jueves, 10 de diciembre de 2015

Antropología, perspectiva y complejidad

        
   La principal preocupación que el Dr. Carlos Reynoso manifiesta en su discurso es la de devolver a la Antropología el grado de dignidad que parece que ha perdido como resultado del uso indiscriminado de material etnográfico para elaborar teorías que no se sostienen. Así, el Doctor llega a Sevilla trayendo como un pregón, la insistencia de una crítica desde la razón y la lógica que se echa en falta para darnos credibilidad y validez en tanto que científicos.

   Podríamos decir que sus enfrentamientos con el relativismo, el posmodernismo y el perspectivismo convergen en la búsqueda de un modelo eficaz que represente el funcionamiento de sistemas que suelen ser más complejos de como se nos muestra con los postulados causales y lineales de estas corrientes. El bagaje que utiliza para insinuar el suyo[1] va desde la filosofía a la programación, pasando por matemáticas, lógica, historia y un desmesurado acervo bibliográfico. La teoría de la complejidad parece ser su apuesta para la esquematización de las múltiples variables que integran un sistema, para dicho proceso se vale de los avances informáticos que permiten usar algoritmos y funciones para crear programas que calculen la mayor cantidad posible de factores que interactúan en un sistema de orden complejo[2].
  
Si te sorprende su nivel de frikismo es que no has leído suficiente.


   La mejor lección que deja el ánimo de búsqueda de un lenguaje que sirva para expresar el funcionamiento del sistema, en algo que parece un intento de trascender los defectos del funcionalismo mejorándolo con lo que considera ser lo único bueno del perspectivismo: Bateson. 

   Para Reynoso, el problema de investigación consiste en determinar si una expresión pertenece a un lenguaje. Visto desde esta perspectiva, el trabajo del antropólogo sería desarrollar un modelo que englobe las variables que significan una diferencia en el sistema, mismas que serían encontradas en el trabajo etnográfico. En base a esta lógica,  la aportación que el grupo de Antropocaos podría hacer a la Antropología sería la de programar o generar un lenguaje en el cual pudieran insertarse las variables significativas y que además tuviera cabida para considerar las cualidades emergentes del sistema que las integrase.

   La dificultad de generar un modelo así se pone evidencia a raíz de las críticas de esas propuestas (todas a las que Reynoso les ha encontrado fallos) que no han sabido trascender la complejidad que emerge de la interacción de variables; pero no se trata, como bien mencionaría Michael Agar (2003) de encontrar la mayor cantidad de funciones y variables con el objetivo de generar un modelo: la principal preocupación es encontrar los números que le darían sentido a la explicación, encontrar los números y datos que muestran “la diferencia que hace la diferencia” en el trabajo etnográfico donde “el descubrimiento de esas diferencias significativas era, de hecho, el mayor resultado de la investigación”[3].

   Espero que no se malinterprete el trabajo de Carlos Reynoso como un retorno alarmista y conservador al positivismo (las diversas dimensiones de su sátira no se quedan en eso), se parte, en contra de lo que podría creerse, de la idea de que “la explicación no es la mejor operación epistemológica posible”[4], lo más adecuado sería una descripción no lineal de la interacción de diversos factores: la teoría de la complejidad estudia las circunstancias y observa las variables que han llevado a un organismo a ser como es. En el caso de las Ciencias Sociales, estos organismos son sistemas que se auto-organizan, a esta cualidad, Reynoso la nombrara caórdica. También numera algunas de las limitaciones del científico para asir esta complejidad, a continuación menciono un par.

   En primer lugar, la estructura de los sistemas complejos es contraria a la razón y por eso no puede llegarse a aquélla únicamente a través de ésta -más aún el Agile Manifiesto se declara que los sistemas se adaptarán antes que la mente del investigador. Entonces, nos encontramos con variables inconmensurables en la mente del científico[5].

   Otro de los problemas señalados es que “No hay similitud semántica entre causas y efectos”. Según la complejidad del sistema,  las causas de un fenómeno que ocurre ahora pueden remontarse indefinidamente a otra parte y momento muy lejano; es también debido a la extrema sensibilidad a las condiciones iniciales que estos mecanismos son muy poco predecibles, cuestión que se ilustra bastante bien mediante la Teoría del Efecto Mariposa de Lorenz.

   Tenemos pues que los sistemas son caóticos, o mejor dicho caórdicos tomando en cuenta su capacidad de auto-regulación, de modo que el trabajo científico ha de estar enfocado a generar modelos que sirvan para representar el estado de la realidad[6] (y también para saber qué hacer para que cambie).

   Una de las formas que se utilizan para demostrar esta complejidad es la gráfica resultante en logaritmos lineales: cuando se toman en cuenta las variables de un proceso de este tipo (el ejemplo por antonomasia es la distribución del dinero), solemos encontrar una gráfica que muestra la Ley de Pareto. Ésta, también llamada Ley de Potencia debido a la distribución desproporcionada entre el mayor y menor indicador, nos indica que nos encontramos ante un sistema complejo no explicable de manera lineal y por lo tanto no asimilable por la razón o el sentido común[7].

