investigativa y es un referente de abanderamiento del relativismo,
postura no del todo fácil de llevar ante la hegemonía teórica europea.
Conclusiones
DESDETERMINANDO
EL DETERMINISMO
Que sus postulados hayan estado más o menos
incompletos, que sus pruebas distorsionadas o sus explicaciones apresuradas,
nos parecen discusiones ya innecesarias; lo incuestionable es que el impacto
que tuvo el culturalismo ayudó a cambiar la percepción racional del mundo. Si
bien la propuesta de dar un giro
reflexivo[39]
hacia la psique se atribuye a Freud, considero que en lo que respecta a la
aplicación de esta noción a las ciencia sociales, no hubo corriente más
relevante.
Durante la primera mitad del siglo XX, la
Antropología tendía en Europa a explicaciones rígidas que probablemente habrían
seguido siendo dominantes y hegemónicas de no ser por el proceso histórico que
atravesaba EE.UU. Al igual que su población y economía, la producción de ideas
norteamericanas se fortalecía y crecía prolíficamente. También el logos de esta nación comienza a tener un
peso más contundente; la clase media norteamericana tiene interés de formarse e
informarse en la nueva actividad generalizada, la del saber empírico
descriptivo. En este contexto Margaret Mead le ofrece a la sociedad americana
en general la posibilidad de observarse a sí misma en el reflejo de la ciencia
aplicada.
Quitando lo que de determinismo no convenía
a los valores individuales y de crecimiento individual de la próspera nación,
Boas introduce el relativismo y Mead lo comprueba científicamente, dejando
sobre la mesa todos los argumentos necesarios para decir que el determinante
real está en la cultura.
Las propuestas de Mead resultan por tanto,
liberadoras. Queda demostrado ante los ojos de la ciencia un escenario muy
acorde al que estaba presente en la mentalidad americana: que la civilización
(esa realidad pragmática en la que vivimos) "depende de la ordenada
transformación de las experiencias elementales de la infancia en el
disciplinado simbolismo de la vida adulta" (Mead, 1972: 59), es decir, que
lo que cada sociedad vive, depende de las actividades que ella misma haga y de las actitudes que ella misma tome... lo que la sociedad sea, es, en suma, producto de
los actos de los individuos.
Coincido con Esteva-Fabregat cuando afirma
que Cultura y Personalidad es producto los procesos de psicologización de la
sociedad así como de la necesidad de explicar el proceso social de una manera
más profunda (1973:6), y que lo anterior responde a un pujante deseo de los
investigadores de conocerse a sí mismos a través de sus diferentes disciplinas.
Así mismo creo que a partir de Boas, "la
Antropología permitió liberar a la civilización de sus propios prejuicios"
(Watson, 2002: 300) y que con Mead esta afirmación logró un alcance mayor y más
pragmático; que su trabajo de reconstrucción del amplio espectro de
posibilidades de enculturación contribuyó, como se lo había propuesto en
conjunto con Benedict, a nuestro propio proceso de cambio social.
Bibliografía
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"The Swaddling Hypothesis: Its Reception". American Antrhopologist. Volume 56. Issue 3.**
WATSON, Peter (2002). Historia intelectual del siglo XX. Barcelona. Crítica.
"En 1939 la gente se hace
preguntas más profundas y agudas acerca de las ciencias sociales que en 1925...
Nos hallamos en una encrucijada y debemos decidir si queremos continuar hacia
una sociedad heterogénea más ordenada o retraernos asustados a una norma única
que hará que se desperdicien nueve décimos de las posibilidades de la raza
humana."
Margaret Mead
From the South Seas
[1] Una
nota de Linton, miembro de esta la escuela, puede ilustrarnos al respecto
"Hasta maestros de la talla de Freud con frecuencia invocaron instintos
para explicar reacciones que según lo que sabemos hoy están directamente
condicionadas por la cultura." (1945: 130)
[2]
Utilizado reiteradamente por Kroeber, difundido por Benedict y peleado en
derechos de autoría por Mead (ver Harris, 1979: 352).
[3]
Utilizamos la distinción propuesta por el filósofo Karl Pribram, en materia de
elaboración de teorías científicas. (Watson, 2002: 40)
[4]
Publicado en 1913, sostiene una propuesta sobre el inicio de la civilización
aplicando postulados del psicoanálisis en el esquema evolucionista.
[5]
Linton refiere que las mujeres de dicha región "raras veces amamantan a
sus hijos debido a la importancia que cobran los pechos en su cultura [...] no
obstante, los niños de estas islas crecen sin ningún problema fuera de lo común
y sin que la relación con sus madres parezca alterada" (en Watson, 2002:
531).
[6]
Kroeber y Boas también emitieron sus críticas, a pesar de las cuales fue Sapir
"el primero en darse cuenta que la influencia de Freud sobreviviría a las
llamadas de la cruzada antropológica" (Harris, 1979:373). Y efectivamente,
Sapir formó parte junto con Mead y Benedict en la generación que comenzó a
tomar en cuenta las ideas relacionales de transferencia de emociones y
canalización de impulsos para la observación del comportamiento humano en su
trabajo de campo.
[7] En el
debate comentado, existe una tercera propuesta: en tanto que Freud sostiene la
existencia de una base fisiológica de carácter psíquico, la libido (sobre la
cual las diferencias culturales eran superficiales) y los particularistas que
es la cultura la que tiene el poder de hacer a los humanos diferentes a lo que
la naturaleza había decretado, la Psicología confiere el control del individuo
al instinto.
[8]
Conferencias "Jacob Gimbel" en California, 1946, contenidas en Macho y hembra y sobre las que
hablaremos en este apartado.
[9] Ver
Mead, 1972: 39, donde ella misma corrobora esta posición.
[10] Luego de tres décadas y tras haber sido recibido con
tanta hostilidad en Viena, la idea del inconsciente
ya ha sido ampliamente aceptada en la psiquiatría de la época y no dejaría
de continuar generalizándose.
[11] Una de las principales diferencias que encuentro entre Freud y Mead
está en que mientras que el primero explica la personalidad a través de la
relación entre el inconsciente y la represión, el enfoque antropológico, de
carácter más empírico, se limita a hablar de hechos y relaciones que pueden ser
demostrados. El concepto que asocia a ambos investigadores es la formación del yo. Para el estudio antropológico,
equivale al proceso de enculturación de esa parte irracional que Freud describe
como "lo latente, que sólo es inconsciente en un sentido descriptivo y no
en un sentido dinámico" (1986:550). Esta transición deviene para Freud en "una
parte remodelada, separada del ello y adaptada al mundo exterior";
antropológicamente, el individuo adaptado a las formas culturales de su
sociedad.
[12] La noción de complejo de Edipo ya había sido difundido
intercontinentalmente y servía en diversos tipos de investigación.
[13] Habría que preguntarse y analizar si de verdad un pensamiento de esa
naturaleza tiene cabida en la mente -consciente o inconscientemente- del niño
que es alimentado.
[14] Para dicho efecto toma como ejemplo el caso de los trobriand quienes
niegan el papel biológico de la procreación así como a la utilidad del
alimento; también el de las fantasías de adolescentes americanas que temen
embarazarse a raíz de comer.
[15] Resulta excesiva la determinación con la que Freud determina la
relación de este descubrimiento con un fin patógeno en la mujeres cuando señala
que del descubrimiento de castración penden diferentes vías de evolución para
la niña: la inhibición sexual o la neurosis; la transformación del carácter en
el sentido de un complejo de masculinidad, y el otro, al fin, la feminidad
normal.
[16] No menciona si existen estudios antropológicos o sociológicos fuera
del psicoanálisis que demuestren tal afirmación.
[17] Para
información al Respecto ver Mead, 1972: 137.
[18] Aun así, no parece haber un estudio en donde la antropóloga haya
vuelto a comprobar los efectos del trato sexual con los mismo individuos a
quienes observó como niños.
[19] Además del padrinazgo de
Boas y el hecho de que, en una época de en la que no existía la difusión que
conocemos hoy ni el turismo de masas, la antropología era una ventana atractiva
para que los ciudadanos americanos conocieran el mundo exterior.
[20] Hay también bastante que decir al respecto de una sociedad cuya
división social del trabajo potencia la falta de seguridad sobre paternidad,
elemento que juega también un papel importante en el psicoanálisis, pero no
hablaremos de ello aquí.
[21]
Ambos obtienen de Wundt esta influencia decisiva.
[22] Se reconoce que éste es uno de los aspectos más confusos de su teoría
(Watson, 2002: 157).
[23] En
el apartado sobre funcionalismo veremos estos elementos en acción.
[24] Tomemos en cuenta que la obra se publica en 1929 en un contexto
caótico y en cierta manera neurótico. Estamos en un periodo álgido, plena
crisis financiera en una Europa aún convaleciente de los efectos de la agresión
física y psíquica de la guerra, este sentimiento de inestabilidad y
vulnerabilidad del que hablamos tiene fundamento también en la inflación debida
a los pagos de guerra que se vive en países germanoparlates, donde vive Freud.
[25] América también vive un periodo de cambios, pero muy distinto. La
economía boyante previa al crack conllevó a la formación de una mentalidad
progresista y autónoma que permitió que fuesen ellos quienes se rebelasen
contra el canon antropológico europeo.
[26]
Véanse críticas posteriores.
[27] Se
hablará más adelante de esta ambigüedad propia del relativismo y su enfoque
crítico.
[28] Es curioso que a este respecto se relacionen Durkheim y Koreber,
autores que si bien tienen en común la anulación del concepto de individuo
(mientras que Mead explica la cultura a
través del mismo), difieren en un matiz: mientras que para Durkheim el
funcionamiento social es rígido y mecánico, en Kroeber (aunque igual de
determinista) los mecanismos culturales se expresan en la propia cultura; la
concepción del primero lo aparta de todo enfoque subjetivo mientras que, para
llegar a explicar de un modo más minucioso la determinación cultural, Kroeber
utilizará conceptos del psicoanálisis compartidos con Cultura y Personalidad
como condicionamiento, proyección social y actitud
individual.
[29] Este sistema es fundamental para comprender el principio de
reflexividad que después vendría a utilizarse en sociología y antropología.
[30] El propio Malinowski trabajaba en esta
época teniendo en mente la relación entre las represiones y su manifestación en
la vida social.
[31] En este sentido, Harris, reconoce
del trabajo de Kardiner la potencialidad para hacer avanzar "hacia su
perfección" al programa determinismo histórico (1973:378).
[32] Cabría analizar los alcances de este término. No tengo información
suficiente para hablar del alcance histórico que Benedict pretendió dar a sus
estudios sobre el carácter nacional, aunque entiendo que en ellos refiere
premisas que serían susceptibles a generalizaciones diversas. Si la cultura se
construye y transforma en función de interrelaciones dadas entre individuos y
con el medio ¿puede hablarse de en términos de carácter nacional aun en una
perspectiva diacrónica?
[33] A este respecto habría comentado Kroeber, y no sin razón, que la
especialización en las sociedades complejas revelaría
tipos de personalidad distintas (Esteva-Fabregat, 1973: 66.), yo me preguntaría si no es más bien que el conjunto social
tiene la capacidad de generar tipos de personalidad adecuados a sus sistemas
reproducción.
[34] Con
los trabajos de Mary Douglas, John Blacking, Judith Hanna, entre otros.
[35] Se relaciona esta crítica con la que Jeffrey Masson hizo de Freud en
dos aspectos. El primero es el cuestionamiento de su teoría remitiéndose al
mismo campo del autor (en este caso, Masson revisó el caso de su primera
paciente, Dora y descubrió que Freud ignoraba o daba ventaja a la información
obtenida en beneficio de sus necesidades) y en segundo lugar por el revuelo que
traen consigo estos argumentos
contradictorios respecto a postulados que ya gozaban de reconocimiento
internacional.
[36] No haremos más que mención de la intención -llevada a cabo- de usar
ese cientificismo en favor de intereses más pragmáticos, como quedo demostrado durante
la Segunda Guerra Mundial, cuando Cultura y Personalidad intensificó sus
investigaciones en pos de obtener ventaja y control sobre los países enemigos.
[37] Lo
que nos lleva a la reflexión de cuánto puede distorsionarse una observación de
acuerdo al contexto y bagaje del observador.
[38]
También hay que decir que propone los métodos de documentación fotográfica y
cinematográfica para superar las limitaciones que tiene el recavado de
información utilizado hasta entonces.
[39] Utilizo este término a falta de otro que exprese la noción de la
psique estudiándose a sí misma por medio de la ciencia.
*Publicado en línea. http://uchebalegko.ru/docs/7/6799/conv_1/file1.pdf
[Visitado última vez 04 diciembre, 2014,
15:30]
** Publicado en línea. http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1525/aa.1954.56.3.02a00090/pdf
[Visitado última vez 28 diciembre, 2014,
19:30]
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