jueves, 10 de diciembre de 2015

Antropología, perspectiva y complejidad

        
   La principal preocupación que el Dr. Carlos Reynoso manifiesta en su discurso es la de devolver a la Antropología el grado de dignidad que parece que ha perdido como resultado del uso indiscriminado de material etnográfico para elaborar teorías que no se sostienen. Así, el Doctor llega a Sevilla trayendo como un pregón, la insistencia de una crítica desde la razón y la lógica que se echa en falta para darnos credibilidad y validez en tanto que científicos.

   Podríamos decir que sus enfrentamientos con el relativismo, el posmodernismo y el perspectivismo convergen en la búsqueda de un modelo eficaz que represente el funcionamiento de sistemas que suelen ser más complejos de como se nos muestra con los postulados causales y lineales de estas corrientes. El bagaje que utiliza para insinuar el suyo[1] va desde la filosofía a la programación, pasando por matemáticas, lógica, historia y un desmesurado acervo bibliográfico. La teoría de la complejidad parece ser su apuesta para la esquematización de las múltiples variables que integran un sistema, para dicho proceso se vale de los avances informáticos que permiten usar algoritmos y funciones para crear programas que calculen la mayor cantidad posible de factores que interactúan en un sistema de orden complejo[2].
  
Si te sorprende su nivel de frikismo es que no has leído suficiente.


   La mejor lección que deja el ánimo de búsqueda de un lenguaje que sirva para expresar el funcionamiento del sistema, en algo que parece un intento de trascender los defectos del funcionalismo mejorándolo con lo que considera ser lo único bueno del perspectivismo: Bateson. 

   Para Reynoso, el problema de investigación consiste en determinar si una expresión pertenece a un lenguaje. Visto desde esta perspectiva, el trabajo del antropólogo sería desarrollar un modelo que englobe las variables que significan una diferencia en el sistema, mismas que serían encontradas en el trabajo etnográfico. En base a esta lógica,  la aportación que el grupo de Antropocaos podría hacer a la Antropología sería la de programar o generar un lenguaje en el cual pudieran insertarse las variables significativas y que además tuviera cabida para considerar las cualidades emergentes del sistema que las integrase.

   La dificultad de generar un modelo así se pone evidencia a raíz de las críticas de esas propuestas (todas a las que Reynoso les ha encontrado fallos) que no han sabido trascender la complejidad que emerge de la interacción de variables; pero no se trata, como bien mencionaría Michael Agar (2003) de encontrar la mayor cantidad de funciones y variables con el objetivo de generar un modelo: la principal preocupación es encontrar los números que le darían sentido a la explicación, encontrar los números y datos que muestran “la diferencia que hace la diferencia” en el trabajo etnográfico donde “el descubrimiento de esas diferencias significativas era, de hecho, el mayor resultado de la investigación”[3].

   Espero que no se malinterprete el trabajo de Carlos Reynoso como un retorno alarmista y conservador al positivismo (las diversas dimensiones de su sátira no se quedan en eso), se parte, en contra de lo que podría creerse, de la idea de que “la explicación no es la mejor operación epistemológica posible”[4], lo más adecuado sería una descripción no lineal de la interacción de diversos factores: la teoría de la complejidad estudia las circunstancias y observa las variables que han llevado a un organismo a ser como es. En el caso de las Ciencias Sociales, estos organismos son sistemas que se auto-organizan, a esta cualidad, Reynoso la nombrara caórdica. También numera algunas de las limitaciones del científico para asir esta complejidad, a continuación menciono un par.

   En primer lugar, la estructura de los sistemas complejos es contraria a la razón y por eso no puede llegarse a aquélla únicamente a través de ésta -más aún el Agile Manifiesto se declara que los sistemas se adaptarán antes que la mente del investigador. Entonces, nos encontramos con variables inconmensurables en la mente del científico[5].