   Otra de forma de ilustrar (¿demostrar?) el carácter complejo de ciertos sistemas es la analogía con los fractales. Algunos de los programas diseñados por el equipo de Reynoso son capaces de representar cualidades e interacciones entre algunos elementos a través de representaciones gráficas que suelen adquirir formas y patrones fractales. El significado de estos estaría en las ecuaciones con las que se relacionan: ninguna muestra patrones lineales sino leyes de potencia que revelan mayor profundidad en el objeto estudiado.

   Existen más premisas relacionadas con la complejidad de patrones, a tomar en cuenta en el diseño de la teoría de la complejidad. La primera es el uso de modelos. Se reconoce[8] que los modelos son únicamente eso y que no reflejan categorías reales presentes objetivamente en la cultura o en la configuración de la personalidad, únicamente servirán como abstracciones construidas por el estudioso que las interroga.

   A juzgar por el hecho de que no para de enfatizar en la incapacidad de la razón del científico para llegar a abarcar estos sistemas, parece que el gran conflicto de Reynoso es la conocida tensión entre objeto y sujeto. Para apoyar esta postura se vale de la gran cantidad de debilidades o falacias encontradas en diversas teorías antropológicas (interpretativas o no), todas relacionadas con un incorrecto uso de la lógica o con una asociación arbitraria de conceptos.

   Otro de los principales de defectos que surgen de la percepción del investigador tiene que ver con que existen más clases o categorías de cosas que cosas, lo que resulta en que las aproximaciones a los fenómenos son virtualmente infinitas. Las consecuencias de esta observación trascienden la ya revisada imposibilidad de explicar un sistema (recordemos que el objetivo es la creación de un modelo o un lenguaje que lo represente), llegando a cuestionar la aplicabilidad de funciones y algoritmos.

   Esta parte de la complejidad nos lleva al “Teorema del no hay almuerzo gratis” (No Free Lunch Theorem) que indica que “no hay algoritmo que resuelva todos los problemas”. Lo anterior no excluye la posibilidad de generar algoritmos para comprender y graficar patrones de comportamiento, por ejemplo, de las epidemias o de la movilización de un grupo de personas.

   Es natural que uno de los principales hilos conductores de todo el ciclo de conferencias haya sido la Teoría de la Complejidad, la cual parece servirse de estudios diversos como últimos avances en la neurociencia, estudios de inteligencia, la combinación de procesos analíticos y sintéticos en el estudio de diferentes modelos de aprendizaje, la distinción de patrones utilizados en nuevas tecnologías (ampliamente ejercitados en su trabajo con Microsoft) y programas para minería de datos, reconocimiento y etiquetado (también desarrollados en su trabajo como programador).

   Con todo, sostengo que esta teoría tiene como pilar fundamental la figura de Bateson, quien desde el inicio su obra ya anticipaba propuestas y problemas que vendrían a integrarse en la Teoría de la Complejidad.

   La búsqueda de Bateson se centró aquellos lenguajes apropiados para “describir el cambio de un sistema determinado”; de esta manera, cuando se embarca en la creación de Naven pretende una descripción de una cultura, o mejor dicho la descripción del cambio o perturbación en una condición estable de la misma, aspirando al “máximo nivel tipológico en un sistema estable que tuviese un grado más de complejidad en sus circuitos” (1990: 321). Por esta vía intuye y esboza principios como la cismogénesis, que darán pie a conceptos básicos de la teoría trabajada por el porteño.

Bateson en los tiempos de Steps to an Ecology of Mind.

   Se resalta que otra de las aportaciones teóricas de Bateson es la del contexto[9]. Con su trabajo en el Zoo de San Francisco demuestra que en las interacciones de nutrias existe un metamensaje que les indica si pelean o juegan, de acuerdo al contexto. No me centraré en describir la lógica de la meta-descripción o de las especies de meta-relación desarrolladas por Bateson (1990:317-322) pero es demostrable que esta parte de su aportación es también clave fundamental en los modelos operantes de Reynoso.

   El doctor defiende la intensa búsqueda del norteamericano sobre “pautas que conectan los más diversos mundos”, defendiendo su trabajo sobre la “naturaleza y patologías del pensamiento y la epistemología”. Creo que es por eso (y por considerarse con la capacidad e intuición necesarias para seguir con esta línea) que se comporta como un sucesor importante del legado batesoniano, esperando que su propuesta pueda ser, aunque no en concreto, una anticipación a un futuro modelo explicativo general válido.

   Así mismo, dicha defensa está reforzada por el hecho de que la influencia de este oscuro personaje suele no estar reconocida en todos aquellos campos que le deben a sus aportaciones buena parte de su desarrollo. Reynoso menciona las ramas de trabajo que fueron tratadas por Levy y Rappaport: “evolución biológica, adaptación, ecología, arte, carrera de armamentos, organización social, comunicación, transmisión cultural, aprendizaje, juego, fantasía, películas, carácter y personalidad” además de “una clase variada de procesos integrativos que él supo llamar ‘mente’” (1998: 250), hay que decir que, por éstas y otras razones, se comparte el respeto que Reynoso profesa por este autor.

   Espero que el esbozo de las aportaciones atribuidas a Gregory Bateson permita deducir la continuidad que de él hace el argentino no sólo en algunos de sus campos de estudio sino en intuiciones, propuestas y líneas de pensamiento.


    Habrá que decir un par de cosas sobre la crítica al Relativismo Lingüístico y el Perspectivismo para cerrar este ensayo.

   Creo que ambos frentes de batalla reflejan la preocupación fundamental del trabajo del doctor: encontrar las contradicciones que atraviesan a la epistemología en las Ciencias Sociales. En el primer caso señala “la zona de fricción entre el relativismo y lo que sea que está fuera de él” (2015: 24) como una muestra que encapsula los rasgos esenciales de esta contradicción, acusando la imprecisión del relativismo como culpable de una falta de coherencia o lógica en las Ciencias Sociales. Con respecto al perspectivismo, se basa en la demostración de falacias y paradojas para desacreditar a Guattari y a Latour.

   Resulta gracioso que utilice otras acusaciones, como la de vincular corrientes y autores relativistas con “personajes anti-iluministas, reaccionarios monárquicos, ultranacionalistas, irracionalistas, anticientíficos, oscurantistas, creacionistas, pastores fundamentalistas y hasta simpatizantes documentados del nazismo” para respaldar su crítica (2014:28); aquí cabe preguntarse si no está cayendo en la falacia de asociación -una mucho más fácil de señalar que las que él ha sido capaz de descubrir entre los razonamientos de estos científicos[10].

   Lo anterior no desacredita en absoluto su crítica, que se vale de la documentación de defensores del relativismo desde el Siglo XVII demoliendo muchos razonamientos al señalar múltiples fugas, sin embargo parece que el autor se permite dejar fuera de cuestión el postulado principal del relativismo lingüístico (el de observar la lengua no sólo como código para hablar sino también como método para hablar y pensar) salvo para enumerar la serie de autores que lo propusieron antes que Sapir. Carlos Reynoso desecha este enunciado por descarte al demostrar como inválidas algunas de las investigaciones contemporáneas que sirven para reforzarlo[11].
   El catedrático nos dirá finalmente que no es verdadera la idea de Sapir -heredada de Humboldt- de que “si se habla distinto, se piensa distinto”, aunque tampoco nos ofrece un modelo que describa cómo se relaciona el lenguaje y el pensamiento. Así que, mientras que el relativista se pregunta cómo se puede estudiar una danza sin que exista palabra para bailar, Reynoso argumenta que esta clase de comentarios sirve sólo para exaltar el espíritu de la cultura, es más, nos podrá documentar las formas en que, efectivamente, el relativismo ha sido utilizado con fines nacionalistas.

   El perspectivismo resulta cuestionado desde un aspecto más estructural, uno que resulta en la falacia expresada por Gödel: “En todo sistema formal hay enunciados que no pueden determinarse en su valor real por contener expresiones auto-referenciales”[12] aludiendo a argumentos que de esta manera desacreditan las fórmulas que los contienen.

Podemos decir, como conclusión, que Reynoso se encuentra continuamente a la caza de modas que puedan convertirse en ortodoxias, si no es que en dogmas (2015: 10); es capaz de señalar la brecha que existe entre la antropología de diagnosis e intervención y el perspectivismo así como de marcar la invalidez de propuestos relativistas, haciéndole a mi parecer un favor absolutamente necesario a la Antropología, al cuestionarla a ella y a su imagen pública.

   Se nota la influencia de S. Pinker, quien también dedica su trabajo a esto, pero también y sobre todo de Bateson. En este autor se encuentran tanto las bases de la teoría de la complejidad, como respuestas a problemas que surgirían en el posmodernismo y que Reynoso haría relucir. Bateson es, además, el eslabón de cierre de la etapa del “configuracionismo impresionista” que operaba en un solo plano de la realidad, comenzando la era del “pensamiento comunicacional” que tendría su culminación en Una teoría del juego y de la Fantasía donde el neopositivismo se anuda con la metacomunicación (Reynoso 1998:256).
Con una cita que nos recuerda el Anti-anti-relativismo de Geertz y a Popper al mismo tiempo, Bateson nos deja ver la mecánica que, a mi juicio, aplica Reynoso en su revisión epistemológica:

 “Cuando los formuladores comienzan a rebuscar entre las premisas psicoanalíticas más básicas y a cuestionar la realidad concreta de conceptos tales como ‘yo’ o ‘deseos’ o ‘ello’ o ‘libido’ no es necesario alarmarse ni comenzar a soñar sueños terroríficos de caos y tempestades. Es seguro que la mayor parte de la vieja estructura del análisis quedará en pie cuando quede terminada la nueva submuración. Y una vez rectificados los conceptos, postulados y premisas, los analistas estarán en condiciones de embarcarse en una nueva y aún más fecunda orgía de pensamiento laxo, hasta llegar a un estado en el que los resultados de su pensar deban ser nuevamente conceptualizados. Pienso que tendrían que disfrutar esta cualidad alternativa del progreso de la ciencia y no demorar el progreso de la ciencia mediante una negativa de aceptar este dualismo” (en Reynoso 1993:221).
  


