miércoles, 21 de septiembre de 2016

Revisión epistemológica de la antropología tras su contacto con Oriente. Segunda parte

Posmodernismo y crisis de representación


   Si bien antes de la crisis de objeto una de las misiones de la antropología en su carácter paternalista era identificar y rescatar culturas exóticas (sea del olvido o de la extinción) y preservarlas en su especificidad, la antropología de la segunda mitad del siglo XX traería consigo una nueva meta, la investigación de los códigos culturales.

   Esta propuesta comprensiva, puesta en pie por Clifford Geertz, consistía en la penetración analítica de una cultura tal como si fuera un texto literario. Es natural la crítica que recibe esta antropología se apoye en la crítica literaria; en esta se observa el punto más importante de la crisis de la representación.

   He hablado de la retórica que se usa en la disciplina para la descripción o explicación de fenómenos sociales, pues bien, conforme avanzaba la crítica al método se acusa una mayor exigencia del conocimiento cultural para ser capaces ya no sólo de describir el entorno sino de llegar a los aspectos significativos para los informantes.

   Durante la crisis de la representación se observa cómo el discurso orienta a una persuasión del lector. El carácter no convencional de su método se añade como la principal variante que orilla a cuestionar la legitimidad de las metas positivistas.

   Para comprenderla es necesario situarnos en la complejidad de la posmodernidad.

   Se trata de una época de revaluación de las ideas dominantes, el nihilismo, el marxismo, las dos guerras mundiales han contribuido a la deslegitimación de las ideas dominantes. El debilitamiento de las visiones totalizadoras se hace patente en el ámbito científico y en el político (los eventos del 68, por ejemplo, reflejan el descreimiento general con respecto a los regímenes políticos y un intento de defender un sentido de vida diferente al que estaba organizado).

   En la economía neoclásica esta corriente se expresa en una crisis del pronóstico y del ideal de crecimiento; en filosofía en la indeterminación de los principios universales y claramente establecidos de justicia, moralidad y discurso que se ponen de manifiesto con los estudios contextualizados; en las ciencias naturales y la matemática en la preferencia por los micropatrones del desorden frente a los modelos teóricos de orden (Marcus y Fischer, 2000: 28).

  Nos encontramos ante una fase posparadigmática, el siglo está marcado por todos los movimientos post que vienen a destruir o cuestionar las grandes teorías del siglo anterior, el posmodernismo en la danza, el posestructuralismo en ciencias cognitivas, el posmarxismo en las económicas son sólo algunos ejemplos de cómo esta etapa está marcada, como diría Lyotard, por la "incredulidad respecto de las metarnarrativas". Con este movimiento las ciencias pierden su legitimidad pero reporta por otro lado una comprensión agudizada, más sensible y reflexiva para "tolerar lo inconmensurable" (en Marcus y Fischer, 2000: 29).[1]

    La condición posmoderna se verá marcada por una cualidad multiparadigmática de la realidad social lo que permite situar al sujeto en una tesitura diferente, ahora puede ciertamente componer sus propias interpretaciones de la vida, además, el entramado político le permite ponerlas en juego en el espacio público de la cultura.

   Si ya desde los albores del siglo los cánones de la pintura y la danza -disciplinas asentadas en siglos de reproducción clasista- caían para fragmentarse en decenas de vanguardias, como parte de la condición posmoderna ¿qué podía esperarse de las jóvenes e inexpertas ciencias sociales? ¿cómo se sostiene la validez de una disciplina cuyo objeto de estudio tiene la cualidad de transformarse a penas lo hemos conseguido tocar? una vez renegada del colonialismo que le dio cuna ¿qué tradición tiene para defender?

   En las ciencias sociales se aprecia un profundo cuestionamiento de la validez del método para acercarse a un conocimiento certero de la realidad. El nuevo orden del mundo incluye una nueva organización geopolítica y en general la negación a los paradigmas clásicos. Georges Marcus y Michael Fischer señalan que se desde fines del siglo XIX se cuestiona el propósito y los estilos de teoría que guiaron a estas ciencias, "no se rechazan sólo las ideas, sino también el estilo paradigmático en las que se las ha representado" (Marcus y Fischer, 2000: 27)

   Se cuestiona el positivismo imperante, la retórica, y también del método en que se produce, lo que toca de manera irrevocable a la etnografía. La propuesta de Marcel Mauss de realizar etnografía con el fin de hacer etnología de la que se pudiera concebir una teoría general es descartada; el análisis comparativo es uno de los medios que se ponen en duda como útiles para describir la realidad social.

   Tomando como contexto la complejidad casi caótica de la posmodernidad, llegamos a pensar que el refinamiento epistemológico y el cuestionamiento del paradigma propio que trae consigo genera efectivamente un método etnográfico con mejores herramientas para el estudio cultural. Para llegar a hacerlo de manera efectiva fue preciso socavar "la confianza en la aptitud de los recursos de que disponemos para describir la realidad social, en la que debe basarse toda ciencia social generalizadora" (Marcus y Fischer, 2000: 9).

   Se sostiene por ejemplo que la sociología de Parsons, supuestamente exenta de valores, usaba el prestigio de la ciencia para imponer una ideología hegemónica y excluir puntos de vista diferentes (Marcus y Fischer, 2000: 46). En general se observa una suspicacia ante los paradigmas específicos y el descreimiento de su capacidad para plantear las preguntas correctas para enfocar un estudio útil (Marcus y Fischer, 2000: 30).

   Los estudios posestructuralistas de Michel Foucault y Jacques Derrida se suman a los cuestionamientos. En la antropología, la fenomenología se traducirá en atención por el nativo con su propia visión del mundo, poniendo entre paréntesis el punto de vista del etnógrafo (Marcus y Fischer, 2000: 58). Todas estas tendencias hacen llamada de atención a los paradigmas que subyacen al estudio, promoviendo su reflexión teórica.

   Existen otras corrientes que surgen al trasladar los problemas de descripción al problema de la representación, la Escuela de Francfort, por ejemplo, contribuye a la crítica cultural activa desde fines de los 60, se dedica a desencubrir los procesos políticos y económicos por los que se puede manipular la cultura y la psicología. El surrealismo también forma parte del cuestionamiento a nivel teórico expresado en la conciencia modernista, sus representantes se rebelaron contra  las normas, convenciones y sentidos colectivos de una cultura reificada mediante técnicas de yuxtaposición y collage, los antropólogos que pueden entrar en esta clasificación son Michel Leiris y Goerges Bataille, del Instituto de Etnología de Paris, así como Marcel Griaule, André Shcaeffner y Paul Rivet (Marcus y Fischer, 2000: 184-185).

   Conviene remarcar la influencia de este movimiento en general y, particularmente, en la transformación de las teoría antropológica. El trabajo social de antropólogos como Métraux, Rivet y Bataille en la resignificación de los indígenas americanos[2] y las obras de los posestructuralistas Foucault y Derrida debería tenerse en cuenta como ejemplos de la crítica antropológica a la representación social. Marcus y Fischer conciben el surrealismo como un movimiento liberador que inauguró una visión de la cultura, una más lúdica y móvil, características que estarán presentes en las obras experimentales de los antropólogos que veremos más adelante.



Crisis de representación


   Existe una cualidad que el método etnográfico presenta frente al surrealismo y es su carácter científico. El trabajo de crítica cultural realizado por antropólogos de la primera mitad del siglo legitimó el interés por la documentación y por la información de carácter realista. La ficción se inclinó al realismo, y al mismo tiempo el realismo utilizaba herramientas epistemológicas presentes en la ficción; vemos que la yuxtaposición, la experimentación y la creación de nuevas técnicas propias del surrealismo siguen presente en estas tendencias pero enfocadas a una intención de rigurosidad. Desde esta línea surgen nuevas herramientas para la construcción de un método que responda a los cuestionamientos de la época. En definitiva, esta fue una de las consecuencias más productivas de esta condición posmoderna: el debate en torno al método, la epistemología y la interpretación, las formas discursivas de representación (Marcus y Fischer, 2000: 30), esto nos hace volver a la crisis de representación en antropología.


   Esta crisis surge como un cuestionamiento de la escritura etnográfica en el paradigma posmoderno, caracterizado por los acontecimientos que hemos venido describiendo, la descolonización y sus implicaciones en las ciencias sociales. Se trata de una respuesta que se da entre los años 70 y 80 a la propuesta interpretativista de Clifford Geertz.

   Entre las ciencias en general, la antropología ha demostrado tener recursos para el desarrollo de un pensamiento crítico; el método etnográfico permite el tránsito de las ambiciones generalistas hacia observación en concreto. Las consecuencias son dos: la atenuación de formular enunciados globales absolutos (que por otra parte intenta mantener el holismo representando la cultura en todo su contexto), y por otra la visión comparativa que, al dejar de encuadrarse en el esquema evolucionista, deja también de referirse a la "racionalidad" de las sociedades (Marcus y Fischer 2000: 48-49).

   Es preciso recordar que el método etnográfico se vale no sólo de elementos discursivos sino de diálogos e interacción donde la cultura se revela en un sentido intersubjetivo. La crisis de la que hablamos surge de las implicaciones de este contacto bidireccional. Se da a conocer a partir de la recurrente historia del informante que, al ser entrevistado recurre a las monografías realizadas por un antropólogo que estuvo previamente ahí (algunos dicen que de Alfred Kroeber en el caso norteamericano, otros que de Meyer Fortes en una aldea africana) para dar respuesta a la pregunta.

   Eventos tales, en los que se pone de manifiesto la influencia que la etnografía supone en la cultura, determinan necesariamente nuevas condiciones para la producción etnográfica: ya no es posible actuar como si el investigador fuera el único con autoridad para expresar una cultura, los informantes leen nuestro trabajo, lo interpretan, lo asimilan y lo usan para dar nuevas versiones de su propia cultura a diferencia de cuando existía una división del globo en pueblos letrados y no letrados.

   La crisis de representación tiene que ver con la consideración de las culturas como casos aislados sino como "tipos conocidos" (Marcus y Fischer, 2000: 68) que lejos de ser completamente extraños han llegado, a asimilar, través del contacto establecido con Occidente mediante la etnografía, el conocimiento que se ha producido de ellos y que esto forma parte de la percepción que tienen de sí mismos.

   Pero esta posibilidad se abre también para la antropología misma y empieza a aplicarse con especial énfasis por los autores posmodernos. Rabinow es el primero que pareciera abordarlo como un problema hermenéutico tal y como lo habría definido Paul Ricoeur, "la comprensión del yo dando el rodeo por la comprensión del otro" (en Rabinow, 1992: 26).

   A propósito de Paul Rabinow, veremos lo que le lleva a cuestionarse (o lamentarse) en sus Reflexiones sobre un trabajo de campo en Marruecos de su situación en el campo, exta reflexión se percibe en otros autores como Malinowski en el espíritu iracundo que libera en su Diary in the Strict Sense of Term o incluso Dumont en The Headman and I.

   Considero que estas obras y las que analizaremos más adelante, comportan el posicionamiento personal (que buscaba ser omitido desde las posturas positivistas) e integran una nueva dimensión a la disciplina. Todas, en mayor o menor grado, implican una dosis de reflexividad. Ésta será producto de la preocupación por la forma y la retórica de la escritura antropológica (Marcus y Fischer, 2000: 24) y de la asunción del carácter intersubjetivo de la actividad etnográfica.

   El resultado del contacto entre paradigmas teóricos y cosmológicos y la reflexión al respecto conlleva a un refinamiento de la epistemología. El discurso antropológico debe ahora tomar en cuenta la contradicción, la paradoja, la incertidumbre y por supuesto la creación intersubjetiva de realidades. Si la escuela anterior ponía énfasis (desde Boas hasta Geertz) en las descripciones detalladas en las que se abarcara holísticamente la cultura, esta nueva incluirá las variantes intercomunicativas entre investigador e investigado, lo que deviene en la consideración del papel que la ontología del sujeto investigador juega en el campo así como una reflexión sobre la creación de la misma.

   A este respecto habla Pilar Sanchíz Ochoa (1996: 68), explicando que la tendencia cada vez más marcada de la antropología de analizarse a sí misma está presente sólo después de la crisis de la representación y la revisión de la antropología comprensiva:

"Los antropólogos no se interesan por la cultura de un pueblo en concreto sino por lo que los antropólogos dicen acerca de ellos mismos. La verdad hermenéutica respeta tanto la subjetividad del objeto de estudio como la del investigador e incluso la del lector. Sin embargo, en principio, esta corriente tiene en común con los trabajos procedentes del paradigma positivista el hecho de la naturaleza no recíproca de la investigación etnográfica: Geertz mismo mantiene un modelo monológico en la escritura etnográfica. Frente a esta se despierta hoy una marcada reflexividad del investigador, mostrada en un estilo dialógico o polifónico. Los procesos discursivos de la antropología se establecen ahora en forma de diálogo entre dos individuos. Es una negociación compartida de la realidad; constituye lo que podríamos llamar una narración etnográfica dialógica o un diálogo.  Ficción siguiendo el modelo de Bajtín sobre la novela polifónica o de discursos múltiples. La novela y la etnografía están comprometidas con la heteroglosia a la que ellas mismas ponen en acción: el texto etnográfico así va mas allá de la dialogía (reproducción escenificada de un intercambio entre sujetos), desembocando en una empresa colectiva que da a todos los informantes estatus de autor (heteroglosia). Géneros etnográficos éstos capaces de reemplazar ventajosamente la escritura monológica tradicional como forma de hacer antropología."
   Dadas estas condiciones, se observa una tendencia a dar mayor énfasis al aspecto metodológico que al teórico; se busca rastrear en el método formas para trascender la distancia entre el sujeto y el objeto de estudio. Quiero hacer énfasis en que esta forma resultante de antropología se basa en los principios relativistas del particularismo y en el refinamiento de los mecanismos de contextualización y representación del sentido de vida social expresados en la propuesta de Clifford Geertz.

   Completando el plano metodológico, podemos hablar de las postcondiciones del texto etnográfico: el énfasis en el extrañamiento, el uso de dramas sociales, la subversión cultural, la mirada al género y una mayor consideración del papel de la interacción en el fenómeno etnográfico. Estos recursos, más que ir en contra de la práctica habitual suponen la reorientación del método propia de la línea de análisis y reflexión que tiene la disciplina desde el particularismo (Marcus y Fischer, 2000: 74). No obstante, también es cierto que sólo a partir del posmodernismo estas consideraciones se convierten en interés ubicuo, marcadamente consciente y, añadiría yo, ahora imprescindible en el método etnográfico.

   La nueva etnografía sustituye los discursos monológicos del autor con citas textuales y mayor participación del nativo en la narración -pareciera que ahora nos preocupamos efectivamente de aquello que Malinowski planteó como "lo que piensan que hacen". Para hacer frente a esta demanda surgen modelos experimentales que pretenden comprender una cultura alterna en base a la interpretación y el diálogo; la mayoría están apoyados o relacionados con la lingüística (ejemplos de esto son la antropología cognitiva, el estructuralismo y el análisis simbólico). Al preocuparse por esta visión significativa y abarcadora de la cultura,  la antropología va franqueando la línea entre ser una ciencia de la conducta a un arte de interpretación.

   Así, en este sistema de poscondiciones, los criterios para una buena etnografía son distintos. Marcus y Fischer señalan los primordiales: hacer inteligibles las condiciones del trabajo de campo, la vida cotidiana y los procesos microsociales; mostrar las fronteras culturales y lingüísticas, sus modificaciones y traslaciones y mantener un sentido de holismo, entendido como contextualización significativa. Definitivamente las visiones totalizadoras han sido sustituidas por la interpretación de excepciones; para el posmodernismo, la excepción -el fenómeno particular- es la regla.
   Este cambio paradigmático de las cualidades de la antropología se ve reflejado en las obras de Rabinow, Dumont y Clifford, fuertemente marcados por el espíritu de autocrítica que hizo a estos autores hiperconscientes de su situación, influencia y hasta opinión en el trabajo de campo (Marcus y Fischer, 2000: 67-68). En el siguiente apartado analizaremos algunas de sus obras observando las técnicas, discursos y opiniones personales sobre el trabajo de campo de sus autores.


Marruecos en el posmodernismo


Ya sabéis que este libro me flipa


  Se ha mencionado antes que el flujo de corrientes e ideas en la época postcolonial desemboca en la inclusión de la antropologías del sur. Este hecho supone más de lo que aparenta: la existencia de múltiples antropologías induce a la participación a un público intercultural en la construcción de una nueva forma de concebir, percibir y describir la cultura.

Desde los años 20 y 30 se observa una aguda conciencia de los límites de nuestros sistemas conceptuales. Gracias a estudios en política y filosofía observamos que en toda obra antropológica está presente un entramado, una tesis y una implicación ideológica. (Marcus y Fischer, 2000:34) con lo cual surgen nuevos problemas metodológicos para la comprensión de la realidad. Estos se traducen en nuevas modalidades de escritura, que serán integradas en lo que se conoce como antropología experimental[3].

  Podría decirse que Orientalism de Edward Said es uno de los casos más representativos en que la antropología "periférica" cuestiona a la "de centro"[4]. El autor realiza una revisión contraofensiva sobre las formas que se usaban en Occidente para representar a Oriente[5].

   Este cuestionamiento se encuentra el amplio paraguas de crítica al colonialismo inserto en la disciplina. Asuntos como El Proyecto Camelot (en el que se pretendía utilizar investigación antropológica para luchar contra las guerrillas en América Latina) o el "asunto tailandés" (en el que la etnografía también se ponía al servicio de la lucha antisubversiva, ante grupos asociados al frente comunista) deviene una fuerte crítica desde la antropología respecto del colonialismo inserto en su práctica[6]. Esta crítica se concreta en diversos estudios, los más potentes en el ámbito de economía política de entre los que destacan los trabajos de Eric Wolf y Sidney Mintz.

   Posteriormente se generalizan nuevas investigaciones y nuevos paradigmas, la etnosemántica, la ecología cultural, la antropología psicológica son nuevas alternativas ante enfoques marxistas y estructuralistas.

   Esta clase de reflexiones encara preguntas que van del asunto colonial a la propia validez del método, proceso que hemos visto con la crisis de representación y la llegada de la antropología posmoderna, cuyos autores más importantes realizaron trabajo de campo en Marruecos.

Reflexiones sobre un trabajo de campo en Marruecos

     En primer lugar hemos mencionado a Paul Rabinow, quien elabora una reflexión sobre la relación entre informante e investigador. Su proceso de conocimiento es admitido como algo no sólo intelectual, sino también emocional y moral.

   En Reflexiones sobre un trabajo de campo en Marruecos expone juicios morales, conflictos de la intercomunicación cotidiana y poco a poco la construcción colectiva del yo del etnógrafo en el ámbito marroquí. Este proceso hace dar cuenta al autor del diálogo que inicia el antropólogo frente al antiguo monólogo, lo que supone “una discusión seria de la epistemología del trabajo de campo y su estatus como método inaugurando un enfoque teórico de comunicación dentro y entre culturas" (Rabinow, 1992:14).