   Otro de los problemas señalados es que “No hay similitud semántica entre causas y efectos”. Según la complejidad del sistema,  las causas de un fenómeno que ocurre ahora pueden remontarse indefinidamente a otra parte y momento muy lejano; es también debido a la extrema sensibilidad a las condiciones iniciales que estos mecanismos son muy poco predecibles, cuestión que se ilustra bastante bien mediante la Teoría del Efecto Mariposa de Lorenz.

   Tenemos pues que los sistemas son caóticos, o mejor dicho caórdicos tomando en cuenta su capacidad de auto-regulación, de modo que el trabajo científico ha de estar enfocado a generar modelos que sirvan para representar el estado de la realidad[6] (y también para saber qué hacer para que cambie).

   Una de las formas que se utilizan para demostrar esta complejidad es la gráfica resultante en logaritmos lineales: cuando se toman en cuenta las variables de un proceso de este tipo (el ejemplo por antonomasia es la distribución del dinero), solemos encontrar una gráfica que muestra la Ley de Pareto. Ésta, también llamada Ley de Potencia debido a la distribución desproporcionada entre el mayor y menor indicador, nos indica que nos encontramos ante un sistema complejo no explicable de manera lineal y por lo tanto no asimilable por la razón o el sentido común[7].

   Otra de forma de ilustrar (¿demostrar?) el carácter complejo de ciertos sistemas es la analogía con los fractales. Algunos de los programas diseñados por el equipo de Reynoso son capaces de representar cualidades e interacciones entre algunos elementos a través de representaciones gráficas que suelen adquirir formas y patrones fractales. El significado de estos estaría en las ecuaciones con las que se relacionan: ninguna muestra patrones lineales sino leyes de potencia que revelan mayor profundidad en el objeto estudiado.

   Existen más premisas relacionadas con la complejidad de patrones, a tomar en cuenta en el diseño de la teoría de la complejidad. La primera es el uso de modelos. Se reconoce[8] que los modelos son únicamente eso y que no reflejan categorías reales presentes objetivamente en la cultura o en la configuración de la personalidad, únicamente servirán como abstracciones construidas por el estudioso que las interroga.

   A juzgar por el hecho de que no para de enfatizar en la incapacidad de la razón del científico para llegar a abarcar estos sistemas, parece que el gran conflicto de Reynoso es la conocida tensión entre objeto y sujeto. Para apoyar esta postura se vale de la gran cantidad de debilidades o falacias encontradas en diversas teorías antropológicas (interpretativas o no), todas relacionadas con un incorrecto uso de la lógica o con una asociación arbitraria de conceptos.

   Otro de los principales de defectos que surgen de la percepción del investigador tiene que ver con que existen más clases o categorías de cosas que cosas, lo que resulta en que las aproximaciones a los fenómenos son virtualmente infinitas. Las consecuencias de esta observación trascienden la ya revisada imposibilidad de explicar un sistema (recordemos que el objetivo es la creación de un modelo o un lenguaje que lo represente), llegando a cuestionar la aplicabilidad de funciones y algoritmos.

   Esta parte de la complejidad nos lleva al “Teorema del no hay almuerzo gratis” (No Free Lunch Theorem) que indica que “no hay algoritmo que resuelva todos los problemas”. Lo anterior no excluye la posibilidad de generar algoritmos para comprender y graficar patrones de comportamiento, por ejemplo, de las epidemias o de la movilización de un grupo de personas.

   Es natural que uno de los principales hilos conductores de todo el ciclo de conferencias haya sido la Teoría de la Complejidad, la cual parece servirse de estudios diversos como últimos avances en la neurociencia, estudios de inteligencia, la combinación de procesos analíticos y sintéticos en el estudio de diferentes modelos de aprendizaje, la distinción de patrones utilizados en nuevas tecnologías (ampliamente ejercitados en su trabajo con Microsoft) y programas para minería de datos, reconocimiento y etiquetado (también desarrollados en su trabajo como programador).

   Con todo, sostengo que esta teoría tiene como pilar fundamental la figura de Bateson, quien desde el inicio su obra ya anticipaba propuestas y problemas que vendrían a integrarse en la Teoría de la Complejidad.