Bibliografía

Agar, M. (2003). “My kingdom for a Function: Modeling Misadventures of the Innumerate” en Journal of Artificial Societies and Social Simulation. Vol. 6, no. 3.
Bateson, G. (1990). Naven. Un ceremonial Iatmul. Madrid. Júcar.
Reynoso, C. (1993). De Edipo a la Máquina Cognitiva. Introducción crítica a la antropología psicológica. Buenos Aires. Imago Mundi.
Reynoso, C. (1998). Corrientes en Antropología Contemporánea. Buenos Aires. Biblos.
Reynoso, C. (2014). Lenguaje y pensamiento: Tácticas y estrategias del relativismo lingüístico. Buenos Aires, Sb.
Reynoso, C. (2015). Crítica de la antropología perspectivista (Viveiros de Castro – Philippe Descola – Bruno Latour). Buenos Aires, Sb.




[1] Es de notar que después de más de 20 horas de conferencia, no nos queda claro cuáles son los principios del modelo adoptado por el doctor, sin embargo no deja de haber ejemplos y puestas en marcha de programas desarrollados por el equipo que trabajan con él en la Teoría de la Complejidad. Con todo, ni en sus conferencias ni en sus libros parece encontrarse una suma de sus postulados.
[2] Es por eso que para dar ejemplos de cómo explicaría un fenómeno social se vale de programas diseñados para representar comportamientos del sistema, así por ejemplo, a través de su trabajo en Microsoft sobre minería de datos, nos puede ilustrar procesos cognitivos sintéticos en comparación con hojas de cálculo que representarían procesos analíticos.
[3] Cabe resaltar que, aunque Agar haya renegado de su propuesta sobre la quiebra como parte del lenguaje etnográfico en aquel texto tan criticado por Reynoso y que ahora trabaje como parte de su equipo, en este artículo escrito para la revista JASSS (expresamente dirigida a los modelos artificiales de simulación social) dicho concepto no deja de aparecer como fondo: las variables que se buscan enunciar, aquellas “que hacen la diferencia”, son lo que en otro momento podría expresarse como elementos que llevan al científico a un choque contra el modelo previamente considerado.
[4] Esto no debe resultar en la idea de que la hermenéutica pudiera estar en una mejor posición, ésta lleva a rastras el error de no tomado en cuenta mecanismos estructurales e ignorado el estudio global, cegada como estaba del estudio parcial o local, divorciándose de método comparativo y debilitando toda posibilidad explicación verificable.
[5] Para darse una idea de la complejidad de ciertos sistemas tomemos como ejemplo el programa que se utiliza para la creación de los aviones Boeing, éste toma en cuenta variables que ascienden a los octillones (2^64); en un sistema en donde entran en juego las interacciones subjetivas de los agentes encontraremos un grado de complejidad por lo menos tan elevado como este.
[6] Para la cuestión de cómo encontrar un lenguaje apropiado para sistemas complejos se propone la instrumentación de una metáfora conocida, a esto nos diría Bateson que conviene “imaginar un sistema con un grado más de complejidad y tomar de este sistema más complejos un lenguaje apropiado para su descripción del cambio en el sistema más simple” (1990:321), lo traigo a colación por ser uno de los casos donde se observa la fundamentación de la teoría de la Complejidad presente en Bateson desde Naven (1936).
[7] También Barabasi demuestra que las redes no se comportan como creíamos: estas estructuras escapan a la razón.
[8] Esto volviendo a fundamentos que dejó Bateson.
[9] Goffman lo desarrollaría como el concepto de framing.
[10] La crítica se extiende a todos aquellos que tengan algo que ver con el relativismo, de Boas (hay que decir que antes realiza una defensa de él) hasta Geertz, a quien acusa de respaldar el particularismo justo en la época en la que la globalización se hacía más palpable, ignorando así el reto de asumir esta perspectiva más difícil de abarcar.
[11] La principal objeción fue realizada en contra del postulado de que, al no tener palabras para nombrar más allá de 0, 1 y muchos de los pirahã eran incapaces contar.

[12] Reynoso menciona que existen variaciones a este postulado, por ejemplo los enunciados que contienen la lógica de Peano. Con esto se refiere a que un cambio en el enunciado puede suponer posibilidad de validación; no se preguntaría, por ejemplo, si este camino va a Roma sino qué respondería el entrevistado si se preguntara si este camino va a Roma, con lo cual la falacia se sustituye por una premisa válida.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Renuncia empirista y valorización de la experiencia[1]


   Partiendo de principios que pueden rastrearse desde Sassure hasta Weber (mismos que asumiremos a lo largo del trabajo de investigación), Bourdieu establece las bases y razones para asumir el trabajo científico como producto de una epistemología determinada a la cual es preciso tomar siempre en cuenta para no caer en errores del positivismo o en la pretensión de que el aislamiento de datos por sí solo puede llevarnos a una comprensión de la realidad “tal como es”.

Normal que Bourdieu también se rayara la cabeza

   La actividad sociológica se concreta en el pensamiento (en la razón) antes que en el método o en el objeto de estudio.

   Lo que intentaré tratar en este texto es la fundamentación de lo que debería ser la vigilancia epistemológica a lo largo de mi Proyecto de Métodos en base a las tres ideas fundamentales del texto de Bourdieu, procurando relacionar su propuesta con mi situación en tanto que creadora de este cúmulo de ideas; la inserción de las mismas en el panorama de mi investigación y sus formas de validación en el campo.

   La primera de dichas ideas, sobre la construcción de la disciplina y el objeto, pone énfasis en el punto de vista del científico. Éste será, anclado en “las relaciones conceptuales entre problemas” y no en “las relaciones reales entre cosas”, el punto de partida[2] para la construcción de una explicación analógica de la realidad[3].

   Se menciona también la necesidad de abandonar objetos preconstruídos asumiendo que la responsabilidad de crear uno va más allá de “acoplar criterios de experiencia común” tendiendo más bien a una relación de base con la problemática teórica. De este modo, para que un trabajo cobre “dignidad” científica y justifique su trascendencia y sentido epistemológico requiere de la primacía de la razón y la creación imaginativa de problemas. Son las relaciones entre conceptos lo que le da a la disciplina un esqueleto para articular nuevo conocimiento.

   En este momento convendría preguntarse por el “punto de vista” de la Antropología. Dados los traumáticos cambios de enfoque a los que se ha visto expuesta, podemos imaginarnos que los puntos de partida o nociones básicas tenderán más bien a la interpretación del otro[4] (la creación de puentes para el “acceso a las respuestas dadas por otros para incluirlas en el registro consultable” que mencionaba Geertz[5]) que a la explicación de un sistema como tal[6].

   Un cuestionamiento similar se propone en torno a la construcción del dato. Recordemos que la postura fundamental de Bourdieu es cambiar el vector epistemológico de lo que había sido manejado por la ciencia clásica positivista (“desde Aristóteles hasta Bacon”) para pasar al sistema: racional --> real.

   Anteriormente se entendía que ahí donde hay hipótesis y experimentación, hay ciencia; que funcionan de manera simétrica y que la experimentación como requisito es la forma de conectar y acoplar la hipótesis con la “realidad”. Bourdieu, en esta contorsión de la perspectiva, dota al científico de la capacidad de creación de un modelo de interpretación de la realidad y le confiere automáticamente una nueva responsabilidad en el manejo de datos, la de tomar en cuenta que el hecho que se construye con ellos condicionará la producción de nueva información que será a su vez punto de partida para nuevas reflexiones.

   En las llamadas ciencias exactas, el dato no habla hasta que se le interrogue; en las nuestras, la información que obtenemos del objeto que habla tiene que ser identificada (y  clasificada) en relación con el problema construido. Dicho lo anterior, ya no puede el sociólogo pretender que de la “subordinación a los hechos” surgirá nuevo conocimiento sino que, para ser creadas ciertas teorías fundamentales en el avance de la ciencia, ha sido necesario “un golpe de estado teórico que, al no hallar ningún punto de apoyo en las sensaciones de la experiencia, no podía legitimarse más que por la coherencia del desafío imaginativo lanzado a los hechos y a las imágenes ingenuas o cultas de los hechos” (Koyré en Husserl, en Bourdieu 2005: 73)[7].

   Teniendo en cuenta que de la mirada o el enfoque surge la disciplina y que así mismo, ésta construye el dato, se puede evitar caer en el simplismo de hacer una “mezcla falsamente científica y falsamente objetiva[8]” y aspirar a trascender a la ingenua “sociología espontánea”.

   En esta segunda parte también hemos de tomar en cuenta que el sociólogo construye  (y mejor que sea controladamente) su “distancia de lo real” al mismo tiempo que desarrolla su método de intrusión y acción sobre el campo[9]. Es necesario vigilar la postura epistemológica y la acción que ésta ejerce sobre la creación del método y del objeto porque es a partir de ahí dónde se determinan acciones y técnicas del investigador, de otro modo, sucede que el sociólogo que “que niega su construcción controlada sobre lo real” no podrá discernir las preguntas adecuadas e impondrá a los sujetos observados “preguntas que su experiencia no les plantea y omitir las que en efecto surgen de aquellas” (Bourdieu 2005: 57) es decir, tomar parte en su discurso con conceptos que no son manejados por ellos pasando por alto los que deberían de ser estudiados siendo significativos para los sujetos; lo que equivale a una severa fustigación a todos aquellos investigadores que parten de la pretensión (ingenua) de que la recolección de datos e información equivale a un método científico que dará resultados objetivos.[10]

   Con respecto a las técnicas, que son igualmente producto de la epistemología, Bourdieu nos dice que son la implementación de las teorías (de modo que se vuelve a reforzar en la obligación de sostener conciencia sobre estas últimas), por lo que tomar la metodología como un listado de preceptos niega el privilegio científico[11]; en su lugar, debe reconocerse y tenerse en cuenta la significación epistemológica de cada una de las técnicas, utilizándolas en función de la propuesta teórica que se desarrolla.