   Lo interesante es observar el proceso en que el autor genera una obra de origen intersubjetivo y lo que esto significa para un autor con un cierto grado de reflexividad:

“Cuando el antropólogo entra en una cultura, adiestra a la gente para que le objetivice la vida existente en su propio mundo. En todas las culturas, por supuesto, existe con anterioridad un cierto grado de objetivización y autorreflexión. Pero es muy poco frecuente esta traslación explícita y consciente al medio externo. El antropólogo da lugar a una duplicación de la conciencia. Por lo tanto, el análisis antropológico debe incorporar dos hechos: primero, que nosotros mismos nos situamos a través de las preguntas que hacemos y la forma en que intentamos comprender y experimentar el mundo; y segundo, que lo que recibimos de nuestros informantes son interpretaciones, igualmente delimitadas por la historia y la cultural. Por consiguiente, los datos que recogemos están mediados por partida doble, en primer lugar por nuestra presencia y después por la imagen de segundo orden que exigimos de nuestros informantes.” (Rabinow, 1992:114)
   Sin implicar por esto la imposibilidad de lograr comprensión transcultural, llama a la toma de conciencia sobre el diferente estatus epistemológico de los datos que recibimos, considerando la tensión que se da entre la experiencia y la representación (finalmente un proceso de construcción intersubjetiva de formas liminales de comunicación) uno de los meollos del trabajo etnográfico.

   A través de sus encuentros y desencuentros con informantes describe su despertar a los efectos del colonialismo en la vida del pueblo marroquí teniendo la capacidad de observar a estos individuos insertos en sus tramas de significación a la vez que observa las suyas propias. Se percata de que  las ciencias sociales en Occidente tratan los hechos como
entidades separables de un todo mayor, concepción que para los marroquíes resultaban totalmente extrañas y sobre la que había que tender un puente de sentido para poder comprender su cultura.

   Otra cita del mismo libro nos sugiere la complejidad que el autor ya está asumiendo como parte del proceso etnográfico: "La toma a primera vista del mundo exterior tal como nos aparece es el primer paso esencial; resulta gratificante, fácil de asir, pero es inadecuado." Aquí se observa la propuesta de la etnografía como una tensión entre expereiencia y redacción. La etnografía ya no se concebirá sino como un proceso interpretativo cuyo problema e interpretación pueden resumirse en los términos hermenéuticos de Ricoeur como que hemos mencionado antes. Observamos a posteriori que el intento de comprensión del nos lleva, tras las transformaciones históricas y epistemológicas al ahora inedulible intento de la comprensión del yo otro.  Veremos cómo estamos hablando de un proceso emergente que lleva de manera inexorable a una mejor comprensión de nuestros propios modelos de significación, con el fin de traer a éstos la otredad que investigamos.

   Por último, quisiera remarcar en una de las principales enseñanzas que extraigo de Paul Rabinow y es el recordar que, al igual que la poesía es algo que “se hace” (el poeta, claro, es “el que hace”), el trabajo etnográfico en tanto que investigación se incluye en esta misma categoría. No insistiré demasiado en eso puesto que no pretendo analizar la cualidad estética de poiesis que nos corresponde adquirir, como mínimo, en la ejecución del trabajo de campo; dejo entonces, la lectura y el deleite de este autor para lectores interesados en la reflexividad etnográfica.

Tuhami. Retrato de un marroquí

  Vincent Crapanzano elabora un ejercicio similar al llevar una larga y complicada historia de vida a términos comprensibles por el lector. Tuhami. Portrait of a Maroccan es el producto de una larga entrevista entre el autor y el informante, donde tres vértices conforman el triángulo de la realidad negociada: antropólogo, informante y lector.

   La historia de vida es presentada con las metáforas propias del entrevistado, sus dilemas, y sus pasados imaginarios. La tarea consiste en entrever de esta exposición los procesos físicos y las referencias lingüísticas útiles para la interpretación de su cultura. Al añadírsele dispositivos modernistas, se vuelve un experimento en el sentido estricto del término al grado de ser considerado por Marcus y Fischer  (2000: 116) el texto más provocativamente modernista de su género.

   El autor, "consciente del hecho de que [su] argumento, también, es el producto de una ideología, que, desde dentro, caracterizaría como reflexiva, intrincada, inevitablemente circular, irónico, y no sin una cierta iconoclasia" (Crapanzano, 1984, p. x), enfrenta el encuentro etnográfico como una situación para considerar es el conocimiento del otro y su realidad, así como las minucias de la negociación de la información producida.

   El libro llama la atención sobre este encuentro, sus efectos en la producción antropológica y el rol ético y político de sus practicantes, resaltando en la responsabilidad que tenemos "con la gente que estudiamos, si no es que con nuestros lectores, de reconocer las implicaciones éticas y políticas de nuestra disciplina. Cada estrategia interpretativa, incluyendo esas implícitas en la descripción de uno mismo, implica decisiones y cae, por tanto, en el dominio de la ética y política" (ibíd.).

   El autor intenta hacernos partícipes de la distorsión a la que puede llegar una interpretación convidándonos en su proceso de conformación. Si bien procura dar luz, al incluir comentarios sobre los aspectos más complicados de la cultura árabe, no deja de hacerse patente la confusión que nunca queda resuelta del todo.

  Si trasladamos el relato de Tuhami al contexto social estudiado y descrito por Crapanzano en The Hamadsha: A study in Moroccan ethnopsychiatry observaremos las condiciones de vida ahí expresadas, podemos leer este otro retrato "como la ilustración de la conciencia de los subproletarios urbanos" (Marcus y Fischer, 2000: 118).

   Considero que el valor intrínseco de estos experimentos es la variedad de narrativas a los que dan lugar: la mezcla de metáfora y narrativa usada por Crapanzano se ve retomada por Fischer en "Toward a third world poetics: Seeing though fiction and film in the Iranian culture area" (1984); aquí la etnografía se mezcla con la crítica literaria a las producciones de la mayoría de las regiones del Tercer Mundo. Lo interesante es el abanico de experiencias que ofrecen y las reflexiones autóctonas de las mismas.
   

  Diálogos marroquíes. Antropología en cuestión


   Aunque este par de autores se basta por sí mismo, haré breve mención a Kevin Dwyer. En Moroccan Dialogues: Anhtropology in question ofrece entrevistas en bruto que servirán como antecedente para futuros estudios en la aplicación etnográfica de la dialógica en la semiótica (Reynoso, 2007: 18). Uno de sus objetivos fue que los informantes expresaran las categorías de su pensamiento para ver reflejada su propia visión de la sociedad.
   Transcribe las entrevistas mínimamente corregidas para poner en relieve aspectos de la otredad cultural oculta en la textualización que hacemos de los datos inmediatos. Con lo anterior sale a relucir la capacidad de control que tiene el investigador sobre el producto final y la impresión que genera, así como de la autoridad que imprime sobre su material.
   En materia de política y representación esta obra es importante por su espíritu de experimentación y por intentar exponer "la desigualdad e interdependencia estructuradas del yo y del otro".
   Como vemos, estos autores (y los no mencionados) forman parte de una corriente de experimentación antropológica que sentará las bases del código epistemológico que manejamos hoy en día. Asuntos como la reflexividad, la intersubjetividad y la encarnación en personajes son tomados en cuenta con seriedad en estas obras. Gracias a ellas manejamos elementos que distinguen a la antropología occidental de otra que veremos, la islámica o islamista por su carácter relativista y cuestionador. Pasaremos a este ramo a continuación.


Conclusión


   Para cuando Marcus y Fischer escribieron La antropología como crítica cultural, el código epistemológico de la disciplina se había transformado radicalmente; la antropología había pasado de ser un útil del imperio a afianzarse como herramienta para la militancia anticolonial y relativista; su historia y la de la construcción política de la sociedad habían sido puestas en duda y obligadas a la reinvención.

   En la segunda mitad del siglo se había pasado de la interpretación de textos a la crítica literaria; la repatriación de la disciplina se asentó en la promesa de una forma convincente de crítica cultural, (Marcus y Fischer, 2000: 169) pero, como lo demostraban las voces de la periferia, esta promesa había quedado en gran medida sin cumplir.

   Son estas voces críticas y el propio método etnográfico las que permiten el desarrollo de una forma distinta de hacer antropología. Hemos podido comprobar que el cuerpo de la etnografía experimental abría una renovada posibilidad de cumplir aquella promesa y justificarse como campo de conocimientos (ibíd.¸ p. 170). Subrayo en esto puesto que considero que gracias a estas revisiones y reinterpretaciones de sí misma, la antropología ha pasado de ser una superviviente a los márgenes de las ciencias sociales[15] a hacerse de valiosas herramientas para el análisis científico social.

   Tras un largo devenir plagado de crisis y revisiones, la epistemología antropológica se ha acomodado cada vez mejor a su tarea de ser una herramienta de reflexión para la sociedad que la genera. Siempre propensa a la duda y siempre ante el riesgo de ceder cada vez más irremediablemente a la severidad del relativismo, se ha enfrentado a la agonía de cuestionar constantemente su postura (y la de la ciencia en general); este afán, en el que parece que nunca podemos aprehender nada como real, nos ha salva en cierta medida de radicalismos y deja la puerta abierta a una ampliación del paradigma en base a nuevas revisiones. Quisiera, dicho sea de paso, creer que ese espíritu reflexivo es lo que motiva fundamentalmente el presente trabajo, que me gusta ver como un tímido caso en que la antropología se interpreta a sí misma.

   Nos hemos percatado, también, que este no ha sido un proceso unilateral sino que el contacto con la otredad ha dado los fundamentos revisionistas de la epistemología antropológica; a raíz de los encuentros con las ex-colonias, la antropología occidental ha tenido que abrirse a un diálogo con culturas con las que comparte raíces[16] y en este sentido, el Mediterráneo le ha ofrecido una superficie para verse reflejada.