   La búsqueda de Bateson se centró aquellos lenguajes apropiados para “describir el cambio de un sistema determinado”; de esta manera, cuando se embarca en la creación de Naven pretende una descripción de una cultura, o mejor dicho la descripción del cambio o perturbación en una condición estable de la misma, aspirando al “máximo nivel tipológico en un sistema estable que tuviese un grado más de complejidad en sus circuitos” (1990: 321). Por esta vía intuye y esboza principios como la cismogénesis, que darán pie a conceptos básicos de la teoría trabajada por el porteño.

Bateson en los tiempos de Steps to an Ecology of Mind.

   Se resalta que otra de las aportaciones teóricas de Bateson es la del contexto[9]. Con su trabajo en el Zoo de San Francisco demuestra que en las interacciones de nutrias existe un metamensaje que les indica si pelean o juegan, de acuerdo al contexto. No me centraré en describir la lógica de la meta-descripción o de las especies de meta-relación desarrolladas por Bateson (1990:317-322) pero es demostrable que esta parte de su aportación es también clave fundamental en los modelos operantes de Reynoso.

   El doctor defiende la intensa búsqueda del norteamericano sobre “pautas que conectan los más diversos mundos”, defendiendo su trabajo sobre la “naturaleza y patologías del pensamiento y la epistemología”. Creo que es por eso (y por considerarse con la capacidad e intuición necesarias para seguir con esta línea) que se comporta como un sucesor importante del legado batesoniano, esperando que su propuesta pueda ser, aunque no en concreto, una anticipación a un futuro modelo explicativo general válido.

   Así mismo, dicha defensa está reforzada por el hecho de que la influencia de este oscuro personaje suele no estar reconocida en todos aquellos campos que le deben a sus aportaciones buena parte de su desarrollo. Reynoso menciona las ramas de trabajo que fueron tratadas por Levy y Rappaport: “evolución biológica, adaptación, ecología, arte, carrera de armamentos, organización social, comunicación, transmisión cultural, aprendizaje, juego, fantasía, películas, carácter y personalidad” además de “una clase variada de procesos integrativos que él supo llamar ‘mente’” (1998: 250), hay que decir que, por éstas y otras razones, se comparte el respeto que Reynoso profesa por este autor.

   Espero que el esbozo de las aportaciones atribuidas a Gregory Bateson permita deducir la continuidad que de él hace el argentino no sólo en algunos de sus campos de estudio sino en intuiciones, propuestas y líneas de pensamiento.


    Habrá que decir un par de cosas sobre la crítica al Relativismo Lingüístico y el Perspectivismo para cerrar este ensayo.

   Creo que ambos frentes de batalla reflejan la preocupación fundamental del trabajo del doctor: encontrar las contradicciones que atraviesan a la epistemología en las Ciencias Sociales. En el primer caso señala “la zona de fricción entre el relativismo y lo que sea que está fuera de él” (2015: 24) como una muestra que encapsula los rasgos esenciales de esta contradicción, acusando la imprecisión del relativismo como culpable de una falta de coherencia o lógica en las Ciencias Sociales. Con respecto al perspectivismo, se basa en la demostración de falacias y paradojas para desacreditar a Guattari y a Latour.

   Resulta gracioso que utilice otras acusaciones, como la de vincular corrientes y autores relativistas con “personajes anti-iluministas, reaccionarios monárquicos, ultranacionalistas, irracionalistas, anticientíficos, oscurantistas, creacionistas, pastores fundamentalistas y hasta simpatizantes documentados del nazismo” para respaldar su crítica (2014:28); aquí cabe preguntarse si no está cayendo en la falacia de asociación -una mucho más fácil de señalar que las que él ha sido capaz de descubrir entre los razonamientos de estos científicos[10].

