Partiendo de principios que pueden
rastrearse desde Sassure hasta Weber (mismos que asumiremos a lo largo del
trabajo de investigación), Bourdieu establece las bases y razones para asumir
el trabajo científico como producto de una epistemología determinada a la cual
es preciso tomar siempre en cuenta para no caer en errores del positivismo o en
la pretensión de que el aislamiento de datos por sí solo puede llevarnos a una
comprensión de la realidad “tal como es”.
Normal que Bourdieu también se rayara la cabeza
La actividad sociológica se concreta en el
pensamiento (en la razón) antes que en el método o en el objeto de estudio.
Lo que intentaré tratar en este texto es la
fundamentación de lo que debería ser la vigilancia epistemológica a lo largo de
mi Proyecto de Métodos en base a las tres ideas fundamentales del texto de
Bourdieu, procurando relacionar su propuesta con mi situación en tanto que
creadora de este cúmulo de ideas; la inserción de las mismas en el panorama de
mi investigación y sus formas de validación en el campo.
La primera de dichas ideas, sobre la
construcción de la disciplina y el objeto, pone énfasis en el punto de vista
del científico. Éste será, anclado en “las relaciones conceptuales entre
problemas” y no en “las relaciones reales entre cosas”, el punto de partida[2]
para la construcción de una explicación analógica de la realidad[3].
Se menciona también la necesidad de
abandonar objetos preconstruídos asumiendo que la responsabilidad de crear uno va
más allá de “acoplar criterios de experiencia común” tendiendo más bien a una
relación de base con la problemática teórica. De este modo, para que un trabajo
cobre “dignidad” científica y justifique su trascendencia y sentido
epistemológico requiere de la primacía de la razón y la creación imaginativa de
problemas. Son las relaciones entre conceptos lo que le da a la disciplina un
esqueleto para articular nuevo conocimiento.
En este momento convendría preguntarse por
el “punto de vista” de la Antropología. Dados los traumáticos cambios de
enfoque a los que se ha visto expuesta, podemos imaginarnos que los puntos de
partida o nociones básicas tenderán más bien a la interpretación del otro[4]
(la creación de puentes para el “acceso a las respuestas dadas por otros para
incluirlas en el registro consultable” que mencionaba Geertz[5])
que a la explicación de un sistema como tal[6].
Un cuestionamiento similar se
propone en torno a la construcción del dato. Recordemos que la postura
fundamental de Bourdieu es cambiar el vector epistemológico de lo que había
sido manejado por la ciencia clásica positivista (“desde Aristóteles hasta
Bacon”) para pasar al sistema: racional --> real.
Anteriormente se entendía que ahí donde hay
hipótesis y experimentación, hay ciencia; que funcionan de manera simétrica y
que la experimentación como requisito es la forma de conectar y acoplar la
hipótesis con la “realidad”. Bourdieu, en esta contorsión de la perspectiva,
dota al científico de la capacidad de creación de un modelo de interpretación
de la realidad y le confiere automáticamente una nueva responsabilidad en el
manejo de datos, la de tomar en cuenta que el
hecho que se construye con ellos condicionará la producción de nueva
información que será a su vez punto de partida para nuevas reflexiones.
En las llamadas ciencias
exactas, el dato no habla hasta que se le interrogue; en las nuestras, la
información que obtenemos del objeto que habla tiene que ser identificada
(y clasificada) en relación con el
problema construido. Dicho lo anterior, ya no puede el sociólogo pretender que
de la “subordinación a los hechos” surgirá nuevo conocimiento sino que, para
ser creadas ciertas teorías fundamentales en el avance de la ciencia, ha sido
necesario “un golpe de estado teórico que, al no hallar ningún punto de apoyo
en las sensaciones de la experiencia, no podía legitimarse más que por la coherencia del desafío imaginativo
lanzado a los hechos y a las imágenes ingenuas o cultas de los hechos” (Koyré
en Husserl, en Bourdieu 2005: 73)[7].
Teniendo en cuenta que de la mirada o el
enfoque surge la disciplina y que así mismo, ésta construye el dato, se puede
evitar caer en el simplismo de hacer una “mezcla falsamente científica y
falsamente objetiva[8]” y
aspirar a trascender a la ingenua “sociología espontánea”.