      Considero, a la par que Arturo Escobar y Lins Ribeiro, que en el sistema mundial actual, la summa antropológica se fundamenta en la diversidad de haceres. Desde el particularismo, la antropología defiende la diversidad cultural, lo que implica el reconocimiento de distintos modos de articular, comprender e interpretar la realidad. Pero no olvidemos que estas diferencias, como señalará Tapper (1995: 297), son variaciones sobre un mismo tema; probablemente a cada una de estas variaciones deba adscribírsele una antropología, es decir, una mirada distinta...



Bibliografía


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[1] La cita textual dice: "El conocimiento posmoderno no es una simple herramienta de las autoridades; agudiza nuestra sensibilidad para las diferencias y refuerza nuestra capacidad de tolerar lo inconmensurable." Lyotard, J-F. (1984). The postmodern condition: A report on knowledge.
[2] Destaca el trabajo etnográfico de Metraux con los tupí-nambá de la Amazonía y la primera exposición parisina de arte precolombino organizada por los tres (Marcus y Fischer, 2000: 185).
[3] Respecto a la antropología experimental quisiera traer de vuelta a Ibn Jaldún; cuando escribió su autobiografía, esta forma, si bien era usada, no estaba desarrollada como una técnica literaria en términos propios; se trata sin duda de una empresa dentro y fuera de lo ordinario. También incorpora el rihlah, "reporte de viaje" como modelo para situarse en un gran escenario geográfico (Rosenthal, 1984: 19).
[4] Si quiere seguirse el orden de distinción propuesta por el antropólogo japonés Shinji Yamashita.
[5] Aunque Said parece exceptuar la antropología cultural de sus críticas y que incluso otorga mención favorable a Clifford Geertz, uno de sus maestros (Marcus y Fischer, 2000: 19), sabemos que por algunos casos analizados de cómo la disciplina favoreció una construcción específica y ciertamente errónea del árabe.
[6] Para más información ver Reinventing Antrhopology, compilado por Dell Hymes o Antrhopology and the colonial Encounter, una colección de artículos efectuada por Talal Asad.

Revisión epistemológica de la antropología tras su contacto con Oriente. Primera parte


Postcolonialismo,
            antropología islámica
                        y crisis de representación




El trabajo de campo es una dialéctica entre la reflexión
y la inmediatez. Ambas son construcciones culturales.
Paul Rabinow

   La configuración de los constructos sociales es uno de los temas nodales de la antropología. Podemos entender como constructos sociales tanto la suma de instituciones que organizan nuestra forma de vivir como los patrones de representación con los que entendemos y percibimos el mundo. En la primera acepción del término el constructo es la organización social específica a cada cultura, mientras que en el segundo hablamos de cómo es construida nuestra forma de percibir la realidad; esta distinción es artificial puesto que ambas dimensiones se influencian una a la otra, generándose así el fenómeno de realidad tal y como la estudia la antropología, es decir, la cultura.

   La actividad antropológica del último siglo ha desarrollado una visión propia del mundo, un canon epistemológico y una serie de cualidades que le son propias como disciplina, pero no lo ha hecho sin atravesar circunstancias históricas y políticas específicas que la han cambiado en todos los sentidos, afectando primero su objeto de estudio, después su método y finalmente su forma de representar la realidad. Diferentes procesos la obligan a constantes revisiones de la situación y el contexto cultural en el que se desarrolla, esta revisión, repetida e institucionalizada, se vuelve uno de los mecanismos que la llevan a convertirse en una de las herramientas más completas para la elaboración de una crítica cultural científica.
  


Fiesta del té marroquí organizada por Paul Rabinow.

Aproximación al Mundo Árabe

                                              
   En la representación científica de Occidente el Mundo Árabe es un concepto más o menos identificable: se extiende desde Marruecos hasta el norte de Irak y del norte de Siria al sur de Yemen. Se distingue del mundo musulmán siendo este último más extenso al incluir también las zonas sub-saharianas en África y otras del sudeste asiático. Entendido en esta extensión, el mundo musulmán comprende poblaciones de turcos, persas indios e indonesios que superan a los árabes co-religiosos. En el sentido económico el mundo árabe se distinguirá del musulmán gracias al acceso que tiene el primero a los recursos petrolíferos, lo que concede concederá a ciertos países una tremenda relevancia económica que no compartirán con el resto de los países musulmanes[1].

   Aunque este último rasgo distingue a dichos países en una medida tal que Henry Kissinger destacaría que el mundo árabe es "la peligrosa economía mundial del futuro" (en Lawrence 1984:4) creo que en el imaginario occidental, este capital económico no es suficiente para superar la imagen de "retraso", "tradicionalismo" o "estancamiento" que se creó de estos grupos.

   Además, la imbricación de los conceptos "mundo musulmán", "mundo árabe" y uno más, el de "Tercer Mundo" en la concepción occidental conforman el entramado en el que está construida nuestra concepción de estas culturas a las que normalmente se considera como "atrasadas" o "retardadas". Con todo, conviene tomar en cuenta que hasta hace tres siglos estos mundos se constituían en unidad a partir del islam: el mundo árabe no estaba suficientemente demarcado para distinguirse de él, y la geopolítica de África y Asia no estaba dispuesta aún para llevar a cabo la distinción entre países del primer o tercer mundo (Lawrence, 1984: 2).[2]

   Este documento versará sobre el impacto que tuvo Occidente en los territorios mencionados y la repercusión de este contacto en la epistemología antropológica. Espero que el lector pueda echar mano de la visión que intento esbozar a continuación del proceso de colonización de las diferentes culturas de estos territorios para comprender mejor el curso de los eventos actuales; así mismo, que pueda añadir a su propio acervo ideológico la perspectiva de estos procesos.


Sobre los procesos de colonialismo ideológico


   Sabemos que la colonización supuso para las sociedades musulmanas una catástrofe, sus territorios, economía y sujetos fueron tomados y manipulados por un nuevo paradigma, el occidental, que los exilió a la periferia del capitalismo; veremos que aún después de la descolonización, este sistema de dominación vertical seguirá presente tanto en la política como en la representación ideológica de Occidente frente a Oriente. Es de remarcar el papel de Occidente al introducir su influencia en el ámbito académico de Oriente; este aspecto será fuertemente acusado por la intelectualidad árabe aún hoy en día.

   Las universidades árabes existen desde el año 1000[3]; a finales del siglo XIX se fundan además universidades occidentales es Egipto, Líbano y Magreb (González, 2001:151). Esta será la forma más flagrante no sólo de la intrusión occidental en el mundo árabe sino de una estrategia de apropiación de su conocimiento, arte y técnicas orientales; dicho proceso se ve reflejado también con la asimilación de pensadores árabes o en el interés manifiesto en la estética oriental en las Exposiciones Internacionales[4]. pero a mi parecer encuentra un momento clave mucho antes.

   Es durante el Concilio de Viena (1312) cuando el concepto "árabe" entra en el mundo académico, se establecen cátedras de árabe, griego, hebreo y siríaco en París, Oxford, Bolonia, Aviñón y Salamanca. Considero que a partir de este momento, este mundo, tan próximo geográficamente como lejano en exotismo se vuelve presente en el imaginario académico de Europa.
   Lamentablemente la configuración del concepto correrá a cuenta de este lado únicamente, el musulmán es concebido a los ojos del occidental como un reactor a los estímulos externos -occidentales; no como creador de su propia cultura sino como una figura tradicional que tiende a la reproducción de una civilización retrasada, o peor, para citar a Lord Cromer[5], una "raza dominada".
   Como explica Marcus (2000: 20) "En el lenguaje de los parlamentarios ingleses y franceses del siglo XIX, <<la carga del hombre blanco>> consistía en rescatar a esos pueblos tardíos de siglos de decadencia, enfermedad, ignorancia y corrupción política. Sus opiniones interesaban sólo tanto como pueden interesar las de un niño al que se desea educar: como un medio para enseñarles la verdad". Justificados en lo anterior, los primeros estudios antropológicos fueron eminentemente coloniales; la disciplina era, de hecho, una herramienta para sistema y muchas veces los antropólogos eran ministros del gobierno exterior, con lo que su trabajo estaba fuertemente dominado por intenciones referidas a este ámbito. Es, sin embargo, el método etnográfico y las consecuencias de la inmersión de los esudios lo que obligará un cambio radical en este panorama.

   Así, se negó cualquier realidad sobre el islam encerrando su ideología en la idea de "mahometanismo" que vendría a ser una herejía y copia, una especie de versión fraudulenta del cristianismo. Es a partir de aquí que se construye el miedo en torno a Oriente[6].

   Como Said expresa, en este proceso Oriente no puede en ningún caso hablar por sí mismo, siempre lo hace a través de la voz de Occidente. Es hasta el período poscolonial cuando la diferencia de pensamiento oriental podrá ser explicada y reconocida libremente en el ámbito académico.
 Fue entonces cuando la antropología se desarrollaría como una "demostración de prestigio" -quizá una reivindicación- al manifestar la posibilidad de generar especialistas en control social (González, 2001: 152). Es cierto que dentro de un contexto independentista, las universidades se reorientan a intereses nacionales pero también es clara la influencia tanto en los temas como en las técnicas de la antropología y sociología occidental que había pasado por ahí.
   El caso de las titulaciones en antropología son un tanto tardíos, salvo en Alejandría, donde Abu-Zeid, discípulo de Evans-Pritchard y Radcliffe-Brown crea un departamento (González, 2001:152). Otro caso remarcable es Abdul Hamid El-Zein, de orientación primero funcionalista después simbolista, que se volvió un referente obligado para investigadores árabes (ibíd.).

   En un sentido práctico se acusaría a esta antropología incipiente de llevar a cabo "recolecciones imperfectas en su calidad técnica, con lagunas graves producidas por la falta de formación específica de los autores, sin método de registro sin hipótesis para orientar la observación y el cuestionamiento de datos" (ibíd.), sin embargo es esta presencia activa de investigadores orientales lo que significará el giro crucial hacia la antropología que conocemos hoy en día. El proceso de descolonización en el ámbito académico tuvo repercusiones incuestionables en la epistemología antropológica, en esto consistiría la Crisis de Objeto.




Postcolonialidad


   Entenderemos la postcolonialidad como aquella etapa caracterizada por el surgimiento de Estados-Nación independientes en todo el globo, sobre todo en aquellas zonas en América y en África que fueron dominadas en formas de colonias.

   No me atrevo a llamar a estos procesos de descolonización puesto que el problema más notable que revela la antropología política es justamente el neocolonialismo, sin embargo, la época un hito para el desarrollo de nuevas voces, etnografías y postulados. 

   Este proceso fue relativamente rápido en los Estados africanos del Mediterráneo, duró poco más de un lustro: Túnez y Marruecos[7] alcanzaron su independencia en 1956, Libia en el 1959, Egipto en se fundó República en 1952 oponiéndose a la influencia británica y en 196 Argelia deja de ser colonia francesa.

   Pero he comentado que este "momento solemne" se pone en tela de juicio. Un ejemplo es la siguiente cita de Berque, en La descolonización del mundo.

 "La historia argelina se separa de la historia de Francia. He ahí, pues, una interpretación, una limitación. Como tal, nos inquieta ya. ¿Qué será esta independencia: verdadera o falsa? La adición de un prefijo: tenemos el neo-colonialismo y algunos espíritus pesimistas recelan hasta de esta alegría de las masas. Les parece sospechosa la versatilidad por lo menos" (1964:19).
   Muchas reflexiones como esta surgen apenas lograda la independencia y con justa razón, el fin de la colonización de estos países africanos no significó sino la creación de nuevos lazos con el norte. Las condiciones locales de producción y comercio presentaron déficits estructurales que conllevarían a la necesidad de préstamos y deuda externa, si bien esta podría aligerarse gracias a la producción petrolífera de algunos de estos países, las relaciones de dependencia con el norte no dejarán de estar presentes. Conocemos los resultados de estas balanzas comerciales deficitarias y la verticalidad de relaciones comerciales: burocratización, centralización y en última instancia la falta de cohesión del incipiente proyecto de la unificación del Magreb (González, 2001:104).

   No podemos pensar que el período postcolonial es el escenario más propicio para la construcción de una imagen identitaria propia de Oriente, dada la su falta de autonomía económica en esta fase. De hecho, estas relaciones de dependencia propiciaron la construcción del imaginario oriental desde nuestros términos afectando en las dos direcciones. A pesar de que Europa pretende incluir al Magreb en las negociaciones de la Comunidad Económica Europea (CEE) la imagen mutua siguió deteriorándose con los estereotipos del musulmán terrorista, inculto, emir o integrista fanático por un lado y por el otro el anti-occidentalismo de todos los árabes (González, 2001:105).

   Lo anterior refleja dos cosas. La evidente es la necesidad histórica de construir (en ambos casos) una identidad propia frente a la imagen del vecino. La otra sólo se aprecia a la luz de la dominación geopolítica, se trata de la estructura vertical de relaciones económicas y políticas que es legitimada mediante el discurso científico; por tanto podemos decir que éste colabora en la creación de dicho imaginario y en la concepción que esas culturas tienen de sí mismas.

   Lo anterior demuestra que las aportaciones de Occidente tienen mayor peso en los acontecimientos históricos de Oriente; no es casualidad que antes de la segunda guerra mundial las naciones europeas hubiesen colonizado el 85% del globo[8].

   El período postcolonial interesa a los estudiosos como parte de un análisis de los mecanismos de poder que se usaron tanto en la formación del colonialismo como en el simbolismo usado en el nacionalismo anticolonial (Bahri, 1996). En nuestro caso nos enfocaremos a la influencia que de los estudios culturales (endógenos y exógenos) en la creación de nuevos fundamentos epistemológicos en la antropología. Los cuestionamientos y críticas que se hacen de la teoría y el método tendrán repercusiones importantes epistemológica y políticamente; al fin y al cabo la noción misma de postcolonialidad implica un enfrentamiento al régimen anterior, la oposición al imperialismo y al eurocentrismo, lo que comporta un nuevo enfoque para enfrentarse al estudio de la geopolítica, la sociología y evidentemente la antropología interesados en mecanismos específicos de opresión social y racial.

Oriente: Nuevo imaginario occidental


   Una prueba de la influencia del pensamiento crítico que acabo de referenciar es el apoyo que recibieron los intelectuales árabes a partir de 1939 por parte de figuras como Camus, Russel o Sartre, pensadores que colaboraron activamente su movimiento de resistencia.
   En sentido inverso, desde Oriente se tomarán teorías generales de Occidente. Muhammad Tazirut, traductor de Spengler, aborda el historicismo y considera la evolución como línea progresiva hacia la coexistencia pacífica entre grandes bloques políticos posteriores a la segunda guerra mundial. Muhammad 'Aziz Lahbabí (influenciado por Bergson y Mounier) intenta compaginar verdades del islam con la racionalidad intelectual y la autonomía personal, entendiendo que el islam garantiza esta autonomía al no dicotomizar la relación entre el cuerpo y el espíritu como hace el pensamiento occidental (González, 2001: 149). Observamos que se toma la base occidental para idear una postura de ciertos países o nociones orientales en el panorama internacional.

   Estas perspectivas muestran que el pensamiento oriental busca su sitio en un terreno ya ocupado por el pensamiento occidental. En general se trata de la reivindicación de la imagen del árabe, algunos a través de teoremas occidentales, otros subrayando sus diferencias.

   Una noción muy útil para ilustrar esto es el Humanismo árabe, que busca darle a los valores islámicos un grado y valor universales: "el destino de la civilización futura dependerá del grado de universalidad que tenga el tipo de hombre que aquélla produce" (Cruz, 1996:800). Se proyecta una idea de reamanecer de la humanidad total por ideal donde el tercermundista trascendental se distinguirá de su coyuntural tercermundismo político en la esperanza de una rehumanización integral a través del hombre oriental; así se consigue sostener su identidad frente a la occidental aún tras la merma que esta pudiese haber sufrido a causa de la comparación.

   En definitiva, antes incluso de la descolonización, es más, para que esta pudiera producirse la voz de Oriente hubo de manifestarse y responder a los discursos que les llegaban desde Europa. Este combate ideológico refleja las situaciones de dominación política y subjetiva. A continuación abordaremos la postura de la antropología en este escenario y su relación no siempre clara y delimitada con sus sujetos, por último, cómo estos acontecimientos políticos y sus diferentes manifestaciones repercuten en el grado de comprensión y empatía que logra la disciplina hacia el otro.

Oriente y la antropología


   Como afirma Richard Tapper, "Los sujetos tradicionales de la antropología occidental son los primitivos." Este grupo de estudio tan vasto en el nacimiento de la disciplina disminuye radicalmente durante la época postcolonial. Cuando los países del Tercer Mundo[9] consiguen su autonomía, buscan desarrollar su propia antropología y definir sus aproximaciones al estudio social criticando culturas y teorías de Occidente (Tapper 1995: 296). Esto conlleva a lo que conocemos como crisis del Objeto.

   La profesionalización árabe permitió críticas a la disciplina tales como la falta de comunicación e interés con problemas locales como a guerra de Líbano y Sudán, cruciales para comprender lo que pasaba al sur y al este del Mediterráneo, la dependencia de estas instituciones (en la formación de investigadores) y la publicación en inglés y no en árabe como modo de distinguir una élite (González, 2001: 153- 154); así mismo se acusan los tintes imperialistas y etnocéntricos de algunos estudios.

   La crisis se ve alimentada por críticas internas sobre la falta de unidad y rigurosidad de la antropología occidental pero también por otras más concisas respecto a la construcción del conocimiento. Se acusa la retórica[10] en la que sólo los actores son activos; Talal Asad señala la diferencia entre dos tipos de lenguaje los "fuertes" y los débiles" y la imposición que uno ejerce sobre el otro al grado que la información que generan débiles se adecúa a las exigencias de los otros.[11] También se cuestionará que el discurso que tome como partida la perspectiva cristiana para aproximarse al islam[12]. Levado a la confrontación y al relativismo extremo, surgiría la pregunta de si el islam, la cultura y la sociedades musulmanas pueden ser estudiadas por no musulmanes.

   Entre los autores orientales que critican la antropología colonial, destaca Edward Said. Conviene aclarar que, salvo en contadas ocasiones, Said no se refiere a los antropólogos sino a orientalistas, y que la antropología mantenía una capacidad notable para permanecer al margen de los estereotipos creados por el orientalismo. Con todo, existe en las ciencias sociales en general cierta homogeneización del objeto de estudio que parte de la percepción europea y se reproduce en discursos estereotipados que responden a las culturales, políticas y económicas de su época y de su mundo (Said, 1990).

   Como Isabel González Turmo apunta, este autor es un hito en la determinación de una crítica activa que pone contra la pared a la antropología. Sus aportaciones, más allá de ser una simple refutación a argumentos occidentales, es fundamental para poner en tela de juicio la universalidad de la ciencia.

   Los artificios retóricos serán su principal objeto de acusación, Said distingue que son éstos los elementos donde se ejerce el poder. Recordemos que "las guerras ideológicas -en este caso los enfrentamientos entre dos cosmologías- libran sus primeras batallas en el lenguaje"[13] y en un terreno como es el científico, acaparado por Occidente, está claro quién maneja el discurso que tendrá validez.

La desvalorización de los árabes, los griegos, los egipcios y los mayas contemporáneos en comparación con sus antepasados (Marcus y Fischer, 2000: 20) forma parte de este uso de la retórica para acallar otras voces, incluso hemos visto que el discurso colonialista incluía la necesidad de salvación de esos pueblos retrasados.