   Lo anterior no desacredita en absoluto su crítica, que se vale de la documentación de defensores del relativismo desde el Siglo XVII demoliendo muchos razonamientos al señalar múltiples fugas, sin embargo parece que el autor se permite dejar fuera de cuestión el postulado principal del relativismo lingüístico (el de observar la lengua no sólo como código para hablar sino también como método para hablar y pensar) salvo para enumerar la serie de autores que lo propusieron antes que Sapir. Carlos Reynoso desecha este enunciado por descarte al demostrar como inválidas algunas de las investigaciones contemporáneas que sirven para reforzarlo[11].
   El catedrático nos dirá finalmente que no es verdadera la idea de Sapir -heredada de Humboldt- de que “si se habla distinto, se piensa distinto”, aunque tampoco nos ofrece un modelo que describa cómo se relaciona el lenguaje y el pensamiento. Así que, mientras que el relativista se pregunta cómo se puede estudiar una danza sin que exista palabra para bailar, Reynoso argumenta que esta clase de comentarios sirve sólo para exaltar el espíritu de la cultura, es más, nos podrá documentar las formas en que, efectivamente, el relativismo ha sido utilizado con fines nacionalistas.

   El perspectivismo resulta cuestionado desde un aspecto más estructural, uno que resulta en la falacia expresada por Gödel: “En todo sistema formal hay enunciados que no pueden determinarse en su valor real por contener expresiones auto-referenciales”[12] aludiendo a argumentos que de esta manera desacreditan las fórmulas que los contienen.

Podemos decir, como conclusión, que Reynoso se encuentra continuamente a la caza de modas que puedan convertirse en ortodoxias, si no es que en dogmas (2015: 10); es capaz de señalar la brecha que existe entre la antropología de diagnosis e intervención y el perspectivismo así como de marcar la invalidez de propuestos relativistas, haciéndole a mi parecer un favor absolutamente necesario a la Antropología, al cuestionarla a ella y a su imagen pública.

   Se nota la influencia de S. Pinker, quien también dedica su trabajo a esto, pero también y sobre todo de Bateson. En este autor se encuentran tanto las bases de la teoría de la complejidad, como respuestas a problemas que surgirían en el posmodernismo y que Reynoso haría relucir. Bateson es, además, el eslabón de cierre de la etapa del “configuracionismo impresionista” que operaba en un solo plano de la realidad, comenzando la era del “pensamiento comunicacional” que tendría su culminación en Una teoría del juego y de la Fantasía donde el neopositivismo se anuda con la metacomunicación (Reynoso 1998:256).
Con una cita que nos recuerda el Anti-anti-relativismo de Geertz y a Popper al mismo tiempo, Bateson nos deja ver la mecánica que, a mi juicio, aplica Reynoso en su revisión epistemológica:

 “Cuando los formuladores comienzan a rebuscar entre las premisas psicoanalíticas más básicas y a cuestionar la realidad concreta de conceptos tales como ‘yo’ o ‘deseos’ o ‘ello’ o ‘libido’ no es necesario alarmarse ni comenzar a soñar sueños terroríficos de caos y tempestades. Es seguro que la mayor parte de la vieja estructura del análisis quedará en pie cuando quede terminada la nueva submuración. Y una vez rectificados los conceptos, postulados y premisas, los analistas estarán en condiciones de embarcarse en una nueva y aún más fecunda orgía de pensamiento laxo, hasta llegar a un estado en el que los resultados de su pensar deban ser nuevamente conceptualizados. Pienso que tendrían que disfrutar esta cualidad alternativa del progreso de la ciencia y no demorar el progreso de la ciencia mediante una negativa de aceptar este dualismo” (en Reynoso 1993:221).
  


Bibliografía

Agar, M. (2003). “My kingdom for a Function: Modeling Misadventures of the Innumerate” en Journal of Artificial Societies and Social Simulation. Vol. 6, no. 3.
Bateson, G. (1990). Naven. Un ceremonial Iatmul. Madrid. Júcar.
Reynoso, C. (1993). De Edipo a la Máquina Cognitiva. Introducción crítica a la antropología psicológica. Buenos Aires. Imago Mundi.
Reynoso, C. (1998). Corrientes en Antropología Contemporánea. Buenos Aires. Biblos.
Reynoso, C. (2014). Lenguaje y pensamiento: Tácticas y estrategias del relativismo lingüístico. Buenos Aires, Sb.
Reynoso, C. (2015). Crítica de la antropología perspectivista (Viveiros de Castro – Philippe Descola – Bruno Latour). Buenos Aires, Sb.