En esta segunda parte también hemos de tomar
en cuenta que el sociólogo construye (y
mejor que sea controladamente) su “distancia de lo real” al mismo tiempo que desarrolla
su método de intrusión y acción sobre el campo[9].
Es necesario vigilar la postura
epistemológica y la acción que ésta ejerce sobre la creación del método y del
objeto porque es a partir de ahí dónde se determinan acciones y técnicas del investigador,
de otro modo, sucede que el sociólogo que “que niega su construcción controlada
sobre lo real” no podrá discernir las preguntas adecuadas e impondrá a los
sujetos observados “preguntas que su experiencia no les plantea y omitir las
que en efecto surgen de aquellas” (Bourdieu 2005: 57) es decir, tomar parte en
su discurso con conceptos que no son manejados por ellos pasando por alto los
que deberían de ser estudiados siendo significativos para los sujetos; lo que
equivale a una severa fustigación a todos aquellos investigadores que parten de
la pretensión (ingenua) de que la recolección de datos e información equivale a
un método científico que dará resultados objetivos.[10]
Con respecto a las técnicas, que son
igualmente producto de la epistemología, Bourdieu nos dice que son la
implementación de las teorías (de modo que se vuelve a reforzar en la
obligación de sostener conciencia sobre estas últimas), por lo que tomar la
metodología como un listado de preceptos niega el privilegio científico[11];
en su lugar, debe reconocerse y tenerse en cuenta la significación
epistemológica de cada una de las técnicas, utilizándolas en función de la
propuesta teórica que se desarrolla.
Hasta este punto hemos podido constatar que
la presencia activa del antropólogo se hace visible incluso antes de la
observación participante, desde la creación de concepciones (hipotéticas o no)
con las cuales se adentra en el campo.
Gracias a Bourdieu y sólo después de muchas
crisis revolucionarias ha podido la disciplina liberarse del estéril precepto de
asepsia o neutralidad metodológica, trasladando la atención (o vigilancia) a
otro punto de su trasfondo epistemológico, uno que observará al observador a todo lo largo del proceso investigativo.
Por otra parte, el autor insta a una
reflexión en este sentido sobre la Antropología social, con la que se evalúe
qué parte de la metodología debe mantenerse de cada disciplina. Mi punto de
vista a este respecto es que, con respecto a la valoración de conductas
animales y humanas, la actividad científica de laboratorio nunca podrá a explicar
a nivel sistémico lo que lo que investigación de individuos en su hábitat y esta es justamente la ventaja
de la que parte nuestra disciplina. Coincido también con Cyrulnik (2004: 39)
cuando menciona que el objeto de signos[12]
es mucho más estimulante que “ciertos objetos de laboratorio excesivamente
depurados y artificiales”.
Aquí me vuelve a la mente la complicación de
trabajar con subjetividades y falsa creencia de que el aislamiento de datos es
posible en las ciencias sociales[13]
en un sistema que pasa por alto que la información que nos revela el trabajo de
campo no es homogénea (sin mencionar la continua la sospecha que deben generar
nuestras fuentes, producto de una interpretación del sujeto observado); además,
considero que los intentos de elaboraciones teóricas bajo ese supuesto lógico han
caído en determinismos muy básicos y fácilmente rebatibles[14].
Se parte de un paradigma distinto, uno que
desecha el positivismo de la ciencia pero que mantiene de ésta la vigilancia
del método (la única forma posible de otorgar validez), misma que quizá se
vuelva un día sello de las ciencias sociales.
Queda claro entonces que la presencia
“activa” del sociólogo se manifiesta en dos momentos: el primero cuando
escuchamos su voz generando el problema y la propuesta teórica, el segundo
cuando intenta llevar esta construcción ideal al trabajo de campo[15].
Hemos entendido también que, dadas estas condiciones, se busca una mayor
conciencia del trasfondo epistemológico que ha llevado a formularlas antes que
la neutralidad u objetividad en el momento de la elaboración de preguntas, implementación
de técnicas y producción de hipótesis.
Todo lo anterior supone la bancarrota del
sistema inductivo-deductivo y el abandono del dato por el dato, o de la
búsqueda de la episteme a través de
la experiencia. Se manifiesta incluso cierto desprecio por la información como
punto de partida[16].