   Si bien en el contexto postcolonial (o neocolonial) la retórica dominante sigue siendo la de Occidente (que ha conseguido desplazar otras visiones y paradigmas hacia la invalidez), las críticas provenientes de estudios endógenos la confrontan continuamente consigo misma.

   Aquí entramos de lleno en la crisis de la que hablamos. La antropología, constantemente preocupada por sus métodos de producción de su conocimiento empieza a tomar en cuenta estos contrastes con la perspectiva islámica y la ruptura con las nociones anquilosadas del colonialismo. Esto cimbra por completo los cimientos en los que reposaba la seguridad de la validez universal de la disciplina.

   Los efectos de esta incipiente descolonización ideológica no se hacen esperar. El trabajo de Bourdieu en Argelia es un ejemplo paradigmático de cómo las ciencias sociales intentaron influir en la realidad árabe y musulmana en base a problemas y tópicos sociales (como exclusión, marginación o anomia social) y de cómo posteriormente incorporó ámbitos de la práctica hasta entonces ignorados estructura y orientación del espacio interior de la casa, juegos infantiles, movimientos corporales, rituales de la primera infancia y partes del cuerpo, los valores y la división sexual del trabajo, los colores y las interpretaciones tradicionales de los sueños en un trabajo realizado con Abdelmalek Sayad (Bourdieu, 1991: 25-26).

   Su propuesta de "reubicar cada acto y símbolo en el sistema de diferencias que lo determinan más directamente y, poco a poco, en el sistema mítico-ritual en su conjunto; y también, simultáneamente, en el interior de la secuencia sintagmática que lo define en su singularidad y que, en tanto que intersección de todos los conjuntos de diferencias imita la arbitrariedad de sus propios elementos" (Bourdieu, 1991: 24) [14] nos recuerda a la que hizo Geertz en el 73 sobre descripción y contextualización. Además, permite que los informantes se apropiaran del sentido a la vez propio y ajeno de su historia (ibíd., p. 113).

Rechazo de la antropología occidental


   Existe un estigma de "ciencia colonial" que marcaría la antropología en ciertas regiones, se manifiesta en la falta de reconocimiento de la antropología occidental en algunas colonias y su persecución institucional durante muchos años. Las consecuencias son, sin embargo, la proliferación de estudios locales pseudoantropológicos que carecen de formación académica en el campo, como respuesta al interés que instituciones europeas (como el Instituto del Mundo Árabe de París) pone en estas localidades (González, 2001: 106-107).

   Por otra parte, desde Oriente se da énfasis y se apoya a los estudios emergentes locales y a su repercusión fuera de la antropología, se considera que el resurgimiento de una ciencia endógena permite reconsiderar la imagen oriental como se ve en esta cita de Djäit (en González, 2001: 154):

"[En] el caso de la etnología de la escuela francesa de África del Norte, hay también actitudes malintencionadas y condicionamientos ideológicos que Fanon denunció a propósito de la escuela etnopsiquiátrica de Argel. En esta etnología, el árabe es deshistorizado y primitivizado; además ¿quién podría negar la estrecha relación, tal vez inconsciente, que hay entre el desprecio colonial y el contenido de esta "ciencia"? La prueba decisiva es el cambio de actitud de la etnología arabo-berberisca a partir del momento en que el árabe empezó a librarse del dominio colonial: lo que era condescendencia se convirtió en simpatía y consideración, a veces incluso en mitificación y glorificación. Nunca me pareció tan clara, en relación con el islam y los estudios que Occidente le dedica, esta dependencia del espíritu frente a la conciencia difusa del tiempo y, más aún, frente a la debilidad y la fuerza de una sociedad.Cuando el espíritu debe ser libre y la búsqueda de la verdad debe estar por encima de la contingencias políticas."
   Subrayo lo último porque aquí el autor apela a un sentimiento o valor compartido en las ciencias que, desde mi punto de vista, constituye el núcleo en el que pensamiento científico se funda y a partir del cual pueden disolverse diferencias ideológicas. Con todo, parte del acometimiento de la verdad radica en la concientización de que nuestro objeto de estudio se construye a través de procesos que implican dominación que no podemos perder de vista.

El giro antropológico o La  antropología como crítica cultural


   Tras las críticas que se recibe durante este periodo, la antropología reencauza su método y propósito y genera dos compromisos principales, o promesas como dirían Marcus y Fischer (2000: 19): el estudio etnográfico estaría destinado a la preservación de distintas formas culturales de vida contra los procesos de globalización y, lo que nos concierne para este estudio, "la de servirnos como forma de crítica de nuestra propia cultura".

   Coincido con Marcus y Fischer en que lo más importante de la crítica cultural consiste en la alegoría que plantea hacia la cultura propia. Mi convicción al escribir este documento es que este giro reflexivo permite la condición más distintiva de la epistemología antropológica: el de darle a la sociedad (a cualquiera, pero en especial a la propia) la oportunidad de observarse a sí misma y cuestionarse; y que el tránsito de hacia dicho estatus es producto del propio método etnográfico, el llevar el paradigma propio a circunstancias ajenas, la ruptura de sentido y el llevar temas generales a situaciones no convencionales, todo eso obliga al investigador a adoptar una actitud extrañamiento. La cualidad interactiva del método etnográfico permite el desvelamiento de otro tipo de instituciones y formas culturales; dado que tomamos las nuestras como punto de referencia, es necesario realizar en estos encuentros continuas negociaciones y comparaciones que dan pie al análisis alegórico de la cultura propia.

   Para situar adecuadamente la antropología de esta época hay que decir se vive en el primer tercio del siglo XX una transición en la forma de estudiar y describir las culturas en pos del cuestionamiento propio; los estudios de sexualidad de Margaret Mead en Samoa siempre viene a ser el ejemplo paradigmático puesto que la etnografía es usada con ese fin.

   Este trabajo forma parte del relativismo norteamericano iniciado por Franz Boas y define la corriente americana de crítica cultural. Es sin duda esta corriente la que sienta las bases de un estudio integracionista que reconociera y registrara la diversidad cultural como se expresa en las pautas metodológicas que la marcaban:

"[Que] no había ninguna forma de organizar la sociedad que pudiera considerarse la mejor o la más racional; que en diferentes culturas se habían desarrollado diferentes constelaciones de valores y de mecanismos sociales; que suele ser más realista intentar conocer nuevas formas de organizar las sociedades observando otras culturas que especulando en una torre de marfil acerca de la reforma de la sociedad; que los valores culturales no pueden ser éticamente juzgados en términos filosóficos abstractos, sino que se los debe valorar por sus efectos reales en la vida social." (Marcus y Fischer, 2000: 45)
   La crítica cultural se observa por otro lado en la antropología británica con el debate de la racionalidad iniciado por E.E.E. Pritchard al tomar las prácticas de brujería y magia en "pie de igualdad" con la ciencia y el sentido común occidentales.

   Este proceso de cuestionamiento genera una reconsideración de nuestro interés investigativo; la percepción generalizada de que las culturas exóticas desaparecían implicó la necesidad de nuevos horizontes de observación. Este tránsito está completamente dentro de la línea relativista; el método etnográfico nos pone a disposición material que nos permite "ver la cultura y sus normas como ordenamientos artificiales, susceptibles de un análisis imparcial y una comparación con otras disposiciones posibles" (Clifford, en Marcus y Fischer, 2000: 185); lo anterior supone un cambio en nuestra forma de asumir otras creencias y ordenamientos y la cultura como una realidad en disputa entre varias interpretaciones posibles (ibíd.).

   El relativismo y la crítica cultural permitió a Occidente reconocer los valores y atributos de culturas primitivas tales como el respeto por la naturaleza, el estilo de vida comunitario, el sentido de lo sagrado o el sentido festivo de la vida. De esta manera y sin querer, el método nos ha acercado a los valores en los cuales se fundamenta: "La ciencia del hombre, en su versión más noble y profunda debe conducimos a un conocimiento, una tolerancia y una generosidad basados en la comprensión del punto de vista de los otros hombres" (Malinowski, 1973).

   En un siguiente apartado veremos la crisis de representación como producto del proceso refinamiento epistemológico hacia una comprensión más minuciosa de la sociedad, pero lo que conviene tomar cuenta ahora es su imbricación con estos antecedentes en tanto que todos comparten una línea hacia la cualidad empática y comprensiva de la antropología.

   Creo que esta es una línea de trabajo (que nace oficialmente del particularismo de Franz Boas) es anticipada por Ibn Jaldún. Consideraremos a este autor como un precursor de los postulados particularistas al sostener siempre una visión contextual de la historia que estudiaba.

   Su trabajo había sido retomado por la antropología occidental como obra fundamental para el estudio de Oriente, veremos incluso que la importancia que cobra (antes en Occidente que en Oriente) es debida al orientalismo como corriente. Un par de décadas más tarde la consideración de Jaldún por el contexto y el problema hermenéutico que presenta sobre la fe, lleva a antropólogos como Bruce Lawrence y Jon Anderson a estudiarlo como figura icónica y muy adelantada a su tiempo.

La figura de Ibn Jaldún


   La principal dificultad para situarnos en la ideología islámica es la pluralidad de paradigmas que se articulan en torno a esta: los distintos contextos histórico, disciplinar, político y religioso responden de maneras diversas en cada situación geográfica y temporal. El "perfil oriental" está situado dentro de un "perfil mundial" y es en base al último que construimos el primero. Algo que constituye la principal atribución de Ibn Jaldún en el estudio de su sociedad es el paralelismo que ejerce entre estas dos realidades: el ámbito particular, observado desde la inmersión directa en diferentes contextos; y el marco general, aspiración continuamente presente en su descripción de Oriente. Veremos las implicaciones que esta forma de estudiar la realidad social tiene en nuestra antropología.