   Hasta este punto hemos podido constatar que la presencia activa del antropólogo se hace visible incluso antes de la observación participante, desde la creación de concepciones (hipotéticas o no) con las cuales se adentra en el campo.

   Gracias a Bourdieu y sólo después de muchas crisis revolucionarias ha podido la disciplina liberarse del estéril precepto de asepsia o neutralidad metodológica, trasladando la atención (o vigilancia) a otro punto de su trasfondo epistemológico, uno que observará al observador a todo lo largo del proceso investigativo.

   Por otra parte, el autor insta a una reflexión en este sentido sobre la Antropología social, con la que se evalúe qué parte de la metodología debe mantenerse de cada disciplina. Mi punto de vista a este respecto es que, con respecto a la valoración de conductas animales y humanas, la actividad científica de laboratorio nunca podrá a explicar a nivel sistémico lo que lo que investigación de individuos en su hábitat y esta es justamente la ventaja de la que parte nuestra disciplina. Coincido también con Cyrulnik (2004: 39) cuando menciona que el objeto de signos[12] es mucho más estimulante que “ciertos objetos de laboratorio excesivamente depurados y artificiales”.

   Aquí me vuelve a la mente la complicación de trabajar con subjetividades y falsa creencia de que el aislamiento de datos es posible en las ciencias sociales[13] en un sistema que pasa por alto que la información que nos revela el trabajo de campo no es homogénea (sin mencionar la continua la sospecha que deben generar nuestras fuentes, producto de una interpretación del sujeto observado); además, considero que los intentos de elaboraciones teóricas bajo ese supuesto lógico han caído en determinismos muy básicos y fácilmente rebatibles[14].

   Se parte de un paradigma distinto, uno que desecha el positivismo de la ciencia pero que mantiene de ésta la vigilancia del método (la única forma posible de otorgar validez), misma que quizá se vuelva un día sello de las ciencias sociales.

   Queda claro entonces que la presencia “activa” del sociólogo se manifiesta en dos momentos: el primero cuando escuchamos su voz generando el problema y la propuesta teórica, el segundo cuando intenta llevar esta construcción ideal al trabajo de campo[15]. Hemos entendido también que, dadas estas condiciones, se busca una mayor conciencia del trasfondo epistemológico que ha llevado a formularlas antes que la neutralidad u objetividad en el momento de la elaboración de preguntas, implementación de técnicas y producción de hipótesis.

    Todo lo anterior supone la bancarrota del sistema inductivo-deductivo y el abandono del dato por el dato, o de la búsqueda de la episteme a través de la experiencia. Se manifiesta incluso cierto desprecio por la información como punto de partida[16].

   De aquí extraemos dos conclusiones a título personal 1. El investigador es una suerte de creador de nuevos paradigmas (o de referencias para construirlos) 2. Habiendo renunciado a la existencia de una realidad estructural asimilable, el estudio del fenómeno social tiene que partir de la modestia de que no abarcará la totalidad del mismo y conformarse con señalar algunos de los elementos de articulación.

   En palabras de Bourdieu esta idea se traduciría en no “designar al objeto un estatus ontológico”: los objetos son creados en contra del sentido común, de modo que la ciencia requiere de un razonamiento que vaya más allá de la organización de datos, que conlleve imaginación y articulación de información diversa.

   Si aceptamos dar una vuelta más a ese razonamiento y como un hipotético de de dónde pueden surgir las ideas (nuevas o preconcebidas) podemos remontarnos a la distinción original de episteme y techné en la filosofía griega. Aunque es verdad que Sócrates no hacía clara diferencia entre estos dos conceptos[17], sus discípulos comienza a acotarlos con matices. Platón distingue entre los elementos que pueden llevar a la episteme (en griego, “Verdad”, “Conocimiento científico”): la doxa (opinión, juicio), la epistathai (el saber hacer), la gnosis (entendimiento), gignôskein (reconocimiento), empeiria (práctica empírica) y por último de la aisthesis (sensación o percepción a secas).

   No incluyo este listado para hacer alarde de las virtudes del juicio platónico, sino para advertir su relación con la “sociología espontánea” de Bourdieu. Mientras que las últimas cualidades del conocimiento (que son las más básicas) apuntan al señalamiento de hechos predados, a su reconocimiento o a su exposición, corresponde a un conocimiento “verdadero” haber pasado por opinión, juicio y por la razón (sitio de dónde el vector parte), pero al que no se puede llegar sin una serie de experiencias posteriores a la percepción[18].

   El antropólogo sería por tanto, ese ser pensante sobre su medio que, conmovido por él, sea capaz de percibir los hilos de los fenómenos, sus dinámicas y sus reglas del juego de lenguaje con el propósito, ya no de llevarlo a la interpretación de otros (porque desde la crisis del Objeto ya no se trata de la observación de aquella tribu) sino a una directa acción en el objeto. 

