Etnografía, qué es y cómo hacerla
El trabajo científico, tanto teórico como práctico está inscrito en un Marco de Intenciones o en un Código Epistemológico que definirá a la disciplina en la que se inscribe. Decimos que este es el elemento definitorio porque establece el marco que guía la investigación para producir una clase específica de conocimiento. De este marco, insisto, dependerá teoría, método y técnica.
Sin esta reflexión y encuadre epistemológico no tendremos etnografía. Nuestra actividad está guida por estos preceptos y no por un método definitorio (como el comparativo), ceñiremos ese instante limitador (o definitorio) al objetivo de generar interpretaciones intersubjetivas.
La etnografía es teoría en actos, no recogida de datos
(la recogida sistemática de datos reduciría el trabajo a la sencillez, seria
ignorar la quiebra buscada por Agar y la propia reflexividad de Bourdieu; con
esta recogida no encontramos algo que nos diferencie de otras disciplinas),
comienza desde que empezamos a pesar hasta el último gesto hecho antes de pasar
a otra cosa (Hammersley y Atkinson).
Puede ser
vista como la forma más simple de investigación por ser tan parecida a la forma
de vivir y quizá por ello es la única fuente de información intersubjetiva pero
es un proceso ondulatorio con una lógica que pendula entre una observación (la
mirada distante que propone Lévi/Strauss) y la participación, con la
experiencia que conlleva y de la cual la antropología no prescinde al estar
obligada a tratar asuntos de carácter subjetivo, todo lo anterior otorga una
complejidad a esta aparentemente forma sencilla de investigar, un continuo
ejercicio reflexivo e interpretativo.
La Etnografía
no es simplemente empatía, ni es simplemente relato, tampoco es sólo adquirir
un respeto novedoso hacia otra cultura ni un estudio de rol. Aunque desde los
posmodernos, la antropología es sinónimo de etnografía y ésta puede ser
vulgarmente resumida como el hecho de escribir lo que se observa en un contexto
cultural ajeno, lo que distingue al etnógrafo es el proceso de reflexión al que
se somete al enfrentarse con la otredad: se comparan las ideas con la realidad;
“atriburir una teoría del comportamiento colectivo a los miembros de un grupo
particular” como diría Goodenough. “La cultura de cualquier sociedad está hecha de conceptos, creencias y
principios de acción y organización que el etnógrafo ha descubierto que
podrían atribuirse con éxito a los miembros de esa sociedad en el contexto de
sus relaciones con ellos” (en Multiculturalism as the normal Experience.
Subrayo los elementos culturales que, en términos de Wolcott, esperan a ser
descubiertos).
Su propósito
tiene que ser descubrir e interpretar el comportamiento cultural (nótese que
hemos eliminado “único” y “requisito”) la
interpretación no es un requisito, es la esencia del esfuerzo etnográfico.
Si el interés por la interpretación cultural no se hace evidente, el informe no es etnográfico.
La cultura como tal, en tanto que
declaración explícita de cómo actúan los individuos no existe hasta que alguien
que actúa en el rol del etnógrafo se sitúa allí.
Cabe decir que la ausencia de paradigma (de método establecido, canónico y pautado para seguir cómodamente) puede resultar desestabilizadora, cimbrar los pocos cimientos o ideas base que pudiera tener el autor… pero ese es el primer requisito para entrar en el devenir que supone la etnografía.
De hecho, Diaz de Rada descubre y numera síntomas reveladores de la ausencia de autoridad paradigmática en antropología: las reacciones que tienden a relativizar perspectivas teóricas como la etnosemántica, el funcionalismo, el estructuralismo, la ecología cultural o la antropología psicológica; los esfuerzos por sintetizar las aproximaciones marxistas con el estructuralismo, la semiótica y otra formas de análisis simbólicos; los intentos de dar consistencia explicativa ala sociobiología y el empeño por hacer emerger los estudios de lenguaje a temas de teoría social… Todos estos esfuerzos tienen algo en común: la nostalgia de un paradigma.
El resultado es doble. Por el lado de la producción teórica, nuestro tiempo se perfila como época multi-paradigmática, por otro hay gran coincidencia en destacar el valor de la práctica de la etnografía en el plano metodológico, nos damos cuenta que se instala en todo el campo de las ciencias sociales; esta expansión viene acompañada de renovado interés por la definición de etnografía como escritura, a saber, interés en la retórica.
A este paso resultará que la etnografía va a terminar siendo literatura… arte por lo menos… poiesis, que diría Monsieur Paul. Desde esta perspectiva, agradecemos al posmodernismo por haber dado una visión mucho más realista y modesta de lo que es la antropología (etnografía, al fin).
Marcus y Fischer señalan los criterios actuales de buena etnografía: 1) Hacer inteligibles las condiciones del trabajo de campo, la vida cotidiana y los procesos microsociales.
2) Mostrar las fronteras culturales y lingüísticas, sus modificaciones y traslaciones.
3) Mantener un sentido del holismo, entendido como contextualización significativa.