   Jaldún es probablemente el historiador más eminente de la tradición musulmana; su figura, al igual que sus enseñanzas personales o su Muqaddimah[15], dramáticamente incomprendidas en su tiempo, representan para nosotros una forma en particular de dar voz a la cultura Islámica.

   Cuando digo "cultura" lo hago en el sentido antropológico de la palabra: holístico. La forma poco convencional, diríase radical, de comprender y describir el islam que utiliza Jaldún comporta a la vez características de la inmersión del trabajo de campo y la disección de la cultura en diferentes marcos que se solapan, a saber, historia, comportamiento, cultura y fe.

   Aunque su trabajo precede a las luminarias intelectuales de la historia medieval musulmana (incluso las eclipsa), no es sino a partir de Occidente que se le empieza a tomar en cuenta en su cultura de origen. Antropólogos con conocimiento en estudios históricos sobre la cultura islámica[16] reconocen que Jaldún es un producto del orientalismo[17], de no ser por que Occidente buscó medios para comprender ciertas culturas del Mediterráneo, probablemente Jaldún habría tardado más en ser rescatado del silencio.

  El interés que antropólogos de todos los tiempos han puesto en su figura nos lleva a preguntarnos por el papel que este personaje tiene en la creación del orientalismo. Mi idea es que él es una pieza en el mecanismo de una creación circular y reflexiva.

   Como Lawrence explica, "Ibn Jaldún es un producto del Orientalismo", dicho lo cual "cualquier consideración a su relevancia separada del interés en el mundo oriental que el mismo evocó sería altamente cuestionable" (Lawrence 1984: 5; la traducción es mía). Lo anterior nos lleva a una especie de paradoja: ya no podemos decir simplemente que Occidente estructura su propia visión del mundo árabe en base a sus intereses y sesgos en tanto que se basa en estudios estrictamente autóctonos como este; sin embargo, la construcción moderna de las concepciones orientales es la resultante de las adopciones y adaptaciones de sus diversas influencias.

   Digamos que Jaldún renace con el Orientalismo y, por lo tanto, tiene que servir a él. Su obra se vuelve una de las piezas fundamentales para la comprensión de Oriente, pieza que adquiere complejidad debido al uso que se le da desde Occidente. En este aspecto veremos por qué Rosenthal (1984: 19) sostiene que su obra marca una nueva tradición historiográfica.

   Jaldún será tomado como un símbolo del desarrollo intelectual árabe en una época en la que se intenta contrarrestar la imagen del subesarrollo en África del Norte. Al igual que la apropiación de la imagen de la Alhambra, la figura de Ibn Jaldún será retomada en Occidente, para la conformación de todo un concepto, la palaba "árabe", y ayuda a concebir un orientalismo generalizante.

   Por otro lado, considero que la revolución en la historiografía que menciona Rosenthal (revolución que no sería continuada sino hasta siglos después, y fundamentalmente con la antropología) consiste en el posicionamiento del autor, "su intento incuestionable de concebirse a sí mismo como parte de un todo mayor; situarse abierta y consistentemente en el contexto histórico de su tiempo" (Rosenthal, 1984: 20; el subrayado es mío).

   Este carácter le hará asumir el estudio islámico desde una manera poco peculiar -y típica de la antropología- al diseccionar una cosmología en sus diferentes implicaciones, históricas, ideológica, religiosa y cultural, logrando describirnos el islam bajo la luz de estos escenarios y a la vez representándose a sí mismo dentro del todo. Recordemos también que su figura en sí nos da información: era un jurista y académico con una posición social notable, en su persona se contenían las manifestaciones más tradicionales de la civilización musulmana y estas cualidades no son sino útiles para revelar e interpretar la sociedad a la que representa.

   Para interpretar desde dentro a su sociedad, Jaldún tuvo que manifestar al mismo tiempo una actitud de fidelidad a su tradición y de cuestionamiento a las instituciones sociales que observaba. Fuera o no escéptico a su religión[18], se mantuvo fiel a la tradición musulmana; como expresa Rosenthal (1984: 15-16), "le encantaba estar en contra de todo", pero sus cuestionamientos eran siempre respetuosos y acordes a los términos de la institución.

   ¿No es esta también la actitud del antropólogo? Conocer y situarse dentro de un contexto habitándolo como propio pero con la insoslayable tarea de cuestionar permanentemente el entorno. Esta actitud es especialmente distinguida en Jaldún, sobre todo porque su contexto lo pone en énfasis, el mundo musulmán del siglo XIV no era en absoluto propicio al cuestionamiento, como explica nuevamente Rosenthal (pág.17):

   "[La divergencia individual ante las normas sociales] no era aprobada oficialmente, incluso podemos asumir que no era mirada con favor por la inmensa mayoría de musulmanes. Dudar de las formas establecidas de pensamiento, creencia y comportamiento o sostener puntos de vista divergentes, en toda sociedad, fácil de comprender. En el curso de la historia, el islam, por lo menos en teoría se volvió más y más reacia a las expresiones de divergencia de la norma aceptada, y estas diferencias, lejos de desvanecerse y cesar, se convirtieron en una influencia tolerada y reconocida abiertamente sobre el desarrollo intelectual y social".
   A pesar de que Jaldún se sitúa en su tiempo, no tiene reparo en nutrirse de fuentes judías o cristianas, para él la religión no se restringe al islam aunque este sea su referencia de partida. Es, sin duda, esta actitud lo que le hace ganar prestigio entre los ilustrados occidentales, entre quienes el divorcio de la razón y la fe es algo que prevalece, a pesar de esto, las diferencias paradigmáticas entre una y otra tradición se hacen patentes: para Jaldún esta distinción no existe; lo enigmático y fascinante en su persona es que realiza un estudio de notable penetración en su ideología sin desprenderse de la misma.

    La principal objeción que recibe de sus críticos (formados en el relativismo) es "el profundo malentendido y confusión" sobre la palabra árabe (Lawrence, 1984:7). El término en sí mismo es una construcción compleja que se abre paso ante el desafío de incluir una "dicotomía fluida" entre el mundo sedentario civilizado y el bárbaro nómada (ibíd.), por lo que el mero intento de llevar a cabo una definición cultural que englobe estas diferencias conlleva consigo tremendas complicaciones epistemológicas que terminan en generalizaciones que barren con la diferencia entre fenómenos sociales que emergen en los distintos contextos de supervivencia.

   Nos encontramos de vuelta con la complejidad de la obra de Jaldún: desde el aspecto ontológico, su concepción del concepto árabe sirvió de base para la antropología de la ilustración, por otra parte su enfoque, prioritariamente histórico tiene tintes particularistas[19] que nos señalan futuras cuestiones epistemológicas de la antropología. Creo que esta es la principal aportación del pensador como referencia para nuestro tiempo, el alcance de su pensamiento relativista.

   James Anderson[20] analizará el trabajo de Jaldún desde una perspectiva antropológica, es decir desde un paradigma exegético, que incluye igualmente la clasificación y el método. Su percepción de la antropología "una ciencia de la agregación y la composición particular, cuyas unidades son abstracciones de cultura (antes tradición, ahora práctica) y las interpretaciones (tanto suyas como de otros) a modo de imágenes y expresiones de una realidad más profunda que la que representan" (Anderson, 1984: 111); la traducción es mía), nos lleva de vuelta al factor clave de esta investigación: la exégesis de las sociedades diversas hacen a la antropología capaz de abordar su comprensión desde un sistema multiparadigmático y comprensivo. Es a partir de esta postura que analizaremos la repercusión de dicho pensador.

   El trabajo de Jaldún fue reconocido como el de un historiador, sin embargo, su tendencia entre generalista y particularista se aproxima tanto a la tensión que atraviesa la historia antropológica entre una filosofía social (proveniente del positivismo de la Ilustración) y el encuentro directo con lo particular, que nos llevan a utilizarlo como referente en la construcción de una imagen reflexiva de Oriente.

   ¿Qué es lo que hace que la historia de Jaldún se aproxime tanto a la antropología? Creo que es el análisis de tipos que hace de las poblaciones árabes y sus aproximaciones comparativas de la naturaleza de las formas sociales. Es fácil comprender que la Ilustración Europea haya encontrado en Jaldún un precursor cuando su método principal era la comparación generalizante entre las distintas formas sociales que se iban registrando usando la exégesis como técnica (ibíd.). 

   Al estudiar los tipos a través de los roles de los individuos en las estructuras sociales, Jaldún se aproxima al individuo significante; esto marca su principal distinción con la historia. Por otro lado, la relación que él marca de estas estructuras entre sí mismas y con la naturaleza humana manifestadas una sensibilidad moral (Anderson, 1984: 112) lo ponen de lleno dentro del terreno de la antropología[21].

   Si nos atenemos a la interpretación de Anderson, Jaldún observa la cultura como una especie de creación mundana del hombre; así, no sólo escapa a la consideración positivista de que este es un producto de circunstancias naturales, ni se entrega a una visión enteramente constructivista como para hacer del hombre el único determinante de la cultura[22]; entiendo que Jaldún reducirá el dominio del humano a las mundanidades que pueden observarse en sus acciones.

   El énfasis analítico en el contexto se hace patente en el análisis de Jaldún, él no escribe como un árabe que abre la puerta a su mundo, sino como un espectador "en" y "desde" ese mundo. Se vale de abstracciones tales como "solidaridad social" o "sentimiento de grupo" (asabiyah) para relacionarlas con la identidad de distintos tipos sociales; los conceptos no son enteramente explicadas sino utilizados como nociones para describir la sociedad que estudia; se aprecia con esto como busca conexiones abstractas en los términos que le eran significantes[23]. Por otro lado sus representaciones son culturalmente específicas y específicamente diseñadas a la cultura a la que se dirige, realiza etnografía microscópica y la agrega a la historia regional, negociar esta ambivalencia implicará definitivamente una determinada vigilancia epistemológica, una actitud crítica con los datos (Anderson, 1984: 118-119), este elemento, será uno de los pilares de la antropología postmoderna tras la crisis de representación que veremos a continuación.