   En contrapartida al entusiasmo de esta última afirmación añado que, mientras que sería una imprudencia ir a ciegas “dominado por una situación que desconoce”, la noción de las motivaciones axiológicas, metodológicas y epistemológicas debería formar parte de la reflexión[19] de la ciencia social.

   Así como se desecha la idea de que el sociólogo puede reducirse a un procesador de datos, el antropólogo ya no puede enmascarar su presencia sino que tendrá que hacer notar y justificar sus movimientos; así pues, justifico mi decisión de trabajar en el Desarrollo Infantil.

   El interaccionismo me resulta uno de los recursos (aunque de difícil manejo) más aceptables para enfrentarse a una realidad que se construye y retroalimenta incesantemente. Puesta a indagar en los mecanismos que nos hacen “ser como somos” y comportarnos como lo hacemos he querido recurrir a la etología y (recordando las famosas cuatro respuestas de Niko Tinbergen a por qué los pájaros cantan) me doy cuenta que por más investigación que pueda hacer no llegaré jamás a la explicación de un comportamiento sino a señalar “los  aspecto del mismo que deben explicarse” (Bourdieu: 2005: 58). De este modo, un poco resignada y otro poco conforme con la limitación puedo dedicarme sencillamente a explorar ciertos vértices o esquinas dónde se articulan comportamientos en el adulto desde su impresión en la infancia.

   Mi “conquista del objeto” estaría, en este caso, en la asimilación del sistema de relaciones que el psicoanálisis y la etología humana pongan a mi alcance confrontadas (“en contra de las apariencias inmediatas”) ante el paradigma de la construcción social de la realidad.

   Consciente de que este delirio requiere una elaboración teórica larga y meticulosa y que ya desde la antropología y sociología hay bastantes antecedentes del estudio de la construcción del self en la interacción familiar, considero que mi aportación al campo radicaría en la búsqueda de distintos modelos explicativos provenientes de disciplinas dispares como psiquiatría, ecología, psicología social o incluso el teatro en uno nuevo que contuviera la analogía de sus elementos en común.

   Si es la mirada la que construye el objeto y el marco epistemológico de donde surge ésta, me veo en la obligación de confesar que la mía está condicionada por la aisthesis, la empeiria y (perdón por la arrogancia) la epistathai en el cuidado y educación de niños y que mis marcos y referencias tienen que ver más con doxas de cómo tendría que ser el cuidado de ellos. Soy ante todo consciente de que el trabajo científico consistirá en mantener todas esas impresiones a raya y elaborar juicios de contraste y oposición para no contener el mínimo discurso moralizante.

   Un último desvarío sería el confiar que, de ser realizable, este modelo pudiera servir para crear nuevas analogías, es decir nuevos principios de construcción de objeto[20] y en un estado hipotético muy lejano, un nuevo paradigma de apreciación de la realidad del niño y de la conformación de la educación[21]. Noción que, sé, ningún científico avalaría sin la debida puesta en práctica que satisfaga el “rigor, necesidad de demostración, fecundidad y búsqueda de una nueva construcción teórica” pero que, de momento, no se limita a la hora de proponer, observar y relacionar incentivada por esta necesidad de imaginación que, sugiere Bourdieu, tiene la ciencia para avanzar.



Bibliografía

Bourdieu, P., Chamboredon, J.C., Passeron, J.C. (2005) El oficio del sociólogo. Madrid, Siglo XXI.
Cyrulnik, B., (2004) Del gesto a la palabra. La etología de la comunicación en los seres vivos. España, Gedisa.
Stanford Encyclopedia of Philosophy: http://plato.stanford.edu/entries/episteme-techne/