[1] Es de notar que después de más de 20 horas de conferencia, no nos queda claro cuáles son los principios del modelo adoptado por el doctor, sin embargo no deja de haber ejemplos y puestas en marcha de programas desarrollados por el equipo que trabajan con él en la Teoría de la Complejidad. Con todo, ni en sus conferencias ni en sus libros parece encontrarse una suma de sus postulados.
[2] Es por eso que para dar ejemplos de cómo explicaría un fenómeno social se vale de programas diseñados para representar comportamientos del sistema, así por ejemplo, a través de su trabajo en Microsoft sobre minería de datos, nos puede ilustrar procesos cognitivos sintéticos en comparación con hojas de cálculo que representarían procesos analíticos.
[3] Cabe resaltar que, aunque Agar haya renegado de su propuesta sobre la quiebra como parte del lenguaje etnográfico en aquel texto tan criticado por Reynoso y que ahora trabaje como parte de su equipo, en este artículo escrito para la revista JASSS (expresamente dirigida a los modelos artificiales de simulación social) dicho concepto no deja de aparecer como fondo: las variables que se buscan enunciar, aquellas “que hacen la diferencia”, son lo que en otro momento podría expresarse como elementos que llevan al científico a un choque contra el modelo previamente considerado.
[4] Esto no debe resultar en la idea de que la hermenéutica pudiera estar en una mejor posición, ésta lleva a rastras el error de no tomado en cuenta mecanismos estructurales e ignorado el estudio global, cegada como estaba del estudio parcial o local, divorciándose de método comparativo y debilitando toda posibilidad explicación verificable.
[5] Para darse una idea de la complejidad de ciertos sistemas tomemos como ejemplo el programa que se utiliza para la creación de los aviones Boeing, éste toma en cuenta variables que ascienden a los octillones (2^64); en un sistema en donde entran en juego las interacciones subjetivas de los agentes encontraremos un grado de complejidad por lo menos tan elevado como este.
[6] Para la cuestión de cómo encontrar un lenguaje apropiado para sistemas complejos se propone la instrumentación de una metáfora conocida, a esto nos diría Bateson que conviene “imaginar un sistema con un grado más de complejidad y tomar de este sistema más complejos un lenguaje apropiado para su descripción del cambio en el sistema más simple” (1990:321), lo traigo a colación por ser uno de los casos donde se observa la fundamentación de la teoría de la Complejidad presente en Bateson desde Naven (1936).
[7] También Barabasi demuestra que las redes no se comportan como creíamos: estas estructuras escapan a la razón.
[8] Esto volviendo a fundamentos que dejó Bateson.
[9] Goffman lo desarrollaría como el concepto de framing.
[10] La crítica se extiende a todos aquellos que tengan algo que ver con el relativismo, de Boas (hay que decir que antes realiza una defensa de él) hasta Geertz, a quien acusa de respaldar el particularismo justo en la época en la que la globalización se hacía más palpable, ignorando así el reto de asumir esta perspectiva más difícil de abarcar.
[11] La principal objeción fue realizada en contra del postulado de que, al no tener palabras para nombrar más allá de 0, 1 y muchos de los pirahã eran incapaces contar.

[12] Reynoso menciona que existen variaciones a este postulado, por ejemplo los enunciados que contienen la lógica de Peano. Con esto se refiere a que un cambio en el enunciado puede suponer posibilidad de validación; no se preguntaría, por ejemplo, si este camino va a Roma sino qué respondería el entrevistado si se preguntara si este camino va a Roma, con lo cual la falacia se sustituye por una premisa válida.