De aquí extraemos dos conclusiones a título
personal 1. El investigador es una suerte de creador de nuevos paradigmas (o de
referencias para construirlos) 2. Habiendo renunciado a la existencia de una
realidad estructural asimilable, el estudio del fenómeno social tiene que partir
de la modestia de que no abarcará la totalidad del mismo y conformarse con
señalar algunos de los elementos de articulación.
En palabras de Bourdieu esta idea se
traduciría en no “designar al objeto un estatus ontológico”: los objetos son
creados en contra del sentido común, de modo que la ciencia requiere de un
razonamiento que vaya más allá de la organización de datos, que conlleve
imaginación y articulación de información diversa.
Si aceptamos dar una vuelta más a ese
razonamiento y como un hipotético de de dónde pueden surgir las ideas (nuevas o
preconcebidas) podemos remontarnos a la distinción original de episteme y techné en la filosofía griega. Aunque es verdad que Sócrates no
hacía clara diferencia entre estos dos conceptos[17],
sus discípulos comienza a acotarlos con matices. Platón distingue entre los
elementos que pueden llevar a la episteme
(en griego, “Verdad”, “Conocimiento científico”): la doxa (opinión, juicio), la epistathai
(el saber hacer), la gnosis (entendimiento),
gignôskein (reconocimiento), empeiria (práctica empírica) y por
último de la aisthesis (sensación o
percepción a secas).
No incluyo este listado para hacer alarde de
las virtudes del juicio platónico, sino para advertir su relación con la
“sociología espontánea” de Bourdieu. Mientras que las últimas cualidades del
conocimiento (que son las más básicas) apuntan al señalamiento de hechos
predados, a su reconocimiento o a su exposición, corresponde a un conocimiento
“verdadero” haber pasado por opinión, juicio y por la razón (sitio de dónde el
vector parte), pero al que no se puede
llegar sin una serie de experiencias posteriores a la percepción[18].
El antropólogo sería por tanto, ese ser
pensante sobre su medio que, conmovido por él, sea capaz de percibir los hilos de
los fenómenos, sus dinámicas y sus reglas del juego de lenguaje con el
propósito, ya no de llevarlo a la interpretación de otros (porque desde la
crisis del Objeto ya no se trata de la observación de aquella tribu) sino a una
directa acción en el objeto.
En contrapartida al entusiasmo de esta
última afirmación añado que, mientras que sería una imprudencia ir a ciegas
“dominado por una situación que desconoce”, la noción de las motivaciones
axiológicas, metodológicas y epistemológicas debería formar parte de la
reflexión[19]
de la ciencia social.
Así como se desecha la idea de que el
sociólogo puede reducirse a un procesador de datos, el antropólogo ya no puede
enmascarar su presencia sino que tendrá que hacer notar y justificar sus
movimientos; así pues, justifico mi decisión de trabajar en el Desarrollo
Infantil.
El interaccionismo me resulta uno de los
recursos (aunque de difícil manejo) más aceptables para enfrentarse a una
realidad que se construye y retroalimenta incesantemente. Puesta a indagar en
los mecanismos que nos hacen “ser como somos” y comportarnos como lo hacemos he
querido recurrir a la etología y (recordando las famosas cuatro respuestas de
Niko Tinbergen a por qué los pájaros cantan) me doy cuenta que por más
investigación que pueda hacer no llegaré jamás a la explicación de un
comportamiento sino a señalar “los aspecto del mismo que deben explicarse” (Bourdieu:
2005: 58). De este modo, un poco resignada y otro poco conforme con la
limitación puedo dedicarme sencillamente a explorar ciertos vértices o esquinas
dónde se articulan comportamientos en el adulto desde su impresión en la infancia.
Mi “conquista del objeto” estaría, en este
caso, en la asimilación del sistema de relaciones que el psicoanálisis y la
etología humana pongan a mi alcance confrontadas (“en contra de las apariencias
inmediatas”) ante el paradigma de la construcción social de la realidad.
Consciente de que este delirio requiere una
elaboración teórica larga y meticulosa y que ya desde la antropología y
sociología hay bastantes antecedentes del estudio de la construcción del self en la interacción familiar,
considero que mi aportación al campo radicaría en la búsqueda de distintos
modelos explicativos provenientes de disciplinas dispares como psiquiatría, ecología,
psicología social o incluso el teatro en uno nuevo que contuviera la analogía
de sus elementos en común.
Si es la mirada la que construye el objeto y
el marco epistemológico de donde surge ésta, me veo en la obligación de
confesar que la mía está condicionada por la aisthesis, la empeiria y (perdón por la arrogancia) la epistathai en el cuidado y educación de
niños y que mis marcos y referencias tienen que ver más con doxas de cómo tendría que ser el cuidado
de ellos. Soy ante todo consciente de que el trabajo científico consistirá en
mantener todas esas impresiones a raya y elaborar juicios de contraste y
oposición para no contener el mínimo discurso moralizante.
Un último desvarío sería el confiar que, de
ser realizable, este modelo pudiera servir para crear nuevas analogías, es
decir nuevos principios de construcción de objeto[20]
y en un estado hipotético muy lejano, un nuevo paradigma de apreciación de la
realidad del niño y de la conformación de la educación[21].
Noción que, sé, ningún científico avalaría sin la debida puesta en práctica que
satisfaga el “rigor, necesidad de demostración, fecundidad y búsqueda de una
nueva construcción teórica” pero que, de momento, no se limita a la hora de proponer,
observar y relacionar incentivada por esta necesidad de imaginación que,
sugiere Bourdieu, tiene la ciencia para avanzar.
Bibliografía
Bourdieu, P.,
Chamboredon, J.C., Passeron, J.C. (2005) El
oficio del sociólogo. Madrid, Siglo XXI.
Cyrulnik, B.,
(2004) Del gesto a la palabra. La
etología de la comunicación en los seres vivos. España, Gedisa.
Stanford Encyclopedia of Philosophy: http://plato.stanford.edu/entries/episteme-techne/
[1] Quedan erratas pendientes por
corregir. Eso y que después de leer Rupturas (el capítulo previo al que hemos
tratado en El oficio del sociólogo) me
di cuenta que la disertación sobre la empeiria
queda superada y demolida por el propio Bourdieu.
[2] Más adelante se explica que esto implica un cambio del
vector epistemológico tal y como se concebía clásicamente en las ciencias.
[3] He extraído de Braithwaite (en Bourdieu 2005:
73) la idea de elaborar modelos “como si” que, a mi juicio, son los únicos con
los que se puede explicar una realidad sistémica. Estoy consciente de que la
interpretación que haga de las relaciones entre actores estará limitada a mi
percepción, por lo que no seré capaz de dar una panorámica completa de los
fenómenos que conforman la realidad del
niño, lo que hace que tener en mente esta limitación sea un requisito
fundamental para emprender dicho análisis, o como diría el autor citado, una
“contrapartida” necesaria a este recurso.
[4] O
del “uno mismo” que desde el postmodernismo ya no se sabe hasta qué punto se
explica por medio del anterior.
[5] Convendría referirse a las
tres crisis experimentadas en la disciplina y sobre todo la última, en la que
Geertz tiene una posición importante, para comprender el drástico retraimiento
del terreno de las explicaciones generalistas así como para situar la
meta-observación que se percibe en la propuesta de vigilancia epistemológica de
Bourdieu.
[6] Es aquí donde
quiero insertar mi trabajo como una interpretación de cómo se construye el
adulto desde la experiencia infantil antes que una explicación del conjunto de
relaciones sistémicas en el que un niño crece.
[7] En otro plano más general Durkheim
nos instaría a pensar que las reglas que explican nuestros fenómenos se
proponen desde el inicio como “actitudes mentales”. Dicha expresión me parece,
en una versión menos incisiva de esta otra que insta al desafío imaginativo,
una forma de recordar que una propuesta que haga trascender el estatus quo requiere de una actitud que
esté más allá del mismo. Tomando en cuenta que el discurso de Bourdieu se
fundamenta principalmente en la dialéctica entre el positivismo de Durkheim y
la sociología interpretativa de Weber percibimos en éste una guía de cómo leer
el discurso del ‘objeto parlante’ sin
dejar por ello de manejar la información de un modo riguroso. Es decir,
y volviendo a la dialéctica Hegeliana, se realiza una nueva construcción desde
un distinto manejo de estos autores sin dejar “caer en saco roto” las
aportaciones que ellos han hecho al campo. Se podría hablar, entonces, de
“recuperar” lo mejor de cada postura haciéndolas coincidir en sólo un modelo,
en uno nuevo y sintético.