[1] Quedan erratas pendientes por corregir. Eso y que después de leer Rupturas (el capítulo previo al que hemos tratado en El oficio del sociólogo) me di cuenta que la disertación sobre la empeiria queda superada y demolida por el propio Bourdieu.
[2] Más adelante se explica que esto implica un cambio del vector epistemológico tal y como se concebía clásicamente en las ciencias.
[3]  He extraído de Braithwaite (en Bourdieu 2005: 73) la idea de elaborar modelos “como si” que, a mi juicio, son los únicos con los que se puede explicar una realidad sistémica. Estoy consciente de que la interpretación que haga de las relaciones entre actores estará limitada a mi percepción, por lo que no seré capaz de dar una panorámica completa de los fenómenos que conforman la realidad del niño, lo que hace que tener en mente esta limitación sea un requisito fundamental para emprender dicho análisis, o como diría el autor citado, una “contrapartida” necesaria a este recurso.
[4] O del “uno mismo” que desde el postmodernismo ya no se sabe hasta qué punto se explica por medio del anterior.
[5] Convendría referirse a las tres crisis experimentadas en la disciplina y sobre todo la última, en la que Geertz tiene una posición importante, para comprender el drástico retraimiento del terreno de las explicaciones generalistas así como para situar la meta-observación que se percibe en la propuesta de vigilancia epistemológica de Bourdieu.
[6] Es aquí donde quiero insertar mi trabajo como una interpretación de cómo se construye el adulto desde la experiencia infantil antes que una explicación del conjunto de relaciones sistémicas en el que un niño crece.
[7] En otro plano más general Durkheim nos instaría a pensar que las reglas que explican nuestros fenómenos se proponen desde el inicio como “actitudes mentales”. Dicha expresión me parece, en una versión menos incisiva de esta otra que insta al desafío imaginativo, una forma de recordar que una propuesta que haga trascender el estatus quo requiere de una actitud que esté más allá del mismo. Tomando en cuenta que el discurso de Bourdieu se fundamenta principalmente en la dialéctica entre el positivismo de Durkheim y la sociología interpretativa de Weber percibimos en éste una guía de cómo leer el discurso del ‘objeto parlante’ sin  dejar por ello de manejar la información de un modo riguroso. Es decir, y volviendo a la dialéctica Hegeliana, se realiza una nueva construcción desde un distinto manejo de estos autores sin dejar “caer en saco roto” las aportaciones que ellos han hecho al campo. Se podría hablar, entonces, de “recuperar” lo mejor de cada postura haciéndolas coincidir en sólo un modelo, en uno nuevo y sintético.
[8] Creo que Bourdieu comparte con Durkheim la inquietud por la objetividad. Incluso en su asociación a Sassure se percibe esta inquietud por transmutar la subjetividad del informante en un objeto manejable; cuando se distingue entre lengua y palabra ¿no se está volviendo a la idea de tomar el hecho social como cosa?
[9] Una vez que se da por entendido que de él viene la construcción del objeto y que a partir de la implementación del mismo en su trabajo de observación, análisis e investigación se gesta nuevo conocimiento (episteme), se explica mejor que esta facultad que el científico tiene de facto de generar ideas conlleve toda la responsabilidad sobre la creación de las mismas.
[10] Con respecto a mi trabajo, y para esquivar las azotainas de Bourdieu, ya había recomendado Cyrulnik (2004: 59-61) de cuidarse del “adultomorfismo” al interpretar niños. Explica que para entender su forma de percibir situaciones es preciso considerar que la construcción mental de su mundo es distinta desde la forma gramatical de articular sus ideas (para ver ejemplos magníficos de esto, remitirse a Cyrulnik (2002) Los patitos feos. España, Gedisa).
[11] Para Bourdieu, como lo entiendo, el privilegio científico (¿epistemológico?) consiste en saber que el estudio todo, desde su germen hasta cómo se desarrolla, viene de la mente del investigador, lo que lo vuelve el fundador de un paradigma en el que va a desplegar sus hipótesis y observaciones y no un recolector de los frutos de testimonios de otros.
[12] Refiriéndose a la representación construida en la mente del individuo por medio signos.
[13] Bourdieu (2005: 68) cita a Dewey “nada más engañoso que aparente sencillez de la investigación científica tal como lo describen los tratados de lógica” explicando que el hipotético asilamiento de C en casos donde se observa “ABC”, “BCDF”, “CDEH” es un oscurecimiento de cómo se encuentran los materiales en cuestión, pues en ese modelo se da la impresión de que éstos no están homogeneizados y mezclados en la práctica.
[14] Recuérdese el materialismo de Leslie White, basado en la energía y tecnología: nada más lógico a priori como incompleto; o la formulación de Steward de un sistema determinado por un core que posteriormente será prácticamente imposible de definir. Reconozco que incluso en una problemática cerrada y definida, las variables se desplazan y que mi aproximación alcanzará sólo un lado del poliedro.
[15] No nos detendremos a hablar de la meta perspectiva del antropólogo (si es que tal cosa existe), la consideración de su trabajo como conformador de su propia existencia y mentalidad.
[16] Volviendo a citar a Koyré, Bourdieu (2005: 56-57) recuerda que “la experiencia en el sentido de experiencia bruta no desempeñó ningún rol, como no fuera el de obstáculo para el nacimiento de la ciencia clásica”.
[17] Confundiéndolos incluso con el término sabiduría que para nosotros vendría a ser como un cúmulo de conocimiento logrado a base de técnica (mejor llamado en inglés craft) y diligencia (epilmeleia).
[18] Y con esto quiero hablar de la experiencia y de la percepción necesaria y siempre presente en la vida de una teoría (tanto en su concepción como en su aplicación) de tal suerte que, en oposición pendular a la asepsia a la que renunciamos, casi se antoja permitirle al antropólogo una conmoción previa ante su mundo para aventurarse a indagar en él. No es lugar este documento para justificar el mayor o menor empecinamiento de un investigador por su tema pero sí dejar como una más de las variantes a tomar en cuenta el que las referencias personales al mismo suelen ser motivadores en el desarrollo de una empresa de investigación.
[19] Que suena a flexionarse hacia sí mismo.
[20] Si hablamos de relevancia interna, abrir paso a otros investigadores de tomar en cuenta las variables que trataré.
[21] Me temo que aún no puedo hablar de la relevancia externa de mi trabajo sin caer en idealizaciones sobre una vida infantil sana aunque todavía no sepa definir lo que ese concepto implica.