Además de esto, hay que recordar su cualidad alegórica, Clifford sugiere este modelo tomando como ejemplo el Ensayo sobre los dones de Mauss, cuya meta fue “deducir una serie de conclusiones morales sobre algunos problemas que plantea la crisis de nuestro derecho y nuestra economía”. Este libro surge como respuesta a la realidad económica perturbadora y aparece como una alegoría socialista dedicada a los medios políticos de los años veinte; en suma, una alegoría entre nosotros y ellos[1].
“La conducta de los otros es retratada como significativa dentro de una red común de símbolos, un fondo común de actividad comprensiblemente válida para el observador y el observado y, por implicaciones para todos los grupos. La narrativa etnográfica de diferencias específicas presupone y siempre se refiere a un plano abstracto de semejanza” (Clifford).
Ahora bien, quiero dejar en claro que la etnografía es un procedimiento metodológico global. Suele presentarse como un discurso homogéneo, provisionalmente cerrado porque previamente ha transmutado la naturaleza heterogénea y permanente incompleta de los datos en discursos inteligibles por procesos de elaboración (taxonomías o clasificaciones, comparaciones, estructuraciones, análisis) a través –y sólo a través- de la inmersión en el caos de la realidad. Tal inteligibilidad debe dejar traslucir los criterios de intersubjetividad y totalidad, es más, estar orientada por criterios significativos que expresen la totalidad de la cultura observada. (Díaz de Rada)
El cómo se exprese esa intersubjetividad forma parte del programa de la Hermenéutica o Interpretativismo de Geertz. Esta interpretación será siempre la relación de significaciones entre dos grupos o sistemas, el del grupo convertido en objeto de estudio y la comunidad científica y la sociedad en general, en este sentido, nuestro trabajo es un eje entre estos dos sistemas pero esto no es fácil y requiere cierto protocolo, cubrir nociones fundamentales:
1. Identificar tramas culturales. Se busca ser fidedigno a la complejidad que exhibe la cultura en su despliegue cotidiano.
No se pretende una serie de causas de los fenómenos sino una descripción más lenta y densa. Las tramas de significados intersubjetivos, a los que se da evidentemente prioridad sobre conexiones causales (estas aparecerán en el transcurso de la investigación pero no son el objetivo de ésta, sino otro peldaño para cuestionarse más sobre las tramas significativas), requieren tiempo, confianza, trabajo, relacionarse y hacer amigos en el campo.
“La conducta de los otros es retratada como significativa dentro de una red común de símbolos, un fondo común de actividad comprensiblemente válida para el observador y el observado y, por implicaciones para todos los grupos. La narrativa etnográfica de diferencias específicas presupone y siempre se refiere a un plano abstracto de semejanza” (Clifford).
Ahora bien, quiero dejar en claro que la etnografía es un procedimiento metodológico global. Suele presentarse como un discurso homogéneo, provisionalmente cerrado porque previamente ha transmutado la naturaleza heterogénea y permanente incompleta de los datos en discursos inteligibles por procesos de elaboración (taxonomías o clasificaciones, comparaciones, estructuraciones, análisis) a través –y sólo a través- de la inmersión en el caos de la realidad. Tal inteligibilidad debe dejar traslucir los criterios de intersubjetividad y totalidad, es más, estar orientada por criterios significativos que expresen la totalidad de la cultura observada. (Díaz de Rada)
El cómo se exprese esa intersubjetividad forma parte del programa de la Hermenéutica o Interpretativismo de Geertz. Esta interpretación será siempre la relación de significaciones entre dos grupos o sistemas, el del grupo convertido en objeto de estudio y la comunidad científica y la sociedad en general, en este sentido, nuestro trabajo es un eje entre estos dos sistemas pero esto no es fácil y requiere cierto protocolo, cubrir nociones fundamentales:
1. Identificar tramas culturales. Se busca ser fidedigno a la complejidad que exhibe la cultura en su despliegue cotidiano.
No se pretende una serie de causas de los fenómenos sino una descripción más lenta y densa. Las tramas de significados intersubjetivos, a los que se da evidentemente prioridad sobre conexiones causales (estas aparecerán en el transcurso de la investigación pero no son el objetivo de ésta, sino otro peldaño para cuestionarse más sobre las tramas significativas), requieren tiempo, confianza, trabajo, relacionarse y hacer amigos en el campo.
2. Dialógica. Se busca evitar traducciones
fonológicas de realidades estudiadas, a través de la etnografía se puede
recurrir a las otras voces para crear información. La dialógica implica la
producción de información en la que se transforma al propio investigador, aquí
se pone a prueba la implicación del investigador en su terreno de trabajo.
Como sugiere
Rabinow “el antropólogo inicia un diálogo frente al antiguo monólogo” lo que
supone, “una discusión seria de la epistemología del trabajo de campo y su
estatus como método inaugurando un enfoque teórico de comunicación dentro y
entre culturas (Rabinow, 1992:14).