[1] Los países que destacan por su producción petrolífera son Arabia Saudita, Irán, Irak, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos.
[2] Sin tomar en cuenta otro período histórico relevante, durante prácticamente un milenio estas culturas estuvieron unificadas en el Imperio Otomano, que preservó grandes baluartes, técnicas y prácticas de nuestra civilización del olvido o la destrucción del imperio vecino durante la Edad Media.
[3] La Universidad de Sankore, fundada en el 989 por el juez principal erudito de Tombuctú, Al-Qadi Aqib Ibn Mahmud Ibn Umar, es una de las más antiguas conocida, incluso más que la que de Bolonia, que se considera la primera. KC MacDonald, profesor de Arqueología de África en el Instituto de Arqueología de la Escuela Universitaria de Londres, escribe sobre esta escuela la falta de administración central, ni registros de estudiantes. Esta composición en escuelas independientes, a pesar de su dislocación produce más de 700.000 manuscritos.
[4] El Alhambrismo es un buen ejemplo de esto: la réplica del Palacio de los Leones en la Exposición de Londres de 1851 confirió a la Alhambra una relevancia internacional tal, que los salones marcados con este estilo se popularizan en toda la ciudad; el formato llega a la arquitectura de todo Occidente, incluso se encuentra uno de estos salones en San Petersburgo.
[5] Administrador británico en Egipto.
[6] Para ilustrar esta conformación de nuestro imaginario occidental recordemos aquí la caracterización de Mahoma como libertino, vicioso o como demonio; en La Divina comedia Mahoma ocupa un sitio en el octavo infierno, aquel destinado para los sembradores de discordias.
[7] Este último fue protectorado de Francia hasta 1955 y de España hasta abril del año siguiente.
[8] Entre las nuevas colonias hay que distinguir aquellos en cuya población persiste la ascendencia europea como Australia, Estados Unidos y Canadá de las otras conquistadas, como India, Jamaica, Nigeria, Senegal, Sri Lanka, por citar algunos. Una complicación se añade en casos como Sudáfrica y Zimbawe en los que algunas ciudades fueron fundadas por poblaciones coloniales. Todo esto ocasiona que el término "postcolonial” se vuelva tan abstracto (Bahri, 1996).
[9] Este término es utilizado por el autor, si bien puede resultar tendencioso o incluso agresivo, pienso que expresa también la dinámica de dominación económica que seguirá posterior a la descolonización.
[10] La retórica se ocupa del estudio de las convenciones que ordenan la forma de un texto. En el caso de las antropología, son las convenciones comunicativas que ordenan un sistema social. La acusación está dirigida a los supuestos generales (convencionales) en base a los que se ordena la superioridad de occidente y que tienden a persuadir a los individuos de la realidad de los fenómenos tomados en cuenta.
[11] En base a estas críticas, Wyn Davies (a quien Tapper señalaría como radical musulmana) nos señala que los paradigmas de saber parecen situarse en un plano de continuidad donde los no europeos no  han participado en cómo un el discurso se ha desarrollado y construido la realidad, ella se apoya en los discursos de Kuhn y Foucault para explicar esta construcción del conocimiento.
[12]   Más adelante analizaremos el fenómeno "contraofensivo" que representa la antropología islámica contra todas estas concepciones realizadas desde las ciencias sociales de occidente.
[13] Félix Talego, comunicación personal.
[14] Considero que este autor es fundamental en la historia de la epistemología antropológica, su Teoría de la Práctica, tan marcada como está por la reflexividad muestra otra forma de contacto con la otredad.
Otros ejemplos de antropología francesa que toma en cuenta significación endógena del Magreb es el de Gast sobre la alimentación (1968); el de Galand y Chaker sobre textos beréberes (1984); o el de Carlies en sociabilidad masculina (1997).
Cabe añadir que, aun cuando Isabel González Turmo apunta estas aportaciones, subraya que la influencia de la antropologías nativas emergentes en el conjunto de la disciplina es aún muy limitada (González, 2001: 146). Coincido con esta observación pero considero que la principal aportación del contacto con la antropología oriental en occidente se encuentra en la posibilidad reflexiva que surgen de sus cuestionamientos, críticas y puestas dudas; todo ello permiten su reconfiguración epistemológica.

[15] Es esta su obra más representativa. Su breve pero sólida producción se compone también de el Kitab al-ibar y su Autobiografía.
[16] Utilizo este término para referirme tanto a la cosmovisión encerrada en el islam como a la organización social que se funda en torno a ella.
[17] De hecho, con la posible excepción de Túnez, el interés oriental en el personaje es derivado de la profundización que se hace de su obra desde occidente (Lawrence, 1984: 5).
[18] Existen diferentes opiniones sobre el posicionamiento religioso de Ibn Jaldún; para más información ver Rosenthal (1984).
[19] Muestra de ello es que concibe el islam "como una de las diversas modalidades históricas en un patrón cíclico de cambio recurrente" (Lawrence, 1984:7)
[20] Profesor emérito de antropología social y cultural en Berkeley.
[21] El dilema presente en el análisis de Anderson es si la antropología de Jaldún se aproxima más a la exégesis o si su método exegético se subordina a la clasificación como prioridad; esto supone una síntesis de las distintas corrientes que han jalonado la antropología, pero no entraremos en resolver este debate.
[22] Existen opiniones encontradas con respecto a la postura de Jaldún; Marvin Harris considera que su visión está marcada por el determinismo geográfico (Anderson, 1984: 112), por el contrario Rosenthal aprecia las características que le hacen entender la cultura en sus propios términos y en el contexto musulmán. A esta dicotomía (que tampoco será resuelta aquí) se añade una ambigüedad más por parte de Lawrence (1984:7), la consideración del esfuerzo hermenéutico por comprender su cultura puede implicar la constitución de la misma a través de la fe o a la inversa, la fe como herramienta de la reproducción cultural. Retomaremos algunos aspectos de este problema en el apartado de antropología islámica.
[23] No podemos reprocharle no haber comprendido estos términos significantes, de hecho, el desglose que hace de los mismos sirve para todos los estudios posteriores sobre el islam, podríamos reconocerle su autoridad como autor pero también como informante tomando en cuenta su situación social y la forma de asumir su contexto religioso.
[24] La cita textual dice: "El conocimiento posmoderno no es una simple herramienta de las autoridades; agudiza nuestra sensibilidad para las diferencias y refuerza nuestra capacidad de tolerar lo inconmensurable." Lyotard, J-F. (1984). The postmodern condition: A report on knowledge.
[25] Destaca el trabajo etnográfico de Metraux con los tupí-nambá de la Amazonía y la primera exposición parisina de arte precolombino organizada por los tres (Marcus y Fischer, 2000: 185).
[26] Respecto a la antropología experimental quisiera traer de vuelta a Ibn Jaldún; cuando escribió su autobiografía, esta forma, si bien era usada, no estaba desarrollada como una técnica literaria en términos propios; se trata sin duda de una empresa dentro y fuera de lo ordinario. También incorpora el rihlah, "reporte de viaje" como modelo para situarse en un gran escenario geográfico (Rosenthal, 1984: 19).
[27] Si quiere seguirse el orden de distinción propuesta por el antropólogo japonés Shinji Yamashita.
[28] Aunque Said parece exceptuar la antropología cultural de sus críticas y que incluso otorga mención favorable a Clifford Geertz, uno de sus maestros (Marcus y Fischer, 2000: 19), sabemos que por algunos casos analizados de cómo la disciplina favoreció una construcción específica y ciertamente errónea del árabe.
[29] Para más información ver Reinventing Antrhopology, compilado por Dell Hymes o Antrhopology and the colonial Encounter, una colección de artículos efectuada por Talal Asad.
[30] Profesor emérito en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres.
[31] El término más usado es antropología islámica pero Tapper defiende este otro término por referir a otros movimientos inspirados en una ideología que usan el mismo sufijo, por ejemplo, la antropología marxista.
[32] Que consiste en llevar prácticas aspectos particulares de la religión a referencias reales documentadas.
[33] En este fragmento la ciencia antropológica se entiende como aquella con las herramientas para que una sociedad se estudie, analice y cuestione a sí misma.
[34] Desde la perspectiva islámica existen tres vías para abordar la antropología occidental, en el primero ésta tiene que ser adoptada pero bajo la guía de ideales musulmanes, en el segundo se reivindica la presencia de antropólogos musulmanes en la construcción de la summa de conocimientos occidentales (incluso que las raíces de los mejores de estos conceptos se encuentran en el Corán y la Sunna) y en el tercero sugiere que debería rechazarse la tradición occidental y empezar con un enfoque nuevo y distintivamente islámico. (Tapper 1995: 301-302). Esta última propuesta está sentada en los valores de purificación y distinción que se encuentran en la Sunna.
[35] Historiador marroquí, expone estas críticas en The crisis of the arab intelectual.
[36] Presidente del Centro Ibn Khaldun de Estudios Islámicos en la Universidad de Washington, D.C.
[37] Que es, dicho sea de paso, lo que intento hacer en el presente trabajo, analizar la presencia que el canon epistemológico de la antropología occidental tiene sobre otras, vecinas, y la repercusión a nivel valorativo que tienen sobre esta diferentes eventos históricos y el surgimiento de estas nuevas antropologías.
[38] En The lost science of man (1971) Ernest Becker se lamenta de esta debilidad.
[39] Así como el islam, la tradición occidental se prolonga a los tiempos grecorromanos y sigue una línea semítica monoteísta