[8] Creo que Bourdieu
comparte con Durkheim la inquietud por la objetividad. Incluso en su asociación
a Sassure se percibe esta inquietud por transmutar la subjetividad del
informante en un objeto manejable; cuando se distingue entre lengua y palabra
¿no se está volviendo a la idea de tomar el hecho social como cosa?
[9] Una vez que
se da por entendido que de él viene la construcción del objeto y que a partir
de la implementación del mismo en su trabajo de observación, análisis e
investigación se gesta nuevo conocimiento (episteme),
se explica mejor que esta facultad que el científico tiene de facto de generar ideas conlleve toda la responsabilidad sobre la
creación de las mismas.
[10] Con respecto
a mi trabajo, y para esquivar las azotainas de Bourdieu, ya había recomendado
Cyrulnik (2004: 59-61) de cuidarse del “adultomorfismo” al interpretar niños.
Explica que para entender su forma de percibir situaciones es preciso
considerar que la construcción mental de su mundo es distinta desde la forma
gramatical de articular sus ideas (para ver ejemplos magníficos de esto,
remitirse a Cyrulnik (2002) Los patitos
feos. España, Gedisa).
[11] Para Bourdieu,
como lo entiendo, el privilegio científico (¿epistemológico?) consiste en saber
que el estudio todo, desde su germen hasta cómo se desarrolla, viene de la
mente del investigador, lo que lo vuelve el fundador de un paradigma en el que
va a desplegar sus hipótesis y observaciones y no un recolector de los frutos
de testimonios de otros.
[12] Refiriéndose a la representación construida en la
mente del individuo por medio signos.
[13] Bourdieu (2005: 68) cita a Dewey
“nada más engañoso que aparente sencillez de la investigación científica tal
como lo describen los tratados de lógica” explicando que el hipotético
asilamiento de C en casos donde se observa “ABC”, “BCDF”, “CDEH” es un
oscurecimiento de cómo se encuentran los materiales en cuestión, pues en ese
modelo se da la impresión de que éstos no están homogeneizados y mezclados en
la práctica.
[14] Recuérdese el materialismo de
Leslie White, basado en la energía y tecnología: nada más lógico a priori como incompleto; o la
formulación de Steward de un sistema determinado por un core que posteriormente será prácticamente imposible de definir.
Reconozco que incluso en una problemática cerrada y definida, las variables se
desplazan y que mi aproximación alcanzará sólo un lado del poliedro.
[15] No nos
detendremos a hablar de la meta
perspectiva del antropólogo (si es que tal cosa existe), la consideración
de su trabajo como conformador de su propia existencia y mentalidad.
[16] Volviendo a citar a Koyré,
Bourdieu (2005: 56-57) recuerda que “la experiencia en el sentido de
experiencia bruta no desempeñó ningún rol, como no fuera el de obstáculo para
el nacimiento de la ciencia clásica”.
[17] Confundiéndolos
incluso con el término sabiduría que
para nosotros vendría a ser como un cúmulo de conocimiento logrado a base de técnica
(mejor llamado en inglés craft) y
diligencia (epilmeleia).
[18] Y con esto quiero hablar de la experiencia y de la
percepción necesaria y siempre presente en la vida de una teoría (tanto en su
concepción como en su aplicación) de tal suerte que, en oposición pendular a la
asepsia a la que renunciamos, casi se antoja permitirle al antropólogo una conmoción
previa ante su mundo para aventurarse a indagar en él. No es lugar este
documento para justificar el mayor o menor empecinamiento de un investigador
por su tema pero sí dejar como una más de las variantes a tomar en cuenta el
que las referencias personales al mismo suelen ser motivadores en el desarrollo
de una empresa de investigación.
[19] Que suena a flexionarse hacia
sí mismo.
[20] Si hablamos de relevancia
interna, abrir paso a otros investigadores de tomar en cuenta las variables que
trataré.
[21] Me temo que aún no puedo
hablar de la relevancia externa de mi trabajo sin caer en idealizaciones sobre
una vida infantil sana aunque todavía no sepa definir lo que ese concepto
implica.
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