3. Contexto. La información que dan los informantes tiene que ser comprendida e interpretada en un contexto de significación. Enfocarse a la tarea de suministrar contexto es responder a la complejidad, el etnógrafo está preparado con un respaldo teórico para hacerlo. Se recurre a explicaciones mayores (macro) como un panorama en el que se inserta el estudio cualitativo micro[2].
Si aceptamos
que la cultura se construye de cotidiano, el trabajo renuncia a explicaciones
macro limitándose a usarlas en lo específico, todo con el fin de volver
inteligibles otras formas de ver el mundo.
Si pudiera
resumirse el objetivo del trabajo, sería particularizar lo general encarnándolo
en actores que hablen, en lugar de generalizar lo particular. Navegar entre las
diferentes vías, rastrear y analizar las apropiaciones estratégicas de las
prácticas sociales actuales (ya hace mucho dejó de perseguirse la visión
nostálgica de lo que las cosas ya no son -las culturas en proceso de extinción) para
observar sus modos de operar.
Esta clase de
trabajo ejerce influencia directa en el autor y en su comprensión del sujeto,
como Rabinow demuestra, la elaboración
del conocimiento cambia el objeto del conocimiento, pero para eso ha que
permitir perderse… también romper con algunas inercias comunes:
1. Prenociones / Sentido común.
Estar dispuesta a que las expectativas se vean defraudadas (para esto el
criterio de Ruptura de Bourdieu y la Quiebra de Agar son de gran utilidad).
2. Consideración de hechos sociales
como universales y atemporales. Como dijo Geertz, nuestro conocimiento “es
local y situado”.
3. Tendencia a creer que las CCSS
son explicativas y que como científicos tenemos un poder clarividente de
detectar las “causas reales”.
4. Atender exclusivamente a usar /
producir teorías o planteamientos universalistas que obvien la complejidad de
lo social.
Aun con todo
esto, la nuestra no es una disciplina incompatible con las más rigurosas y
cuantitativas. Pueden usarse criterios estadísticos en la producción de
información; la selección de
informantes no es incompatible con los criterios maestrales pero exige siempre
el conocimiento de las segmentaciones socialmente significativas.
Antes de
pasar con la lógica y el marco de intenciones etnográfico que presenta Díaz de
Rada, un par de palabras sobre las 8 características que tiene que tener una
que pretenda cumplir las condiciones de este código epistemológico.
1. La etnografía es una práctica ecléctica.
2. Usa el cuerpo como vehículo (leer a Loïc Wacquant).
3. Demanda flexibilidad en uso de técnicas diversas.
4. También demanda que el autor ejecute varios roles.
Reynoso habla del efecto Hawthorne, cuando la antropóloga hace preguntas, pide
que se construya respuesta. La gente trabaja con independencia de las
condiciones evaluadas, pero sabiendo que está siendo medida. Para presentar una
etnografía rica en referencias buscamos la heteroglosia que solo surge a partir
de distintos escenarios en los que la etnógrafa tendrá que participar.
5. Demanda extrañamiento como percepción ampliada
(Ejemplo de Peackock con el trozo de carne o el de Agar con el trozo de carbón).
6. Hay que realizar un esfuerzo de imaginación
etnográfica para trascender el contexto y sus limitaciones, extraer más
información y nuevos mecanismos para habitar la cultura, es como el recurso de
un náufrago en un terreno nuevo donde hay que sobrevivir.
A veces da la impresión de que las técnicas
etnográficas son irremediablemente inconmensurables respecto a los fines, como
si la imaginación etnográfica siempre más viva, más ambiciosa que lo que los
instrumentos de trabajo pudieran abarcar inventara nuevos recursos.
Bourdieu (2002: 75) nos habla de un ars invendi
aplicable a proporcionar técnicas de pensamiento que permitan conducir metódicamente
el trabajo de construcción de hipótesis al mismo tiempo que disminuya sus
riesgos inherentes.
7. Negocia entre temas amplios y realidades concretas.
8. Es un proceso emergente.
Por último,
nunca hay que olvidar que el afán del control lleva a romper con situaciones
espontaneas, estas no tendrán lugar si el investigador interviene; esto implica
meterse en el laberinto, permitir que la percepción y el propio yo del
investigador se transforme, se adapte al lenguaje cultural que investiga, que
se sumerja en él.
La práctica nos lleva a reconocer la ilusión del
concepto y para estar abiertos a esto es preciso tomar como norma la pérdida
del control aunque el investigador no deje de buscar datos específicos bajo los
más rigurosos criterios de vigilancia.
[1] Otro ejemplo paradigmático es Coming of age in Samoa, monografía en la
que Margaret Mead realiza una idealización de la sexualidad samoana, para
llevarla como ejemplo a la sociedad americana.
[2] En este
punto recordamos a Franz Boas por la acumulación de detalles que propine y por
la especificidad de sus descripciones que parecía querían trasladar a nuestro
conocimiento toda la cultura
observada –como si esto fuera posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario